Este artículo está basado en el Panel «Cultura Exportadora, recursos Humanos, competitividad y formación del Administrador en la generación de Empresas orientadas a la Exportación.» Llevada a cabo por los doctores Miguel Gómez Martines, presidente Bancoldex y Orlando Salinas Gómez, Presidente ASCOLFA Bogotá, dentro del Tercer Congreso Latinoamericano De Estudiantes De Administración De Empresas. Bogotá Octubre 26 de 2001
Parece ser que la financiación de los proyectos por parte de los estados latinoamericanos no es un problema de voluntad a secas como generalmente se ha hecho ver. Es mas, no se trata de un problema de financiación crediticia. Es un problema de políticas respaldadas por una normatividad concordante con las necesidades.
La afirmación anterior no pretende ser una defensa. De hecho es una denuncia aún peor de lo que en realidad pasa con el acceso al crédito por parte de las llamadas pequeñas y medianas empresas ( no se diga el gran problema de las Micro- empresas).
Hagamos un recorrido por la política de desarrollo para luego evaluar las condiciones competitivas de las pymes para terminar con los problemas institucionales.
La región de América Latina pasa por un momento crítico en su historia comercial. Por un lado, los paradigmas de la industrialización protegida se han roto y por el otro el mercado globalizado es el nuevo escenario donde se nos obliga a actuar.
La competitividad de las empresas está condicionada a su independencia del estado y el mercado sanciona positiva o negativamente los emprendimientos. Sin embargo esto no es aplicable a la región donde el fomento de la industria nacional no puede abandonarse por unos dictámenes externos y desviados de la realidad.
Hace poco tiempo que los estados han retomado su iniciativa de fomento de las nuevas empresas nacionales, destinando recursos para aquellas que se ajustan al tipo exportador. Sin embargo estas empresas presentan problemas de financiación y de acceso al crédito que merecen un estudio mas detallado e inversiones de gran escala para poder sobre llevar la situación.
En primer lugar las pymes son percibidas como entidades de alto riesgo, por lo que los bancos prefieren desviar sus recursos a organizaciones de mayor tamaño que puedan cumplir con sus obligaciones.
La heterogeneidad de las pymes es un problema mayúsculo cuando tratamos de dirigir el crédito y esto hace que los estudios de crédito sean más costosos. Esto hace que automáticamente se reduzcan las posibilidades que un banco se interese siquiera por adelantar este proceso de selección con solicitudes de montos pequeño que son los que las pymes solicitan.
Una dificultad más está en el poco desarrollo del mercado de capitales (capitales de riesgo) del que tanto se habla en la academia. La región muestra una marcada tradición al financiamiento con deuda por parte de las mismas empresas, lo que es un grave problema de democratización de los recursos.
En gran parte de los países de América Latina aún hoy se pretenden cubrir estas falencias en crédito y recursos con organizaciones de fomento de segundo piso. Esta afirmación de por sí parece contradictoria. Los bancos de segundo piso no cumplen con la verdadera función de fomento, ya que pasan por el intermediario de primer piso y este a su vez busca maximizar su beneficio y no brindar un servicio a la sociedad.
Además de los anteriores existen también problemas de tipo tributario. En lugar de adelantar exenciones para las empresas nacientes los gobiernos no diferencian, ni brindan incentivos apropiados para estas empresas lo que lleva al debilitamiento de la red productiva.
Parece que los banqueros del continente no mostraran agradecimiento por el sacrificio que los estados han tenido que hacer para salvar los sistemas financieros, sus negocios. Parece que los banqueros no comprendieran que no solo están para exportar capitales sino para lo que deben estar, para prestarle plata a la gente; el riesgo no es disculpa, ese es su negocio.
Frente a esta situación tan difícil de falta de garantías por parte de la empresa, de falta de crédito por parte del sector financiero y de falta de políticas aplicables a nuestra realidad es preciso que exijamos del estado y de la banca regional mayor transparencia en el manejo de los recursos para poder acceder a ellos a costos mas razonables y que iniciemos un desmantelamiento de las leyes obsoletas que amarran los recursos y adoptemos en cambio leyes que utilicen las nuevas herramientas de control para que los recursos lleguen a su destino como inversión y no como préstamo.
En pocas palabras, si el sistema financiero prefiere seguir con las empresas grandes debemos obligarlos por medio de mecanismos de cuotas para que una parte llegue a las pequeñas empresas. Y si para eso deben implementar herramientas de evaluación mas modernas que disminuyan costos entonces se los debe obligar a hacerlo para que presten un mejor servicio.
Si se trata de capital semilla, entonces es hora para que el plan de negocios del que tanto se habla sea de verdad considerado como un activo y quienes mejor para canalizar estos recursos que las llamadas Incubadoras De Empresas.
Todo esto es posible solo si dentro de la rama legislativa de los países se adelantan procesos serios de renovación política y normativa. Parece que hace falta que los jóvenes tomemos la vocería en estos temas a nivel continental y que se muestren los nuevos líderes.