Cuando nos propusieron coordinar un ciclo de trabajo en la AMPP pensamos en dar a estas jornadas un cambio de enfoque. Queríamos utilizar nuestros conocimientos psicoanalíticos como un medio para cuestionar temas de actualidad que nos llegan a través de los medios de comunicación, como eslóganes, como si fueran verdades incuestionables que asumimos como tales.
Para ello, en vez de llevar el tema trabajado y elaborado por un experto, decidimos trabajar en grupo utilizando las herramientas psicoanalíticas que poseemos. Nos pareció que podía ser una oportunidad para observar las dinámicas grupales que se fueran produciendo y que probablemente ejemplificarían por qué los eslóganes calan tan profundamente en nuestra sociedad.
Decidimos recopilar durante unos meses una muestra de las diferentes opiniones sobre temas que en ese momento nos parecieron especialmente interesantes: la disminución de la edad penal, la censura comercial del libro “Comprender y sanar la homosexualidad” y si era posible que ETA se disolviese e integrase en la sociedad sin pedir perdón.
Elegimos estos temas por su gran carga emocional, ya que creemos que esto facilita el acting, es decir una actuación fruto de una convicción en vez de una acción fruto de la reflexión.
Nuestra primera reunión consistió en trabajar sobre la petición de la disminución de la edad penal. En España se acababa de producir un cambio de gobierno 4 y los medios de comunicación informaban de dicha demanda. Este debate surgió a raíz de lo sucedido en el caso de Marta del Castillo5, en el que se trataba de inculpar al único menor como forma de exculpar a los mayores de edad.
Parecía surgir una idea, ¿un eslogan quizás?, “la ley estaba siendo muy blanda”. Socialmente se había generado la sensación de que los menores quedaban impunes. La solución propuesta era la de disminuir la edad penal y endurecer las penas. Parecía evidente que si se había cometido un crimen, algo pasaba cuando los menores no pagaban por ello.
Además del caso de Marta del Castillo, volvían a destaparse otros casos como el de Sandra Palo6, que causaban mucha indignación social y sensación de injusticia. A raíz de estos hechos se dispara la exigencia de la bajada de edad penal.
Sesión de trabajo
Primer bloque: cuestionamiento del eslogan .El rescate de la necesidad de prevención frente a la condena del menor. Dificultades de acercamiento.
La sesión de trabajo se realizó en la sede de nuestra asociación, acudieron a la cita unas doce personas, en su mayoría psicoterapeutas, también contamos con la participación de otros profesionales con formación psicoanalítica y nosotras tres como coordinadoras. La sesión de trabajo duró una hora y media. La primera parte de la sesión consistió en la proyección de varios documentos audiovisuales7 para traer la actualidad desde diferentes puntos de vista: una conferencia del Juez de menores Emilio Calatayud, en la que explicaba que era contrario a la disminución de la edad penal y sin embargo, resaltaba otras cuestiones sobre las que no se estaba reflexionando; como por ejemplo que cuando hay un hecho delictivo algo pasa en la familia, en el colegio y en la sociedad. También proyectamos las peticiones de la Asociación Sandra Palo para cambiar la Ley del Menor y finalmente un documento televisivo sobre el por qué de la necesidad de la modificación de la Ley.
Pensábamos que era importante no entrar directamente en un discurso psicoanalítico, sino poder utilizar nuestro método, pero ahora aplicado al ámbito del debate social. Del mismo modo, también queríamos ver cómo podíamos pensar, sentir y elaborar la información presentada.
Antes de haber visto los audiovisuales algunas personas del grupo, igual que nos había pasado en parte a nosotras antes de empezar a dar forma a la jornada, hablaron a favor de la bajada de la edad penal y de lo descabellado de mantener la Ley del Menor sin modificar, por injusta y favorecedora de mayores males.
Pero curiosamente, tras ver los audiovisuales, el debate se inicia hablando de la prevención del delito y no de la condena. Se denuncian las demandas de ayuda por parte de las familias en riesgo social, demandas que al parecer no se escuchan, como si la prevención no estuviese siendo atendida. Se plantea por qué no se hace nada en situaciones que se sabe positivamente llevan al delito. ¿Qué puede estar pasando para que sabiendo que hay necesidades sin cubrir, que son causa de delincuencia, el sistema creado social y jurídicamente no actúe hasta que llega el delito?
Enseguida la causa que se expone es la falta de recursos económicos, pero según avanza la discusión surge otra hipótesis, quizás la escasa prevención se explique por la dificultad que implica trabajar con las tragedias sociales. Incluso se habla de que parece que los juzgados de menores son más sensibles a estas problemáticas que los profesionales que tienen un contacto permanente y directo con ellas, que están en “primera línea” de trabajo, como si tuviesen que defenderse ante este dolor. Es decir, tras la complacencia en pensar que es la escasez de recursos económicos la que justifica la no prevención del delito, el grupo considera la que parece ser la causa de la misma, la dificultad que entraña acercarse al dolor.
Las intervenciones siguientes cuestionan la posibilidad de reinserción de los menores que cometen actos delictivos ¿son realmente reinsertables? El grupo enumera diversas dificultades que impiden hoy en día la intervención con estos menores, como por ejemplo la falta de preparación por parte de los profesionales que dirigen equipos multidisciplinares, la especial configuración social multirracial y multicultural, con diferentes códigos, bandas adolescentes, etc.. Parece que hay una vuelta al desánimo, como si ante las dificultades fuese más fácil pensar que no hay solución.
Después, el grupo vuelve a preocuparse de nuevo por la prevención, ¿Qué se hace antes de que haya problemas? Se enumeran situaciones que pueden entenderse como demandas de ayuda por parte de los menores y sus familias. Niños que desde muy pequeños son ya medicados por problemas emocionales, padres que se encuentran desbordados y que piden ayuda, policonsumo en adolescentes como forma de manejo de una falla familiar, etc.
El grupo se cuestiona también la necesidad de cuidar al personal que trabaja en este área, así como “el maltrato del maltratado” que puede darse en estas instituciones. Si no hay un espacio continente para pensar, puede repetirse el maltrato hacia los niños y hacia los profesionales que trabajan en ellas. Después el grupo vuelve a alejarse de esta temática mediante la queja.
Segundo bloque: el desmantelamiento del eslogan, el problema de la falta de autoridad y la responsabilidad que todos tenemos.
Tras este primer bloque, comienza un movimiento en el grupo que se acerca más directamente a pensar en cómo prevenir y se empieza a hablar de la necesidad y la falta de autoridad que existe en nuestra sociedad y que se relaciona directamente con el problema de prevención. Este movimiento grupal se alterna con otro hacia la impotencia en el que el grupo cree que “no se puede hacer nada”.
Al hablar de autoridad, se piensa en las distintas responsabilidades que tenemos cada uno, se habla de la autoridad del colegio, de la autoridad de los padres, de la autoridad social que todos tenemos: “los niños son de todos”. Es posible que los actos delictivos se cometan como consecuencia de un fracaso de autoridad de estos estamentos.
De este modo, tras considerar así la responsabilidad que tenemos todos en el problema de los menores que delinquen, surge una idea: la necesidad de una “justicia equitativa”, que haga pagar con arreglo a las circunstancias del menor. Una autoridad comprensiva y reparadora más que punitiva. El grupo habla de que cuando falla la autoridad arremetemos contra el menor. El menor delinque y paga el fallo de toda la estructura social.
Tercer bloque: Con la responsabilidad aparece la palabra perversión. De la condena del menor a la perversión del adulto.
Cuando no se ejerce la autoridad se entra en un sistema perverso. Es perverso que se ponga el peso de la ley sobre los menores y no se analicen todas las responsabilidades de los padres, los profesionales, las empresas que gestionan las instituciones y los que no denunciamos siendo testigos de esta problemática. Todos caemos en este sistema perverso.
Parece que el grupo ha podido conectarse con cosas concretas sobre qué hacer y cómo reparar y quizás por eso aparece otro movimiento, que lleva a pensar en que este problema no tiene solución y que por mucho que hagamos siempre van a suceder este tipo de cosas. De nuevo surge la desesperanza y se señala la imposibilidad de acabar con la delincuencia, después el grupo vuelve a recomponerse.
Se repite un movimiento de acercamiento y distanciamiento del dolor, en este movimiento de oscilación el grupo se despoja de alguna idea-eslogan conectando más con la realidad. Resulta difícil este contacto y por tanto se repite la queja o la duda para desprenderse de la verdad. Pero quizás en este momento de dinámica grupal sea demasiado tarde para esto.
Movimiento que la tarea promueve en el grupo
Vamos a analizar lo que ocurrió en el grupo y si se consiguió el objetivo propuesto: pensar la necesidad o no de bajar la edad penal.
El desarrollo de la sesión muestra cómo el grupo hace un movimiento en espiral ascendente, que implica un progresivo nivel de profundización a la vez que un movimiento oscilante de alejamiento y de acercamiento al dolor que promueve el pensar. La espiral es ascendente porque las defensas que se ponen en marcha para no contactar con el dolor, se van debilitando.
El modelo Kleiniano de pensamiento desde el que observamos la dinámica grupal, nos habla de dos funcionamientos mentales o posiciones: esquizo-paranoide y depresiva. Entre ellas existe una relación oscilante, produciéndose momentos de fragmentación y dispersión característicos de la etapa esquizo-paranoide (PS) y momentos de integración peculiares de la posición depresiva (D).
Cuando la mente es capaz de sostener una idea nueva, tolerando la ansiedad catastrófica8 que despierta, desde una escala de valores esquizo-paranoides hacia una orientación depresiva (PS↔D), se posibilitará el crecimiento de la idea.
El crecimiento de lo nuevo produce dolor y por eso la oscilación lleva de nuevo a evitar pensar y así escapar de la frustración. No hay entonces una “adquisición de conocimiento” sino una “posesión de conocimiento” utilizada para evitar la experiencia dolorosa. La capacidad para la abstracción ha sido destruida y queda excluida la posibilidad del aprendizaje por experiencia emocional. Aquí se instala el eslogan.
Este movimiento que va desde la dificultad para pensar a poder aprender de la experiencia, se refleja en el recorrido que hay desde el primer planteamiento grupal en el que se acentuaba el endurecimiento de las penas, hasta el posterior en el que se recoge la prevención del delito, la responsabilidad que tenemos todos si no ejercemos nuestra autoridad, para llegar finalmente a la idea a una justicia equitativa y no punitiva.
Para explicar esta espiral ascendente vamos a ver las etapas representativas de estos movimientos de progreso y retroceso, que hemos descrito por bloques en el capítulo anterior.
En el primer bloque, lo primero que apareció fue el eslogan: “hay que endurecer la Ley del Menor”, “si los menores delinquen, deben cumplir su condena”, algo que en principio no tiene por qué ser falso. Después surge la idea de la prevención.
Enseguida se rechaza este pensamiento y se afianza la queja y la impotencia, es como si el grupo dijera: “nosotros no tenemos nada que pensar porque no hay medios para hacer nada”. Se plantean situaciones concretas para justificar el no hacer nada: “no te dan lo que necesitas”. Se culpabiliza al otro, a lo externo, en vez de tomar contacto con las propias carencias. El dolor que promueve el pensamiento hace que las defensas se vuelvan a activar, amenazando la capacidad del grupo de continuar pensando. Cuando el grupo dice: “hay demandas sociales que no se escuchan” aparece este dolor, el sentimiento más potente que un grupo debe vencer para seguir pensando.
Pero este movimiento oscilante va construyendo poco a poco un espacio para que el pensamiento vaya avanzando, pese a la aparición constante del no pensamiento. Es como si se estableciera una lucha dentro del grupo, por una parte el acercamiento al pensamiento y por otra el alejamiento por el miedo a la impotencia, en definitiva, por todo lo que tienen que ver con las dificultades emocionales de contención del dolor que conlleva todo acto de pensar.
En el segundo bloque la parte pensante ya tiene donde sujetarse, ya ha habido una acción de pensar, surge una idea clara, la prevención y pierde fuerza la idea de que no haya medios. Si hay que prevenir entonces ¿qué tenemos que hacer? Aparece la necesidad de ejercer la autoridad, se pasa de lo genérico -autoridades puestas en otros- a la autoridad individual. De la impotencia, el grupo pasa a sentirse activo y potente. Se produce un movimiento desde la omnipotencia en la que se pueden experimentar sentimientos de poderlo todo o de no poder nada, ambos irreales, a un sentimiento de poder, que tiene en cuenta límites realistas. Teniendo límites realistas los objetivos también comienzan a serlo y el grupo asume responsabilidades.
Se sigue haciendo un trabajo para dar sentido a todo el dolor que emana de la tarea y no proyectarlo fuera y así poder hacer algo con todo ello. Este movimiento oscilante sigue hacia arriba, el grupo trae la idea de autoridad para ver que se puede hacer con tanto dolor, cuales son las responsabilidades de cada colectivo, grupo o persona. Desaparece la idea de condena punitiva, se habla de justicia equitativa como consecuencia de que todos debemos asumir la responsabilidad.
En el tercer bloque se ha invertido el planteamiento inicial, de un sistema que castiga al menor, que sólo ve la cabeza visible del problema. Ahora el grupo habla del sistema perverso en el que todos participamos. Al tomar perspectiva se entiende que estamos todos implicados y que estamos negando nuestras responsabilidades. El grupo ha ampliado su visión, de parcial a total. La visión global es muy dolorosa, pero permite al grupo salir del eslogan. El grupo concluye defendiendo la prevención del delito, señalando las distintas líneas de acción, de esta manera el grupo indica dónde debería estar el debate social.
Movimiento en espiral ascendente del pensamiento grupal en la sesión de trabajo
En el gráfico se observa cómo tras una intervención realizada desde la omnipotencia–impotencia, surge pensamiento. De la misma manera tras el pensamiento aparece de nuevo algo que intenta reestablecer el orden anterior. A pesar de este movimiento que regresa a la posición esquizo-paranoide, el pensamiento sigue su curso y evoluciona, hay un progreso en la profundización y en el análisis del conflicto y se van estableciendo las bases para una posible resolución a través de la toma de medidas y planteamientos de acción.
Podemos finalizar diciendo que el grupo ha realizado la tarea propuesta, el grupo a pasado de:
- Un pensamiento concreto a uno abstracto
- De una visión parcial a una visión total del conflicto
- De la impotencia a la potencia
- De la paralización a la acción creativa
- De la responsabilidad difusa a la responsabilidad individual
- De la evitación del dolor a la aceptación del dolor
Conclusiones
Podemos decir que tal y como pensábamos, utilizar nuestro conocimiento psicoanalítico dentro de un grupo con un encuadre definido, nos ha permitido desenmascarar aquellas ideas que se pueden dar por ciertas y no serlo, total o parcialmente. Además este proceso ha dado lugar a una mayor implicación en la tarea e insight, gracias a la experiencia grupal.
Creemos que las herramientas psicoanalíticas promovieron el pensamiento y que el encuadre centró el tema del debate, ampliando la visión para hablar de la prevención del delito y no solo de la condena.
Esto se logró porque el grupo pudo contener el dolor y fue pasando de la paralización a la creatividad. Si se contase con más tiempo, es muy probable que el propio grupo constituyera equipos de trabajo, con el fin de poner en marcha programas y proyectos que diesen una perspectiva psicoanalítica a otros grupos sociales. Esa, precisamente, ha sido nuestra experiencia, al tener mas tiempo para profundizar psicoanalíticamente en los temas de debate propuestos, pasamos de las ideas preconcebidas del inicio, a una mayor comprensión, que nos llevó no sólo a desarrollar este artículo, sino a plantearnos otros proyectos de colaboración y difusión de temas de actualidad pensados desde el psicoanálisis.
La sesión de trabajo expuesta en este artículo, muestra cómo por un lado el grupo se evadió de pensar, a pesar de ser un grupo con herramientas para contener el dolor y por otro, cómo esta contención es esencial para que se pueda ir desarrollando el pensamiento. Creemos que poder contar con este tipo de diseño grupal, centrado en una tarea y con un objetivo a alcanzar, permite la contención del dolor que se genera y que el grupo vaya desarrollando ideas promovidas por la creatividad. Por todo esto podemos concluir que nuestra colaboración profesional con otros grupos podría resultar muy fructífera al aportar este tipo experiencia para el manejo de situaciones dolorosas. Además compartir nuestros conocimientos psicoanalíticos, podría ser útil para el desarrollo de sus proyectos.
Esto supondría sacar el pensamiento psicoanalítico fuera de nuestras consultas y aplicarlo a otros contextos. De hecho, históricamente ha habido contribuciones psicoanalíticas que han ayudado a crear otros planteamientos de intervención en otros ámbitos profesionales, en 1952 René Spitz con la publicación de la película “Enfermedad psicogénica en la infancia” muestra los efectos de la privación emocional y materna y fue la causa de grandes cambios, especialmente en las secciones de los institutos de cuidado de niños hogares y hospitales, debido al hecho de que las personas que adquirieron conocimientos sobre el impacto de la privación en el desarrollo infantil, cambiaron su manera de proceder.
Si queremos contribuir a esa vieja ambición expresada por aquellos que abrieron nuevas rutas, tendremos que tener en cuenta las barreras que tenemos que salvar. Nos parece que a los psicoanalistas y psicoterapeutas, a veces nos cuesta mucho salir de nuestras consultas, abandonar la omnipotencia y la protección de nuestro encuadre, y abrirnos a una nueva experiencia que nos pondría en contacto con el dolor. Quizás por eso nos mostramos hacia el exterior, como si nuestro conocimiento fuese un “tesoro” que hay que proteger más que compartir. Otras veces queremos sacar el encuadre fuera de nuestras consultas, sin tener en cuenta las adaptaciones necesarias para que sea aplicable, por eso no trasciende nuestro discurso, no podemos hacernos entender.
Los que trabajamos desde el psicoanálisis normalmente vemos posibilidad de ayuda haciendo terapia o buscando medios para desarrollar nuestra tarea en las mismas condiciones que tenemos en la consulta, nos resulta costoso hacer otro tipo de trabajo: de apoyo a profesionales, de divulgación, de soporte, etc. El problema es que no somos capaces de adaptarnos a las necesidades sociales teniendo en cuenta las limitaciones que la realidad puede imponer a nuestro encuadre, sin darnos cuenta de que lo que verdaderamente nos tiene que acompañar es nuestra actitud psicoanalítica.
Necesitamos poder hablar tolerando el poco a poco, ir construyendo otros espacios, otras vías de comunicación, otros lenguajes para hacernos comprensibles. Es posible que nuestra omnipotencia nos impida poner los pies en el suelo y tratar el dolor como lo que es, algo que siempre va a estar, algo de lo que no nos vamos a poder desprender. Ya hemos visto como en el grupo el dolor es lo que hace que se deje de pensar. Quizás en nuestras consultas sintamos la impotencia de manera puntual y además muy contenida por estar siendo tratada en nuestro terreno. Cuando hacemos nuestras reuniones profesionales, puede que el esquema se repita, nos quedamos muy tranquilos sabiendo que nuestro modelo da respuesta a muchos problemas clínicos. Hay un experto que desde su experiencia nos complace diciéndonos cómo hizo para resolver.
Nosotras propusimos algo distinto donde la responsabilidad se compartía, hablando de tú a tú de temas sociales que se salen de nuestro marco de intervención habitual, por eso no es de extrañar que este formato fuera recibido con cierta sorpresa y escepticismo.
Promover este tipo de trabajo grupal dentro de las asociaciones psicoanalíticas sería algo muy provechoso para nuestro colectivo, porque nos permitiría activar nuestras mentes de forma creativa, saliendo del “poseer” la idea, al aprendizaje por experiencia emocional
En los países anglosajones se dan mas opciones a las nuevas generaciones que son las que movilizan, las que traen nuevas ideas, las que toleran mejor el descoloque del no saber. Da la impresión de que a veces el discurso de los psicoanalistas es que sólo unos saben, y por eso nos quedamos muy solos para lidiar con el dolor y la dificultad. Sería distinto si pudiéramos pensar que todos los individuos pueden aportar, entender y que sin prejuicios se pueden traspasar fronteras que den luz. Esto es en realidad lo que ocurrió en el grupo, no hubo un experto, todos lo fuimos. Estamos por ello muy de acuerdo con el Dr. Meltzer 9cuando dice:
“La historia del análisis del futuro probablemente no incluya la figura del pionero aislado que lleva esta disciplina a nuevas áreas de la tierra. Casi con certeza será la tarea de un grupo”.
Resumen
Observando como discurren los debates sobre temas de actualidad en nuestro entorno social, incluidos medios de comunicación, nos damos cuenta en ocasiones de la falta de reflexión, profundidad y visión de conjunto que tienen las discusiones y con qué facilidad se toma una parte para construir un todo.
Los planteamientos blanco o negro posicionan rápidamente a las personas y les impiden trascender el asunto y pensar sobre él. Es probable que el rápido posicionamiento y la defensa de un argumento sin pensar en otros, sea una estrategia a veces necesaria para zanjar cuestiones y pasar a otra cosa que nos exija mayor energía y concentración, pero también, puede ser una manera de evitar entrar en contacto con aquello que nos pueda descolocar demasiado.
Nos parece que esta resistencia a pensar para evitar el conflicto y dolor que suele aparejar, provoca un fenómeno muy peligroso, al derivar en confusión y relativización de las cuestiones, de manera que se impida la defensa de la verdad y la toma de responsabilidades. Este fenómeno, empobrece nuestra vida y la de los demás, permite que la ignorancia ceda el paso sin resistencia a la mentira y esta tome con demasiada frecuencia las riendas de la vida.
Creemos que el pensamiento psicoanalítico tiene mucho que aportar a la sociedad y pensamos que la potencia del grupo es enorme para tratar de pensar sobre temas difíciles desde el punto de vista social. La diferencia de cualquier grupo con este, tiene que ser nuestra capacidad de identificar las dificultades que impiden a otros grupos pensar y avanzar.
Bibliografía Recomendada
- BION, W. R., Experiencias en Grupos, Editorial Paidós, 1997.
- BION, W. R, Aprendiendo de la Experiencia, Paidós, 1966. BION, W.R., Volviendo a Pensar, Lumen – Hormé, 1996.
- FREUD,S., Introducción al narcisismo, Biblioteca Nueva, Obras Completas tomo 6 (1914-1917), 2006.
- GRINBERG,L y col., Nueva introducción a las ideas de Bion, Editorial Julián.
- Yébenes S.A., 1991.
- JOSEPH,B., Equilibrio psíquico y cambio psíquico, Julián Yébenes, S.A. 1993.
- KLEIN, M., Amor, culpa y reparación, Paidós, 1994.
- MELTZER, D., El proceso psicoanaítico, Ed Hormé-Paidós, 1996.