Sin duda, el optimismo bien entendido forma parte de la gestión de las empresas; son frecuentes los titulares que, en los medios económicos, anuncian un futuro prometedor del sector, una multiplicación prevista de las ventas o la conquista de nuevos mercados.
Las fotografías de los ejecutivos muestras unas veces semblantes de eficacia y responsabilidad, y en otras ocasiones vemos, también, rostros de satisfacción y aun complacencia. Se declaran objetivos que parecen tan meditados y alcanzables como ambiciosos, pero también leemos otros que nos parecen excesivos, y quizá vinculados a una gestión más orientada al valor de las acciones.
Naturalmente, los medios económicos nos ofrecen asimismo logros ya alcanzados, mercados ya conquistados, crecimientos ya conseguidos, realidades ellas que legitiman la complacencia en su caso mostrada. Y desde luego, hay textos en que se alude tanto a lo ya alcanzado como a lo previsto para los años siguientes. Hoy mismo he leído en El País que una empresa malagueña, Airzone, fue creada en 1997 con dos personas, que ya son cien, que tiene presencia en numerosos países, y que prevé triplicar las ventas en 2009. Como lector, me ha dado la sensación de que efectivamente lo conseguirá, porque parecen firmes los pasos dados para la exportación.
Otras veces la aparición en los medios es tan frecuente, y el anuncio de crecimiento tan insistente, que, aun sin dudar de la prosperidad exhibida, uno se sorprende:
- En Cinco Días: “Cumbres de Gredos prepara su desembarco en el mercado de Estados Unidos”. Con este titular aparecía (diciembre de 2004) una entrevista a Felipe Sánchez, vicepresidente de Bodegas Vinartis (antes Cosecheros Abastecedores), que al parecer estaba preparando el asalto al mercado estadounidense. Todavía no habían encontrado el socio adecuado, pero parecía una decisión firme.
- En Cinco Días y también en diciembre de 2004: “Orgullo corporativo en Vinartis”. En esta otra entrevista a Felipe Sánchez, podíamos leer que este grupo se iba a convertir en una de las mejores bodegas internacionales. Para ello, se aseguraba disponer de las mejores herramientas: vino y talento.
- En Estrategia Empresarial: “Cumbres de Gredos prepara su desembarco en la denominación Rioja”. Igualmente en diciembre de 2004, y bajo este titular, se hablaba de que las Bodegas Vinartis proyectaban su expansión en Rioja (y también en Rueda y Ribera del Duero).
- En Expansión: “El año que viene nos reforzaremos con la compra de bodegas en Rioja y Ribera del Duero”. Esto aparecía en junio de 2004, bajo una fotografía en que el presidente de Bodegas Vinartis, Miguel Canalejo, mostraba una botella de su buen vino Pata Negra.
Tenía a mano estos ejemplos porque escribí un artículo sobre Bodegas Vinartis, tras topar con unas interesantes declaraciones de su presidente sobre el sistema español de denominaciones de origen; pero observen ustedes la prensa económica y encontrarán saludables muestras de optimismo y entusiasmo empresarial en todos los sectores. Probablemente, las bodegas a que nos hemos referido hayan materializado ya sus desembarcos previstos, o estén a punto de hacerlo; pero en ocasiones hemos encontrado declaraciones en exceso optimistas, que además luego no se han materializado:
- En Gaceta de los Negocios: “FYCSA logrará 5.000 millones en 2003”. Bajo este titular, en una breve nota de prensa, en junio de 2001, esta consultora declaraba su intención de convertir los 2.000 millones de ptas. de facturación previstos para aquel año, en 5.000 millones en 2003. La nota mencionaba al consejero delegado, José Ignacio Díez, y añadía que el 70% de la facturación correspondería a soluciones de e-learning.
En 2003, la facturación realmente conseguida por esta empresa, presidida entonces por Miguel Canalejo, fue de 6 millones de euros (mil millones de pesetas), a pesar de haberse fusionado en 2002 con otra consultora; es decir, la quinta parte de las previsiones anunciadas 18 meses antes. De modo que a veces el optimismo parece dispararse: o se está siendo excesivamente entusiasta, o es que se pretende confundir al mercado.
Reflexión
Todos tenemos que tender al optimismo, porque así parece que somos más felices, y desde luego hemos de hacerlo en el mundo empresarial: no puede ser de otro modo; pero hemos de hacer una lectura adecuada del concepto. Si han leído a Edward De Bono (Seis sombreros para pensar), convengamos en la necesidad de tener siempre a mano el sombrero amarillo, para ser positivos, constructivos y optimistas; pero el autor nos recomienda utilizar después el sombrero negro, que no deberíamos identificar con el pesimismo sino con el realismo: con la atención a los errores, riesgos o peligros.
Una adecuada sinergia de optimismo y realismo parece ciertamente recomendable en la actividad empresarial, aplicando siempre los esfuerzos necesarios para llegar a las metas perseguidas; pero en estos párrafos hablamos de alardes o declaraciones en los medios de información. ¿Qué lleva a los empresarios y ejecutivos a aparecer, a veces con cierta frecuencia, en los medios económicos informando de sus logros pasados o venideros?
Todos sentimos la necesidad de contarlo cuando nos sentimos entusiasmados o satisfechos por algo, pero, por demasiado sencilla, no puede ser ésta la única explicación. Por otra parte, parece aceptable alguna dosis de complacencia por logros conseguidos, pero no tanto por logros pendientes de alcanzar. Y desde luego, no todas las apariciones se hacen en clave de complacencia: también encontramos muestras de responsabilidad y preocupación ante los cambios que se viven en esta economía del conocimiento y la innovación.
Pero hay que vincular estas apariciones con la función de marketing y el impulso a las ventas: hay que relacionar estas apariciones públicas con la conquista de la confianza de los clientes. Puede haber otros elementos presentes, sin descartar la propia promoción de la empresa ante próximas operaciones de fusión o venta, e incluso alguna dosis de narcisismo de las personas; pero sin duda se trata de atraer la atención de los clientes, en beneficio de la organización. Ahora bien, ¿qué pasa cuando nos pasamos de optimistas y perdemos precisamente la confianza del mercado?
Conclusión
Hablar del futuro con optimismo no implica necesariamente un intento de engañar al mercado, ni mucho menos; pero cuando el optimismo se desborda, o se muestra demasiada insistencia, uno asistiría con reservas a este tipo de formulaciones. Los medios económicos nos proporcionan diariamente ejemplos numerosos de intenciones o planes creíbles, o de presentación de logros alcanzados (mercados conquistados, ventas multiplicadas, reconocimientos conseguidos, etc.); pero, junto a estas informaciones, hay también otras en que los ejecutivos declaran metas abiertamente exageradas, difícilmente alcanzables, extremadamente ambiciosas, prácticamente increíbles, hasta el punto de hacernos barruntar que se intenta impresionar al mercado y nutrir la marca.