El caso de la Selección Nacional de Fútbol de Costa Rica en el Campeonato Mundial de Fútbol Italia 1990
- Una entrevista con Alexander Guimaraes, protagonista del proceso.
- La presente es una exposición realizada en el Curso «Teoría y Comportamiento Organizacional, en la Universidad Interamericana de Costa Rica, por el señor Alexander Guimaraes, el día 25 de Agosto de 1992
Lo primero que se hizo fue lograr uniformidad de objetivos. No anteponer objetivos personal al objetivo colectivo. En este inicio del proceso se vio claramente reflejada una característica muy arraigada en el tico, el individualismo. Primero yo y después los demás.
Bora nos separó en grupos. En cada grupo debíamos definir cual era nuestro objetivo personal. Después cada grupo debía establecer el objetivo grupal. No nos pusieron límites. Lo que más me impacta cuando recuerdo esta etapa es la forma como visualizábamos en ese momento a los jugadores europeos. Creíamos que eran como dioses inalcanzables pero al final entendimos que no eran supermanes. En esa época teníamos barreras mentales. Recuerdo que al final logramos definir tres objetivos básicos, en orden de importancia el primero fue poner el nombre de Costa Rica muy en alto, el segundo fue clasificar para la segunda etapa, y el tercero fue ser campeones mundiales. Todos los objetivos personales los guardamos en un rincón y entendimos que si se lograban era por consecuencia del logro de los objetivos comunes.
Al principio una reacción contra el proceso. Se nos pide más de nosotros, lo cual era algo así como un sacrificio.
¿Porqué dar más?. Bora nos llamó aparte a 4 de nosotros que identificó como los de mayor experiencia y que notó que éramos los que mejor entendíamos su filosofía. (Guimaraes, Cayasso, Gabelo y Róger Flores). Nos tocaba «jalar» a la gente que no creía mucho. Nos asignó tareas específicas para motivar a los otros compañeros sobre el proceso.
Mientras tanto, una gran cantidad de agentes externos borbardeaban el objetivo del grupo y el positivismo que poco a poco se había ido logrando. Recuerdo que algunos periodistas se referían hacia el entrenador como el nombre de «Bora Inutilovic». Nosotros nos apoyábamos entre todos y no dejábamos que nada negativo entrara. En Costa Rica es muy fácil opinar y creer que tenemos razón.
Somos como 3 millones de técnicos de la selección, todos con derecho a opinar.
Tuvimos que poner un muro de protección.
Conforme pasó el tiempo, poco a poco fuimos viendo más posibilidades de tener éxito. La primera experiencia en el terrero de juego fue un desastre. Pero el secreto de Bora estaba en que nos dejaba reunirnos en grupos aparte y podíamos aportar ideas las cuales era bienvenidas por él. Poco a poco fuimos adoptando el primer gran objetivo y poco a poco lo fuimos teniendo cada vez más claro: luchar por dejar el nombre de Costa Rica muy en alto en el Campeonato Mundial. Había que dejar de lado un montón de basura que nos entorpecía la acción. Bora nos dijo que habíamos sido invitados a un baile, a una fiesta muy especial. Que solo había 18 invitados que eran los 18 países que irían al mundial. Que probablemente majaríamos a la novia en los zapatos pero que poco a poco íbamos a aprender a bailar. De ahí fue que tomé el nombre para el libro que escribí sobre esta experiencia: «La Gran Fiesta».
La causa común fue nuestro caballo de batalla y la basura que poco a poco botamos fueron nuestros objetivos individuales egoístas («quiero que me conozcan en Europa», «quiero que mi ficha valga más cuando regrese»; «quiero retirarme con la gloria de haber jugado en un Campeonato Mundial», «quiero ser el mejor de todos», «quiero demostrar a aquel entrenador que nunca me dio pelota, lo que valgo», etc.) y, sobre todo, nuestras barreras mentales.
Nuestro complejo de que los europeos o sudamericanos son mejores y que nosotros no podemos triunfar como selección nacional. A manera de ejemplo que muestra el grado de compenetración del objetivo de grupo que teníamos, les cuento como anécdota lo siguiente:
Cuando ya habíamos tenido los dos partidos contra Escocia y contra Suecia, vinieron unos representantes de una marca famosa de zapatos, le ofrecieron $50 mil a 4 jugadores de los que más habían brillado, a cambio de usar siempre la marca. En un principio estuvieron tentados a aceptar la oferta. Hablaron sin embargo con los 4 del grupo de apoyo a Bora. Nosotros les dijimos que llevaran el asunto al grupo. Si por lo menos uno no estaba de acuerdo, no debían seguir adelante con la negociación. Al final dos de los otros jugadores dijeron que ellos eran libres de aceptar la oferta, pero que les parecía que no era justo que se aprovecharan solo unos pocos de la labor de equipo. Los jugadores que habían recibido la oferta decidieron en pleno no aceptarla y ahí terminó el asunto. Creo que en otras circunstancias una oferta de ese tipo nadie la hubiera rechazado.
Bora usaba también una serie de pequeños detalles que nos seguía enseñando no solo en la cancha sino a toda hora y a todo momento. La idea de fondo siempre era una: atención. Nos hacia observaciones sobre detalles. Por ejemplo que dejábamos las luces de las habitaciones encendidas. Que éramos descuidados con los zapatos. Dejábamos las medias tiradas. Al principio no entendíamos.
Creíamos que eran obsesiones suyas por ser europeo de una país socialista.
Pero al final entendimos el mensaje. A la hora de pisar la cancha íbamos estar atentos en el juego. Sólo así nos podíamos asegurar de que no perderíamos concentración. Gracias a estos pequeños detalles se dieron transformaciones sorprendentes, como es el caso de Mauricio Montero, un jugador muy «artesanal», quien 80 días después ya tenía un cambio notorio. En su forma de actuar y jugar.
Bora nos decía que no pretendía cambiar a la persona. Lo que pretendía era que cambiáramos nuestras actitudes hacia la vida y, por supuesto, hacia el fútbol. Los últimos 25 minutos del partido contra Suecia es el más claro ejemplo de lo que es estar jugando con concentración dentro de la cancha y fue producto por supuesto de éstas dinámicas. Bora nos indujo también, como otro pequeño detalle, a cambiar nuestra forma de hablar. En un ambiente en donde solo eran malas palabras, con la palabra «maje» que representa el choteo del tico, la bajada de piso («maje» es tonto), nos pasamos a mejorar considerablemente la forma como nos referíamos unos a otros. Recuerdo que eliminamos la palabra «tratar». Ya no era la hora de «tratar», era la hora de «hacer».
Otro detalle de Bora fue que nunca dejó para nada la improvisación. Antes de llegar a Costa Rica, investigó sobre muchas cosas. Por ejemplo ya sabía mucho sobre nuestra forma de ser. Tenía una historia de cada uno de sus jugadores principales. Ya conocía la historia de cada uno de nosotros aún sin habernos visto nunca. También cuidaba muchos aspectos técnicos como por ejemplo detalles de la dieta. Aún estando en Costa rica, nos empezaron a dar dieta europea, y sobre todo, italiana. Mucha pasta, mucha legumbre, mucha fruta.
De esta manera el choque no fue tan fuerte.
Trabajamos mucho con dinámicas de grupo, especialmente en la etapa del comienzo en Costa Rica. Nos hacía trabajar en pequeños grupos , en donde teníamos dinámicas para el desarrollo de conducta de liderazgo y actitudes triunfadoras. En la noche teníamos charlas de recapitulación. Fuera de Costa Rica utilizaba mucho el vídeo. Veíamos los partidos de la liga italiana. Analizábamos hasta los últimos detalles. Incluso a él le gustaba rayar con un pilot la pantalla del televisor para marcar líneas sobre escenas en donde había parado el video.
Bora tenía también una forma muy elegante de imponer la disciplina. No nos regañaba ni nos pegaba cuatro gritos. Pero sabía imponer su autoridad cuando era necesario. Nos permitía que tomáramos la iniciativa en el juego, pero con ciertos lineamientos. Ejemplo de esto fue el gol de Róger Flores. El le pidió a Cayasso que le pusiera la bola al lado contrario al que se ensayaba en los entrenamientos. Ahí tomó la iniciativa porque por alguna razón estaba seguro de que le daría resultado. Este tipo de iniciativa era permitida. Siempre que no
lesionara los intereses del grupo.
Dentro de todo el proceso, aún siendo ya un equipo con mentalidad ganadora, tuvimos dos «lapsus» mentales. El primero fue el juego contra Brasil. Para nosotros fue una especie de «pánico escénico». La causa era que para nosotros, jugar contra Brasil era como pelear contra el papá y si le ganábamos era como golpear al padre. Sin embargo de no haber sido por la experiencia de Bora, este partido hubiera sido un desastre. Recuerdo que antes de empezar la charla , unas cuantas horas antes del partido, nos hizo escribir en una hoja de papel una frase de motivación. Algo así como una máxima. Dos fueron las que sobresalieron. La de Oscar Ramírez que decía «todo es posible» y la de Gabelo que decía «hoy es el gran día». Bora nos preguntó: «muchachos, como creen que será el partido». Todos respondimos «difícil». Su respuesta fue que difícil era para Brasil, ya que ellos debían demostrar ante el mundo que realmente era el papá. Nos dijo que para Brasil, aun un gane de 1 a 0 era una derrota. Por otra parte si nos derrotaban , para nosotros no era una vergüenza, ya que estábamos supuestos a perder ante el papá. En eso se basó el resto de la exposición. Luego lo llevó al plano individual.
Nos dijo que pensáramos en la oportunidad que tendríamos cada uno de nosotros al tener a todo el mundo viéndonos. Que la forma como más podíamos brillar, sin embargo, sería haciendo un buen trabajo de conjunto. Después de su charla creo que nadie salió pensando en la derrota. Tuvimos un almuerzo, 2 horas de descanso y luego pasamos al estadio. Lo que recuerdo es que yo me sentía realmente admirado de ver que todo el mundo, faltando dos horas para el evento de su vida, estaba durmiendo a pierna suelta. Esto lo tengo incluso grabado en video porque yo mismo no lo podía creer. Luego pasó la historia conocida del partido. Tuvimos mucha suerte ya que Gabelo, aunque hizo unas tapadas milagrosas, tuvo en los postes del marco a sus mejores aliados. Los brasileños no podían creer lo que pasaba dentro de la cancha. Yo los oí pelearse entre ellos fuertemente. Pero definitivamente no pudimos superar del todo el «pánico escénico». Al final del partido, cuando ya faltaban unos 10 minutos para el final, nos volvimos a encontrar y le faltamos el respeto.
El otro lapsus fue contra Checoslovaquia. En este partido todo el trabajo grupal y mental se perdió. Ya habíamos cumplido los dos primeros objetivos: dejar el nombre del país en alto y pasar a la segunda etapa del campeonato. La verdad que el tercer objetivo no lo interiorisamos y siempre y siempre nos pareció algo imposible. Cuando llegamos a esa altura, nos acordamos que teníamos más de dos meses de estar fuera de la casa. El grupo no quiso dar el último jalón.
Empezamos a llamar a nuestras casas. De pronto nos sentimos de nuevo en Costa Rica. Parece que la realidad se nos vino encima. Sólo pensábamos en las compras de los souvernirs para nuestra gente. Jugábamos el 19 y los pasajes de regreso ya estaban separados para el 20. Mientras estuvimos motivados y trabajamos en grupo, las individualidades en el juego no eran importantes, nadie pensaba en eso. Pero cuando este espíritu pasó, en ese juego, resaltaron individualidades que no habíamos tenido en todo el proceso.
El mismo entrenador en cierto momento me dio a entender que no creía lo que habíamos podido lograr. Un día casi sin pensarlo me dijo: «ustedes no saben lo que acaban de hacer». La relación con Bora era muy estrecha. Para ese último partido, dada la mala organización de apoyo que siempre ha existido en Costa Rica (y en ésta no era la excepción), solo teníamos dos días para trasladarnos de sede, buscar un nuevo hotel y prepararnos para el juego. Recuerdo que Bora tuvo que ir personalmente a ver que hotel encontraba para nosotros. Este lapso de tiempo, el cual era vital para prepararnos para ese juego, lo perdimos. Sus ayudantes nunca tuvieron el carisma necesario y nadie lo podría sustituir en ese momento. A pesar de todo, el primer tiempo terminó con empate a uno. El segundo gol de ellos fue porque ya estábamos desconcentrados y de ahí en adelante nos derrumbamos.
Muchos nos han preguntado si es posible darle seguimiento al proceso o si otro similar se puede repetir en Costa Rica. Para responder a esta interrogante, trato de ver lo que está pasando con nuestro futbol. Pienso que se ha profesionalizado mucho en los últimos tiempos. Lo primero que se profesionalizó aquí fueron los preparadores físicos. En ese campo el país ha tenido un gran avance. Por algún tiempo esa parte era el eje central de los entrenamientos. Luego los entrenadores se profesionalizaron. Vinieron además algunos extranjeros muy buenos, proceso que culminó con Bora. Pero a nivel de Gerencia en el futbol, creo que más bien hemos retrocedido. Este aspecto sigue siendo un desastre. Nosotros lo que se sabe en Italia, a pesar de esta gente. Ellos establecen una relación paternalista.
Creen que ofreciendo regalar un televisor a colores, o cuando convencen al presidente para que vaya a ofrecer incentivos económicos, están cumpliendo un gran papel. Eso es más bien contraproducente porque se convierte el proceso en un mercantilismo y poco a poco los jugadores pierden el objetivo que tienen que tener.
Al regreso a Costa Rica, recuerdo que hubo una mezcla de sentimientos entre los jugadores. Yo sentí cólera de pensar en que todo había terminado. Por algunas expresiones de nuestros «dirigentes», algunos de los que entorpecieron el trabajo, supe que era el final del mismo. Sentía que era un sueño del que no quería despertar. Otros compañeros se adaptaron más rápidamente a la realidad. De pronto los oía hablar como al principio, con el «maje» de nuevo en su vocabulario. Pero creo que todos, sin excepción, tuvimos por algún tiempo la esperanza de que los dirigentes hubieran captado la esencia del proceso. La realidad nos dijo después que nuestra esperanza no se cuajó. Pero creo que la materia prima, la madera para hacer otro «milagro» de esos, todavía existe. Bora nos lo dijo. Con ustedes he logrado mucho en muy poco tiempo. Comparaba el proceso con México, en donde le tomó mucho más tiempo lograr algo similar.
Las enseñanzas:
Por Gilberto Quesada
Grupo Kaizen S.A.
Una enseñanza básica de este proceso de creación de un Equipo Triunfador es la necesidad de establecer objetivos grupales para lo cual no deben existir límites. Sedebe de buscar el logro de los objetivos comunes.
Es necesario dejar de lado el montón de basura que entorpece la acción.
Se debe establecer una causa común y eliminar los objetivos individuales y principalmente nuestras barreras mentales.
Se debe prestar atención a los pequeños detalles a toda hora y en todo momento y no perder concentración.
No se debe pretender cambiar a la persona, sino cambiar las actitudes hacia la vida: Cambiar hasta la forma de hablar.
La improvisación no tiene cabida, es necesario investigar mucho sobre muchas cosas. Y tener un plan.
Con respecto a las dinámicas de grupo: prestar especial interés al liderazgo y al desarrollo de actitudes triunfadoras.
Brindar y obtener retroalimentación del grupo, así como recapitular sobre los aspectos planteados.
Es importante analizar hasta los últimos detalles e imponer la disciplina.
Se puede dejar tomar la iniciativa , pero con ciertos lineamientos y siempre y cuando no lesione los intereses del grupo.
Para combatir el «pánico escénico» a la hora de actuar es recomendable el trabajo en conjunto.
Cuando se establecen objetivos, tener cuidado al establecer «el tercer objetivo» ya que este no puede ser algo imposible de lograr.
Las áreas de apoyo, también son vitales en este proceso, por lo que deben ser consideradas.
No se debe desperdiciar el tiempo que es vital para prepararse.
Este tipo de proceso es repetible siempre y cuando haya una profesionalización de los encargados del personal en los aspectos básicos, así mismo de los encargados de brindar entrenamiento.
Buscar el apoyo de personas ajenas a la organización que conocen el como hacer las cosa, utilizar el «benchmarking»,
La alta Gerencia no puede mantener una actitud de relación paternalista que solo se preocupa por brindar incentivos económicos, ésta debe cambiar radicalmente.
Debemos entender que si la gerencia no cambia, el persona buscará otros ambientes en donde satisfacer sus necesidades.
La alta gerencia debe entender con claridad este proceso para desarrollar equipos de alto rendimiento.
La materia prima existe, y es posible lograr un milagro como el aquí presentado, pero es únicamente su responsabilidad el que llegue a concretarse.
Al final la pregunta de Alexandre Gimaraes sobre si es posible repetir el proceso, ha sido el mismo quien se ha encargado de demostrar que realmente es posible.
Si se puede.
Esperamos que este artículo sea de algún provecho y permita a la gerencia cuestionarse la forma en que ha venido actuando.
Muchas gracias.
Si se puede