Para muchos es una tendencia buscar el placer y lo hacen afanosamente. Para otros, el deber está primero, y se centran en éste. Sin embargo, es en el equilibrio de disfrutar el placer y cumplir el deber, donde reside la vida placentera y productiva. He allí la clave. Siga leyendo.
Es típico de los animales y humanos buscar el placer y huir de dolor. Forma parte de nuestra naturaleza primaria movernos hacia aquello que nos complace, y alejarnos o escapar, cuando las cosas se tornan incómodas, complicadas o tensas.
Sin embargo, cualquiera que haya vivido ha aprendido que poco o nada de lo que tiene verdadera calidad es barato, fácil, indoloro o gratuito. Dar a luz a un bebe, graduarse en una carrera universitaria, llevar una empresa a que sea productiva, escribir un libro, adquirir riqueza material o conservar una buena relación de pareja, tienen su costo, y en ocasiones resulta elevado.
Resulta difícil por no decir imposible, avanzar, superarse o trascender la mediocridad sin realizar esfuerzos, sin cumplir con deberes de manera sostenida, más allá de las dificultades y las tentaciones de abandonar por resignación, orgullo o flojera, grandes enemigos de éxito y el bienestar emocional.
Puede decirse, en general, que vivir bien, requiere un cierto equilibrio entre el deber y el placer, pues como decía José Ingenieros, en su libro “Las fuerzas morales”, tanto pierde quien no sabe trabajar como quien no se sabe divertir.
El placer es necesario para el buen vivir. Nos ayuda a superar los momentos negativos de la vida y nos refresca como brisa, en medio de preocupaciones y exigencias individuales, de trabajo, estudio, familia y sociedad.
Un buen descanso; una fiesta con amigos, comida y buena música; un paseo cerca de la naturaleza o una tarde de películas en TV o con juegos de video, pueden ayudarnos a renovar las energías y el entusiasmo para abordar los retos cotidianos. Hay también quienes prefieren y es perfectamente válido, aliados como la soledad, la meditación y la oración, como rutas de renovación interior.
Sin embargo, no podemos obviar la importancia del deber, del cumplimiento de las exigencias de trabajo, alimento, vestido y transporte, o de los deberes asumidos con trabajo, pareja y familia, los cuales deben, por ciertos, ser asumidos, no como carga, sino como compensación por todo lo que se obtiene de la vida, o como una forma de desarrollarnos como seres sociales en comunidades interdependientes en las que todos influyen a todos, y en la que cuando uno falla, otros sufren. Una labor mal realizada, puede atrasar un logro, congestionar una calle o vida, arriesgar una vida.
Ha dicho Perls, que es maduro el que responde a sus retos sin apoyarse manipulativamente en los demás. Adler, destacado investigador de la conducta, afirmaba que todo problema humano derivaba del incumplimiento de sus deberes consigo, con su pareja o con la sociedad. En palabras de Martin Seligman, la vida se hace buena cuando aprendemos a disfrutar del esfuerzo, y para el sabio indio, el iluminado Sri Nisargadatta Maharaj, el problema esencial de las personas no es otro que su falta de seriedad para abordar su superación y acabar con sus sufrimientos.
Todos tenemos deberes. Hay deberes de padre, de hijo, de esposo, de esposa, de amigo, de empleado, de patrón, de consumidor, de proveedor, algunos de ellos amparados por las leyes, otros por la ética y la moral. A mi entender, lo esencial aquí es procurarse un equilibrio, que nos permita vivir de manera satisfactoria.
Las consecuencias de no cumplir nuestros deberes es variada: culpa, rechazo, soledad, conflicto, daños físicos, demandas, cárcel e, incluso, la muerte. Como ejemplo, pensemos que un estudiante que incumpla sus tareas, que no asista a clases o no presente los exámenes, será reprobado, no aprenderá lo que podría haber aprendido, y perderá años valiosos que nunca podrá recuperar. El que nos paga sus deudas, pierde la reputación y el crédito.
Siendo así, hay mucho que podemos hacer para asegurarnos alcanzarlo y recibir los beneficios y evitar los malestares asociados con el incumplimiento y la desidia:
– Liste los deberes que le han sido asignados o que ha asumido voluntariamente.
– Elegir con cuales nos comprometeremos sin que nos deban empujar, obligar o presionar.
– Definir fechas, horarios y formas de cumplimiento.
– Utilizar recordatorios.
– Centrarse en los beneficios que obtendrá por el deber cumplido.
– No escuche razones de su mente o de amigos para incumplir.
– Respete lo que ha planificado y cumpla sus planes y metas.
No acepte las ideas de la mente de que los deberes pueden posponerse o que no es tan importante hacerlo. No use el incumplimiento como acto de venganza o rebeldía contra otros, pues el perjudicado resultará siendo usted. Haga honor a sus palabras y cumpla sus compromisos.
Aplique el mismo método con respecto al placer. Haga lista de placeres, gente agradable, aparte fechas, asigne presupuesto y supere las adiciones al trabajo o al sufrimiento y disfrute de un descanso o un paseo. Es bueno, es merecido y le hace falta. No lo deje para el futuro, pues el futuro no existe. Sólo cuenta con el instante presente.
Sólo asegúrese de evitar los excesos y verá que la vida es mucho mejor cuando se logra crear y sostener un balance entre el deber y el placer. He allí el equilibrio perfecto. Gracias por leerme.