Las razones financieras de liquidez indican la capacidad de una empresa para cumplir con las obligaciones que se aproximan a su vencimiento en el corto plazo. Si una compañía está obteniendo préstamos por un periodo corto o hay algunas cuentas grandes que deba pagar pronto, quien la analiza querrá cerciorarse de que puede echar mano del efectivo cuando lo necesite. Los bancos y proveedores de la compañía también necesitan mantener el ojo sobre la liquidez de la empresa, ellos saben que es más probable que las empresas sin liquidez fallen y dejen de cumplir con sus deudas.
¿Qué es liquidez?
Sepúlveda (p.120) define la liquidez como la facilidad con que un activo puede transformarse en dinero. La liquidez depende de dos factores: el tiempo requerido para convertir el activo en dinero y la certidumbre de no incurrir en pérdidas al efectuar la transformación, por lo tanto, el dinero es el más liquido de todos los bienes.
De acuerdo con Durán (p.164), se entiende por liquidez la facilidad con que un activo puede ser transformado en dinero sin sufrir una pérdida significativa de su valor. Viene determinada, por lo general, por la naturaleza del mercado donde se negocia. Así, el más líquido de los activos es, lógicamente, la moneda o el papel moneda. Las acciones de una sociedad pueden ser más o menos líquidas según el volumen medio de negocio y el free float de la compañía (proporción del capital de la empresa que cotiza libremente en el mercado), si bien por lo general se entiende que son títulos bastante líquidos puesto que cotizan en un mercado organizado (las Bolsas de valores), donde se pueden comprar y vender con relativa facilidad. Por el contrario, un inmueble sería un ejemplo claro de valor ilíquido, pues su venta requiere de un tiempo considerable y algunas formalidades legales obligatorias. El término también se puede aplicar a una institución o a un individuo. Así, se entiende que una empresa es líquida si una gran parte de sus activos está en forma de dinero en efectivo o si se puede convertir rápidamente en dinero efectivo. Esta concepción de la liquidez ofrece una indicación sobre la capacidad de la compañía de afrontar sus compromisos a corto plazo. Si la falta de liquidez se convierte en permanente, la situación puede degenerar en la quiebra técnica de la empresa.
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Razones de liquidez
Las razones de liquidez dan señales tempranas de problemas de flujo de efectivo y fracasos empresariales inminentes debido a que un precursor común de los problemas financieros y la bancarrota es una liquidez baja o decreciente. Desde luego, es deseable que una compañía pueda pagar sus cuentas, de modo que es muy importante tener suficiente liquidez para las operaciones diarias. Sin embargo, los activos líquidos, como el efectivo mantenido en bancos y valores negociables, no tienen una tasa particularmente alta de rendimiento, de manera que los accionistas no querrán que la empresa haga una sobreinversión en liquidez. Las empresas tienen que equilibrar la necesidad de seguridad que proporciona la liquidez contra los bajos rendimientos que los activos líquidos generan para los inversionistas.
En el análisis financiero comúnmente se emplean las siguientes medidas básicas de liquidez:
Razón de liquidez, circulante o corriente
La razón de liquidez, circulante o corriente, mide la capacidad de la empresa para cumplir con sus obligaciones de corto plazo. Indica cuántos dólares, pesos o soles por cobrar en el corto plazo tiene la empresa, por cada dólar, peso o sol a pagar en el corto plazo. Esta razón financiera no brinda evidencia sobre cuándo van a entrar esos dineros a cobrar o cuándo van a ser exigibles los dineros a pagar. Como algunos otros indicadores financieros, la razón de liquidez vista de manera aislada resulta poco relevante, pero cuando se combina con otros ratios, al compararla contra empresas del sector y cuando se observa su evolución temporal sí arroja información interesante para el analista.
Se calcula al dividir los activos corrientes (circulantes) de la empresa entre sus pasivos corrientes (circulantes), el mínimo que generalmente es considerado como aceptable es de 2 a 1, aunque puede variar dependiendo de la industria o sector económico de la firma.
Los activos circulantes incluyen el dinero que una empresa tiene en caja y en el banco, además de cualquier activo que se pueda convertir en efectivo dentro del periodo «normal» de operaciones de doce meses, como los títulos comercializables que se mantienen como inversiones de corto plazo, las cuentas por cobrar, los inventarios y los pagos anticipados. El pasivo circulante incluye cualquier obligación financiera cuyo vencimiento ocurra durante el año siguiente, como cuentas por pagar, obligaciones por pagar, la parte por vencerse de la deuda a largo plazo, otras cuentas por pagar e impuestos y salarios por pagar acumulados.
Por lo general, cuanto más alta es la liquidez corriente, mayor liquidez tiene la empresa. La cantidad de liquidez que necesita una compañía depende de varios factores, incluyendo el tamaño de la organización, su acceso a fuentes de financiamiento de corto plazo, como líneas de crédito bancario, y la volatilidad de su negocio. Por ejemplo, una tienda de comestibles cuyos ingresos son relativamente predecibles tal vez no necesite tanta liquidez como una empresa de manufactura que enfrenta cambios repentinos e inesperados en la demanda de sus productos. Cuanto más predecibles son los flujos de efectivo de una empresa, más baja es la liquidez corriente aceptable.
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Prueba ácida o razón rápida
Medida de liquidez que se calcula al dividir los activos corrientes (circulantes) de la empresa menos el inventario, entre sus pasivos corrientes (circulantes).
Esta razón financiera es una medición más estricta de la liquidez. Al eliminar los inventarios del activo circulante, la razón financiera reconoce que muchas veces éstos son uno de los activos circulantes menos líquidos. Los inventarios, en especial el trabajo en proceso, son muy difíciles de convertir con rapidez al valor en libros, o cerca de él. La baja liquidez del inventario generalmente se debe a dos factores primordiales: 1. muchos tipos de inventario no se pueden vender fácilmente porque son productos parcialmente terminados, artículos con una finalidad especial o algo por el estilo; y 2. el inventario se vende generalmente a crédito, lo que significa que se vuelve una cuenta por cobrar antes de convertirse en efectivo. Un problema adicional con el inventario como activo líquido es que cuando las compañías enfrentan la más apremiante necesidad de liquidez, es decir, cuando el negocio anda mal, es precisamente el momento en el que resulta más difícil convertir el inventario en efectivo por medio de su venta. La suposición fundamental de la prueba ácida, es que las cuentas por cobrar de una empresa podrán convertirse en efectivo dentro del periodo «normal» de recuperación (y con poca «reducción») o dentro del término en el que se otorgó originalmente el crédito.
Al igual que en el caso de la liquidez corriente, el nivel de la razón rápida que una empresa debe esforzarse por alcanzar depende en gran medida de la industria en la cual opera. La razón rápida ofrece una mejor medida de la liquidez integral solo cuando el inventario de la empresa no puede convertirse fácilmente en efectivo. Si el inventario es líquido, la liquidez corriente es una medida preferible para la liquidez general.
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Razón de efectivo
Los activos más líquidos de una compañía son sus tenencias de efectivo y valores de fácil venta. Ésta es la razón por la cual los analistas también observan la razón de efectivo, que se calcula como el efectivo más los valores de corto plazo dividido entre el pasivo corriente.
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Para finalizar se sugiere la siguiente video-lección, impartida por el profesor Einar Moreno de la Universidad de las Américas, Puebla, a través de la cual podrás continuar aprendiendo acerca de los ratios o indicadores de liquidez en las empresas.
Bibliografía
- Brealey, Richard A., Myers, Stewart C. y Allen, Franklin. Principios de finanzas corporativas. McGraw-Hill Interamericana editores. 2010.
- Durán Herrera, Juan José. Diccionario de finanzas. Ecobook, Editorial del economista, 2011.
- Gitman, Lawrence J. y Zutter, Chad J. Principios de administración financiera. Pearson Educación, 2012.
- Moyer, Charles R., McGuigan, James R. y Kretlow, William J. Administración financiera contemporánea. International Thomson Editores. 1999.
- Sepúlveda L., César (Editor). Diccionario de términos económicos. Editorial Universitaria, 2004.