Pensar en términos de sistemas y entender el funcionamiento de los organismos vivos puede ayudar mucho a entender el mundo empresarial en tiempos de cambio.
Definitivamente cada vez cala más en el mundo empresarial la visión de las organizaciones como sistemas, aún cuando su comprensión como organismos vivos todavía esté en fase embrionaria. El pensamiento sistémico poco a poco ha venido siendo incorporado al universo de la empresa, tomando algo de fuerza con la publicación por parte de Peter Senge de la Quinta Disciplina.
Es comprensible que todavía la visión mecanicista del funcionamiento de las empresas siga prevaleciendo sobre la aproximación sistémica, ya que el sistema educativo desde el Kindergarten hasta los doctorados continúa educando a las personas para analizar el mundo desde una perspectiva estática y fragmentada, mientras la realidad es completamente dinámica y sistémica.
Es fascinante ver la manera en que el ser humano ha configurado, con o sin intención, el mundo de los negocios de forma que se asimila a un ecosistema. Desde una perspectiva muy general, los ecosistemas están conformados por un ambiente “no vivo” y unos “seres vivos”.
Podríamos decir que en el “ecosistema Negocios” se reproduce esta conformación, donde las empresas son los seres vivos, de diferentes tipos y tamaños, que interactúan entre sí y con el entorno para ayudar a mantener el equilibrio del sistema.
Bajo esta perspectiva las microempresas son como los microorganismos del ecosistema, y al igual que estos tienen en general una vida efímera. Las pequeñas empresas, también grandes en número, se pueden asemejar a los pequeños organismos del ecosistema como insectos, pájaros pequeños, reptiles de escasa talla y mamíferos de menor tamaño. Normalmente su vida es más bien corta.
Están también las medianas empresas que se pueden considerar como los animales medianos del ecosistema, las cuales generalmente alcanzan tiempos de vida más largos. Y finalmente están las grandes empresas que son los grandes seres vivientes y que tienen por lo regular una larga vida. Igualmente, hay tanta variedad de empresas como especies de animales. De ahí que esta multiplicidad de empresas se relacionen entre sí y con el entorno de una forma similar a la manera en que se dan las relaciones al interior de un ecosistema natural. Todo lo que sucede propende por mantener el equilibrio del sistema, ya que esto garantiza la supervivencia de las especies que hacen parte él. Lo anterior significa que la función que tiene cada organismo al interior del sistema es igual de importante a la de cualquier otro para la conservación del ecosistema, y esto se puede extrapolar al caso de las empresas en el mundo de los negocios.
Un ejemplo de esto puede ser la relación que se da en la industria de la moda entre las grandes marcas, las maquilas y los pequeños talleres satélites que estas últimas usan en ciertos casos. Cuando las grandes marcas ejercen una fuerte presión para reducir costos sobre las maquilas, éstas la transfieren a los talleres satélites aprovechando que, por su gran número y por la necesidad, generalmente van a encontrar algunos que les trabajen bajo esas condiciones.
Obviamente los que no se pueden adaptar a esta condición desaparecen. “Ley de oferta y demanda”. Pero si la presión llega a ser tan fuerte que rebasa los límites de costos de todos los satélites, estos prácticamente se extinguirán, haciendo que la situación se revierta.
Esto sucede, porque hoy en día las grandes marcas ya no pueden ser competitivas sin las maquilas, y éstas a su vez sin los talleres satélites, lo cual hace que el sistema siempre tienda al equilibrio y todos los participantes de la cadena se mantengan. Obviamente en este proceso hay bajas individuales, pero como “especie” – las grandes marcas, las maquilas y los talleres satélites – cada una logra sobrevivir y el ecosistema perdurar. Se puede decir que “el ecosistema” se autorregula a través de ajustes permanentes de oferta y demanda.
Poniendo ahora el foco en las empresas, podemos decir que éstas, sin importar su tipo o su tamaño, tienen un ciclo de vida que va desde la gestación hasta la desaparición, igual que los seres vivos.
Su permanencia en el tiempo depende de la visión con que las organizaciones se gestan y de la manera en que se gestione el ciclo de cambios constantes que tienen como propósito mantenerlas en equilibrio. Dependiendo de la visión que tengan los fundadores, las empresas tendrán una predisposición a ser microempresas, Pymes o grandes empresas, y su tipo estará definido también por esa visión.
Por eso es muy distinto el desarrollo que tendrá una empresa creada para darle empleo a sus dueños y para suplir sus necesidades inmediatas que el que presentará una organización que nace con un carácter trascendente. El cambio que unas y otras generan en el mundo es muy diferente, aunque eso no quiera decir que la existencia de ambas no sea necesaria para la perduración del sistema.
Grandes instituciones como Ford, Sony o Citibank[1] han llegado a ser lo que son y a perdurar por generaciones gracias a una visión que ha trascendido en el tiempo.
Ford (principios del siglo XX)
“Democratizar el automóvil”
Sony (principios años 50)
“Llegar a ser la empresa más conocida por cambiar la imagen de mala calidad que tienen en el mundo los productos japoneses.”
Citibank (1915)
“Convertirse en la institución financiera más extendida, más poderosa y que más servicios presta, que ha existido en todo el mundo.”
Seguramente el taller de la esquina o la tienda de barrio ni siquiera tienen visión, razón por la cual su duración en el tiempo normalmente es tan corta y normalmente no pasan de ser una microempresa.
Los primeros son negocios trascendentes mientras que los otros son de mera supervivencia. Eso explica por qué las empresas tienen desarrollos tan distintos teniendo en potencia las mismas oportunidades.
Las organizaciones que nacen para ser grandes toman decisiones que con el tiempo las llevan a ello, no importa que nazcan como una microempresa. Igualmente, las empresas que nacen para ser microempresa toman las decisiones que nunca las dejan pasar de ahí. Esto no quiere decir que las empresas no puedan evolucionar, pero eso no es lo más común, porque significa un cambio en el sentido en que se comprenden a sí mismas, y ello implica alcanzar un equilibrio diferente al habitual.
Eso explica por qué pequeñas empresas, que tienen crecimientos impresionantes “súbitos”, desaparecen o se desinflan al poco tiempo. Seguramente su crecimiento se vio favorecido por una circunstancia especial, pero la mentalidad con que las dirigían y las gestionaban era apropiada para empresas de una escala diferente. Eso significa que el destino de una compañía en el “ecosistema Negocios” está determinado por la visión de las personas que la conforman.
[1] Collins y Porras. “Construir la Visión de su Empresa”. Gestión del Cambio. Harvard Business Review. 2000. Págs. 31 – 72. Editorial Deusto.