Respecto de la ética, conviene comenzar recordando algunas palabras que hoy en día mantienen vigencia: “Tanto la virtud como el vicio están en nuestro poder. En efecto, siempre que está en nuestro poder el hacer, lo está también el no hacer, y siempre que está en nuestro poder el no, lo está el sí, de modo, que si está en nuestro poder el obrar cuando es bello, lo estará también cuando es vergonzoso, y si está en nuestro poder el no obrar cuando es bello, lo estará, asimismo, para no obrar cuando es vergonzoso” (Ética para Nicómano, Aristóteles). En ese marco Fernando Savater expone (Ética para Amador) que “…la ética no es más que el intento racional de averiguar cómo vivir mejor…”.
Resulta interesante recordar entonces, las palabras de Woodrow Wilson (1887, El estudio de la Administración) “El objeto del estudio administrativo es descubrir primero, lo que el gobierno pude hacer legítimamente y bien, y segundo, cómo puede hacer estas cosas apropiadas con la mayor eficiencia posible y con el menor costo posible de dinero o de energía” que pone en evidencia la necesidad del estudio y análisis de las herramientas que fueron utilizadas a través del tiempo. Así a través de los nuevos enfoques en la gerencia pública, se ha pasado de un enfoque productivo basado en la eficiencia y en la eficacia, a un enfoque orientado a incrementar la confianza de los ciudadanos en la administración, esto es, tendiente a mejorar la calidad, orientado fundamentalmente a las necesidades del ciudadano, dotado de mayor transparencia y con una cultura de rendición de cuentas. Para ello es necesaria la capacidad para diseñar y ejecutar políticas públicas (gobernancia), con legitimidad (gobernabilidad), políticas públicas que necesitan de capacidad institucional y una nueva definición de la relación entre el Estado, el mercado y la sociedad civil.
Podemos definir a la gobernancia (governance) como la capacidad para diseñar y ejecutar políticas públicas con valor social. Por otra parte, la gobernabilidad va a estar representada por la legitimidad y la intermediación de intereses. Al incorporarse el desarrollo de capacidades (de producción y de derechos), se comienza a hablar de gobernancia o sea la capacidad de desarrollar sus funciones a través de las políticas públicas. Es una reforma hacia el interior de los procesos pero con una mirada hacia la sociedad y el ciudadano.
Gobernabilidad, además de la legitimidad implica un Estado que satisface las necesidades de la población con intermediación de intereses, porque el Estado por sí solo no puede solucionar todos los problemas, entonces es intermediador en la matriz Estado, mercado, sociedad civil.
El tema importante a considerar es que las políticas públicas son más eficientes cuando más cercanía existe entre el que la ejecuta y el que la gestiona. Aquí es fundamental definir cómo construir y desarrollar las capacidades (elaborar y ejecutar políticas públicas, promulgar leyes y controlar su cumplimiento, administrar eficientemente, evitar la corrupción, gestionar con transparencia y rendición de cuentas, medir resultados y evaluarlos) no solo desde un punto de vista técnico organizativo sino con una mirada en la sociedad.
Continuando con lo expuesto en “Ética para Amador” (Fernando Savater) se manifiesta una definición acerca del concepto de la ética, en el sentido que “Quien desee la vida buena para sí mismo, de acuerdo al proyecto ético, tiene también que desear que la comunidad política de los hombres se base en la libertad, la justicia y la asistencia”.
En este aspecto corresponde señalar, que ha comenzado a tomarse en cuenta en la actualidad además de los tradicionales indicadores económicos, otros indicadores a los efectos de medir el progreso de una sociedad, entre ellos se pueden destacar la educación, el acceso a la salud y la asistencia social.
Si se considera a aquellos ciudadanos que nacen en situación de pobreza, ello impacta en la posibilidad de acceso al sistema de salud, tanto público como privado, y condiciona en los niños y jóvenes un rendimiento educativo limitado. Problemas de salud generan baja escolaridad, y con ello dificultades posteriores en el ingreso al mercado laboral, ausentismo, etc. Tal situación genera como efecto regresivo más visible e importante un freno para el desarrollo. Así es que, debería contemplarse en la definición de las políticas públicas a implementar, vinculando la ética, la economía y la salud, clave para la definición e instalación del crecimiento económico.
Según UNICEF son 7 las necesidades básicas que un niño debería tener cubiertas: vivienda, agua potable, instalaciones sanitarias, educación, información, salud y nutrición adecuada. Por su parte, si se considera lo expuesto en el sentido que “La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado” (Declaración Universal de Derechos Humanos), adquiere singular relevancia los problemas de pobreza y de inequidad que tienden a desarticular su desarrollo y aprovechamiento. Es indudable que para que esta célula inserta en la sociedad funcione adecuadamente, debe existir el apoyo de los actores económicos y del Estado, actividad privada y sociedad civil en su conjunto. Esto es así porque la pobreza ha arrastrado a la familia a su desarticulación, con la problemática derivada del sub o sobre empleo y la imposibilidad de desarrollarse como base para la salud individual y social, el desarrollo productivo y la educación.
A ello debe sumarse problemas de delincuencia, carencia de modelos, replanteo de principios morales y educación deficiente derivada, entre otros aspectos, de problemas de comportamiento, déficit de atención y bajo rendimiento. Otro problema importante en el bajo rendimiento educativo se debe al trabajo infantil.
Es en este contexto donde la responsabilidad social en general y en particular la empresaria, adquiere relevancia, toda vez que los avances que ha habido en materia de globalización, comercio y nuevo rol de la actividad estatal, no han conseguido superar las inequidades y las situaciones de pobreza, lo que hace necesaria la articulación de políticas públicas que fomenten y promuevan el valor en las empresas y su comunicación con la sociedad y, dentro de ella, el rol de la familia en sus funciones de contención, educación y promoción de valores, cuidado de la salud y construcción y desarrollo de la identidad individual y colectiva.
Todo lo expuesto nos acerca a la noción de que los temas abordados de ética, economía, salud, educación, familia y sociedad, los cuales se encuentran íntimamente relacionados, deben ser tenidos en consideración, a través del diseño e implementación de políticas públicas.
Si bien, en principio se ha pasado de una visión en la cual la política social recogía los efectos de la política económica, es decir que la economía sólo se encargaba de financiar lo social y ha comenzado a verse la necesidad de articulación entre la política social y la económica, se necesita de políticas activas y de un sector privado que funcione.
Como líneas centrales de las nuevas políticas, éstas no deben ser meramente asistenciales y, fundamentalmente los recursos deben considerarse una inversión que impacta en el crecimiento económico.
En primer lugar, tomando como punto de partida los nuevos conceptos que comienzan a ser aplicados a partir de la crisis económica mundial, toma relevancia la denominada “economía de la felicidad”, que no es más que medir de diferente manera a la economía a partir del grado de felicidad tanto individual como colectiva, en función de tres conceptos medulares como ser la equidad, la familia y la salud pública.
Avanzando sobre este aspecto, la definición de capital social comienza a desarrollarse desde la idea de considerar a los individuos como seres sociales que desarrollan interrelaciones que no son meramente económicas. En ese sentido, las políticas públicas deben tener como principal premisa que para construir capital social debe haber participación ciudadana de parte de la sociedad que se pretende asistir.
Al identificar los tipos de capital (por ejemplo: natural, construido por la sociedad, financiero, humano, etc.) toma relevancia el capital social y sus dimensiones (clima de confianza en las relaciones interpersonales, la capacidad de asociatividad, la conciencia cívica y los valores éticos) las políticas a desarrollarse deben contemplan el desarrollo de este capital, donde los valores éticos van a ser decisivos en el progresos económico y social.
La integración de ese capital social va a estar dada por la confianza, la capacidad de hacer cosas juntos por parte de los individuos, la conciencia cívica y los valores éticos. El primer aspecto, relacionado con la confianza al interior de una sociedad, implica la confianza hacia las instituciones y dirigentes de la sociedad. Por su parte, la capacidad de asociatividad, que representa la capacidad de una sociedad de generar todo tipo de formas de cooperación y la conciencia cívica, manifestada en las actitudes de las personas frente a aspectos de interés colectivo, han comenzado a manifestarse en la región.
Por último, los valores éticos deben estar sustentados y construidos en la actividad llevada a cabo por los empresarios privados y en el manejo de la función pública, en pos de valores tales como el desarrollo compartido, el progreso tecnológico y la transparencia de la gestión pública. En ese sentido, Amartya Sen (Premio Nobel de Economía 1997) señala que “Los valores éticos de los empresarios y profesionales de una sociedad son parte fundamental de los activos productivos de esa sociedad”.
En este punto surge relevante destacar que la creación de valor compartido debería ser superadora de la responsabilidad social corporativa, pues el primero va a apuntar su accionar hacia el desarrollo de la comunidad. Si bien la responsabilidad corporativa se centra en cuestiones reputacionales su conexión con la sociedad es más limitada. Además el valor compartido actúa integralmente para la rentabilidad y el posicionamiento competitivo de las compañías, creando valor social. No obstante, ambos conceptos conllevan el ajuste a comportamientos legales y éticos.
Para concluir, considerando las graves consecuencias de la crisis en cuanto al desmoronamiento de la seguridad social, el desempleo y los problemas morales y de acuerdo con el intento racional de averiguar cómo vivir mejor, debemos tener en claro las palabras de Hanna Arendt (La vida del espíritu) que plantea “…No el Hombre, sino los hombres habitan este planeta. La pluralidad es la ley de la Tierra…”.
Reseña bibliográfica
- Aristóteles. Etica para Nicomano. Ed.Gradifco.
- Kliksberg, Bernardo. Etica para empresarios. Ed. Distal.
- Savater Fernando. Etica de Urgencia. Ed. Ariel.
- Savater Fernando. Invitación a la ética. Ed. Anagrama.