Saber que Adam Smith dijo que “sólo el trabajo es la medida real y definitiva por la que se puede estimar y comparar el valor de todas las mercancías en todos los tiempos” y que David Ricardo dijo que “el fundamento, el punto de partida de la fisiología del sistema burgués es la determinación del valor por el tiempo de trabajo” no deja de ser una inmensa alegría para el marxista de los tiempos modernos. Resulta curioso, quizás sorprendente, cómo la economía convencional moderna se ha ido distanciando tanto de los grandes clásicos de la economía burguesa que ha hecho del trabajo un factor secundario en la determinación del valor de las mercancías.
¿Debemos tomar este cambio como un avance de la ciencia o como un cambio socioeconómico de la burguesía? Yo creo que es más esto segundo. En tiempo de Adam Smith y David Ricardo dominaba una burguesía trabajadora, una burguesía que creía que todo lo que tenía se debía a su trabajo, y bajo esta condición moral se enfrentaba a la parasitaria nobleza feudal. Pero en la época actual, en pleno dominio de los bancos, donde los grandes capitalistas viven de los dividendos y de las rentas del suelo, de las grandes especulaciones en bolsas y de los grandes golpes inmobiliarios, se hace insostenible que las descomunales riquezas de las que se apropian son fruto del trabajo. De ahí la necesidad de una teoría económica que haga del trabajo un factor puramente secundario en la determinación del valor de las mercancías.
Demanda de una respuesta teórica
Monico Silverio, un hombre de izquierda mexicano, me ha hecho llegar un trabajo teórico del profesor Rutilo Francisco Vásquez titulado Una revaloración de la teoría del valor de Marx, y me ha pedido que haga una valoración. Y esta valoración es la que hoy doy a conocer al lector. Mi valoración será crítica porque no estoy de acuerdo con los planteamientos de Vásquez, aunque he de reconocerle su esfuerzo teórico y su seriedad en los planteamientos que hace. Dicha valoración crítica la haré por partes.
Los eslabones intermedios
En la introducción Vásquez dice lo siguiente: “Como sabemos la base de cualquier teoría está en sus postulados. Pero del hecho que los postulados de una teoría sean válidos, no se sigue que toda la teoría sea válida. Esto es así porque entre la esencia y el fenómeno existen muchos eslabones intermedios, en los cuales el investigador puede perderse. Consideramos que esto es lo que le pasó a Marx con su teoría del valor; él planteó correctamente que el trabajo abstracto es el creador de las mercancías, pero al desarrollar su teoría creemos que identifica al trabajo abstracto con el trabajo concreto, y como consecuencia identifica también el valor con el precio. En este caso Marx comete el mismo error que les achacaba a Adam Smith y David Ricardo”.
Es cierto que entre la esencia y el fenómeno hay muchos eslabones intermedios y es posible que a Marx se le escapara algún eslabón intermedio, y que como consecuencia de este despiste confundiera el trabajo abstracto con el trabajo concreto. Pero el profesor Vásquez en ninguna de las once páginas que constituye su trabajo teórico nos dice cuáles son los eslabones intermedios de los que se olvidó Marx. De manera que la crítica a Marx por su olvido de eslabones intermedios por parte de Vásquez de ser posible pasa a ser incierta.
Marx y la teoría de Ricardo sobre el precio de costo
En el capítulo titulado Teoría de Ricardo y Adam Smith sobre el precio de costo de su obra Teorías sobre la plusvalía II, editado por el Fondo de Cultura Económica, Marx se expresa en los siguientes términos: “Si dos mercancía son equivalentes o lo son en determinada proporción o, lo que es lo mismo, si contienen cantidades desiguales de trabajo, es evidente que, a pesar de ello, serán iguales en cuanto a la sustancia, en cuanto valores de cambio. Su sustancia es el trabajo. Esto es lo que constituye su valor. Su magnitud difiere según la mayor o menor cantidad de esta sustancia que contengan. Ahora bien, Ricardo no entra a investigar la forma, el carácter de este trabajo, la especial determinación del trabajo como creador de valor de cambio o como algo que se plasma en valores de cambio. Esto hace que no comprenda la conexión de este trabajo con el dinero, la necesidad de que se manifieste como dinero. No comprende, por tanto, en absoluto, la concatenación entre la determinación del valor de cambio por el tiempo de trabajo y la necesidad de las mercancías de avanzar hasta la creación del dinero”.
Marx no sólo criticó esta deficiencia de Ricardo, sino que la enmendó: la sección primera de El Capital trata justamente de eso, de la transformación de la mercancía en dinero, y hay una exposición exquisita, muy detallada, de todos los eslabones intermedios existentes entre la forma de mercancía hasta su evolución a la forma de dinero. La exposición de todos estos eslabones intermedios puede consultarse en mi trabajo La transformación de la mercancía en dinero. Pero escuchemos al propio Marx a este respecto: “Se trata aquí de hacer lo que ni siquiera ha intentado la economía burguesa, a saber, de demostrar la génesis de esa forma de dinero, esto es, de seguir el desarrollo de la expresión de valor contenida en la relación de valor de las mercancías, desde su figura más simple y menos vistosa hasta la deslumbrante forma de dinero”. Y este objetivo lo cubrió Marx y con creces. Por lo tanto, la crítica que hace el profesor Rutilo por su olvido de eslabones intermedios no es justa.
Trabajo abstracto y trabajo concreto
Al igual que toda mercancía es una unidad de valor de uso y valor, el trabajo en tanto creador del valor de uso no tiene las mismas características que el trabajo en cuanto creador de valor. Pongamos un ejemplo concreto. Para hacer una tortilla de papas tengo que pelar las papas, trocearlas y freírlas. Después debo mezclarlas con huevo batido y ponerle sal. Por último, debo poner la mezcla en la sartén y darle un par de vueltas. A toda esta actividad conforme a un fin se le llamo trabajo útil. Y en consecuencia podemos afirmar que en la tortilla en tanto valor de uso hay encerrada una determinada actividad productiva conforme a un fin o trabajo útil.
Por otro lado, en hacer esa tortilla he gastado determinada cantidad de fuerza de trabajo, determinada cantidad de nervios, músculos, etcétera. De manera que en la tortilla en tanto valor hay encerrada determinada cantidad de gasto de fuerza de trabajo. Y este gasto de fuerza de trabajo se mide por el tiempo de trabajo.
No hay nada de oscuro ni de enigmático en esta doble determinación del trabajo: cualquier persona sabe que tiene que hacer al día distintos trabajos útiles y le interesa saber cuánto tiempo emplea en hacer cada uno de esos trabajos. Hacer una tortilla y limpiar el coche son dos trabajos útiles distintos. Son distintas actividades conforme a un fin. Pero en tanto trabajo abstracto, en tanto gasto de fuerza de trabajo, son lo mismo. Son cualitativamente iguales. La única diferencia que hay entre ellos es cuantitativa: en limpiar el coche estoy una hora y en hacer una tortilla estoy media hora.
Un edificio tiene muchas caras
Rutilo Vásquez, en primer lugar, manifiesta estar de acuerdo con las ideas de Marx sobre el doble carácter del trabajo representado en las mercancías y las aplaude. Señala que es una de las contribuciones más importante de Marx a la economía política. Pero en segundo lugar dice lo siguiente: “En cuanto al significado del trabajo abstracto y del trabajo concreto, podemos sintetizarlo como sigue: el trabajo concreto es diverso, heterogéneo, diferenciado, es decir, es el trabajo de sastre, del carpintero, del herrero, etc.; en cambio el trabajo abstracto es único, homogéneo, indiferenciado, ya que este trabajo no es más que la energía física y mental que el trabajador gasta al producir mercancías. En otras palabras, el trabajo abstracto es lo que hay de común en todos los trabajos concretos”.
Al igual que un edificio tiene muchos lados y muchas funciones, el concepto de trabajo humano abstracto también tiene muchos lados y muchos aspectos. Cada lado o parte del edificio desempeña un papel: las puertas sirven para una cosa y las puertas para otra, al igual que las escaleras sirven para una cosa y las luces para otra. Lo mismo sucede con los lados del concepto de trabajo humano abstracto: todos los lados no sirven para lo mismo.
Marx en su análisis no parte del concepto de valor sino del concepto de valor de cambio, de la relación de intercambio entre las mercancías. Tras un primer análisis llega a la conclusión que la relación de cambio entre las mercancías es un modo de expresión de un contenido separable de él. Para hallar este contenido lleva a cabo un proceso de abstracción: de la mercancía abstrae o resta el valor de uso. Y después de realizar varios pasos llega al siguiente resultado final: “Consideremos ahora el residuo de los productos del trabajo. No ha quedado en ellos nada más que la misma objetividad espectral, una simple gelatina de trabajo humano indiferenciado, es decir, gasto de fuerza de trabajo humana sin tener en cuenta la forma de su gasto”. Así que el trabajo humano concebido como trabajo humano indiferenciado pertenece al proceso de abstracción mediante el cual a la mercancía se le resta el valor de uso.
Trabajo humano indiferenciado y objetividad espectral
El valor concebido de esta forma, como trabajo humano indiferenciado cristalizado en la mercancía, es el valor en su forma natural. Y como señala Marx es una “objetividad espectral”. Hasta el punto de que en El Capital, en la parte dedicada a la forma del valor, Marx se expresa en los siguientes términos: “La objetividad del valor de las mercancías se distingue de la Mistress Quickly en que no se sabe dónde encontrarla. En contraste directo con la burda objetividad sensible de los cuerpos de mercancías, no penetra en su objetividad de valor ni un solo átomo de material natural. De ahí que se le puedan dar las vueltas que se quiera a una mercancía, más como cosa de valor permanece inasequible. Recordemos, sin embargo, que las mercancías sólo poseen objetividad de valor en tanto son expresión de la misma unidad social, del trabajo humano; que su objetividad de valor, por tanto, es puramente social, y se sobreentiende entonces que solamente puede presentarse en la relación social de una mercancía con otra”.
Este es tal vez el principal error en el que incurre Vásquez: sólo concibe el valor en su forma natural, como trabajo humano indiferenciado y donde carece de objetividad, y no en su forma objetivamente social, en la relación de una mercancía con otra.
El tejedor manual y el telar a vapor
Para evitar el error de concebir la fuerza de trabajo como si fueran muchas y distintas en vez de una y la misma, Marx recurre un ejemplo muy ilustrativo. Para transformar 1 kilo de algodón en 1 kilo de hilo un tejedor manual necesitaba 1 hora de trabajo, pero cuando se introdujo el telar a vapor se necesitaba sólo ½ hora de trabajo para transformar 1 kilo de algodón en 1 kilo de hilo. De manera que a partir de ese momento la hora de trabajo que necesitaba el tejedor manual para transformar 1 kilo de algodón en 1 kilo de hilo sólo representaba media hora de trabajo social. Se trata de demostrar que el trabajo que constituye la sustancia del valor de las mercancías es trabajo social y no trabajo individual.
Las objeciones a este planteamiento por parte de Vásquez
Escuchemos a Vásquez en la página 4 de su trabajo: “En primer lugar, no estamos de acuerdo con que el trabajo que crea el valor de las mercancías sea un trabajo social medio, es decir, una especia de trabajo promedio. Y en segundo lugar, tampoco estamos de acuerdo en que una hora de trabajo individual (la del tejedor manual) equivalga a media hora de trabajo social (la del tejedor con telar a vapor)”.
Después de dicho esto Vásquez plantea a continuación esto otro: “Como la ley del valor es la más universal de la economía política, entonces el trabajo que crea las mercancías no es un trabajo social medio, sino el trabajo abstracto individual contenido en cada una de las mercancías. Esto es porque el trabajo abstracto es absolutamente homogéneo e indiferenciado, por lo que no es susceptible de promedios. Solo el trabajo concreto es susceptible de promedios. Por lo tanto, si hablamos del trabajo abstracto no podemos hablar de trabajo social medio, ni tampoco de trabajo individual y de trabajo social.
También nuestra hipótesis central afirma que es un profundo error plantear, como lo hace Marx, que una hora de trabajo individual del tejedor manual puede equivaler a media hora de trabajo social del tejedor con telar de vapor. El trabajo individual o privado, que es el que realmente crea el valor de las mercancías, adquiere su carácter social no por ser una especie de trabajo promedio, sino por ser un trabajo útil socialmente, pues es un trabajo cuyos productos son consumidos por la sociedad.
Además, este trabajo individual forma parte del trabajo social total, el que es necesario para la manutención de toda la sociedad. Por todas estas razones, afirmamos que Marx identificó o redujo el trabajo abstracto al trabajo concreto”.
El ejemplo del holgazán
Si como mantiene Vásquez, el trabajo que crea el valor de las mercancías fuera trabajo abstracto individual, entonces, como advirtió Marx, cuanto más holgazán y menos diestro sea un hombre, tanto más valiosa será su mercancía, puesto que tanto más tiempo consume en su elaboración. El trabajo que constituye la sustancia de los valores de las mercancías es trabajo humano igual, gasto de la misma fuerza de trabajo humano. Toda la fuerza de trabajo de la sociedad que se representa en los valores del mundo de las mercancías rige aquí como si fuera una y la misma fuerza de trabajo humana, aunque conste de innumerables fuerzas de trabajo individuales. Y cada una de estas fuerzas de trabajo individuales es una fuerza de trabajo humana idéntica a las demás, en tanto posee el carácter de una fuerza de trabajo social media, y actúa como tal, esto es, en cuanto en la producción de una mercancía no necesita más que el tiempo de trabajo necesario por término medio.
Trabajo abstracto y fuerza de trabajo
Vásquez mantiene que la sustancia del valor de la mercancía viene constituida por el trabajo individual porque el trabajo humano abstracto es homogéneo e indiferenciado, y en consecuencia no es susceptible de promedio. Creo que Vásquez confunde la fuerza de trabajo, respecto de la cual se puede hacer los promedios que se quiera, con el trabajo coagulado u objetivado en las mercancías, respecto del cual no se plantea ninguna clase de promedios. Un empresario contrata a cuatro peones y a todos le paga lo mismo. Sin duda que habrá diferencia en el rendimiento de sus fuerzas de trabajo, pero a efectos de creación de valor cada una de las cuatro fuerzas de trabajo se considerará como una fuerza de trabajo social media.
La realización del valor de las mercancías
A juicio de Vásquez para que una mercancía se realice como valor sólo es necesario que el trabajo que lo crea sea útil socialmente. Pero esto no es cierto.
Esa es una de las condiciones, pero no la única. A juicio de Marx las condiciones para que el valor de una mercancía se realice, o lo que es lo mismo, atraiga dinero, son las siguientes. Para facilitar la explicación supongamos que dicha mercancía sea tela y que hablamos del caso particular de un tejedor X que acaba de irrumpir en el mercado. Primera condición: el trabajo que crea la tela tiene que ser un eslabón patentado de la división social del trabajo. Segunda condición: si la necesidad social de la tela viene satisfecha por tejedores rivales, el trabajo del tejedor X será sobrante y, con ello, inútil. Tercera condición: se supone que el tejedor X ha gastado en producir la tela el tiempo de trabajo necesario. Pero puede suceder que la suma de toda la tela producida pueda contener tiempo de trabajo gastado de una manera superflua. Si el estómago del mercado no es capaz de absorber toda la tela producida, entonces se demuestra que se gastó en forma de tejeduría una cantidad excesiva de tiempo total social de trabajo. Y cuarta condición: si en el mercado se está vendiendo 1 metro de tela en 1/2 euro y el tejedor X sólo puede producirla en 1 euro, entonces no venderá su tela y su trabajo no será socialmente necesario.