A raíz de una consultoría a un amigo, me he topado con un increíble hallazgo, sabía que existía pero nunca me hubiera imaginado lo que he presenciado.
Estoy hablando de un estilo gerencial muy particular, nada que ver con los estilos tradicionales señalados en la literatura, es la Gerencia al estilo de la Diosa Apate, estilo nada convencional y muy artístico.
Pero, ¿Quién es la Diosa Apate?, de acuerdo con la mitología griega Apate era una de las daimones [1], que personificaba el engaño o el fraude. Fue, junto a su correspondiente masculino, su hermano Dolos [2] quienes salieron de la caja de Pandora. Ambos eran hijos de Érebo y de Nix, y solían estar acompañados por los pseudologos “las mentiras”.
Antes de entrar en tema creo necesario contextualizar dos de los conceptos fundamentales del sofista Gorgias: “engaño” (εξαπάτηση) y “oportunidad” (ευκαιρία), conceptos que al amalgamarlos y echarle mano a las reflexiones del gran filósofo, poeta, músico y filólogo [3] alemán Friedrich Wilhelm Nietzsche encontraremos un punto de intersección la “Retórica”.
Sofista, ¿Quiénes eran los sofistas?, después de la Filosofía Presocrática [4], el centro de interés de la filosofía va a sufrir un cambio radical: de la preocupación por la naturaleza (physis) se va a pasar a la preocupación por el hombre y su convivencia en la vida social (polis), los que protagonizaron este cambio fueron los Sofistas, considerados los fundadores de la demagogia ((del griego δῆμος -dēmos-, pueblo y ἄγειν -agein-, dirigir) es una estrategia utilizada para conseguir poder político).
Sofista, significa simplemente sabio o experto en saber, pero lamentablemente pasaron a la historia como mercaderes de la sabiduría (los primeros mercenarios del saber), su conocimiento tenía un precio y exigían un pago por sus clases: los sofistas educaban a los hijos de las élites atenienses para que triunfaran en la plaza pública. Esta valoración se debe fundamentalmente a las críticas de Sócrates y Platón a estos pensadores.
El pensamiento de los Sofistas se caracteriza por el escepticismo y el relativismo, la verdad no se puede conocer y moralmente todo está permitido. De acuerdo con estos pensadores, todo conocimiento tiene un valor meramente ocasional, relativo, según las condiciones culturales e históricas de cada momento. Estos interesantes personajes, rechazan la existencia de los Principios Absolutos Universales (los mismos para todas las personas, en todo tiempo y lugar) los que encontramos en el mundo de la Ética, la Política, la Justicia, el Derecho, etc., etc.
El bien y el mal depende de la legislación del momento, y esta legislación es algo convencional (un simple acuerdo entre personas, y no puede haber patrones absolutos de conducta). Para los Sofistas el sabio es aquél que sabe argumentar para seducir a sus interlocutores y conducirles por donde quiere, es decir, sabio es el buen retórico (el lenguaje no ayuda a esclarecer la verdad, sino que es el arte de la seducción al margen de la verdad y de la justicia de los discursos). Los Sofistas no pretendían formar hombres justos y buenos ciudadanos, sino especialistas eficaces en la política y el derecho.
Y así en la historia, encontramos al maestro de maestros al sofista Gorgias de Leontinos (490-380 a. C.), quien destacó el inmenso poder de la palabra, la magia del logos [5] que seduce, persuade y transforma el alma, y la comparó a la acción de los fármacos sobre el cuerpo. También el lenguaje puede sanar o enfermar un alma. Con su magia verbal, el orador goza de un poder inmenso. Pero el orador para alcanzar sus fines, debe ser un buen psicólogo, que advierta la disposición anímica de sus oyentes, y pueda así aprovechar sus inclinaciones, olfateando el momento oportuno “Kairós” [6]. El autor estadounidense Eric Charles White lo define como «el instante fugaz en el que aparece, metafóricamente hablando, una abertura (o sea, el lugar preciso) que hay que atravesar necesariamente para alcanzar o conseguir el objetivo propuesto», para conmoverlos, excitarlos y convencerlos atendiendo no a lo verdadero, sino a lo verosímil.
Así para el maestro Gorgias el carácter engañoso del logos es indisoluble de su función persuasiva, y no sería exagerado decir que el valor del discurso se mide por su capacidad de producir engaño y persuasión, antes que por dar cuenta de una verdad. De esta forma, el término “engaño” hace referencia al acto por medio del cual alguien es desviado en forma involuntaria y sin percatarse de ello, de su modo de pensar. Así la distinción entre lo que es verdad y la falsedad es muy poco relevante ante la naturaleza propia del engaño donde a través de la manipulación (persuasión y engaño) del orador, el oyente cambia su modo de pensar. En este punto creo conveniente colocar el acento y marcar la diferencia entre la mentira que podría ser un acto inconsciente para ignorar la verdad versus el engaño (apate) que es un proceso consiente y premeditado que conlleva el ocultamiento y la conversión, apoyado por “Kairós”, entre lo que se tiene en la mente y lo que se manifiesta con los hechos.
Para Platón este maestro de la retórica, hábil manipulador y especialista de las técnicas del engaño y la persuasión, a quien no le preocupa descubrir la verdad, sino hacer triunfar en la discusión su punto de vista, es uno de los personajes más peligrosos de todos los tiempos.
La firme disposición al debate, la argumentación y el uso de la palabra para persuadir, disuadir o convencer, fue astuta y largamente fomentada y desarrollada por los griegos desde tiempos inmemoriales. En aquel entonces en la pujante y compleja vida urbana, la retórica está estrecha e indisolublemente ligada a la instauración de la democracia, al litigio jurídico y al intenso desarrollo de las técnicas de comunicación y persuasión mediante los símbolos del lenguaje, “sólo con la forma política de la democracia comienza la excesiva valoración del discurso, convirtiéndose ahora en el mayor instrumento de poder inter pares” [7].
El profesor del departamento de humanidades de la Pontificia Universidad Javeriana Cali, Mgtr. Julián Fernando Trujillo Amaya en su artículo “Nietzsche: Retórica, Metáfora y Filosofía” nos señala que para Nietzsche el origen del lenguaje es metafórico. No hay conocimiento sin lenguaje, puesto que todo conocer es ya un interpretar, y toda interpretación descansa sobre el lenguaje. Pero el lenguaje se funda a su vez en la capacidad y tendencia natural del ser humano para crear metáforas, “no existen expresiones intrínsecas ni conocimiento intrínseco sin metáfora […] conocer no es más que operar con las metáforas predilectas.” [8].
Y nos sigue diciendo: El célebre filósofo alemán mostró en sus reflexiones sobre las figuras retóricas al lenguaje como una obra de arte. La fuerza de la imagen es la que actúa y determina el carácter teatral y vivencial del lenguaje y su acontecer como modo de vida en el marco de la praxis vital comunitaria. El lenguaje no es un mero instrumento de comunicación, sino una obra de arte, una creación artística inconsciente de los seres humanos, “lo que distingue al hombre del animal depende de la capacidad de hacer que las metáforas intuitivas se volatilicen en un esquema, es decir, la capacidad de disolver una imagen en un concepto.” [8] La realidad es el resultado de este pensamiento mediante metáforas, imágenes y palabras puestas en situación en la interacción cotidiana con los otros y con el mundo. El lenguaje determina la puesta en escena y el modo de vida que caracteriza la existencia humana con otros en un mundo compartido. […] la interrelación entre gramática, lógica y metafísica constituye uno de los mayores obstáculos para desmontar la red lingüística que asfixia y coarta la libertad de pensamiento y expresión, “La ‘razón’ en el lenguaje, ¡oh, que vieja hembra engañadora! Temo que no vamos a desembarazarnos de dios porque continuamos creyendo en la gramática” [9].
Es decir, para vivir y afirmar la vida necesitamos del arte en cada momento, sólo la fuerza artística nos permite eludir la arbitrariedad y rigidez imponente de la gramática, los conceptos y la lógica: “existen dos tipos de fuerza artística; la fuerza productora de imágenes y la selectora de las mismas” [8], la retórica juega con ambas y las potencia a través de sus tropos (cambio de dirección de una expresión que se desvía de su contenido original para adoptar otro contenido [10]) y figuras.
Por otro lado, encontramos el artículo “Lenguaje y voluntad de poder. La retórica en Nietzsche como apate y kairós” de Zaida Olvera, quien nos señala que Nietzsche asocia la conciencia y el lenguaje conceptual a la figura del esclavo por ser ésta la que representa el olvido del cuerpo y la sumisión ante valores trascendentes (Dios, yo, verdad, etcétera). Sin embargo, la actividad de la conciencia es indiscutiblemente artística, pues no deja de producir apariencias sustentándose en un lenguaje que proviene de una fuerza tan poderosa como el instinto creador (voluntad de poder); pero dicha actividad se ignora a sí misma como arte, ignora su ascendencia. Por el contrario, la figura amo representa el conocimiento privilegiado sobre el mundo como apariencia y sobre el carácter artístico de la conciencia. A este conocimiento lo llamamos “conciencia de la apariencia” [11].
Gracias a dicha conciencia de la apariencia (conocimiento) es posible escuchar la propia gran razón [12] y ser virtuoso, tanto en lo dicho como en lo hecho.
Ya estamos casi a punto de concluir, pero antes es necesario señalar el PODER de las palabras, para ello me apoyaré en el en el catedrático de Lengua Española en la Universidad de Navarra, Manuel Casado Velarde, quien en su artículo “El Poder de las Palabras: Lenguaje y Manipulación”, nos señala que desde hace algunas décadas, los teóricos del lenguaje consideran el comportamiento lingüístico como una acción. Sabemos que, de hecho, hay acciones que solo pueden efectuarse mediante palabras, como por ejemplo disculparse, prometer algo, pedir perdón, quejarse, dar las gracias, etc.
Es tal la importancia del lenguaje que recientemente bajo el influjo de la Asociación Americana de Antropología, se ha desarrollado, especialmente en los ambientes académicos y periodísticos de EE. UU., lo que llamaron lenguaje “políticamente correcto”. Esta corriente parte de la idea de que, si cambiamos el lenguaje que algunos consideran discriminatorio, cambiará la realidad [13] [14]. “Cambiemos las palabras, y cambiarán las cosas pasaría a ser el lema filosófico-político de muchos que, hasta no hace tanto, seguían la convicción de que, revolucionando la estructura económica, se modificaría en consecuencia el arte, el derecho, la mentalidad de la gente, en suma, la «superestructura». De esta nueva conciencia, o concienciación, se seguiría la corrección de la realidad” [13].
De esta forma el lenguaje políticamente correcto acuña voces o expresiones –de uso habitual por parte de gobernantes, políticos y medios de comunicación– así como: usuario de sustancias adictivas en lugar de drogadicto, daños colaterales en lugar de víctimas civiles, captación puntual de agua en vez de trasvase de ríos, desaceleración económica en vez de crisis, invidente en vez de ciego, repatriación en vez de expulsión, limpieza étnica en vez de matanza racista, persona de color en vez de negro, etc.
En lo personal considero que este lenguaje políticamente correcto pudiera convertirse en un arma de doble filo, es decir, en algunos casos y solo en algunos casos (usar la palabra gitano para referirse a quien estafa u obra con engaño) su aplicación seria bien recibida pero, en sintonía con Manuel Velarde si “limpiamos” la lengua de las palabras que contienen valoraciones, contenido axiológico [15], por ejemplo: tortura, prostitución, aborto, eutanasia, inocencia, sinceridad, solidaridad, estaríamos difuminando nuestra propia conciencia y, en suma, nuestra humanidad. La “limpieza léxica” está inevitablemente acompañada de una cierta “limpieza cognitiva”, y con frecuencia también una “limpieza ética”.
Todo esto está muy bien pero en definitiva ¿A qué nos referimos cundo hacemos mención de un nuevo estilo gerencial: la Gerencia al estilo de la Diosa Apate?
Este estilo muy particular es el adoptado por aquellos personajes que gracias a una jugada del destino logran canjear su posición de Intelectuales de Gramsci (operadores y dirigentes políticos) en la superestructura con posiciones gerenciales y directivas en el mundo empresarial. Este hecho es solo posible, gracias al poder de la retórica. Logran preparar el terreno para pronunciar la palabra correcta (Apate) en el momento adecuado (Kairós).
Como buenos discípulos del gran maestro Gorgias, estos personajes están constantemente mejorando y optimizando el logos, que con ayuda de Apate y Kairós logran deslumbrar a sus supervisores y directivos en el mundo político, todo lo demás viene por efecto dominó, sí, logran detonar una reacción en cadena que finaliza con sentarse detrás de un escritorio de dirección en el mundo empresarial y a partir de ese momento, como por obra de magia, el sistema (empresa) comienza a percibir incrementos notables en los delta entropía, dándole forma, color y textura al Caos Organizacional.
Con pequeñas victorias puntuales y obtenidas en forma aleatoria, no logran vincular su retórica con la dialéctica y la ética para su correcto empleo en la praxis, más bien, por desconocimiento técnico – administrativo, por su miopía crónica organizacional, no les queda otra que aferrarse a la retórica nietzscheana, que se presenta como la abierta antítesis de la anterior, y así, al no disponer de argumentos cognitivos necesarios, su fin no es convencer (intelecto), es más bien, conmover ya que está supeditada por la estética y lo emocional. En total sintonía con lo que señala el filósofo mexicano reconocido como uno de los principales filósofos de Iberoamérica, Mauricio Hardie Beuchot Puente [17] la correcta retórica, participa de la dialéctica en cuanto produce razones conforme a la lógica, y participa de la política en cuanto las produce conforme a la psicagogia [18], que es como la psicología al servicio de la política. Al amalgamarlas se produce la persuasión.
Estos sofistas “modernos”, confunden una reunión de staff [16] con una reunión política de “cuadro cerrado”. De acuerdo con su criterio, no tienen sentido los niveles jerárquicos en la estructura organizativa de la empresa por lo tanto, catalizan y promueven los saltos cuánticos dentro de la organización. Eso de la planificación basada en las debilidades, fortalezas, oportunidades y amenazas para contribuir al logro de la planificación estratégica, eso de la alineación de los objetivos, eso que llaman gerencia de proyectos, eso de la “matriz Eisenhower” para establecer prioridades, eso que muchos llaman gerencia, para ellos son cosas interesantes, pero para los catedráticos, sí, para los soñadores teóricos, según ellos, todo ese cumulo de conocimiento solo es válido para el mundo académico.
Y así, estos sofistas “modernos”, no necesitan de toda esa teoría romántica, la metodología que ellos han usado en su mundo político les ha funcionado, por lo tanto, según ellos, también debe funcionar en cualquier organización empresarial.
Al final, a la hora de reportar a sus supervisores, estos sofistas apelan por lo que los caracteriza: el escepticismo (corriente filosófica basada en la duda) y el relativismo (concepto que sostiene que los puntos de vista no tienen verdad ni validez universal, sino sólo una validez subjetiva y relativa a los diferentes marcos de referencia) y se aferran a su máxima: la verdad no se puede conocer y moralmente todo está permitido.
Usted empresario, ustedes accionistas y Junta Directiva, tengan cuidado a la hora de seleccionar a sus directivos.
Notas al pie:
- Seres divinos y semidivinos, intermediarios entre los dioses superiores y los hombres
- El daimon de los Ardides (medio que se emplea con habilidad y astucia para conseguir algo, especialmente para engañar o evitar un engaño) y las malas artes
- Se ocupa del estudio de los textos escritos, a través de los cuales intenta reconstruir, lo más fielmente posible, el sentido original de los mismos con el respaldo de la cultura que en ellos subyace
- Período de la historia de la filosofía griega que se extiende desde el comienzo mismo de ésta, con Tales de Mileto (nacido en el siglo VII a. C.), hasta las últimas manifestaciones del pensamiento griego no influidas por el pensamiento de Sócrates
- (en griego λóγος -lôgos-) «razonamiento», «argumentación», «habla» o «discurso», también puede ser entendido como: «inteligencia», «pensamiento», «sentido»
- (en griego antiguo καιρός, kairós) es un concepto de la filosofía griega que representa un lapso indeterminado de tiempo en el cual, algo importante sucede. Su significado literal es «momento adecuado u oportuno», en la teología cristiana se lo asocia con el «tiempo de Dios»
- Friedrich W. Nietzsche (2000). Escritos sobre retórica. Madrid: Editorial Trotta (colección «Clásicos de la Cultura»)
- Friedrich W. Nietzsche (2000). El Libro del Filósofo. Madrid: Editorial Taurus
- Friedrich W. Nietzsche (1973). El crepúsculo de los ídolos. Madrid: Editorial Alianza
- Mortara Garavelli Bice (1991). Manual de retórica, Madrid: Editorial Cátedra
- Friedrich W. Nietzsche (1961). La gaya ciencia. Obras completas III. El gay saber. Buenos Aires: Editorial Aguilar
- Friedrich W. Nietzsche (2006). “De los despreciadores del cuerpo”, en Así habló Zaratustra. Madrid: Editorial Alianza
- Martínez J. A. (2008). El lenguaje de género y el género lingüístico, Oviedo, Ediciones de la Universidad de Oviedo
- Morant Marco, R. (2007). El lenguaje políticamente correcto y el humor. AnMal Electrónica
- La axiología (del griego άξιος ‘valioso’ y λόγος ‘tratado’), o filosofía de los valores, es la rama de la filosofía que estudia la naturaleza de los valores y juicios valorativos
- Reportes directos que colaboran, apoyan y asisten a las tomas de decisiones gerenciales y directivas para lograr los objetivos de la organización
- Mauricio Hardie Beuchot Puente (1998). La retórica como pragmática y hermenéutica. Barcelona: Editorial Anthropos, editorial del hombre
- Es la transmisión de una verdad que no tiene por función dotar a un sujeto de actitudes, de capacidades y de saberes, sino más bien de modificar el modo de ser de ese sujeto.