Es impresionante cómo actualmente cuando observas a la gente en un lugar público, la mayoría no está 100% conectada con el presente o con quien tiene enfrente; sino que está conectada con algo o alguien más. Un estudio reciente de la revista Time reveló que el adulto promedio checa su teléfono un promedio de 110 veces por día, como si al no hacerlo se fueran a perder de algo crucial.
Nuestros hábitos de conexión
Para conectarse verdaderamente se necesita “presencia” y un estado de total conciencia en lo que está ocurriendo. Mirar a la otra persona a los ojos y leer sus emociones a través del lenguaje corporal es parte de lo que nos “humaniza”. De la misma manera que los músculos de nuestro cuerpo se atrofian si transcurre demasiado tiempo sin ejercitarlos; si nuestros cerebros nos son ejercitados en el contacto -cara a cara- de manera frecuente, nuestras habilidades para establecer un contacto humano “significativo” pueden ser disminuidas.
Las investigaciones en neurociencia y psicología aseguran que nuestros cerebros son extremadamente adaptables y son capaces de aprender y transformarse a través de la experiencia. Esta habilidad es conocida como neuro-plasticidad. Algo que tal vez no sabíamos es que nuestros hábitos de conexión social pueden dejar una huella física en nosotros tan poderosa como la experiencia, y la pérdida de estos hábitos puede ser perjudicial.
Nuestras interacciones sociales tienen un efecto directo en nuestras funciones biológicas que a su vez nos generan una sensación de bienestar e impactan nuestra salud. De hecho el trabajo de investigación en el campo “Social Genomics” revela que nuestra historia personal de soledad, compañía o interacción humana se expresa en nuestras células y en nuestro sistema inmune. Por tal razón la gente con relaciones positivas significativas y frecuentes es más saludable, más feliz y vive más tiempo.
Nuestra habilidad para ser “humanos”
Cuando compartes una sonrisa o una risa con alguien -cara a cara- se activa una “chispa” que genera una notable sincronía, que nos mueve a imitar los estados emocionales del otro. Los gestos que se transmiten en vivo pueden activar funciones neuronales; y es solamente en micro-momentos como estos, donde la ola de bienestar y energía se transmite a través de dos cuerpos y dos cerebros al mismo tiempo, reforzando nuestra capacidad para empatizar y humanizar
Los papas jóvenes en lugar de preocuparse mucho por la genética de sus hijos, deberían evitar tener una pantalla de por medio en sus interacciones y prestar más atención a este contacto humano consciente e ininterrumpido con sus hijos. Lo ideal sería reducir acciones como “textear” cuando se le alimenta al bebé o revisar los correos o las redes sociales cuando se baña a los niños, ya que el ejemplo de estos comportamientos puede dejar huellas en el desarrollo social de sus hijos y pueden crecer creyendo que es apropiado no prestar atención a tus seres queridos.
Tips para “desconectarte” y disfrutar el momento
Para empezar a conectarte con el cuerpo, la mente y el corazón. Aquí tenemos algunos tips para desintoxicarte un poco de la tecnología:
- Si vas a tener una conversación con alguien que te importa no pongas el teléfono sobre la mesa, déjalo guardado y evita checarlo cuando la otra persona contesta una llamada o se pare para ir al tocador.
- Observa el lenguaje corporal de la otra persona, se iluminan sus ojos al hablar? Sonríe? Qué están expresando sus gestos?
- Establece con tu familia o con tu pareja horarios en los que estén totalmente desconectados.
- Cuando estés solo alza la vista de tu pantalla y comienza a apreciar lo que hay a tu alrededor hace frío o calor? Estás cerca de algo verde? Notas algún cambio?
- Asigna algunas horas del día para checar tus mails o navegar por tus redes sociales.
Fuente: Your heart vs. Your phone by Barbara L. Frederickson – NY Times.