El sexismo en la educación

Los libros de textos reflejan de una u otra forma la realidad, y en esta misma dirección deben contribuir a educar a las nuevas generaciones en la igualdad entre los sexos, además constituye un medio importante para eliminar todo tipo de sexismo.

I.1-El Género: Construcción sociocultural

Los estudios de género tienen su génesis en los movimientos feministas, con los estudios de mujer, que comenzaron a realizarse en la década del 60, cuando en un primer momento el objeto de análisis estuvo dirigido a los estudios de Mujer, pero posteriormente hubo un reconocimiento de que era necesario hablar de mujeres por la propia diversidad. Por eso desde la academia se produce un mayor interés acerca de estos estudios, y es en este ámbito donde se comienza a producir el tránsito paulatino del estudio de mujeres al de Género, estudios que en el caso de Cuba no tienen una larga historia, ya que se introdujeron en la segunda mitad de la década del 80 del pasado siglo. En esta vuelta hacia estas cuestiones, se produce un nuevo nivel en las respuestas que se van obteniendo a partir de la conceptualización, compleja y aún inacabada, del género como campo del análisis teórico por parte de los investigadores.

Cuando se habla de género no necesariamente se está hablando de las mujeres, aunque existe una tendencia generalizada a considerarlas como sinónimos.

“La categoría de género analiza la síntesis histórica que se da entre lo biológico, lo económico, lo social, lo jurídico, lo político, lo psicológico y lo cultural. El género es el conjunto de atributos, de atribuciones y de características que implican al sexo, pero que no agota ahí sus explicaciones.”

En la década del 50 es que comienza a emerger el concepto de género, marcado fuertemente por el enfoque biológico, sin embargo su contenido ha ido variando y enriqueciéndose con lo que a éste ha ido aportando la práctica socio-histórica y los propios avances de las ciencias sociales.

La década de los 60 fue un momento importante en la construcción de estos conceptos. Década que estuvo caracterizada por las diferencias sociales, políticas y étnicas, se estructura en torno a la aparición y/o desarrollo de movimientos sociales, académicos y políticos de alto impacto. Entre los más significativos podemos referirnos a: los movimientos de mujeres, el movimiento negro de EEUU, los movimientos indigenistas de Latinoamérica, el movimiento gay y lésbico, el movimiento de hippie y los movimientos guerrilleros en el llamado Tercer Mundo.

Durante muchos años la ciencia utilizó el concepto de sexo para establecer las diferencias de los seres humanos (mujeres y varones), utilizando un criterio básicamente biológico. De ahí que, todo aquello que era referido o tenía que ver con el mundo espiritual de las personas, sus comportamientos y funciones quedaba excluido de estas definiciones.

Es así que con posterioridad surgió la categoría de género cuyo valor analítico ha permitido distinguir y explicar lo concerniente al hombre y la mujer, lo cual sin dudas, ha sido el resultado de todo un procesamiento cultural seguido por la humanidad a lo largo de su devenir histórico.

Quienes por primera vez abordaron la relación entre sexo y género fueron los investigadores John Money y Robert Stoller en los años 50 y 60 del Siglo XX, a partir de los estudios que realizaron con personas hermafroditas y transexuales. De este modo llegaron a constatar que las identidades de mujer u hombre, en los casos que fueron estudiados, dependía más de las formas en que los individuos habían sido socializados y de la identidad asignada por los padres que de los datos biológicos u hormonales.

Money en 1951 utilizó el concepto de gender para referirse a un comportamiento cultural (la influencia educativa) en la formación de la identidad sexual.

Antes de estos aportes la identidad sexual se concebía únicamente desde el punto de vista biológico, por eso el uso de este concepto para referirse al aspecto cultural, constituyendo un gran aporte para el conocimiento científico, Quiere decir que en el análisis de esta problemática durante los años 50 existía una gran influencia de la biología.

La definición de género como categoría, surge como una necesidad de diferenciar el sexo, desde el punto de vista que incluye lo genético, lo hormonal, cromosómico y fisiológico y el género como construcción sociocultural e histórica de lo femenino y lo masculino.

“El desarrollo de esta categoría ha permitido comprender y analizar las asignaciones…que en la historia de las diferentes culturas han instituido para la mujer y para el hombre, a partir de una diferencia sexual biológica…”.

“El género es el sexo socialmente construido. Es el conjunto de disposiciones por lo que la sociedad transforma la sociedad biológica en productos de la actividad humana y en el que se satisfacen esas necesidades transformadas.”

En este sentido la autora aprecia el género como un condicionamiento sociocultural que ha sido construido por la sociedad y no como condicionante biológica como suele considerarse en muchos casos y estudios de los que han sido realizados.

De lo anterior podemos inferir que las causas de la discriminación hacia las mujeres, así como las diferencias entre ambos no están en los aspectos naturales como suele considerarse en ocasiones, sino que ello depende de procesos socioculturales del entorno en que se desenvuelven las personas, desde el mismo momento de su nacimiento y que se desarrolla durante toda su vida.

Desde esta mirada queda claro que el género no se refiere al sexo biológico, ni tampoco cuando nos referimos a él estamos hablando necesaria y exclusivamente de las mujeres, porque algunas veces se habla de sexo y género, de género y mujer como si fueran lo mismo, existe una tendencia a confundir esos términos.

Por eso al decir de Sonia Montecino: “… el sexo se hereda y el género se adquiere a través del aprendizaje cultural”.

En el análisis del concepto de género es necesario tener en cuenta que si bien es cierto que la palabra es antigua, hay que decir que el concepto es nuevo; de reciente incorporación al análisis científico. El género como concepto relativamente nuevo se refiere al significado de lo masculino y lo femenino, define el conjunto de características y conductas que la sociedad asigna como “apropiadas” para cada sexo, además es una construcción social originada en el hecho biológico de nacer con órganos sexuales masculinos o femeninos.

Existen destacados estudios acerca del género que pretenden explicar su origen a partir de la forma específica de organización que adoptaron las diferentes sociedades en su desarrollo y que trajo consigo la División Sexual del Trabajo.

I.2-Construcción de la Masculinidad y la Feminidad

Con el surgimiento de la familia patriarcal la vida social se dividió en dos esferas: la esfera pública y la esfera privada.

Coincidiendo con lo planteado por Teresita de Barbieri: “En términos generales, las feministas y las(os) estudiosas(os) de la condición de las mujeres identificamos el espacio público como el lugar de trabajo que genera ingresos, la acción colectiva, el poder, es decir el lugar donde se produce y transcurre la Historia, y el mundo privado como el de lo doméstico, del trabajo no remunerado ni reconocido como tal, las relaciones familiares y parentales, los afectos, la vida cotidiana. El primero, masculino, el segundo, femenino.”

El poder asignado desde lo social en las relaciones de género ha traído, que históricamente, se le haya dado una ubicación diferenciada para hombres y mujeres en la sociedad.

Con la división sexual del trabajo correspondió a la mujer ser relegada al espacio del hogar, asignándosele la educación y cuidado de los hijos, enfermos y que no asuman los roles asignados por la sociedad, con estos preceptos preestablecidos eran tildadas de “marimacho”, “hombrunas”, “varoniles”, con carencia de dones femeninos.

Se crean así las ideas que definen a la mujer como frágil, suave, dócil, como un individuo de segunda categoría, dependiente económicamente de la figura masculina, mientras que el hombre se le considera todo lo contrario, ser fuerte enérgico, valiente y dominante, se establece de esta forma una diferenciación hombre/mujer, y una relación de subordinación y dependencia de la mujer “sexo débil”, hacia el hombre, “sexo fuerte”, que tiene el poder.

Con el surgimiento de las sociedades patriarcales clasistas, donde existe un predominio absoluto del sexo masculino sobre el femenino, comenzando un largo período de discriminación y vejación de la mujer que se ha mantenido durante siglos, considerándosele como un ser, con muchos deberes y pocos o escasos derechos. Estas sociedades han estereotipado a las mujeres con el patrón de sumisión y debilidad y al hombre con el de fortaleza y superioridad. Se plantea el diseño de una sociedad que está siendo pensada en términos esencialmente masculinos, donde se excluyen a las mujeres.

Bajo estos esquemas se promueve en estas sociedades, una educación diferenciada por sexos con límites rígidos, donde a la niña se le prepara desde la infancia para su futuro papel de madre y ama de casa, por eso los juguetes que recibe una niña para jugar son las muñecas, juegos de cocinas, peluquería, entre otros, mientras que al varón se prepara para la vida en sociedad, se les enseña juegos y competencias violentos, se les regalan ametralladoras, juegos de carpinteros. Esto desde nuestra mirada constituye una violación de la personalidad.

Esta educación comprende lo que pudiéramos llamar la enseñanza de la masculinidad y de la feminidad, la transmisión de lo que es característico y exclusivo de cada uno de los sexos.

“…las formas en que se dan las relaciones entre hombre y mujer y los roles asignados a cada uno, varían de una sociedad a otra, lo que apoya la idea del carácter construido por la influencia cultural de lo que denominamos Género…”.

Toda vez que ser mujer u hombre es un constructo cultural, entonces sus definiciones varían de cultura en cultura.

En los análisis de género deben distinguirse dos enfoques: el que enfatiza la construcción simbólica de lo femenino y lo masculino, y el que apunta hacia lo económico como la base para entender cómo se posicionan hombres y mujeres en la vida social.

La principal exponente del primer enfoque (simbolismo genérico) es la antropóloga Sherry Orther, quien sostiene que “toda vez que las diferencias biológicas encuentran significado sólo dentro de un sistema cultural específico, es preciso conocer cuáles son las ideologías de género y los valores simbólicos asociados a lo femenino y lo masculino en cada sociedad…

Por otro lado los roles sociales de la mujer estarían “aprisionados” en la naturaleza, pues su papel como reproductora la habría limitado a funciones que aquí se identifica al hombre con el interés público, mientras que la mujer es identificada con la familia y con el ámbito doméstico.

Estos planteamientos fueron criticados por su etnocentrismo (en el sentido, de concebir la oposición naturaleza/cultura con valoraciones de dominio y subordinación) y suponer que en todas las sociedades existe la dualidad doméstico/público.

Sin embargo, en lo que corresponde al enfoque social del género desde el punto de vista marxista se plantea que es importante tener en cuenta lo que hacen hombres y mujeres y no los símbolos, y que ese hacer se relaciona con la división sexual del trabajo.

Una de los principales aportes de este enfoque, corresponde al descubrimiento de que las mujeres en todas las sociedades tienen una contribución económica importante y además que su status no depende de su rol como madres ni de su confinamiento en la esfera doméstica, sino que dependiente de su control o no respecto a: el acceso a recursos, la condición de su trabajo y la distribución de los productos de su trabajo.

En los años sesenta se produjo un auge en el movimiento feminista, el cual estuvo marcado, porque las mujeres habían alcanzado una de sus legítimas y principales demandas: su derecho al voto, lo que constituía el propósito fundamental de la Primera Ola, sin embargo es de destacar que a pesar de ello, la igualdad jurídica no cambió la situación que las caracterizaba, por eso dentro de sus propuestas se encontraba la realización de los cambios que fueran necesarios para eliminar la desigualdad.

Durante la década del setenta fue retomado por las académicas norteamericanas, el concepto de gender que sirvió para explicar el origen y no ya la diferencia, sino la desigualdad entre mujeres y hombres, es en este contexto en que se produjo en todas las sociedades el reconocimiento de una desigualdad entre hombres y mujeres, lo que es el resultado de las relaciones jerárquicas entre los géneros.

En esta época se publicó el trabajo de Gayle Rubin: “El tráfico de Mujeres: notas sobre la economía política del sexo”, donde ella propone una manera de analizar la opresión de las mujeres, a través, de lo que denominó Sistema Sexo/Género, definiendo este como:

“El conjunto de disposiciones por el cual la materia prima biológica del sexo y la procreación humanas son conformadas por la intervención humana y social y satisfechas en una forma convencional, por extrañas que sean algunas de las convenciones.”

La autora refiere que toda la sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, en las que se satisfacen estas necesidades sexuales transformadas, estableciéndose de esta manera, una orientación jerárquica de los géneros que tienen perdurabilidad en el tiempo.

Este ensayo jugó un gran papel en este período, puesto que constituyó un momento de impulso a los estudios de la categoría de Género desde las Ciencias Sociales, contribuyendo a su reconocimiento como objeto de estudio, más allá del campo de la sexualidad, propiciando el incremento y diversificación del debate académico con respecto a este tema.

Somos del criterio que este Ensayo tiene gran impacto, importancia y significación, puesto que impulsó la realización de nuevos análisis y publicaciones en torno a la explicación de los procesos históricos y culturales que dieron lugar a la división sexual del trabajo.

También sirvió para explicar que la subordinación de las mujeres es consecuencia de las relaciones que organiza y produce el género.

La autora en su ensayo confiere gran importancia y significación a la sexualidad con la gran diversidad de experiencias en hombres y mujeres.

El género desde el punto de vista psicológico se refiere al conjunto de creencias compartidas por un grupo social sobre las características psicosociales, es decir, rasgos, roles, motivaciones y conductas que se consideran propias de mujeres y hombres. ( Boch, E. Y. Cols 1999. Citado por: Vasallo, N.). Desde esta perspectiva el género tiene su relación con el sexo, pero no podemos identificarlos porque no son lo mismo; su formación y desarrollo están en correspondencia con los contextos socioculturales en que se desenvuelven los individuos desde que nacen.

La subjetividad se forma en un proceso histórico cultural, y a lo largo de toda la vida se van recibiendo en las personas, ciertas influencias que sobre ellas ejerce el medio social en que se desenvuelven.

La relación entre hombres y mujeres son tan diversos como distintos son los marcos referenciales en que desarrollan su existencia. Más, teniendo en cuenta que estas relaciones existen como contenido de aquellos vínculos y dependencias que contraen las personas en el proceso de su actividad vital.

Quiere decir que el género de una persona es esencialmente una construcción social que varía de un grupo social a otro y de una época a otra. Se construye mediante procesos sociales de comunicación y se trasmite por medio de la crianza y de la educación.

El primer grupo al que se inserta y en el que se desarrolla el ser humano desde que nace, es la familia, de él le llegan sus primeras influencias, pero al mismo tiempo ese individuo está recibiendo un conjunto de influencias de otros grupos, un legado histórico cultural, expresado en las costumbres, normas, tradiciones, valores, que están contribuyendo de esta forma a desarrollar en estas personas un status que las diferencian de los/as otras/os.

El escenario en que las personas se desenvuelven va cambiando a lo largo del desarrollo de su vida, las relaciones interpersonales, la comunicación con otros/as, su necesidad de relación, le lleva a establecer nuevas amistades y grupos de amigos/as. Esta multiplicidad de pertenencias cambia a lo largo de la vida y le va planteando a las personas nuevas y diferentes exigencias en su devenir histórico. La subjetividad se ha ido construyendo en su relación con las exigencias sociales y se convierte en mediatizadora de esa exigencia y de todas las influencias recibidas.

La mayoría de los/as especialistas coinciden en que el concepto de género es una categoría social que permite explicar lo que acontece en las relaciones entre los seres sexuados diferentes, develando así la forma cómo lo hombres y las mujeres se comportan y se relacionan en una determinada sociedad. Esta categoría trasciende los marcos de las diferencias biológicas entre los sexos, para concentrarse en las diferencias y desigualdades que existe entre hombres y mujeres por razones de contexto socioeconómico, por patrones culturales y religiosos en las diferentes sociedades en las cuales ellas/os interactúan.

El género apunta hacia los roles y funciones asignadas a lo masculino y lo femenino, a las responsabilidades, a comportamientos socialmente construidos, con él no se nace, sino que es en el largo proceso de socialización donde se transfieren un conjunto de rasgos que definen las formas de conducta, valores expectativas diferentes para hombres y mujeres, por eso se afirma que el género se “construye”, donde es definitorio la cultura.

Según el criterio de Sonia Montesino “El Género como construcción social de las diferencias sexuales alude a las distinciones entre femenino y masculino y por ende a las relaciones entre ellos.”

Es necesario el estudio de la relación entre mujeres y hombres, puesto que en la mayoría de las sociedades sus diferencias producen desigualdad, pero desde otra mirada, debemos tener en cuenta, que el hecho de que las mujeres seamos diferentes a los hombres, eso no nos hace ser desiguales, sino que somos diferentes sólo biológicamente.

El género es definido en correspondencia a su pertenencia étnica, de clase, de edad, etc. De esta manera es necesario comprender a los sujetos mujeres y hombres no solamente desde uno de sus perfiles, (el género), sino desde las categorías que viven en él simultáneamente y que van a modelar y especificar su ser femenino o masculino.

Un análisis de género no debe obviar, sino que debe tener en cuenta el estudio del contexto en que se producen las relaciones de género de hombres y mujeres, y de la diversidad de posiciones que ocuparán en las diferentes sociedades.

El género desde el punto de vista del nivel individual tiene que ver con la subjetivación de las exigencias que la sociedad impone, de raza y clase en correspondencia a cómo las construye cada persona, partiendo de su cuerpo y de sus propias experiencias individuales. Desde este punto de vista el género tiene contenidos particulares para cada una/o y por tanto diversas significaciones.

En las relaciones interpersonales, los contenidos que son asignados/asumidos al género que esas personas portan, en las diferentes formas de comunicarse se va intercambiando constantemente, construyendo de esa manera un saber cotidiano que se constituye en Representación Social del Género.

Ese saber cotidiano se va a expresar en la relación que se establece entre las personas que pasan a formar parte de determinados grupos, como son: la familia, los coetáneas escolares, grupos informales, la comunidad, los miembros de diferentes organizaciones e instituciones, constituyéndose en referentes que van a formar parte de las exigencias sociales a las personas que integran los mismos.

I.3-Identidad de Género

“La identidad se nutre también de la adscripción a grupos definidos por el ámbito de intereses, por el tipo de actividad, por la edad, por el período del ciclo de vida, y por todo lo que agrupa o separa a los sujetos en la afinidad y en la diferencia.”

La identidad de género representa la autoconciencia y el sentimiento de la propia individualidad que los definen como hombre o mujer,, es decir es la convicción de la persona de pertenecer a un determinado género.

La construcción de la dinámica de las relaciones entre los géneros es un proceso que sin darse cuenta transcurre cotidianamente, por lo que las influencias recibidas, fundamentalmente en la educación deben estar dirigidas al logro de la equidad entre mujeres y hombres, ya que las diferencias que históricamente se han establecido impiden que las mujeres puedan llegar en muchos casos a desarrollar todas sus potencialidades intelectuales, afectivas, y volitivas, limitando su desarrollo en la sociedad en que se desenvuelven.

Los debates acerca de los Estudios de Género dan cuenta de un saber que se ha ido acumulando, evidenciando que la vida social está compuesta por hombres y mujeres que se relacionan entre sí y con las cosas de manera diferente. Las contribuciones de las teorías de género en el mundo contemporáneo adquieren gran importancia. Estos estudios están dirigidos a buscar la forma en que la cultura ha ido contribuyendo a encontrar cómo hombres y mujeres se van desarrollando desde el punto de vista subjetivo.

“La categoría de género analiza la síntesis histórica que se da entre lo biológico, lo económico, lo social, lo jurídico, lo político, lo psicológico, lo cultural; implica el sexo, pero no agota ahí sus implicaciones.”

Cada cultura establece un conjunto de prácticas, ideas, discursos y representaciones sociales que atribuyen características específicas a mujeres y a hombres. Mediante el proceso de construcción del género, la sociedad fabrica las ideas de lo que deben ser los hombres y las mujeres, de lo que se supone que es “propio” de cada sexo.

Todos somos, de una manera u otra portadores de un enfoque de género, generalmente sexista y discriminatorio, que lo hemos heredado de sociedades anteriores y que condiciona la forma en que enjuiciamos los hechos, tanto las mujeres como los hombres tenemos incorporada a nuestra ideología la visión de género, que debemos trabajar para modificarla, y en lo que debe jugar un papel esencial la familia, la escuela y la sociedad en general.

La sociedad actual ha tenido a lo largo de su devenir histórico una proyección patriarcal, y por tanto el hombre ha sido el que se ha beneficiado, mientras que la mujer ha recibido un trato discriminatorio.

Por eso se impone establecer en la sociedad actual la igualdad de derechos que “… es una condición necesaria; pero no suficiente para alcanzar la igualdad real porque los procesos generadores de desigualdad están implícitos en los valores, los símbolos, las formas específicas en que se relacionan los seres humanos en cada sociedad y que se trasmiten en el proceso histórico cultural de formación subjetiva y educación de las personas desde antes de su nacimiento.”

Es necesario entonces, de esta manera una educación no sexista, que permita alcanzar un desarrollo equilibrado, que permita establecer condiciones de igualdad de trato de hombres y mujeres, desarrollar políticas de igualdad de oportunidades.

Resulta impresionante y al mismo tiempo asombroso que a principios del siglo XXI, cuando los adelantos de la ciencia y la técnica son evidentes, siga vigente un discurso que intenta circunscribir la participación de la mujer a cuestiones referidas a la reproducción. Ese discurso “naturalista” tiene tal fuerza porque reafirma las diferencias de hombres y mujeres y, al hacerlo, reafirma la situación de desigualdad.

Los estudios de género demuestran la inconsistencia de los enfoques biologicistas para legitimar la superioridad masculina. Las conquistas de los movimientos feministas y sus aportes científicos, también han sido de especial importancia para desarticular estos esquemas y propiciar la elaboración de nuevas estrategias que ayuden a rediseñar el lugar de la mujer y del hombre en la sociedad.

En nuestras familias todavía se observan muchas de estas características culturales, que son de lenta erradicación, gestadas a través de la educación y trasmitidas de una generación a otra, que requieren de mucho tiempo para que puedan ser superadas, y que han dado lugar a estructuras familiares donde existen desigualdades entre el hombre y la mujer.

Consideramos que lo que se ha construido durante miles de años es difícil de eliminar en poco tiempo, por estar arraigados en las personas y porque existen una serie de elementos subjetivos que perduran en la conciencia de los individuos; y se necesita trabajar sistemáticamente, para eliminar de la conciencia social e individual de hombres y mujeres las viejas concepciones sexistas que aún subsisten.

En el plano educativo es necesario eliminar las representaciones, imágenes y discursos que afirman los estereotipos de género y que se van trasladando de una generación a otra, de una época a otra.

Si algo caracteriza la vida contemporánea es que amplía el marco de acción de la mujer, sacándola del estrecho marco de la familia, para ingresar al mundo del trabajo o de la actividad política.

Se requiere entonces de una nueva forma de conceptualizar las responsabilidades familiares entre mujeres y hombres, una nueva distribución de tareas, que permita a las mujeres dedicarse a otras responsabilidades que no son las exclusivas del hogar. De ahí que la acción antidiscriminatoria sea apoyada en la educación y en la comunicación social.

Resumiendo podemos señalar que el concepto de género nos permite comprender que muchas de las cuestiones que consideramos que son atributos naturales de los hombres o de las mujeres, en realidad son características que han sido construidas socialmente por la humanidad como bien se analiza en el presente trabajo.

Por otra parte debemos referir que el género en tanto construcción cultural, está regido por todo lo que cada sociedad pauta, determina y establece, como lo que debe corresponder a mujeres y varones y su condicionamiento histórico, está determinado a partir del hecho de que en todas las épocas acontecen o pueden acontecer diferentes asignaciones.

La construcción de género es un fenómeno histórico que ocurre en las esferas macro y microsociales.

Por último, los modos de ser varón y mujer llevan sobre sí el sello indiscutible de cada cultura en los diferentes momentos del desarrollo social.

I.4- Perspectiva de género en la educación.

La escuela conjuntamente con la familia, como importantes instituciones y agentes de socialización que son, tienen el encargo social de educar las relaciones sociales entre los seres humanos que en ella se forman, al mismo tiempo constituyen vías a través de las cuales se transmiten estereotipos de género, pero también se convierten en elementos determinantes en la superación de ellos. Es tarea de la escuela transmitir saberes desprovistos de estereotipos de género, a ella le debe ser inherente una educación no sexista en sus educandos, y lograr el crecimiento personal de los individuos desprovistos de todo tipo de prejuicios.

La escuela como centro más importante en la formación integral de la personalidad del individuo, debe ser uno de los espacios más importantes, o el fundamental para la educación en igualdad de género, para de esa manera corregir cualquier tipo de desigualdad social, incluyendo aquellas que se producen por razón de sexo, contribuyendo así a fomentar la igualdad y la no discriminación.

Esta mirada al ámbito educacional, nos remite a plantear que la perspectiva de género desde la educación abarca varios aspectos, en el que se incluye el diseño de los libros de texto y programas, entre otros, a través de los cuales la escuela perpetúa el sexismo, donde las figuras femeninas aparecen invisibilizadas, en una situación de marginación, o subordinación a la que hemos sido sometidas en este terreno por mucho tiempo, incluso hoy, encontramos manifestaciones de este tipo, reconociéndose solamente el papel del hombre, de ahí que se necesita promover el cambio educativo en materia de género, porque, “… en el terreno educativo es crucial eliminar las representaciones, imágenes y discursos que reafirman los estereotipos de género.”

Es muy frecuente que nos encontremos en educación determinados términos que tienen un uso sexista, utilizando el género masculino para designar o referirse a hombres y mujeres, es decir se utiliza como universal, ya sea en el lenguaje (oral y escrito), en materiales didácticos, folletos escritos o en las interacciones escolares en el aula, por eso es importante disminuir el uso sexista en los centros.

Desde la escuela se deben enfocar los contenidos con una perspectiva diferente, con un enfoque de género, lo que debe ser reforzado por la familia y los medios de comunicación, lo que contribuye a eliminar viejos patrones y concepciones sexistas que aún predominan, a ella corresponde un papel esencial en la formación de nuevos valores.

Es de gran importancia que la búsqueda del logro de la igualdad de oportunidades no quede reflejado solo en los límites de los centros educativos de la enseñanza general, sino que a esta tarea deben incorporarse los centros de educación superior, que somos del criterio que se han quedado un tanto rezagados con relación a los otros tipos de enseñanza, así educar con perspectiva de género.

“La perspectiva de género supone una toma de posición política frente a la opresión de género; es una visión crítica explicativa y alternativa de lo que acontece en el orden de género, permitiendo analizar las profundas y complejas causas de dicha opresión y de los procesos históricos que la originan y la reproducen”. (Clotilde Proveyer. Sociología y Política Social de Género. Introducción).

La educación con perspectiva de género implica la formación de una generación de personas sobre la base de la equidad entre los sexos, buscando eliminar la inequidad de género, creando las condiciones para acceder de manera igualitaria a los recursos educativos, sin discriminación ni exclusión, al cambio cultural en mujeres y en hombres (por ejemplo, la paternidad responsable y la repartición igualitaria de las labores domésticas), con lo que se favorece la construcción de una sociedad más justa y equitativa.

La escuela como agente de socialización, conjuntamente con la familia tiene el encargo social de educar en la cultura de paz y en la igualdad, transmitiendo valores y patrones no sexistas en sus educandos; debe promover en el grupo, el respeto y no discriminación, desarrollar acciones que estén dirigidas a fomentar relaciones equitativas entre los sexos; debe contribuir a cambiar formas de pensamiento y modos de actuación que les permita asumir una posición más democrática, sin discriminación de género, los docentes deben evitar que por medio del lenguaje, los juegos, el trato y otras prácticas que se refuercen los estereotipos de género.

La escuela como segundo marco de socialización, tiene a su cargo la formación de una cultura general en los individuos que en ella se forman, actuando en la formación de su personalidad, perpetuando formas caducas de pensamiento, o contribuyendo a desarrollar formas más democráticas de construcción de las individualidades e identidades de hombres y mujeres.

El profesorado está en el deber de que a la hora de llevar a cabo el proceso docente educativo lo aborde desde una perspectiva que promueva la participación activa y equitativa del estudiantado, sin discriminación, se debe promover la cohesión y la cooperación en grupo sin hacer distinciones ni separaciones por sexos, que en el currículum esté presente la eliminación de estereotipos de género, en el trato, en el lenguaje, en las interacciones en el aula, eliminando los valores que tradicionalmente se han venido creando a lo largo del desarrollo histórico, con respecto a las mujeres y los hombres y los roles diferentes que ambos deben cumplir en la sociedad.

«Hombres y mujeres somos diferentes, pero no por ello superiores o inferiores; respetar esas diferencias y las opiniones divergentes y enriquecernos de ellas significa ser abiertos a la diversidad» (Gloria Camacho, Equidad de género en la escuela. Módulos de capacitación para docentes de educación básica, 1998, p. 49.

Coincidimos con el criterio de esta autora, porque la diferencia no implica que seamos desiguales, la desigualdad está en el hecho de que no se respeten esas diferencias.
Llevar a cabo estudios e investigaciones sociales desde una perspectiva de género implica realizar un análisis objetivo de las relaciones entre los géneros, indagar en los factores que inciden en la opresión de género, las instituciones que sancionan o legitiman las normas, los deberes y los límites de género, así como la evaluación de las mujeres y los hombres como seres sociales inmersos en un conjunto de relaciones que se encuentran condicionados socialmente y como resultado de una sociedad concreta.

“Por tanto, aplicar este enfoque significa identificar, entre otros asuntos:

  •  Las necesidades específicas de hombres y mujeres.
  •  Las brechas existentes entre hombres y mujeres en cuanto al acceso y control de los recursos y a las posibilidades de desarrollo en general.
  •  Las posibilidades para apoyar el desarrollo de habilidades y de acciones afirmativas para el adelanto de las mujeres.”( Mayda Ávarez y otras: Capacitación de Género y desarrollo humano.

Editorial Científico Técnica, La Habana, 2004).

I.4- Posibilidades de acceso de la mujer a la educación: una mirada desde los estudios de género.

La historia de la educación de cuenta de que en el período de la Ilustración y la revolución liberal, durante los siglos del XVI al XVIII, junto a importantes autores como Rousseau, comienzan a visualizar artículos de mujeres, bajo el mito de la inferioridad femenina.

Para mediados del siglo XVIII en Europa ya comienzan a gestarse las bases del sistema educativo, donde se concibe que la educación de hombres y mujeres se debía llevar a cabo de manera diferenciada, de esta forma se consideraba que las niñas no debían estudiar porque no necesitan poseer una amplia cultura, ya que eso las alejaría de su función principal. La posibilidad de acceso a la instrucción elemental para las mujeres era reducida y se les prohibía alcanzar los estudios medios y superiores. Solamente aquellas niñas y muchachas que pertenecían a la clase alta eran quienes tenían la posibilidad, por su condición social, de recibir algunas clases elementales de música, dibujo u otras materias, que le permitirá comunicarse, intercambiar y poder conversar con otras personas de su misma clase, pero en ningún caso para alcanzar amplios conocimientos, ni para graduarse de estudios universitarios en este campo, porque su lugar corresponde al ámbito doméstico.

Somos del criterio como aquí se pone de manifiesto que a lo largo de la historia de la humanidad las mujeres han sido marginadas del acceso a la educación, entonces comienzan las limitaciones, donde se le atribuye de manera errónea, las diferencias que desde el punto de vista social existen entre hombres y mujeres a factores biológicos, naturales, lo que permite justificar el dominio de lo masculino y la discriminación de lo femenino.

Pero además, ello refuerza los criterios acerca de los roles que tradicionalmente le son asignados a mujeres y hombres, negando a las mujeres su oportunidad de participar en igualdad de condiciones que el hombre en la sociedad y reforzar así las prácticas discriminatorias hacia las mujeres.

Durante el siglo XIX, podemos encontrar que en la enseñanza existía una marcada influencia de la iglesia, donde se sigue considerando a la mujer en un rol secundario. El objetivo esencial del acceso de la mujer al sistema educativo estaba en alfabetizarla con el propósito de que se preparara en algunos quehaceres domésticos, para el mejor funcionamiento del hogar y de la familia, cumpliendo con su misión fundamental en la vida: procrear y cuidar de los hijos, resaltando así su papel reproductivo, sin considerar el papel productivo que desempeña ella en la sociedad.

En este período se puede constatar que el objetivo del acceso de la mujer a la educación no es remotamente para lograr su plena libertad e independencia cognoscitiva y mucho menos para su crecimiento intelectual, sino que es para ponerse en función del otro, lo que deja claro el papel de inferioridad que se le atribuye en la sociedad como ser de segunda categoría.

En este sentido somos del criterio de que se le está restando valor a la mujer y autonomía porque debe vivir por el hombre, en función de él y para él.

En este mismo siglo XIX, teniendo en cuenta estos presupuestos, la lucha de las primeras feministas estuvo centrada en lograr el pleno acceso de las mujeres a la educación, al mundo profesional sin exclusiones y al de la vida pública, y sobre todo a alcanzar la obtención del voto femenino.

Las teorías feministas han denunciado, el orden patriarcal establecido, la situación de marginación y de inferiorización a las que las mujeres han estado sometidas en el ámbito educativo, explica cómo la propia sociedad construye la femineidad y la masculinidad a través de la familia, los medios de comunicación y divulgación masivos y la propia escuela, fundamentando como las diferencias existentes entre ambos géneros no obedecen a elementos biológicos, sino que han sido construidas culturalmente. Promueve el cambio educativo en materia de género.

A mediados del siglo XIX se les autorizó legalmente a las niñas el acceso a escuelas diferentes a las de los niños con el propósito de que aprendieran a leer, escribir y contar, actividades muy elementales que ya tiempos atrás eran de carácter obligatorio en las escuelas para varones.

A partir de los años 50 se produjo en América Latina lo que se llamó «proceso modernizador», el cual tuvo efectos muy importantes en la educación, durante las primeras etapas para poder calificar a la fuerza de trabajo para que pudiera enfrentar la industrialización y en un segundo momento, como uno de los mecanismos que posibilitaba la satisfacción de las aspiraciones de la población, lo que no implicaba transformaciones estructurales sustanciales.

Entre las mujeres los cambios educativos fueron notables, puesto que el analfabetismo femenino alcanzaba índices superiores al masculino en todos los países, tanto que en la década del 70 las mujeres analfabetas eran el 90% más que los hombres, a pesar de ello se avanzó considerablemente en la alfabetización de las mujeres, de igual manera hubo un incremento en la matrícula femenina universitaria.

Ya a fines del XIX se comienzan a realizar propuestas que van encaminadas a defender la necesidad que tienen las mujeres de recibir una educación escolar que fuera más allá del simple hecho de aprender a leer, escribir y contar, que estuviera en correspondencia con la que recibían los varones. Alcanzar esa igualdad educativa significaba que las mujeres pudieran tener acceso a los estudios medios y superiores, y que la educación de las niñas fuera en los mismos centros que la de los niños.

En esta época comienza a producirse una tendencia a la disminución de la discriminación por razones de sexo en la educación.

“La aparición, a fines del siglo XIX, de esos hoy tímidos discursos feministas y la inserción de la mujer en la esfera educacional desde su rol de estudiante, abrieron una brecha en la cultura patriarcal de la sociedad cubana que con el decursar del tiempo se ha ensanchado…”( Fleitas, Reina, Clotilde Proveyer y Graciela González. Participación de la mujer cubana en los noventa. Lo público y lo doméstico, Pág 198, en Selección de Lecturas de Sociología y Política Social de Género de Clotilde Proveyer.)

La escuela históricamente ha contribuido a perpetuar y reproducir las desigualdades de género, introduce el análisis del currículum explícito y el oculto para explicar cómo esto se encuentra marcado por el sexismo, donde ubica a lo femenino en una relación de subordinación y a lo masculino en una posición de superioridad.

La escuela tiene el encargo social de transmitir los conocimientos, habilidades y valores culturales que son socialmente aceptados por una época determinada, sin embargo todavía nos encontramos hoy que se continúan perpetuando estereotipos, que muchas veces se manifiestan de formas encubiertas.

Por eso coincidimos con el criterio de Alicia González y Beatriz Castellanos cuando expresaron que “… resulta necesario que el profesorado tenga conciencia de su papel en las transformaciones que pueden germinar desde la escuela misma, potenciando su capacidad para identificar los sesgos sexistas discriminatorios en la educación y las estrategias para luchar contra ellos”. González, A. y Beatriz Castellanos: Sexualidad y Géneros: Alternativas para su educación ante los retos del siglo XXI.

Rousseau, quien habló del Contrato Social, en su obra pedagógica Emilio, tenía una mirada sexista porque según su criterio las mujeres solo se deben dedicar a reproducir la especie, y no a las cuestiones políticas, ya que eso es un asunto que les concierne a los hombres, negando de esta manera el hecho de que ellas pudieran acceder al conocimiento, limitándolas al ámbito privado únicamente, como otras tantas opiniones de sus contemporáneo. Todo esto lógicamente tiene que ver con el condicionamiento histórico social de la época.

Somos del criterio de que Rousseau, tiene un enfoque biologicista del problema, ya que se limita a ver únicamente en la mujer su condición biológica, de reproducción, de esta manera, sienta pautas sexistas y discriminatorias, sin tener en cuenta los derechos de las mujeres de manera general, por lo que las está excluyendo de toda posibilidad de participar en la vida pública y social, a la par con el hombre y como un ser social que es.

La base ideológica que ha sustentado el papel secundario y subordinado de las mujeres está dada en las diferencias “naturales”, “lo característico de la mujer, lo propio, “lo que le corresponde por naturaleza”.

Esta concepción fue fuertemente criticada por Mary Wolstonecraft, en su obra “Vindicación de los derechos de la Mujer”, quien planteó: “En mi lucha por los derechos de las mujeres, mi argumento principal se basa sobre el principio elemental de que, si la mujer no está preparada, mediante la educación, para convertirse en compañera del hombre, será ella quien frenará el progreso del saber y de la virtud, pues la verdad debe ser siempre patrimonio de todos y si no, no tendrá influencia en la vida”.

Coincidimos con el criterio de Wollstonecraft en que la vía fundamental de poder superar la subordinación femenina está dada en la posibilidad que tenga la mujer de acceso a la educación, lo cual le permitiría, por una parte, alcanzar la igualdad con respecto a los hombres, y por otra, desarrollar su independencia económica siempre que tenga la posibilidad de acceder a actividades remuneradas.

Engels en su trabajo titulado: “El origen de la familia la propiedad privada y el estado, trató los aspectos relacionados con el género y en particular sobre la situación subordinada de la mujer, considerándose que es de los pocos autores marxistas que han tratado la problemática en sus escritos.

I.5-Posibilidades de acceso de la mujer a la educación: el caso de Cuba.

La educación ha constituido un instrumento de liberación de los pueblos y de la mujer, un derecho que toda persona tiene; en tal sentido las feministas de pensamiento más avanzado y radical, a lo largo del devenir histórico han luchado para reclamar el acceso de la mujer a las herramientas del conocimiento en igualdad de condiciones que el hombre.

La situación de la mujer en la educación en Cuba antes del triunfo de la revolución, se tornaba bastante difícil, a las féminas no se le permitía acceder a la misma y ésta se agudizaba en aquellos casos de mujeres negras y pobres, donde se les prohibía participar de los servicios educativos, por causa de la discriminación a la que estaban sometidas.

La situación educativa de Cuba era más favorable que la del resto de los países de la región, en los años 50, sin embargo, el 22% de la población mayor de 15 años era analfabeta, y entre las mujeres, el 31% de las mayores de 15 años eran analfabetas, de cada diez universitarios solo dos eran mujeres.

Como se puede apreciar en los datos anteriores, el analfabetismo alcanzaba altos niveles y accedían a la educación superior un número muy reducido de personas, y cuando se trataba del sector femenino las cifras eran muy inferiores, por tanto la situación de ella era peor, ya que las tradiciones culturales machistas las mantenían excluidas del mundo educativo, dejándole espacio solamente para los quehaceres hogareños y la atención a los hijos y la familia.

Según datos publicados en el censo de población que se realizó en 1953 las maestras en el nivel de enseñanza primaria eran el 89,3% del total de las mujeres en esa ocupación de enseñar y el 84,3% del total de maestros de la educación primaria. “Durante todos esos años la ocupación de maestra primaria se fue progresivamente transformando en una actividad tradicional femenina, legitimada por la sociedad que la valoraba como prolongación del rol expresivo doméstico a la vida pública.

…En 1953, de un total de 2 132000 mujeres mayores de 10 años, el 23% eran analfabetas, el 71% subescolarizadas y solo el 2% había completado la enseñanza media”. (Fleitas, Reina, Clotilde Proveyer y Graciela González. Participación de la mujer cubana en los noventa. Lo público y lo doméstico, Pág 199, en Selección de Lecturas de Sociología y Política Social de Género de Clotilde Proveyer.)

Con el triunfo de la Revolución Cubana en enero del 59, se abre un proceso de grandes cambios y transformaciones en todas las esferas de la vida social del país, de lo cual no escapa la educación, transformaciones que estuvieron dirigidas de manera general a toda la población, pero fundamentalmente a aquellos sectores más desprotegidos y grupos específicos de mujeres y niños, quienes sufrían una situación de inferioridad en todos los ámbitos, incluido el educacional, produciéndose un cambio radical en tal sentido, dando la posibilidad de acceder a cualquier nivel de educación a la par con el hombre.

El gobierno revolucionario en la primera década adoptó un conjunto de medidas que estuvieron dirigidas a eliminar el analfabetismo en la población cubana.

La transformación educativa había sido planteada por Fidel en el Programa del Moncada y en 1961 se comenzó la Campaña de Alfabetización, donde la mujer participó en su doble condición de alfabetizada, constituyendo el 55% de los alfabetizados y como alfabetizadora siendo el 59% de los alfabetizadores, lo que redujo, tan solo en un año, el analfabetismo hasta llevarlo casi a cero, paralelamente se inició un proceso de incorporación de mujeres niños y jóvenes a los distintos niveles de enseñanza, se amplió la matrícula universitaria, se le dio inicio a la enseñanza obrero-campesino para dar continuidad a la superación de aquellos adultos que habían sido alfabetizados o que tenían niveles escolares bajos.

Esta transformación en el sistema educativo cubano, evidencia la tendencia a ir eliminando paulatinamente la discriminación a que estaba sometida la mujer, así como, la inequidad de género presente antes de 1959.

Para finales de la década del 70 hubo una reducción considerable del analfabetismo en la población, tanto masculina como femenina, tanto que en 1979 el índice total del analfabetismo era del 3,9%; para los hombres 3,7 y para las mujeres 4,2%, sin embargo producto a las reformas en la educación a favor de toda la población, durante las dos primeras décadas, el número de graduados del género masculino creció 4.7 veces, mientras en las mujeres el crecimiento se triplicó, siendo de 12.76 veces.

La década del 80 produjo cambios significativos en cuanto a la situación de la mujer en la educación; produciéndose un ascenso en el número de graduados y en las matrículas de los distintos niveles de enseñanza. En pocos años la mujer alcanza una calificación de manera ascendente, que le permite la participación como ser social activo social y participante de las transformaciones con grandes posibilidades de equidad.

En estos años 80 del siglo XX producto del desarrollo alcanzado por la Sociología de la Educación, comenzaron a desarrollarse investigaciones cuyos resultados demostraron la transmisión en las aulas de contenidos sexistas, y estereotipos que refuerzan las desigualdades entre hombre y mujer, donde las mujeres son educadas en patrones tradicionalmente masculinos.

“En Cuba con el proceso de nacionalización de la enseñanza, se produce un cambio radical en la concepción de la educación. Entre sus principales valores cuenta el haber convertido el proceso educativo formal en un modelo mixto, gratuito, laico y democrático. La educación adquiere carácter de obligatoriedad, constituye un deber y un derecho de cada ciudadano… ” (Yenisei Bombino, El sexismo. Modelos masculino y femenino en el libro de texto de Español-Literatura 9no grado, en Selección de Lecturas de Sociología y Política Social de Género, pág 244)

Las mujeres son el 66,6 por ciento de la fuerza técnica del país y son también el 30 por ciento de los científicos, esto significa que no sólo se han planteado opciones alternativas, sino que han sido utilizadas en gran grado, rompiendo los cánones anteriores de compartimentación laboral.
La crisis desatada en el país en los noventa provocada por el período especial, no cambia ésta situación, ya que mediante un esfuerzo extraordinario por parte de la máxima dirección del país se mantuvo la calidad de la enseñanza y la participación del género femenino.
Importante papel reviste la presencia de las mujeres en el total del personal docente, tanto en la educación en general como en la educación superior en particular.

1.6- Enfoques teóricos acerca del sexismo en la educación

El término sexismo apareció en los Estados Unidos a mediados de los años sesenta, por analogía con el término sexismo, con el propósito de demostrar que el sexo constituye para las mujeres un factor de discriminación, subordinación y desvalorización. Este término fue utilizado por los grupos de feministas que en aquella época estaban surgiendo.

“El sexismo es una práctica discriminatoria que limita y excluye a la mujer de poder estar en igualdad de derechos y oportunidades, a la par que el hombre, considerándolo superior a ella, donde se le quita el derecho a poder acceder a los mismos lugares que el Hombre y desempeñar las mismas tareas.” (De la autora Isabel).

El sexismo se manifiesta en la discriminación por razones de sexo, donde las mujeres salen más mal paradas que los hombres, por los ataque a los que son sometidas, ataques indirectos, que son resultado del sistema social. Todo esto provoca que las mujeres, a consecuencia del género, enfrenten situaciones que les impiden participar con plenitud en las sociedades donde viven.

Una premisa de la acción antidiscriminatoria es reconocer que la cultura introduce el sexismo, o sea, la discriminación en función del sexo mediante el género. Cada cultura establece un conjunto de prácticas, ideas, discursos y representaciones sociales que atribuyen características específicas a mujeres y a hombres. Esta construcción simbólica que en las ciencias sociales se denomina género, reglamenta y condiciona la conducta objetiva y subjetiva de las personas. O sea, mediante el proceso de constitución del género, la propia sociedad construye las ideas de lo que se supone es «propio», “inherente, innato”, “característico de cada sexo.

Existen elementos de la cultura, que refuerzan los mecanismos que perpetúan la subordinación de las mujeres, parece que la ideología patriarcal no quiere abandonar los predios de los centros escolares, por eso, no es ocioso continuar denunciando las manifestaciones sexistas que aún en pleno siglo XXI continuamos observando en estas instituciones, así como los efectos injustos y discriminatorios que ello provoca.

“… las desigualdades entre los sexos no se pueden rectificar si no se tienen en cuenta los presupuestos sociales que han impedido la igualdad, especialmente los efectos que ha generado la división ámbito privado=femenino y ámbito público=masculino.” (Marta Lamas La perspectiva de género, en Revista de Educación y Cultura de la Sección 47 del SNTE
Al decir de Xavier Bonal, internacionalmente la investigación sobre el sexismo en la escuela tiene lugar sobre todo a lo largo de los años ochenta. Con anterioridad la sociología de la educación no prestaba atención a la cuestión de la desigualdad en este ámbito, en un primer momento porque no se consideraba que la escuela discriminase (como elemento más de dominación), sino que se consideraba a esta institución como la mejor forma de garantizar la igualdad de oportunidades, puesto que contribuía a que cada individuo alcanzara un determinado nivel de instrucción que le permitiera acceder a empleos equitativamente remunerados, sin ir más allá de lo que esta pueda aportar.

La investigación sociológica se encargó entonces de demostrar que la escuela no sólo no contribuía a la igualdad de oportunidades, sino que reproducía las desigualdades entre los grupos sociales.

Con el triunfo de la Revolución Cubana en nuestro sistema educativo, se eliminaron las escuelas para blancos o para ricos, pasándose a la escuela revolucionaria, donde lo principal no está en la procedencia, ni el color de la piel del alumnado, alcanzándose de esta manera la igualdad educativa entre hembras y varones, independientemente de raza, sexo u origen social; prevalece la oportunidad que se le brinda a todas las personas de acceder a una educación sin discriminación que garantiza el crecimiento personal y el desarrollo humano.
Existen determinados documentos legales donde se encuentran reguladas las nuevas relaciones entre las personas, así como la garantía en cuanto al acceso y a las oportunidades educativas, pero esto sólo no basta para eliminar de raíz las ideas y costumbres tradicionales de masculinidad hegemónica que han sido trasmitidos a las nuevas generaciones de cubanos y cubanas, porque aún en estos momentos podemos visibilizar conductas y actitudes sexistas en muchos sectores de la sociedad cubana actual, en la escuela se trasmiten por medio del currículum conductas y patrones sexistas que para nada tienen que ver con el discurso oficial de dicha institución.

De esta manera la escuela, reproduce los estereotipos masculinos y femeninos, ya sea por acción o por omisión, los cuales han sido construidos socio culturalmente que conducen a la desigualdad de género. A pesar de esto si es bueno reconocer que la escuela no es la institución que más contribuye a la desigualdad, pero sí podemos afirmar que puede contribuir muchísimo para alcanzar la igualdad y la equidad de género.

El sexismo trae consecuencias negativas tanto par los hombres como para las mujeres, porque limita las posibilidades de unos y otros como personas y se les niega determinados comportamientos que suelen considerarse como típicamente “femeninos” o como “masculinos. Por eso en ocasiones escuchamos expresiones como: “los niños no lloran”, o “las niñas no deben hablar así”, “siéntate como las niñas”, se está indicando que los individuos deben adoptar comportamientos específicos y diferenciados por el hecho de ser de uno u otro sexo.

Estas constituyen consideraciones sexistas, que se conciben como comportamientos prohibidos. Al niño que llora se le reprime por estar quebrando su hombradía, adoptar conductas “de niña”, en este caso se le está privando de que manifieste sus sentimientos de manera abierta, lo cual traería consigo frustración el los pequeños y trastornos en su personalidad. A la niña que habla quizás groseramente o que se interesa por el deporte, se le acusa y se pone en duda su feminidad, que obstaculizará su desarrollo.

“En tal sentido el sexismo atribuye erróneamente las diferencias sociales que existen entre hombres y mujeres a la biología, intentando justificar así el dominio y la discriminación. Obstaculiza el desarrollo y la calidad de vida de todos los seres humanos al reducir sus valores a los tradicionalmente considerados como masculinos o femeninos, obligándolos a identificarse con grandes problemas como la violencia en el caso de los hombres y la sumisión en el caso de las mujeres”. (García, Colmenares, Carmen CEAPA – Educación no sexista).

Las aportaciones de la antropología, y sobre los estudios realizados por M. Mead sobre los comportamientos de hombres y mujeres en distintas sociedades no occidentales, introducen criterios importantes en la creencia de que la naturaleza es la que marca los comportamientos de unos y otras. A partir de estos estudios, Mead llega a la conclusión de que en todas las sociedades analizadas por ella se hace distinción entre aquello que se considera propio de varones y aquello que se considera propio de las mujeres: pero el tipo de actividades y aptitudes que se atribuyen a unos y otras, como características propias, varía. Dice M. Mead: «A veces, una cualidad ha sido asignada a un sexo, a veces al otro.

Desde la familia se educa a niñas y niños de manera diferente bajo el patrón de las sociedades patriarcales poniéndose de manifiesto la división de roles sexuales, donde los hombres asumen la responsabilidad de los ingresos económicos y las mujeres los roles domésticos.

Las investigaciones que se han realizado demuestran, que el sexismo no es un problema relacionado con la condición biológica, sino un problema de construcción sociocultural, porque si las capacidades y aptitudes atribuidas a las mujeres y a los hombres varían de una a otra sociedad, de una época a otra, ello significa que no están establecidas por la biología, sino que su determinación es social, cuestión esta que se debe resolver por medio de la educación, donde la escuela ha de jugar un rol importante a través del currículum, porque todavía queda mucho por conseguir en cuanto a la igualdad en el poder y en las responsabilidades domésticas. Pero sobre todo, en la erradicación de la violencia que como consecuencia del sexismo se sigue ejerciendo contra las mujeres por el hecho de serlo. Esto constituye un duro golpe para el determinismo biológico y les abre nuevas posibilidades de identidad social tanto para hombres como para las mujeres.

Los mecanismos por medio de los cuales se transmite el sexismo son tan generales, profundos y, en ocasiones, tan sutiles, que no basta con que la escuela transmita una educación no sexista, sino que se hace necesario, incluir en el currículum escolar experiencias que contribuyan a erradicar este problema que tanto afecta sobre todo a las mujeres, donde también debe desempeñar un papel importante los medios masivos de comunicación, la familia y el entorno.

La propia sociedad crea los estereotipos de lo que debe ser y hacer el niño o la niña, por eso se le limita o se le priva al niño o a la niña que exprese libre y abiertamente sus sentimientos, porque la educación que reciben es diferenciada por sexos, limitándose el desarrollo pleno de su personalidad.

En nuestro país se han llevado a cabo diferentes investigaciones que han demostrado, como a través del currículum explícito y el oculto se pone de manifiesto como las mujeres se encuentran menos representadas y reconocidas que los hombres en la realización de determinadas actividades, y al mismo tiempo se han dado a conocer determinados resultados, donde también se pone de manifiesto la realización de actividades más estereotipadas o menos relevantes por parte de las mujeres

Existen diferentes vías a través de las cuales se puede reproducir el sexismo, como son: La organización escolar y las prácticas pedagógicas, el lenguaje, el currículo y los libros de texto.

I.6.1-Sexismo en el lenguaje

El lenguaje es la manera que tienen las personas de comunicarse entre sí, de expresarse, es el medio idóneo para cualificar y calificar los objetos y fenómenos que existen en el mundo que le rodea, así como la forma de objetivar sus ideas, sus pensamientos, sus puntos de vistas.

“El lenguaje constituye un sistema de símbolos o de signos de los objetos de la realidad, de sus propiedades y nexos, que representa un instrumento imprescindible del pensamiento humano”.(Colectivo de Autores: Lecciones de FML, pág. 233, Editorial Félix Varela, La Habana, 2003).

El lenguaje como realidad inmediata a través del cual las personas expresan de manera verbal o escrita sus ideas, se trasmite toda la cultura acumulada por la humanidad; es una forma de perpetuar los esteriotipos de género, por estar presente siempre de una u otra forma en la actividad pensante humana. Según los clásicos del marxismo es la envoltura material del pensamiento.

El lenguaje que aparece en los textos utiliza lo masculino como genérico, donde aparentemente integra tanto al masculino como al femenino, subsumiéndose de esta manera u omitiéndose lo femenino.

Otra de las formas sexistas del lenguaje se pone de manifiesto en el uso del masculino para nombrar un colectivo, donde aparecen personas de ambos sexos, o cuando la mayoría de las personas que lo integran son mujeres, se produce un uso y abuso del masculino, diluyéndose la identidad femenina.

Otra forma sexista del lenguaje está cuando nos referimos al uso de algunos términos que para el caso de lo femenino tiene un significado negativo, por ejemplo Hombre de la calle” y “Mujer de la calle”, da la idea de una mujer que se ha dedicado a la prostitución, a llevar una vida desordenada, que se ha tirado como se dice “por la calle del medio”.

“Esta utilización abusiva del masculino no hace más que reforzar el papel predominante del varón como el más importante, poniendo de manifiesto las conexiones entre pensamiento y lenguaje, puesto que nuestro lenguaje representa externamente la estructura de nuestro pensamiento. Esta conexión la podemos encontrar en determinadas situaciones donde el lenguaje condiciona el éxito de determinadas tareas al incitar a utilizar estrategias
estereotipadas que impiden el encuentro de la solución correcta.” (Garcia Carmen. CEAPA Educación no sexista .

El carácter sexista del lenguaje está dado en que la propia sociedad, la propia cultura que adquiere el individuo que se desarrolla tiene también un carácter sexista, que va evolucionando con los propios cambios que se van generando en ella.

I.6.2-Sexismo en los textos

Como señala Santos Guerra (1996), “el libro de texto es un recurso privilegiado para analizar el sexismo escolar…, es tomado como punto de referencia de aprendizaje,… puede ser utilizado en solitario; además tiene un carácter prescriptito dado que constituye un referente directo del aprendizaje”.

El sexismo en los textos se puede identificar cuando en los mismos se encuentran ilustraciones donde se representan a los hombres y las mujeres, desarrollando roles tradicionales, esteriotipados que no reflejan las diversas actividades que pueden desarrollar tanto hombres como mujeres. “Ésta es una manifestación del sexismo, donde se pone de manifiesto la negación de la realidad social y de la diversidad de las situaciones, con la consiguiente presentación de las imágenes y de los roles tradicionales masculinos y femeninos”.

Los libros de textos reflejan de una u otra forma la realidad, y en esta misma dirección deben contribuir a educar a las nuevas generaciones en la igualdad entre los sexos, además constituye un medio importante para eliminar todo tipo de sexismo.

La visión androcéntrica contribuye a la invisibilización de los aportes que desde el punto de vista científicos han realizado las mujeres, por lo que es importante y conveniente la revisión crítica del sistema sexo-género.

En el caso nuestro existen diferentes estudios e investigaciones que ponen al descubierto como las figuras femeninas están menos representadas, apareciendo en roles que son considerados del ámbito de lo doméstico, del mundo privado: se ven reflejadas lavando platos, en la cocina, cuidando de los niños; legitimando actividades estereotipadas o de menor importancia, que la cultura patriarcal ha creado durante muchos siglos de discriminación femenina, dando más importancia a lo público, al mundo de lo masculino.

No es la escuela la única trasmisora de una educación sexista, pero sí es la máxima responsable de educar en igualdad de género y eliminar aquellos contenidos que tienen efectos discriminatorios en el alumnado.

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Reinoso Castillo Isabel. (2009, mayo 4). El sexismo en la educación. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/el-sexismo-en-la-educacion/
Reinoso Castillo Isabel. "El sexismo en la educación". gestiopolis. 4 mayo 2009. Web. <https://www.gestiopolis.com/el-sexismo-en-la-educacion/>.
Reinoso Castillo Isabel. "El sexismo en la educación". gestiopolis. mayo 4, 2009. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/el-sexismo-en-la-educacion/.
Reinoso Castillo Isabel. El sexismo en la educación [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/el-sexismo-en-la-educacion/> [Citado el ].
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