Es habitual escuchar que la diferencia la hace la actitud. La actitud que asumen los individuos, los equipos de trabajo o las empresas frente a las distintas circunstancias. La actitud ante los nuevos desafíos, durante las situaciones de crisis, en los momentos de incertidumbre, frente a los procesos de cambio. Desde mi perspectiva hay una actitud fundamental que yo denomino “El poder del compromiso”.
Nuestra Visión o nuestros objetivos más audaces empiezan a tomar vida en el momento en que declaramos nuestro compromiso con su realización y comenzamos a ejecutar acciones concretas. Damos los primeros pasos e iniciamos el camino de crear un nuevo futuro. Dos elementos se combinan para poner en marcha este proceso, la convicción de que es posible generar una nueva realidad y el compromiso con su realización.
La Visión es sólo fantasía si no está acompañada de una acción comprometida, de una práctica consistente que permita que las cosas sucedan.
Es el compromiso que asumimos el que pone en movimiento los mecanismos del cambio y la transformación, cualquiera que sea el mismo, tanto a nivel personal o laboral. La iniciativa y la acción efectiva surgen de una actitud de profundo compromiso con algo que se quiere lograr.
El compromiso genera acción, pero es a su vez una acción en sí mismo. Realizamos la acción de comprometernos. El compromiso no acontece hasta que una persona lo declara y acciona en forma consecuente. El individuo a través de su acción comprometida comienza a construir una realidad diferente.
Este compromiso tiene a su vez dos aspectos particulares. Uno está relacionado con la acción, el trabajo constante, con el empeño y la persistencia para avanzar más allá de las dificultades. La otra cualidad del compromiso está vinculada con la disposición interna, con la conexión profunda, íntima, que tenemos con nosotros mismos cuando estamos comprometidos con algo que consideramos trascendente.
Este estado de “estar comprometidos” lo podemos sentir corporalmente. Toda persona que en uno o más momentos de su vida ha trabajado comprometida y apasionadamente, sabrá y podrá reconocer a qué me estoy refiriendo. Esta sensación de compromiso se expresa en primer lugar en nuestro estado de ánimo, en el entusiasmo, en las ganas, en la disposición para encarar los desafíos. También en la manera en que prestamos atención y le asignamos sentido a lo que nos acontece y a lo que sucede a nuestro alrededor. Escuchamos y observamos desde nuestro compromiso, con la intención de detectar qué suceso o qué persona puede significar una oportunidad que beneficie nuestros proyectos.
Sincronicidad y Kairós:
Cuando actuamos en este estado de profundo compromiso, de intensa conexión con nosotros mismos, muchas veces suceden acontecimientos inusuales y curiosos. Se desencadenan energías que nos sorprenden. Comienzan a suceder cosas totalmente imprevisibles, “casualidades” que nos permiten avanzar hacia nuestro objetivo. Es como si se produjera una “apertura de puertas” que hasta ese momento permanecían cerradas por más que las hubiésemos golpeado reiteradamente y casi milagrosamente en un momento comienzan a abrirse.
W. H. Murray en la narración de su expedición al Himalaya afirma: “Hasta que uno está comprometido existe la duda, la posibilidad de volver atrás y ahí está presente la ineficacia. En lo relativo a todos los actos de iniciativa y creación hay una verdad elemental, cuya ignorancia mata infinidad de ideas y planes espléndidos: en el momento en que uno se compromete, la Providencia también avanza con nosotros. Ocurren todo tipo de cosas que salen en nuestra ayuda, incidentes que, si no fuera por nuestro compromiso, nunca se hubieran manifestado. Un torrente de sucesos brotan de la decisión, todo tipo de circunstancias se dan a nuestro favor; encuentros y apoyo material que nunca hubiésemos imaginado aparecen en nuestro camino”.
Esta concurrencia de sucesos sincrónicos que en determinado momento ocurren, se encadenan sin una causa aparente y nos prestan una ayuda insospechable ya que nos encaminan rápidamente hacia nuestro objetivo, algunos lo analizan como casualidad y otros como causalidad. Fenómenos que no tienen una explicación lógica, pero están estrechamente ligados a las energías que generamos los seres humanos cuando asumimos un efectivo compromiso con nuestra Visión, nuestros objetivos y nuestro destino. Los antiguos místicos sostenían que cuando alguien desea algo profundamente y se compromete a lograrlo, todo el universo conspira para que realice su deseo.
Peter Senge afirma: “Cuando estamos en estado de compromiso y rendición, empezamos a experimentar lo que a veces se ha dado en llamar sincronicidad”. El concepto de sincronicidad lo acuñó Carl Jung y lo define como “una coincidencia significativa de dos o más sucesos en la que está implicado algo más que la posibilidad aleatoria”. Por su parte Arthur Koestler define la sincronicidad como “el encuentro aparentemente accidental de dos cadenas causales sin relación, en un suceso coincidente que parece ser al mismo tiempo muy improbable y altamente significativo”.
Lo cierto es que cuando uno está comprometido con el logro de sus objetivos, ha declarado con convicción y compromiso “yo quiero esto para mi” y ha comenzado a actuar en consecuencia, muchas veces un conjunto de situaciones que a simple vista parecen coincidencias comienzan a suceder, y si estamos alerta y en camino las podemos capitalizar a favor nuestro. En este sentido es fundamental estar preparado y dispuesto para la acción, porque así como se abren las puertas en un instante, si uno no está apto y dispuesto para aprovechar la ocasión, rápidamente se vuelven a cerrar. Al decir de Arthur Schnitzler “Estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida”.
Para este momento de apertura de la oportunidad, los antiguos griegos tenían una distinción, lo llamaban kairós. Con esto daban cuenta de la discontinuidad del tiempo humano, donde no todo tiempo es igual en función del despliegue de nuestro accionar efectivo. De esta forma hacían una diferencia entre el tiempo cronológico –cronos- donde siempre una hora son sesenta minutos, y el tiempo humano –kairós- en donde hay circunstancias en que en una hora cambia el sentido de nuestra vida o logramos lo que no pudimos en años. Oscar Wilde decía que: “A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante”.
El concepto de kairós lleva implícito esta idea del surgir de la oportunidad, del emerger de la posibilidad y del accionar en el momento apropiado. Es en ese momento y no en otro en el que se produce el resultado deseado. Ni antes ni después, ni muy tarde ni demasiado temprano, en el momento justo, en el tiempo adecuado. Y para poder accionar en ese lapso preciso, no sólo hace falta el “sentido de la oportunidad”, sino también estar atento y preparado para intervenir.
Accionar desde un estado de profundo compromiso no sólo genera las “coincidencias” de la sincronicidad sino que nos permite estar alertas y dispuestos para actuar de manera efectiva en el momento oportuno. Voltaire sostenía que “Suerte es lo que sucede cuando la preparación y la oportunidad se encuentran y fusionan”.