Reflexiones sobre el Poder y el Internet

Nota introductoria.

Si se trata de abordar en términos convencionales estructuras de poder, cabría referirse a los más relevantes, tales como el poder político, el poder económico y el poder de los consumidores. Hasta ahora, en el panorama social del poder, internet viene siendo considerado como un instrumento al servicio de los poderes tradicionales. Pero dado su protagonismo parece destinado a adquirir autonomía. La pregunta sería, ¿hasta que punto internet es un simple aparato al servicio de aquellos o puede considerarse poder en sí mismo?. A la que sigue otra, ¿quién utilizaría ese poder autónomo que reside en internet?. Si la primera pregunta apunta en la dirección de poder en sí mismo. La segunda parece encaminarse a las corporaciones que disponen de los medios para hacerlo operativo.

Internet como instrumento del poder político

En el orden práctico, tomando como referencia el “poder político”, hoy internet juega un papel decisivo en las estrategias dirigidas a conquistarlo y conservarlo con vistas a la gobernabilidad de las masas, ya que es utilizado como medio propagandístico, aparato de control e instrumento para mejorar la eficacia política. La clave se encuentra en que, a efectos de la propaganda, permite cantar las virtudes del vendedor del producto político con cierto sentido de proximidad al destinatario y mayor difusión que los métodos tradicionales. Lo que, dado su componente subliminal,  se percibe erróneamente como un medio para reflotar la individualidad en el plano social. Pero el individuo permanece irremediablemente disuelto en la masa, aunque crea lo contrario, y sólo saca ventaja el poder, en cuanto se impone a los individuos como simple masa carente de coordinación. Así se construye el imaginario de un diálogo aparente con el poder, para que el ciudadano se sienta ilusionadamente libre, pero dejando caer en saco roto las pretensiones personales. Se atiende a una necesidad ineludible en las democracias representativas, jugando al entretenimiento con los internautas y actuando como globo sonda de la opinión pública para extraer conclusiones útiles a los fines de la política. El control viene con la exclusión de cuanto contraviene a los intereses del ejerciente del poder, y tal fin se utiliza la censura y la represión, ambas sibilinamente camufladas en la legalidad, asistida de una racionalidad a menudo aparente. Y lo que es igualmente digno de consideración, sin apenas inversión, el vendedor político ofrece su producto y cala en unos u otros receptores con más efectividad, porque ese plano aparentemente más cercano a la individualidad le hace atractivo.

Desde algún tiempo, la burocracia política o clase política [1] ha asumido para sus fines el potencial de difusión propagandística de las redes sociales. Un campo de actuación colectivo que resulta dominado por intereses de todo tipo, camuflados bajo la apariencia de libertad, ofrecida como creencia a los usuarios. Se controla, por unos y otros, la difusión del pensamiento desde la información interesada y la propia comunicación, fijando los términos de la elasticidad de la noticia que interesa, utilizando distintos personajes-cebo que sirven de atracción al colectivo. Establece así un modelo de creencias dominantes, atrayendo a los que empatizan para convertirles en afiliados a la idea, que acaba por configurarse allí mismo como ideología de vanguardia. Ya en el el plano de lo estrictamente oficial, por señalar lo más llamativo, y a nivel personal, ¿qué político de prestigio no dispone de una cuenta para informar a los creyentes y a la opinión pública de sus autorizadas opiniones?. En el escalón siguiente, aprovechando cualquier hecho, convertido artificialmente en noticia por los medios, ¿qué partido con aspiraciones a ocupar el centro de control del poder político no difunde a la opinión pública sus panfletos ideológicos, sus críticas al oponente o sus justificaciones de lo injustificable?. Así pues, internet es un campo abonado para un amplio despliegue de propaganda política de cualquier signo. Como instrumento al servicio de la política resulta comercialmente rentable, ya sea, por ejemplo, valorando su coste, el alcance de los mensajes, la efectividad y las expectativas de poder que genera, habida cuenta de las legiones de incautos que siguen a unas y otras posiciones sin pararse a reflexionar libres de tutelas. Sin embargo no hay que pasar por alto las limitaciones, porque inevitablemente es un medio al servicio de un fin. Si al poder oficial se le incordia en exceso, puesto que le asiste la legalidad de turno, ante cualquier clase de oposición a la doctrina dominante, dejando aparcadas las pamplinas propagandísticas, pone en escena la censura o criminaliza las posiciones contrarias, rompiendo con la tolerancia que establecen las reglas del juego a las que se atiene con sus colegas de la clase política. Cuando, pese a las previsiones, se sobrepasan los límites, es decir, si no se sigue la marcha del que dirige el espectáculo, basta con silenciar las páginas contestatarias y a otra cosa.

La burocracia pública [2] también se ha concienciado sobre la utilidad de internet para publicitarse, en este caso acudiendo a su valor tecnológico, alardeando de eficacia para ganarse la consideración de la ciudadanía. Dos ejemplos, el vuelva usted mañana o las colas, durante muchos años azote del administrado, parecen encaminarse hacia la moderación en algunos países, al amparo de internet, como muestra de esa aureola de eficacia y seguridad, fundamentadas en el uso generalizado de las computadoras, con lo que trata de adornarse la administración pública. Pero conviene dejar claro de entrada que estos avances no obedecen exclusivamente al interés del administrado sino fundamentalmente al de los administradores, que han encontrado la fórmula para aligerar la carga personal de trabajo. Impulsados por la idea de progreso, reconducido a las máquinas y al triste y aséptico formulario. Ahora con el uso generalizado de  internet se permite ir un poco más allá, para llegar a hablarse de principio de apertura de respeto al administrado. Mas, pese a la modernización, si surgen  problemas, el usuario suele toparse con el muro que permite cortar el diálogo virtual, porque nadie va a responder a sus objeciones, ya que a menudo las sedes físicas con sus empleados tienden a volatilizarse en lo posible. La ventaja para la administración es que tanto el formulario, las máquinas y el muro virtual evitan el contacto con la masa de administrados, con lo que el trabajo queda encarrilado y la contaminación apenas la afecta; con lo que podría decirse que contribuyen a mejorar la productividad de los empleados. En todo caso serían trabas insignificantes a cambio de ventajas crecientes. Si se mira desde el otro lado de la ventanilla virtual, o sea desde dentro, los beneficios son apreciables para el empleado, ya que economiza en horas de trabajo efectivo y gana tiempo para el ocio particular y así puede conciliarlo con una existencia a la que internet contribuye a aliviar de estrés laboral. En el plano del negocio, para el contribuyente en general, es fundamental el sentido del ahorro público que genera el manejo de lo virtual, aunque solamente sea en las toneladas de papel que ya no es preciso utilizar. También lo es para el administrado, al que se le invita a disponer de la inmediatez y observar cierta mejora en el síndrome del papeleo, pese a que siga irresoluto el problema endémico de la lentitud. En esto último conviene no avanzar en demasía y actuar con cautela, porque con los proyectos de vanguardia estaría en juego el prestigio de la administración tradicional. Una administración pública con operativa de alta velocidad confundiría al usuario y a ella misma. Tal vez, en esto de la lentitud y los retrasos, las quejas de la ciudadanía sean infundadas en cuanto responden a simple particularismo, sin tenerse en cuenta las necesidades públicas, como pueden ser la carencia de personal administrativo o el natural agobio que produce la acumulación de trabajo, pese a los considerables avances informáticos y la varita mágica de internet. Algún creyente, que aspirara a aportar soluciones irreales, pensaría que lo ideal para la buena marcha de cualquier administración pública, en interés de la verdadera eficacia, sería contar con un empleado por cada contribuyente o, sin llegar a ese punto de desmesura, acaso bastaría con uno por cada dos.

Internet como pieza clave para el desarrollo del mercado económico.

Para el “poder económico”, básicamente representado por las grandes compañías mercantiles, internet ha permitido construir un nuevo mercado de dimensiones ilimitadas, cuyas principales ventajas desde la perspectiva empresarial, sin entrar en otras consideraciones, se aprecian de forma directa en el ahorro de costes generales y el incremento de las ventas. Las masas creen en las virtudes del sistema empresarial, al percibir que son atendidas sus necesidades vitales de manera inmediata, y ahí reside el núcleo de su poder. A diferencia de los políticos, que ofertan humo, las corporaciones comerciales venden bienestar real. Internet facilita las ventas y por ende el sentido de poder empresarial. Ambos extremos permiten consolidar el poder de las multinacionales a escala global, por cuanto hay una razón de peso añadida, sus productos están diseñados para crear dependencia, en virtud de las imposiciones de las modas como foco de atracción para los consumidores. Lo que las permite desligarse en parte de la sujeción a los mandatos de los Estados nacionales y conectar directamente con las masas. Argumento que contribuye a imponer el totalitarismo corporativo, tanto por la acción concertada, como por las enormes dimensiones económicas de las empresas, cuyas determinaciones inciden en la vida social, como por la dependencia del propio sistema, que no puede prescindir del modelo impuesto por el capitalismo en ellas representado. Su poder, que se configuró como imperialista, para definirse como  globalizante y totalizante [3]. Con la inestimable colaboración de internet, ha pasado a ser incontrovertible para todos, acatándolo más allá de las convencionales consideraciones políticas, porque sin la actividad de las multinacionales clave el modelo de vida impuesto en las sociedades civilizadas o que aspiran a civilizarse no funcionaría. En definitiva, se trata de un poder real apoyado en la existencia, que no requiere ampararse en la simbología de la autoridad, como sucede con el poder político, y que se está consolidando con el uso generalizado de la fuerza de internet.

El aparato que conecta a las grandes empresas con las masas a través del producto que aportan al mercado, sea industrial, financiero, servicios o de cualquier otra naturaleza regida por las normas del capitalismo, es, en lo que se refiere a su forma personalizable, la burocracia privada, y es esta la que hace manifestaciones ostensibles de ese poder empresarial. Como sucede con la burocracia pública, la privada goza de los privilegios derivados de la posición que ocupa en el mercado la empresa a la que prestan sus servicios, lo que supone la posibilidad de ejercer poder sobre los consumidores. Desde este planteamiento imponen determinaciones de todo tipo a los usuarios. También esta organización encuentra en el plano administrativo ventajas considerables, ya que por ejemplo se tiende a reducir el volumen de trabajo y a gozar de su pequeña parcela de prepotencia frente a los usuarios comerciales a los que exigen acatamiento de sus normas y conveniencias Con lo que se revaloriza y percibe que se aproxima en su actividad al papel que desempeña la burocracia pública. La relación con el usuario de sus prestaciones o comprador del producto de su empresa, a veces llamado cliente, se invierte de tal forma que le impone sus condiciones de manera creciente y pasa a ser subordinado de ella, a la manera del administrado con la administración. El marketing apunta tanto al estudio del mercado como a la forma de hacer efectivo el poder de las empresas. En el orden operativo, argumento que refuerza la consideración intensiva y extensiva de su poder, internet ha permitido mejorar su capacidad de funcionamiento, al punto de que se le confía su existencia, desarrollo y eficacia bajo otros términos.

Nuevo espacio de ilustración, comunicación y manipulación social

Más en el plano teórico que en el terreno de lo real, puede hablarse del“poder de los consumidores”, puesto que, en el orden económico, de los consumidores depende el sistema de mercado en el que la capacidad de demanda determina su marcha. En cuanto al orden político, los definidos como consumidores o también llamados ciudadanos, en virtud de la democracia representativa, condicionan su funcionamiento a través del voto. Ambas circunstancias determinan su papel de consumidores y votantes, lo que les define como poder.

Internet es el aparato decisivo para mover las voluntades de los consumidores en cuanto ha permitido que hayan sido incondicionalmente seducidos por sus fórmulas de atracción, hasta el extremo de pasar a ser motor de vida. Como centro de la existencia colectiva, socializa prácticamente en régimen de monopolio, dejando postergados los métodos tradicionales. Genera furor colectivo por la comunicación y despierta interés por la parte anecdótica de la información, llevando lo epistemológico al terreno del dictado de las modas, que se agotan apenas se consolidan como vanguardias, para ser seguidamente desplazadas por otras. El disfrute de las redes sociales, una suerte de confesionario público en el que sin el menor pudor se relatan intimidades, obras y milagros para general conocimiento, ha desplazado totalmente a la plaza pública y al terreno limitante de lo estatal. Sobre el fondo de dar publicidad a la existencia para salir del anonimato que impone la masa, se despierta el espíritu competitivo entre los individuos para demostrar que se es el mejor, en ocasiones solamente en lo que se refiere al nivel de estupidez. Frecuentemente lo llamativo, lo viral, no es más que flor de un día que al siguiente se marchita, arrollado por la máquina del progreso, que las masas ponen en funcionamiento bajo la batuta del director de la orquesta cuya imagen real no se llega a visionar. Lo definitivo es que se las deja jugar con el instrumental, porque su actividad lúdica produce buenos dividendos al empresario. No obstante, viene quedando un fondo de progreso que acabará, una vez superada la artificialidad y la dependencia de la política y el mercado, como poder real.

Las ventajas para los usuarios en orden a una mayor posibilidad de ilustración, principio fundamental para poder hablarse de poder real, tropieza con que este elemento de poder consumidor se encuentra condicionado por su ausencia de conexión con la realidad. Predomina lo enteramente virtual, y lo real pasa a ser pura anécdota interpretada en términos lúdicos. Lo que lleva al poder de los consumidores por el terreno de la dependencia de los controladores -políticos y económicos- que fijan las pautas reales de actuación. La construcción de una sociedad del espectáculo -este es uno de los objetivos de internet para con las masas- destruye buena parte de la labor ilustradora del medio, incluida la propia comunicación, que pasa a ser entretenimiento. No solamente las redes llamadas sociales, sino incluso la experiencia Web 2.0 no permiten liberar de someter el conocimiento al peso de lo lúdico virtual. Sin embargo lo significativo en este punto es la creación de dependencia, con la consiguiente pérdida de la individualidad. Si se mira exclusivamente a internet, el poder de los consumidores, en demasiadas ocasiones no pasaría de ser el de un tigre virtual encerrado dentro de la pantalla del ordenador con el que simplemente se juega, sin temor de los verdaderos poderes a una muestra efectiva del poder de los consumidores, capaz de competir de manera efectiva con ellos.

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Beneficiados por el uso de internet.

Puesto que los poderes utilizan internet a la medida de sus intereses, ¿quién saca el mejor partido de la maquinaria?.

Para el poder económico, el ágora virtual encerrado en redes de las que es difícil escapar, internet sirve para construir el mercado único global sujeto a su control exclusivo. Lo hace a la medida de lo que dictan sus intereses adecuados a tenor de las demandas directas del consumo, conducidas por las modas impuestas desde la mercadotecnia. Se habla de sondeos de opinión, de datos para tomar conocimiento de las voluntades consumidoras, dirigidos al incremento de las ventas, no para satisfacer necesidades sino para crearlas artificialmente. Lo que permite que los usuarios, en su condición de  consumidores, que se tornan en consumistas y lo compran todo por exigencia del espíritu de competitividad progresista y de las necesidades creadas, no escapen del círculo al mostrar preferencias, tanto por la utilidad de los productos como por la artificialidad de las marcas en las que se ampara la variedad, confundidas con libertad de elección. Internet juega a la libertad con los usuarios consumistas. pero les encierra en la jaula del mercado predefinido. Y bajo su atracción las masas acuden reforzándolo como mercado único. Desde esta perspectiva, el poder empresarial que promueve el mercado en lo virtual parece ser absoluto.

También los administradores políticos aprovechan el panorama para atender a sus intereses. Progresivamente se vende la idea básica de que fuera del marco de internet hay poca cosa. Utilizan el control de las redes sociales para que al margen de ellas no se mueva nadie y así pulsar la opinión ciudadana con mayor facilidad con vistas a lo electoral. En cuanto a la comunicación y la información quedan plenamente fiscalizadas. Su poder político, aunque enclenque, puesto que reside en la democracia representativa, donde los elegidos se arrogan el papel de decisión de los electores, permite a través de la amplia difusión controlada de ideas, que facilita internet, condicionar los resultados electorales, formando grupos en torno a ideas que aportan votos. El populismo [4] como modelo plural de partido político único, aunque con distintas fachadas de derecha, izquierda y centro para promover pluralidad simbólica con apariencia de libertad, usa del panorama de internet tomando ese otro camino hacia la totalidad, enfrentado al totalitarismo corporativo.

Con un internet manipulado desde los intereses económicos y políticos, al poder de los consumidores solo le queda interpretar el papel de beneficiario de tercera categoría, porque, aunque mejora el nivel de conocimiento, lo hace a costa de perder cotas de libertad e individualidad. Pasa a ser simple usuario de productos prefabricados por el capitalismo y la política. A través de internet se le conduce por la senda exclusiva de lo comercial, pero perdiendo el sentido de la utilidad, ya que se le induce a quedarse con la etiqueta sin atender a la calidad efectiva del producto. Políticamente se le imprime marchamo de democracia, pero gobierna la clase política y no la ciudadanía.

Internet como poder corporativo

Se puede hacer una observación final. Hasta aquí, internet parece un instrumento al servicio de los poderes tradicionales e incluso pudiera llegar a estarlo al de las masas, pero el asunto es que ha pasado a ser, por unos u otros motivos, imprescindible para todos ellos. Se han hecho dependientes, hasta el punto de que sus respectivos funcionamientos al margen de internet se resienten. En el plano colectivo, en algunos aspectos de la vida, lo virtual ha tomado el relevo a lo configurado en términos materiales, sobre todo por razones de efectividad. La fuerza de lo virtual reside en la conveniencia, en la utilidad, ficticia o real, y en el menor esfuerzo para lograr mejores resultados. Internet decide por donde se ha de circular con cierto grado de eficacia y somete a sus exigencias a todos, con lo que pasa a ser poder.

Internet, al igual que todo “poder”, ademas de mostrarse externamente como un instrumento de dominación, dispuesto para ser utilizado por quien disponga de la fuerza suficiente para ello, es una entidad autónoma, pero preparada para ser utilizada. Así pues, los que dominan la maquinaria del funcionamiento de internet, aunque unos y otros traten de manipularles, en su condición de guías del conocimiento, siempre que les sea posible liberarse de las contaminaciones que aportan otros poderes, disponen del poder de influir en los internautas a través de dos claves: la información y la comunicación. De ahí que quien lo dirija en calidad de propietario de la parte instrumental, dominará todo lo que de él se ha hecho dependiente. No con tanta radicalidad afecta a la política y al mercado, pero si lo utilizan para sus fines es inevitable que sucumban a sus exigencias.

En este punto hay que volver a las empresas que controlan su funcionamiento. Al otorgarse sin oposición  el título de propiedad de un ente inapropiable, pero sí utilizable, porque la idea del producto es más extensa que el producto mismo, pasan  a ser superpoderes, dispuestas a gobernar en el plano global, con el riesgo de que una de ellas lo ejerza con dimensiones de totalidad. El totalitarismo atenta contra el principio de libertad, que teóricamente puede encontrarse en el modelo de la democracia representativa, al instaurarse la dictadura del partido único. Si el totalitarismo político se traslada al terreno corporativo, permitiría hablar de totalitarismo empresarial de unas pocas megaempresas, con el riesgo de implantarse, no solapadamente como de hecho ya sucede, sino de llegar a  imponerse por decreto, dictado por quien tome el control del poder de internet en virtud de proclamase legítimo propietario. Aquí parece ineludible adoptar medidas globales para garantizar un internet de todos, en lo posible libre de manipulaciones, de particularidades y de una dirección única.

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Wollin, S., “Democracia S.A. Democracia dirigida y el fantasma del totalitarismo invertido”, Katz 2008.

Antonio Lorca  Siero Marzo 2018.

[1] Parece oportuno aclarar que el ejercicio de la política en el marco del Estado de Derecho está encaminado a la práctica burocrática y sus ejercientes a la burocracia política.

[2] En este punto la referencia a la burocracia pública atiende a la organización de los empleados en el marco de una administración estatal.

[3] Se habla de totalizante en cuanto el capitalismo empresarial ha pasado a ser la opción única de poder que alcanza al mismo sistema político, haciéndole dependiente. Lo que se hace extensivo a las distintas sociedades humanas, de tal manera que acaba por imponer sus determinaciones, pese a las demandas de los consumidores.

[4] En las sociedades que se definen como teóricamente avanzadas en el desarrollo de la política, el populismo adquiere un componente peyorativo y suele reservarse a los partidos minoritarios radicales -de izquierda y de derecha-, a menudo conducidos a la oposición,  que utilizan la idea de pueblo como argumento político para seducir a las masas con ciertas dosis de engañó mezcladas con utopías, para tratar de ganar votos y acceder al poder. Mientras que el poder oficialmente establecido dice renegar de tales prácticas, cuando resulta que ha accedido al ejercicio del poder por esa vía, en la que el eslogan pueblo ha jugado un papel clave.

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Lorca Siero Antonio. (2018, marzo 22). Reflexiones sobre el Poder y el Internet. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/reflexiones-sobre-el-poder-y-el-internet/
Lorca Siero Antonio. "Reflexiones sobre el Poder y el Internet". gestiopolis. 22 marzo 2018. Web. <https://www.gestiopolis.com/reflexiones-sobre-el-poder-y-el-internet/>.
Lorca Siero Antonio. "Reflexiones sobre el Poder y el Internet". gestiopolis. marzo 22, 2018. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/reflexiones-sobre-el-poder-y-el-internet/.
Lorca Siero Antonio. Reflexiones sobre el Poder y el Internet [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/reflexiones-sobre-el-poder-y-el-internet/> [Citado el ].
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