En agosto de 1945 un Japón exhausto y agotado por la guerra aceptó los términos de la rendición impuesta por los aliados y, por edicto imperial, depuso las armas. Por primera y única vez, Japón fue ocupado por las tropas aliadas bajo el control de los Estados Unidos, hasta abril de 1952. [1]
Como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, Japón perdió el 42% de la riqueza nacional y el 44% de la capacidad industrial – energía, instalaciones, maquinaria, etcétera.
El personal militar desmovilizado y los civiles que regresaron, por una parte, agravaron la ruina y el hambre y, por otra parte, se unieron de inmediato a la fuerza de trabajo, cubriendo sobradamente las necesidades de mano de obra para la reconstrucción económica durante la primera etapa del período de posguerra.[2]
Durante algunos años después de la derrota, la economía japonesa estuvo casi totalmente paralizada con una severa escasez de alimentos, una inflación galopante y los efectos de un mercado negro generalizado El país había perdido todos sus territorios de ultramar, mientras su población sobrepasaba la cifra de los 80 millones, además de alrededor de 6 millones de repatriados que llegaban del extranjero. La demanda interna descendió con la interrupción de las compras militares y el comercio exterior se hallaba restringido por las Fuerzas de Ocupación Aliadas.
El pueblo japonés emprendió la tarea de reconstruir su economía devastada por la guerra y la ocupación norteamericana se ocupó sólo de desmilitarizar y democratizar la sociedad nipona. No asumió ni el costo de la reparación de los daños ni la elaboración de una política estratégica para la reconstrucción económica. [3]
En un período histórico relativamente breve Japón logró no sólo reconstruir su economía, sino convertirse en una de las naciones industrializadas más importantes del mundo actual. En ello desempeñó un papel fundamental la regulación económica estatal y la política industrial concebida para la reconstrucción.
La burocracia japonesa emitió el documento “Problemas básicos para la reconstrucción de la economía japonesa de posguerra”, en fecha tan temprana como 1946. Aquí se planteaba que Japón debía seguir un modelo intermedio entre la planificación socialista y las instituciones capitalistas; había pasado el período de laissez faire. Ahora, en el período del capitalismo de Estado, Japón estaba en la frontera de dos sistemas debía ser un intermediario político y económico entre bloques. [4]
Con la nueva constitución de Japón (1947), el emperador fue despojado de su poder soberano y reemplazado por un gabinete parlamentario. El contexto de funcionamiento del capitalismo japonés se diseñó por la reforma política de las naciones aliadas tras la Segunda Guerra Mundial. Esta reforma abarcaba ámbitos, como: la tierra, la educación, la protección de los sindicatos, la desmilitarización y la disolución de los zaitbatsus (agrupación entre empresas).
Tales cambios proyectados, se pusieron en práctica con mayor fuerza e idealismo por parte de los japoneses que por los propios norteamericanos. El nuevo programa originó dos conceptos que iban a desempeñar un importante papel en el posterior desarrollo del capitalismo japonés: igualdad y competencia.
La mencionada reforma aplicada a Japón en este período contempló las cuestiones siguientes:
1. Una reforma agraria que fomentó una mayor igualdad: eliminó a los terratenientes que no utilizaban sus tierras y creó la clase de agricultores poseedora de la tierra que cultivaba.
Durante el período inmediato a la posguerra se hizo patente un hambre masiva. Se consideraba que los Estados Unidos era el país más democrático del mundo, pues había entregado tierras a quienes no tenían, les quitaron la riqueza a los más ricos y se la distribuyeron al pueblo. La ocupación norteamericana creó premisas favorables, muy especialmente con la reforma agraria, como mecanismo de transferencia del excedente económico hacia la reconstrucción industrial.
2. El establecimiento de un nuevo código civil por la igualdad entre el hombre y la mujer.
3. Una reforma educativa que tuvo también un impacto importante. El nuevo sistema, basado en modelos norteamericanos, estableció nueve años de educación obligatoria gratuita y tres años más opcional de enseñanza media. Quienes reunían aptitudes adecuadas y pagaban las modestas tarifas educativas, podían llegar a graduarse en la universidad.
4. El establecimiento de reformas democráticas: incluido: libertad de reunión, asociación y expresión, incluido el Partido Comunista; abolición del sintoísmo, como religión oficial; y libertad de culto.
5. La disolución de los zaibatsus que fomentó la competencia, pues disminuyó el tamaño empresarial de la industria japonesa y surgieron las pequeñas y medidas empresas, las cuales debían luchar ferozmente entre ellas para conseguir mayor número de ventas. El objetivo de los Estados Unidos de eliminar los zaibatsus fue desintegrar la potencia militar para evitar que Japón tomara fuerza y luchara contra ellos.
En 1949, el Ministerio de Comercio Internacional (MCI) y Consejo de Comercio se extinguieron y surgió el Ministerio de Industria y Comercio Internacional (MITI). Se estableció el Departamento de Empresa del MITI con el objetivo de desarrollar de modo estratégico las empresas del país y crear un entorno favorable a la competencia; o sea, el Estado dirigió su acción reguladora como máximo responsable de la competencia y el desarrollo de las empresas. El último ministro del MCI fue el primero del MITI: Inagaki Heitaro.
Después de la guerra había poca oferta de capital y los tipos de interés eran consecuentemente altos. Sin embargo, el Gobierno hizo posible que las empresas con más futuro obtuvieran fondos a unos tipos de interés extremadamente bajos. Como regla, estas empresas orientaban su producción hacia el mercado externo.
Los bancos canalizaban el capital acumulado para prestarlo a industrias estratégicamente importantes, apoyadas por las garantías de créditos del Banco de Japón. Asimismo, el Gobierno ofrecía importantes concesiones tributarias a los ingresos por exportación, a la vez que establecía la adquisición de tecnología como prioridad nacional.
La moneda extranjera fue escasa durante muchos años después de la guerra, pero las autoridades aprovecharon estas circunstancias para que los exportadores obtuvieran asignaciones especiales. [5]
El Departamento de Empresa MITI preparó la nueva política para la racionalización industrial basada en la competencia inducida:
1. Control cambiario total a las importaciones de tecnología – poder de selección de las industrias para el desarrollo.
2. Financiamiento preferencia.
3. Exenciones fiscales.
4. Protección contra la concurrencia extranjera.
5. Autoridad para ordenar la creación de conglomerados industriales basados en bancos (nuevos zaibatsus).
6. Aparato institucional para política de racionalización e incentivos. [6]
En los primeros años después de la guerra, debido a la escasez de materiales, las fábricas prácticamente no producían nada y para vender lo poco que elaboraban tenían que competir en precio y calidad, o sea, tenían un entorno muy fuerte no sólo externo, sino también interno.
Las empresas que no conseguían recortar costos se encontraban sin clientes. Esta presión causó una verdadera revolución en la planificación de las empresas.
El Departamento de Empresa del MITI contribuyó en gran medida a flexibilizar los caminos de la empresa hacia la competitividad nacional e internacional. Todos podían esperar el triunfo si trabajaban lo suficiente para vencer en la competencia. [7]
Las características del entorno interno que creó el Departamento de Empresa constituyeron la fuerza motriz que guió el desarrollo económico de la nación en la posguerra. Estos fueron los siguientes:
1. Un Estado protector exigente.
2. Las condiciones de la concurrencia no eran resultado del laissez faire; el riesgo se reducía para el capital con mayor concurrencia.
3. Una concentración en determinadas empresas para: lograr una reestructuración industrial; facilitar la transferencia tecnológica; garantizar el largo plazo, como criterio; y atender las prioridades internas y las amenazas externas.
Las funciones del Departamento de Empresas eran:
1. Elaborar la política de reestructuración y racionalización empresarial sobre la base de medidas fiscales, crediticias y de desarrollo de infraestructuras.
2. Promover la cooperación empresarial en cuestiones, como: compartir tecnologías; lograr la especialización en líneas de producción; utilizar conjuntamente recursos y almacenes; y consultar planes de inversión.
3. Coordinar las acciones conjuntas de las asociaciones de empresarios sectoriales para la protección contra la concurrencia extranjera.
El carácter selectivo, como el Departamento de Empresas del MITI protegía el desarrollo industrial y abarcaba todo el ciclo económico.
El Consejo de Racionalización Industrial, creado en diciembre de 1949, promovió durante la década de los 50 una cultura empresarial común con énfasis en la administración científica. La vida empresarial se centraba en las prácticas administrativas y no en las preferencias arbitrarias de los propietarios del capital.
La concurrencia inducida significaba que esta competencia se daba siempre en el contexto de la racionalización, de la selectividad, con conciliación productiva nacional. El MITI promovió prácticas administrativas racionales, por ejemplo:
1. Modelos para los sistemas salariales y de promoción.
2. Modelos para la organización de los locales de trabajo en función de una mayor intensidad del trabajo.
3. Modelos para entrenar empleados y cuadros.
El MITI podía bloquear el acceso de divisas extranjeras – Ley del Capital extranjero, 1950 –de cualquier firma que considerase estuviera desperdiciando recursos valiosos. Con la Ley del Capital Extranjero se estableció un Comité de Dirección Extranjero, el cual determinaba que cualquier inversionista foráneo con licencias, patentes, etcétera, debía ser autorizado por este Comité. El Departamento de Empresas MITI asumió esta responsabilidad.
Cuando al MITI se le acusaba de monopólico, argumentaba que sólo pedía comportamiento cooperativo, es decir: compartir tecnología; limitar líneas de producción; utilizar de manera conjunta los depósitos para materias primas y productos acabados; y realizar consultas sobre planes de inversión.
El carácter selectivo para el crecimiento acelerado 1955 – 1990 se manifestó en las políticas básicas siguientes:
1. Políticas industriales proteccionistas de competencia inducida.
2. Política tributaria para promover ahorro e inversión.
3. Aislamiento del mercado interno de la influencia extranjera.
4. Política de estructura financiera (créditos preferenciales, etcétera).
Puede apreciarse el papel tan relevante desempeñando por el MITI y su Departamento de Empresa en la creación de un entorno interno muy competitivo que “entrenase” a la empresa nacional para la competencia internacional. Por eso, puede identificarse como competencia inducida esta forma de protección estatal.
Papel del Estado en la creación del movimiento por la productividad y los círculos de control de la calidad
El Estado creó en la primera mitad de los años 50 el movimiento por la productividad con ayuda del Gobierno de los Estado Unidos.
Los tres principios del movimiento eran los siguientes: cooperación entre el pueblo y el Gobierno; cooperación entre empresarios y trabajadores; y distribución de los beneficios derivados del aumento de la productividad.
En agosto de 1952 se creó la Asociación para la Educación Industrial con el objetivo de estrechar los vínculos entre el capital privado y las comunidades.
En junio de 1954 se fundó el Consejo Cooperativo para la Productividad; la industria privada se lanzó en ese movimiento. Se estableció en febrero de 1955 el Centro para la productividad de Japón (NIHONSEISANSIMONEU) que aún es una institución fundamental. Se creó un Consejo para la Productividad que servía de enlace entre el Centro y el Gobierno.
En septiembre de 1955 el Sindicato de Empresas Privadas (DOMEI) se integró al movimiento por la productividad. Al año siguiente, NIKKEIREN – la más influyente federación de asociaciones de empresarios de Japón insistió en la necesidad de mejorar la educación tecnológica y publicó un extenso documento: Acerca de la educación tecnológica para adecuarse a las necesidades de la nueva era.
En diciembre de 1957 el MITI publicó El libro banco sobre la racionalización industrial en el cual se promovían las actividades concretas para el aumento de la productividad, muy vinculadas con los ingenieros en las empresas privadas. Existía una fuerte interrelación entre las asociaciones de empresarios y el Estado para promover no sólo la reconstrucción industrial, sino también la competencia inducida.
En 1957 el Ministerio de Educación de Japón (MINEJ) puso en práctica el plan para incrementar el número de los estudiantes de ciencias y técnicas. Comienza entonces el boom de las carreras de ciencias e ingenierías. En febrero de 1959 se funda la Comisión de Ciencia y Tecnología (para investigaciones estratégicas).
De 1960 a 1970
Los círculos de control de la calidad, el sistema de consulta mutua y el sistema de ingenieros surgieron en los años 60. En este período hay una incorporación masiva de ingenieros a las empresas en estrecha colaboración con los trabajadores de las fábricas y con flujo de información hacia la oficina de investigación y desarrollo.
Durante estos años se promovió intensamente la ingeniería inversa en Japón, con lo cual se lograban mejoras sustanciales sobre la tecnología importada aplicada a los procesos de producción, así como una elevación en la calidad de los productos.
Ya a partir de los años 60 se inicia por parte de los institutos de Investigación y desarrollo una búsqueda para aplicar en nuevos productos y procesos estos avances tecnológicos.
Papel del surgimiento de “las tres joyas” de la gerencia japonesa
La lucha del movimiento obrero obligo al capital en alianza con el estado a realizar cambios en las relaciones laborales y humanas en las empresas, con lo cual se generalizo el salario con antigüedad, el empleo de por vida y el sindicato por empresas, llamados “las tres joyas “de la gerencia japonesa.
Salario por antigüedad: Los salarios de los trabajadores suben anualmente, de acuerdo con el tiempo que estos llevan en la entidad, si cumplen satisfactoriamente con los planes y las tareas asignadas cada año. Este tipo de salario llega al máximo cuando se produce la jubilación, lo cual estimula la permanencia en el centro y refuerza la estabilidad laboral.
Empleo de por vida o a largo plazo: La tasa anual de traslado de trabajadores es solo de 16% y los trabajadores en general están aislados del mercado laboral exterior.
Esta tendencia se encuentra estrechamente vinculada con el sistema salarial por antigüedad en el que los empleados con más tiempo en la presa reciben más salarios. De esta forma, los trabajadores dependen más de la empresa y dan mucha importancia a que la empresa salga adelante.
Además, el empleo vitalicio significa que una empresa importante u organismo gubernamental contrata una vez al año, en la primavera, cuando los jóvenes se gradúan de secundaria, preparatoria y la universidad. Una firma grande que ocupa sólo “novatos” contrata a la vez una larga lista de empleados nuevos, aún cuando no tenga trabajo para todos ellos de inmediato.
Los ascensos dependen completamente de la política interna de la empresa y una persona que lleve uno, cinco o veinte años de servicio en una compañía no será empleada ni siquiera considerada por otra. Una vez contratado, el nuevo empleado conserva su trabajo hasta que llegue el retiro obligatorio a los 55 años de edad.
Ninguno será despedido a no ser que incurra en algún delito importante.
Una destitución es una dura sanción, pues el individuo que ha sido relevado de su puesto de trabajo no tiene esperanza de encontrar empleo en empresa alguna de la misma categoría y debe, por lo tanto, recurrir ya sea a una compañía más pequeña, la cual pague salarios más bajos y ofrezca poca seguridad, o bien optar por regresar a su pueblo natal.
Sindicato por empresas: Es la base de la estrategia para elevar la intensidad y la productividad del trabajo y competir por la ganancia extraordinaria que supuestamente la empresa compartirá en forma “justa” con los trabajadores.
Los trabajadores de los distintos cargos y clase de trabajo participan del mismo sindicato en la empresa. Mediante la organización sindical por empresas se propicia una tendencia conciliadora entre los sindicatos y las empresas. La dirección sindical tiende a aceptar las propuestas empresariales sin apelar a las huelgas, porque le da más importancia a la buena marcha de la empresa que a reclamaciones de incrementos salariales.
En ocasiones, los dirigentes sindicales ascienden a la dirección de las empresas, pues por sus vínculos con el sindicato pueden dominarlo mejor, no se proponen fuertemente el empeoramiento de las condiciones laborales, como: la racionalización de personal por despido, la colocación inadecuada de trabajadores en nuevos puestos, la disminución del número de trabajadores provocados por la introducción de equipos o maquinarias más eficientes. Los sindicatos conciliadores facilitan a las empresas la tarea de explotar lo más posible a sus empleados.
El movimiento obrero tuvo gran fuerza después de la Segunda Guerra Mundial con el poderoso sindicato Sambetsu Kaigi, vinculado con el Partido Comunista. En 1945 ocuparon fábricas abandonadas por sus propietarios y las echaron a andar con participación de ingenieros. En 1946 plantearon el objetivo de una reconstrucción industrial sin despidos y con estabilidad, tanto para los pequeños industriales, como para los comerciantes.
La General Electric hizo fracasar esta política; provocó despidos de obreros e ingenieros en la empresa Toshiba y otras empresas e institutos de investigación. Esto debilitó al Sindicato Sambetsu Kaigi.
También el Sindicato Sohyo (Consejo General de Sindicatos de Japón), apoyado por el Partido Socialista, organizó grandes huelgas en las principales empresas del país, pero a mediados de los años 50 los acuerdos entre los sindicatos y la patronal fueron cada vez más mayoritarios. Las empresas empezaron a aceptar la participación de los trabajadores en su gestión y establecieron sesiones periódicas de consultas con los sindicatos. El ámbito de las conversaciones entre los dirigentes sindicales y la patronal se amplió: se discutía desde las cuestiones relativas a los salarios y los problemas laborales, hasta los asuntos de gestión en general, como la planificación de las inversiones.
El resultado práctico fue que todos los trabajadores tenían un amplio acceso a la información de la empresa y podían “participar” en la planificación y la gestión de la dirección. Con el tiempo se produjeron casos en los que los sindicatos fueron demasiados “comprensivos” o “blandos” respecto a las preocupaciones de la patronal; sin embargo, contribuyeron también de forma importante al crecimiento empresarial.
En industrias como la del acero la patronal inició la práctica de nombrar supervisores de trabajo en su plantilla. Este sistema tomaba ejemplo de la industria norteamericana en la que el control de la planta de producción se lleva a cabo por medio de personal de supervisión, los llamados tradicionalmente “capaces”.
En los Estados Unidos los trabajadores sólo deben pasar por un examen para convertirse en supervisores y algunos lo logran en apenas un par de años de labor. Tan pronto son nombrados estos supervisores cambian sus monos por la camisa blanca y la corbata, muchos empiezan a “mirar por encima del hombro” a sus compañeros de trabajo. Esto ha llevado a que exista una mayor diferencia en el entorno de clase de la sociedad norteamericana.
En Japón al contrario los obreros deben tener unos veinte años de experiencia antes de poder acceder al puesto de supervisor y se les inculca que debe mantener buenas relaciones con sus subordinados después de ser nombrados.
Los supervisores japoneses son veteranos en la empresa y dedican gran parte del tiempo a las relaciones humanas: juegan béisbol con los trabajadores más jóvenes los domingos, acuden a sus bodas y generalmente están bien informados de sus asuntos familiares. Su popularidad entre los operarios de menor edad ha contribuido al funcionamiento del sistema. [8]
Consideraciones finales
Japón logró después de la Segunda Guerra Mundial recuperarse en un intervalo de tiempo relativamente corto, incidiendo en su recuperación varios factores, entre los que cabe destacarse las reformas que se llevaron a cabo en varias esferas de la economía y la sociedad.
El Departamento de empresas del Ministerio de Industria y Comercio Internacional (MITI) jugó un papel fundamental en la reorganización empresarial y la competencia inducida, interviniendo el Estado de forma activa en el entorno competitivo que había creado para estimular el crecimiento económico.
El surgimiento de las tres joyas de la gerencia japonesa es una característica muy específica de la gestión nipona que ha logrado someter a la clase obrera a la alta productividad a costa de grandes esfuerzos mediante la plusvalía no solo relativa sino absoluta.
Es necesario destacar la gran capacidad del Estado japonés para contrarrestar y reducir la capacidad de negociación de los sindicatos obreros en el mercado de trabajo, así como contribuir a elevar la capacidad de negociar los costos de transformación económica del país y arbitrar los intereses del capital nacional al capital extranjero. La defensa de los “intereses nacionales” frente a la tendencia de globalización económica mundial de este período 1945-1985 se logró sometiendo a un consenso nacional intereses que son irreconciliables desde el punto de vista clasista; mas en condiciones de elevada competencia internacional se sacrifica la nación en pos del desarrollo del sistema social. Mientras la economía japonesa pudo mantener los altísimos ritmos de crecimiento económico todas las “joyas” de su modelo de desarrollo hacían “compatibles” los intereses clasistas antagónica a nivel nacional. De ahí la cooperación entre el pueblo y el Gobierno; la cooperación entre el empresarios y trabajadores; y la llamada “distribución” de los beneficios derivados del aumento de la productividad.
Como resumen se puede afirmar que los cambios estructurales en la economía de posguerra en Japón mostraron la gran capacidad del capitalismo monopolista de Estado nipón para garantizar la reproducción de su capital nacional en condiciones de economía abierta.
En este sentido se preferenció la competencia tecnológica internacional para accionar sobre el costo de producción y la calidad del producto, con lo cual se influyó en la magnitud del valor dentro de la rama tecnológica seleccionada como sector clave de penetración en el mercado mundial.
Bibliografía
Arias Marrero, Adelaida, Joaquín Fernández Núñez, Magaly León Segura, Ernesto Molina Molina, Olga Pérez Soto e Idalia Romero Lamorú: “La organización empresarial japonesa y sus aspectos compatibles con la reestructuración empresarial en Cuba”, Facultad de Economía de la Universidad de La Habana División de Estudios Japoneses del CEAO, La Habana, 1995.
Banco de Japón (2003) “Recent Trends in Business Fixed Investment and the Issues Attending a Full Recovery: Restoring Firm’s Capacity to Generate Capital Invesment”, Quarterly Bulletin, noviembre.
Cuadernos de Japón, volumen XII, numero 1, invierno 1999, pág. 45; volumen XV, número 3, 2002, pág. 4; volumen XV, numero 3, 2002, pág.6.
“Crecimiento cero en economía japonesa en los primeros meses 2003”. Cable noticioso en Agencia Internacional Latinoamericana Prensa Latinan S.A (corresponsal Tokio) 16 de Mayo 2003.
Oviedo, Luis. “Japón: la depresión económica y la economía mundial”. En defensa del marxismo: revista teórica del partido obrero. Sumario del numero 25. Diciembre 1999.
Rodríguez, Ernesché (1999) La economía de burbuja en Japón. Editorial Ciencias Sociales. Calle 14 no. 4104, Playa, Ciudad de la Habana, Cuba. Impreso en Editorial Linotipia Bolívar, Bogotá-Colombia. 106 p.
[1] Ver Sociedad Internacional para Información Educativa, Inc. El Japón de hoy, Japón Echo. , Tokio 1989, p.14.
[2] Ver Cámara de Comercio de la República de Cuba: Guía para la exportación a Japón, La Habana, febrero de 1984, p. 1.
[3] Ver Sociedad Internacional para Información Educativa, Inc. ob. cit, p. 40.
[4] Ver Gilson Shwartzm (Nobel, 1990): Japao de Olhos abertos, Sao Paulo, 1990.
[5] Ver Cuadernos de Japón no. 1,Japón echo Inc., Tokio, 1992, Vol. V, p. 44.
[6] Ver Joaquín Fernández y Ernesto Molina:
La organización empresarial japonesa como escuela en el campo de la teoría económica y el papel del Estado japonés en el desarrollo del capitalismo, CEAO, La Habana, 1996.
[7] Ver Cuadernos de Japón, ed. Citada, p. 44.
[8] Ver Ouchi Willian: “Teoría Z”, Fondo Educativo Interamericano, Ciudad México, 1982; cuadernos de Japón, ed. Citada, p. 45, y Joaquín Fernández y Ernesto Molina: ob. cit.