Es menester en estos momentos tener en pleno funcionamiento los radares para captar o detectar a tiempo los cambios que se avecinan. Qué mejor que analizar lo que acontece en los países centrales y ver como esto va a repercutir en el futuro de nuestros países latinoamericanos.
La noticia apareció en el periódico El Mundo de España y da aviso de una guerra mundial contra las bolsas de plástico. Y ello tiene su razón de ser. Por un lado la alta contaminación. Sólo un 10% de las bolsas, se calcula, termina su corta vida en el contenedor amarillo (contenedor para plásticos), y aún ese escaso porcentaje también trae consigo problemas debido a la dificultad en ser reciclados. La mayor parte acaban incineradas o en un vertedero, causando serios daños al medio ambiente. Su composición a base de polietileno, un derivado no renovable del petróleo, origina vertidos tóxicos, además de grandes cantidades de CO2.
El hecho de que en los últimos 20 años el peso de las bolsas se haya reducido hasta un 75% dificulta también su reutilización como bolsa de basura favoreciendo que viajen arrastradas por vientos a campos y bosques, donde pueden tardar, según afirma la noticia, hasta mil años en desaparecer. Las serigrafiadas son todavía más nocivas, ya que los residuos metálicos de las tintas también son contaminantes. Según Greenpeace el 90% de los 6,4 millones de toneladas de basura que acaba en el océano es plástico.
Por otro lado el elevado precio del petróleo y la reducción de dicho recurso obligan también a encontrar formas de limitar el uso de bolsas plásticas.
Todo lo anterior está llevando a la aparición de normativas tanto en los países europeos como incluso en los Estados Unidos, China y Japón, que prevé su prohibición si no son biodegradables o bien la obligación de abonar los mismos (especie de impuesto para su posterior reciclado).
También todo ello lleva a la aparición de nuevos compuestos para producir el material de las bolsas partiendo del maíz y del aceite de girasol o bien de la celulosa o almidón de patata.
Ahora es momento de analizar las consecuencias:
1º) Estas normativas han de llegar también a Latinoamérica y por lo tanto muchos fabricantes actuales de bolsas de polietileno tienen que pensar seriamente en ir efectuando una reingeniería en sus procesos productivos, invirtiendo en nuevos métodos de producción.
2º) Para los agricultores como para los consumidores se suman nuevos demandantes de materias primas que hasta ahora se utilizaban principalmente como alimentos y ahora ya afectan los precios de la misma por la presión para su uso como combustible (biocombustibles) y próximamente también como base para la producción de material biodegradable.
La solución como en el caso de los combustibles no pasa por la utilización de plantaciones destinadas sobre todo a la alimentación para asignarla con fines energéticos o de generación de nuevos materiales. La presión de la población mundial es de por sí bastante fuerte sobre las zonas productoras de alimentos, como para generar mayor presión con su utilización para otros usos industriales. Lo conveniente es modificar los patrones de consumo y los paradigmas de producción y comercialización a los efectos de evitar el incremento del hambre en el planeta.