La crisis económica mundial y su impacto desde una visión Marxista

El trabajo aborda, con un enfoque marxista, algunos elementos referentes a la causa y naturaleza de las crisis económicas en general y de la actual crisis mundial en particular, así como los impactos de la misma en el crecimiento del producto, el comercio mundial y en los flujos de inversión extranjera directa.

Se plantea que a pesar de la recuperación de la economía mundial en el 2010 en cuanto a la dinámica de los indicadores estudiados, las perspectivas en el 2011 no son tan halagüeñas, dada la situación por la que atraviesa la economía europea y el problema aún pendiente de la crisis de la deuda pública en Estados Unidos.
1. Introducción
El tema de las crisis económicas ha sido estudiado por los economistas prácticamente desde el nacimiento del Capitalismo. En cuanto a la economía marxista, aunque Carlos Marx no desarrolló una teoría acabada sobre las crisis, sus ideas al respecto le han mostrado a sus seguidores el camino a seguir para profundizar en un tema que se ha convertido, en los marcos de la actual crisis global, en uno de los más tratados por economistas y políticos de las más diversas posiciones.
El presente trabajo aborda, con un enfoque marxista, algunos elementos referentes a la causa y naturaleza de las crisis económicas en general y de la actual crisis mundial en particular. El análisis desde las posiciones del marxismo se hace necesario, por cuanto hay demasiados estudios que tratan de presentar el fenómeno de las crisis económicas como algo coyuntural, que no tiene relación con la dinámica interna del desarrollo del Capitalismo como sistema económico – social y que por tanto, son evitables en el marco de dicho sistema.
2. Desarrollo
2.1. Acerca de la causa de las crisis económicas. Génesis y naturaleza de la crisis económica actual.
Es necesario primeramente precisar la causa de las crisis y los factores que pueden actuar como marco propicio para que se desencadenen.
El marxismo parte del criterio de que las crisis económicas son fenómenos inevitables por cuanto su causa principal radica en la propia esencia del régimen capitalista y ellas mismas son una manifestación de las contradicciones del sistema, en primer lugar, de la que definió Marx como su contradicción económica fundamental, la contradicción entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación capitalista
Es decir, las contradicciones inherentes al modo capitalista de producción provocan la aparición tarde o temprano de la crisis, que actúa como una forma de ajuste violento de las desproporciones existentes, constituyendo un mecanismo de autorregulación del sistema que convierte a las crisis como algo inevitable.
Durante muchos años, los teóricos defensores del sistema capitalista se empeñaron en ignorar el carácter inevitable de las crisis. Pero la realidad no se puede ocultar y se impone, hasta tal punto que ya todos reconocen el “carácter cíclico” de la economía capitalista. Sin embargo, muy pocos reconocen que las crisis son una enfermedad crónica del Capitalismo y que por lo tanto, su desaparición sólo es posible con la desaparición de este sistema.
Resumiendo, la teoría económica de Marx aporta dos conclusiones fundamentales en relación a las crisis económicas: en primer lugar, las crisis económicas surgen del mismo desarrollo del capitalismo, como una solución a las desproporciones que inevitablemente se reproducen como consecuencia del patrón de acumulación del sistema y por lo tanto, son inevitables. En segundo lugar y derivado de lo anterior, mientras exista el Capitalismo, existirán las crisis económicas, sin importar las medidas que tomen los Gobiernos para tratar de evitarlas. Por lo tanto, estas sólo desaparecerán cuando el Capitalismo desaparezca.
En la época en que Marx realiza su estudio del modo capitalista de producción, el desequilibrio entre el mercado de bienes y el mercado financiero no era tan evidente. Con un mercado financiero relativamente poco desarrollado, no era común que los desequilibrios monetarios se trasladaran a la economía real. Por lo tanto, las crisis económicas se presentaban fundamentalmente como “crisis de superproducción”, que comenzaban en la espera de la producción y el comercio, trasladando sus efectos a la esfera de la circulación monetaria. Por supuesto, Marx no pudo estudiar el enorme desarrollo que ha adquirido el mercado financiero en el Capitalismo, cuyo despegue se produce ya en la época del Imperialismo, a partir del dominio de los monopolios y del capital financiero, creando una economía cuyo tamaño supera con creces el de la economía real: la economía financiera.
Sin embargo, a pesar de lo señalado en el párrafo anterior, dando muestras de su genialidad, en su estudio del modo capitalista de producción, Carlos Marx alertó acerca de la aparición de la posibilidad de crisis de este tipo al analizar las funciones del dinero, en particular la función de medio de pago:
La crisis de dinero, tal y como se define en el texto, como una fase especial de toda crisis de producción y de comercio, no debe confundirse, indudablemente, con esa modalidad especial de crisis a que se da también el nombre de crisis de dinero, pero que puede producirse también de un modo independiente, influyendo luego de rechazo sobre la industria y el comercio. Son estas crisis que tienen como centro de gravitación el capital-dinero y que, por tanto, se mueven directamente dentro de la órbita de los Bancos, de la Bolsa y de la finanza (nota de Marx a la tercera edición) (Marx, 1973: 102).
La afirmación anterior, muestra que Marx fue capaz de diferenciar una crisis financiera a pesar del poco desarrollo alcanzado por los mercados financieros en su época.
En el referido análisis se observa como Marx vincula lo que él define como “crisis de dinero” a los problemas estructurales del modo de producción capitalista, algo que muchas veces se olvida en los estudios actuales de las causas de las crisis, de lo cual no se excluyen los estudios de la crisis mundial actual.
De esta forma, vemos que en la teoría económica marxista se reconocen dos tipos de crisis: el primer tipo, es la crisis que se origina en la producción y el comercio, y los problemas en la circulación y en el mercado de dinero son la expresión monetaria de dicha crisis. El segundo tipo se trata de una “crisis de dinero” propiamente dicha, originada en la esfera monetaria o financiera que puede o no influir sobre la producción y el comercio (Caputo, 2008).
En la literatura económica actual, es muy común observar que se utilizan indistintamente los conceptos de crisis financiera (Ver ANEXO) y crisis económica. Vale aclarar que las crisis financieras son, por supuesto, crisis económicas, pues las finanzas forman parte indudablemente de la economía. Pero en este caso, se trata de diferenciar a las crisis que se originan en la economía financiera y que pueden afectar o no a la economía real (el segundo tipo de crisis definido por Marx). Entonces generalmente, cuando se habla de crisis económica se refieren al primer tipo de crisis, que estalla en la economía real, cuyos efectos se trasladan a la economía financiera.
El desarrollo de los mercados financieros en la época del imperialismo, no solo a nivel nacional, sino también internacional y el crecimiento desmesurado de la inversión con fines especulativos, ha ido profundizando cada vez más la desproporción existente entre ambas economías; la real y la financiera. Dicha desproporción provoca la acción cada vez más frecuente y destructiva de su mecanismo principal de autorregulación: la crisis financiera.
Si para Marx las crisis eran de superproducción o sobreproducción debido a una acumulación de mercancías producidas que no encontraban comprador porque los ingresos de la mayoría de los compradores (obreros asalariados) se retrasaban respecto a la dinámica productiva empujada por el afán de ganancia de los capitalistas, ya con el surgimiento del imperialismo y el crecimiento del papel de las finanzas, a las crisis capitalistas se incorpora un nuevo elemento: el peligro de las burbujas financieras que son capaces de destruir la estructura de las finanzas, contraer el crédito y por esa vía provocar un desplome de la demanda real, desembocando en una crisis de efectos como los anunciados en el análisis marxista.
Los economistas han llamado la atención constantemente sobre la peligrosidad de las burbujas financieras, las cuales tienden a estallar si la especulación no es controlada dentro de límites. Ese control debe hacerlo el Estado mediante la regulación del sector financiero y con la política tendiente a favorecer la inversión productiva en economía real por encima de la inversión financiera especulativa. Esta fue la esencia de la política keynesiana aplicada en Estados Unidos a partir de la década del 30 del pasado siglo y que se hizo predominante en el mundo capitalista hasta la década de los 80.
Con la entrada del neoliberalismo como política económica predominante, el sector financiero y la especulación se desarrollan desenfrenadamente. Se pasa a eliminar toda regulación o restricción al libre movimiento del capital (en especial en forma financiera), incluyendo las regulaciones sobre seguridad y transparencia en las operaciones bancarias. Se inició una etapa en la que las regulaciones keynesianas fueron eliminadas y se permitió la especulación desenfrenada con todo lo susceptible de rendir una ganancia apostando a un precio futuro en el llamado mercado financiero globalizado y cuyo centro es la economía de Estados Unidos.
Es de reconocimiento general que las burbujas financieras provocan dos graves daños a la economía (Martínez, 2009). Uno de ellos es que tarde o temprano estallan, porque su lógica consiste en que las operaciones especulativas son más rentables cuanto más arriesgadas e inseguras y además crean adicción pues obligan a aumentar la masa de dinero y la cadena de deudas involucradas, hasta que dicha cadena se quiebra en algún punto por deudas no pagadas y la armazón especulativa se desploma con un efecto muy peligroso de arrastre sobre las instituciones financieras que se puede trasladar a la economía real.
El otro efecto dañino de las burbujas especulativas consiste en que masas crecientes del capital dejan de invertirse en la economía real donde se crea empleo, tecnologías y valores, para desviarse hacia la colocación especulativa en forma líquida, en una actividad parasitaria y así minando el potencial de crecimiento de la inversión de capital.
La profundidad de una crisis económica generada a partir de la explosión de una burbuja financiera depende de su extensión a la economía real. Si el resultado es la pérdida financiera, que puede ser cuantiosa, pero no toca con fuerza a la economía real, no pasa de ser una simple crisis financiera, como lo que ocurrió en el sector de la informática en Estados Unidos en el año 2001. Es la desaparición o el súbito encarecimiento del crédito, que es como el aceite que engrasa la maquinaria de la economía moderna, el factor determinante en la conversión de una crisis financiera en una crisis económica generalizada de gran profundidad, como es el caso de la actual crisis (Martínez, 2009).
Las consecuencias de las políticas neoliberales son evidentes: creció significativamente la frecuencia de las crisis financieras que han afectado a diferentes países y regiones: crisis mexicana en 1994 (“Efecto Tequila”); crisis asiática en 1997; crisis en Brasil y Rusia en 1998; crisis argentina en el 2001; crisis en EEUU en el 2001. Es decir, seis crisis financieras en solo siete años.
La enorme interdependencia que se ha creado entre las economías capitalistas nacionales, en el marco del proceso de Globalización de la economía mundial, crea condiciones cada vez más favorables para que las inevitables crisis que afectan las economías de los países capitalistas desarrollados, en especial la economía de los EE UU, se conviertan en crisis mundiales como la actual, con efectos cada vez más perjudiciales.
Ahora bien, aunque los economistas han planteado diferentes causas de las crisis en dependencia de la teoría económica que defienden, existe el criterio generalizado de que para que se desencadenen es necesaria la presencia de varios factores. En otras palabras, la crisis es producto no de uno, sino de la acción de varios factores y el problema radica en cuál de ellos se considera como la fundamental. Estos factores actúan como catalizadores para su desencadenamiento, incidiendo en su duración y profundidad y de ellos se destacan entre otros, los siguientes (Ruiz, 2009):

  1. La gran volatilidad de los flujos de capitales y sobre todo los de carácter especulativo en el corto plazo.
  2. Bajo nivel de las reservas internacionales.
  3. Existencia de elevados déficit fiscales financiados por la vía de la emisión de dinero y/o el endeudamiento externo.
  4. La existencia de actitudes de riesgo moral en la banca privada y los inversionistas en general pues se asume que habrá rescate ante posibles fracasos en las inversiones realizadas.
  5. Débil regulación y supervisión prudencial a los bancos e instituciones financieras no bancarias.
  6. Excesiva desregulación de la cuenta de capital de la Balanza de Pagos, sin tener en cuenta el entorno macroeconómico real en que se mueve el país.
  7. La acción de los especuladores.
  8. La aparición de instrumentos financieros cada vez sofisticados, que pueden escapar de los mecanismos de control y regulación creados para los ya existentes.

La concurrencia de todos o varios de estos factores a un tiempo son determinantes en el inicio, profundidad y duración de las crisis financieras.
En el caso de la crisis económica mundial actual, se puede observar la presencia de varios de los factores antes mencionados, sobre todo en lo que se refiere a los seis últimos.
Lo anterior se confirma si se expone una breve historia de los inicios de la misma:
(I) Crisis en el sector inmobiliario de EE UU. Entre 1997 y 2006 se produce un boom del precio de los inmuebles, con un crecimiento aproximado en el período en término reales del 85 %. Este boom crea una burbuja especulativa en dicho mercado, que a principios del 2009 tenía un valor aproximado de 13 billones de USD, con un crecimiento especial del mercado de las hipotecas, en particular de la hipotecas subprime cuyo valor en la misma época ascendía a 2,6 billones (Ruiz, 2009). En el sector inmobiliario de Estados Unidos el proceso es muy claro. Allí creció la compra-venta de casas y de hipotecas sobre ellas, al calor de las apuestas especulativas sobre el precio futuro de las viviendas. En el período señalado el precio de las viviendas crecía de año en año, de tal modo que era muy fácil pedir una hipoteca, pues el aumento de precio de la casa compensaba rápidamente el costo de la hipoteca.
Fue un mecanismo eficaz para estimular el consumismo de la población norteamericana que en los créditos hipotecarios encontraba el financiamiento para hacer compras crecientes a cuenta del crecimiento del precio de la vivienda. A su vez, las entidades financieras tomaban las hipotecas y las convertían en activos, las titularizaban o convertían en títulos de valor y las vendían y revendían con márgenes de ganancia en operaciones cada vez más lucrativa y riesgosas (Martínez, 2009).
Los vendedores de hipotecas las ofrecían con crecientes facilidades, pues la especulación así lo pedía para aumentar la masa de operaciones y se llegó a los llamados “créditos subprime” o “créditos por debajo de la norma de calidad”, que no son otra cosa que créditos concedidos a prestatarios que en condiciones normales nunca lo hubieran obtenido, pues no podrían demostrar solvencia para respaldarlo.
Bajo el impulso especulativo, las entidades financieras hoy en quiebra elaboraron sofisticados instrumentos financieros que elevaron la ganancia y el riesgo a extremos máximos. Un ejemplo son los llamados CDO (Collaterized Debt Obligations) que son papeles o títulos de valor que le ofrecen a su comprador el derecho a un rendimiento financiero derivado de un título o paquete cuya composición no está clara, o sea, que no se conocen sus ingredientes internos, pues se trata de títulos basados en títulos anteriores, en los cuales los componentes sucesivos de la cadena han quedado oscurecidos. Al bajar repentinamente el precio de las viviendas, se crea una crisis de liquidez, la cual por supuesto afecta los activos de las instituciones financieras que tienen grandes inversiones en el sector. Los deudores no pueden cancelar sus deudas. Y los acreedores no tienen a quien cobrárselas.
(II) Como consecuencia de lo anterior, se produce una brusca contracción del crédito, que ya de hecho se había ido contrayendo debido al aumento de la tasa de interés por la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) que refuerza la falta de liquidez ya existente.
(III) La crisis de liquidez existente produce un efecto de retroalimentación, donde la contracción del crédito afecta la economía real, provocando recesión, pues para mantener la producción de bienes y servicios es necesario contar con el capital aportado por las instituciones bancarias para invertir. Al disminuir la cantidad de dinero disponible para las grandes inversiones, el crecimiento de la economía se detiene y retrocede.
Resumiendo, se trata del mecanismo que hace estallar las burbujas financieras: ellas crecen impulsadas por la elevada ganancia en operaciones cada vez más arriesgadas y por la ausencia de controles, hasta que los agentes no puede pagar y comienza el derrumbe en cascada.
Por la dimensión de lo ocurrido, la crisis actual es la más severa desde 1929 y sus efectos pueden ser aun mayores que en aquella ocasión si se tiene en cuenta que la burbuja financiera actual es mucho mayor y es superior el grado de globalización que hoy existe, lo que significa mayor capacidad de difusión de la crisis entre economías mucho más interconectadas por el mercado financiero globalizado.
Las primeras expresiones de crisis comenzaron en agosto de 2007 en Estados Unidos como ya se indicó y se transmitieron rápidamente a toda la economía mundial, a pesar de las billonarias inyecciones de dinero que aportaron los gobiernos de los principales países capitalistas desarrollados en su afán de detenerla.
Finalmente, podemos destacar algunas características importantes de la crisis económica mundial:

  1. Comienza por el estallido de una burbuja financiera en la mayor economía del mundo: los Estados Unidos.
  2. La crisis se traslada rápidamente a la economía real norteamericana y a su vez, al resto de las economías del mundo, afectando con mayor profundidad a las más desarrolladas.
  3. Por su amplitud y profundidad, es comparable con la crisis mundial capitalista de 1929. Es la peor crisis del mundo capitalista después de aquella.
  4. Las políticas neoliberales desarrolladas por los Gobiernos de las principales potencias imperialistas, en primer lugar Estados Unidos, tienen la mayor parte de la responsabilidad en el desencadenamiento de la crisis. No obstante, más tarde o más temprano ésta estallaría, como consecuencia del propio desarrollo del sistema y sus contradicciones.

2.2. Los impactos de la crisis en la economía mundial: Producto Interno Bruto (PIB) y Comercio Mundial
Aunque los efectos de la crisis son diversos, se destacan en particular los sufridos por la dinámica del crecimiento de la producción, el comercio y los flujos de inversión extranjera directa mundiales. En el caso del crecimiento del PIB y el comercio mundial, son evidentes los impactos de la crisis. Los ritmos de crecimiento sufrieron una brusca desaceleración a nivel de toda la economía mundial (Gráfico 1) y prácticamente para todas las regiones y las economías nacionales más dinámicas.
Llama la atención en particular el hecho de que después de haberse mantenido entre el 2004 y el 2007 por encima de la media del período 1998-2008, el crecimiento del PIB y de las exportaciones de mercancía en el 2008 y en el 2009 estuvo notablemente por debajo de esta media, con un crecimiento negativo en ambos indicadores en el 2009, por primera vez en 10 años. (Gráfico 1).
Gráfico 1. Crecimiento del volumen de la exportación mundial de mercancías y del Producto Interno Bruto, 1999-2009 (variación porcentual anual)
Al observar la dinámica del volumen de las exportaciones mundiales en un período mucho más largo, es evidente que jamás se había producido una caída de este indicador como el observado en el período 2008-2009, lo cual ratifica la profundidad de la crisis actual (Gráfico 2)
Gráfico 2. Volumen de las exportaciones mundiales de mercancías, 1965-2009 (porcentaje de variación anual)
El comercio mundial de manufacturas, con un creciente dinamismo en las últimas décadas, ha experimentado de forma especial los efectos de la crisis (Tabla 1). Todos los rubros descendieron en el 2009, particularmente el comercio de hierro y acero, industria automotriz y maquinarias industriales.
Tabla 1. Comercio mundial de bienes manufacturados por productos, 2008-2009 (cambio porcentual anual en dólares corrientes)
El recrudecimiento de la crisis en el 2009 es evidente cuando se observan los datos de la dinámica del PIB y el comercio de mercancías por región (Tabla 2). Solamente China e India, dos de las economías de mayor dinamismo en los últimos años, mostraron tasas de crecimiento del PIB notables en 2009, sin embrago, mostraron un decrecimiento notable en sus exportaciones, las cuales venían creciendo sostenidamente. En cuanto a las importaciones, únicamente China crece, aunque con una desaceleración manifiesta (Tabla 2).
Tabla 2. PIB y comercio de mercancías por región, 2007-2009 (variación porcentual anual)
En todas las regiones del mundo se produjeron notables decrecimientos en las exportaciones e importaciones de mercancías, destacándose negativamente las regiones más fuertes, América del Norte y Europa, con decrecimientos de ambos indicadores muy por encima de la media mundial (Gráfico 3). En el propio gráfico se puede observar que América del Sur y Centroamérica, así como la llamada Comunidad de Estados Independientes (países que conformaron la antigua Unión Soviética), también tuvieron un decrecimiento notable de sus importaciones en el 2009.
La disminución de los ritmos de crecimiento del PIB y las exportaciones e importaciones fue particularmente evidente para las economías de EE UU, la Unión Europea y Japón. Una mirada más cercana a algunas de las economías más poderosas y dinámicas, muestra con mayor claridad la incidencia de la crisis en lo que a comercio mundial de mercancías se refiere.
En todos los casos es evidente la caída de las exportaciones e importaciones a partir de julio de 2008 en las economías de mayor desarrollo (Gráfico 4), así como en algunas de las llamadas “economías emergentes” (Gráfico 5)
Gráfico 3. Crecimiento del comercio mundial de mercancías por región, 2009 (variación porcentual anual)
Es particularmente llamativo el brusco descenso del valor de las exportaciones chinas, pues precisamente este es el indicador en el cual más se destacaba la gran nación asiática en los últimos años, habiéndose colocado como el primer exportador mundial de mercancías (Gráfico 5). En las propias gráficas se puede observar que a lo largo del 2009 parece manifestarse una lenta recuperación de los volúmenes de las exportaciones e importaciones, aunque en ningún caso de alcanzan los valores pre crisis.
Hay que hacer notar que, pese a todas las vicisitudes, la economía china ha logrado mantener el superávit comercial que la ha caracterizado en los últimos años. En este aspecto, también destacan la Federación Rusa y el gigante latinoamericano, Brasil.
Gráfico 4. Comercio mundial de mercancías en economías seleccionadas, enero 2006-enero 2010 (billones de dólares)
Gráfico 5. Comercio mundial de mercancías en economías seleccionadas, enero 2006-enero 2010 (billones de dólares)
Finalmente, al observar los referidos gráficos 4 y 5 saltan a la vista tres cuestiones que llaman la atención:
1. La enorme brecha entre las exportaciones e importaciones de EE UU, país que presenta el mayor déficit comercial entre las economías seleccionadas.
2. Una caída más pronunciada de las exportaciones e importaciones en las llamadas economías emergentes, especialmente los casos de China, Brasil, República de Corea y la Federación Rusa.
3. La existencia de un sincronismo casi perfecto en el momento en que comienza la caída de las exportaciones e importaciones (julio de 2008), independientemente del tamaño de la misma.
En resumen, es evidente que la crisis revirtió drásticamente la tendencia al crecimiento, en algunos casos impetuoso, que en los últimos años había caracterizado el comercio mundial.
Al observar los pronósticos de crecimiento del PIB y el comercio para el año 2008, aun los más conservadores, se ve que fueron muy superiores a la realidad, lo cual confirma que los especialistas de los organismos internacionales fueron incapaces de prever la magnitud de la crisis (Tabla 3).
El panorama cambió en el 2010, con una evidente recuperación en el crecimiento del volumen de las exportaciones mundiales de mercancías, muy por encima del promedio de los últimos 18 años (Gráfico 6). Este crecimiento fue del 14,5 %, lo cual constituye un récord histórico para los últimos 60 años. En el propio gráfico 6, se puede observar que el crecimiento del PIB mundial en el 2010 (3,6 %), estuvo lejos de lo que se podía esperar, solo un poco por encima del promedio 1990-2008 (3,1 %). Tanto en la recuperación del crecimiento del comercio mundial, como en el caso del PIB, el aporte de las economías en desarrollo fue fundamental.
Gráfico 6. Crecimiento del volumen del comercio mundial de mercancías y el PIB, 2000-2010. (Variación porcentual anual).
Sin embargo, el enorme salto en el crecimiento del comercio mundial no pudo llevar el comercio mundial de mercancías al ritmo de crecimiento alcanzado en la etapa pre crisis (Gráfico 7).
Gráfico 7. Volumen del comercio mundial de mercancías, 1990-2010 (índice 1990=100)
Después de los desastrosos años que fueron el 2009 y el 2009 en términos de crecimiento económico (PIB) y del comercio mundial de mercancía, las estadísticas oficiales del 2010 arrojan una esperanza de recuperación (Tabla 4). China y la India siguen siendo los grandes colosos en términos de crecimiento. La recuperación de la Unión Europea y de Europa en general, es la más lenta.
Tabla 4. PIB y comercio mundial de mercancías por región, 2008-2010 (variación porcentual anual).
Sin embargo, el crecimiento de los precios del petróleo y el desastre provocado por el terremoto y posterior tsunami en Japón, han ensombrecido este panorama de recuperación y según la Organización Mundial del Comercio, el estimado del crecimiento del comercio mundial para el 2011 se fija en un modesto 6,5 %. La proyección de crecimiento del PIB es aún menor (Gráfico 8)
Gráfico 8. Crecimiento del volumen del comercio mundial de mercancías y el PIB, 2000-2011 (Variación porcentual anual).
a. Proyecciones
2.3. Los impactos de la crisis en la economía mundial: Inversión Extranjera Directa
Los efectos de la crisis se evidenciaron también fuertemente en los flujos de la IED, los cuales, después de un crecimiento sostenido a partir del 2003 y alcanzar un tope histórico en el 2007, cayeron en picada en el 2008 y 2009 (Gráfico 9). El año 2010 mostró una ligera recuperación de estos flujos.
Gráfico 9. Entradas de IED, globales y por grupos de economía, 1980-2010 (miles de millones de USD)
Fuente: UNCTAD, Word Investment Report 2011
Cuando se observan las entradas de IED en los 20 mayores receptores en los años 2008 y 2009 (Gráfico 10), es notable que excepto en los casos de Alemania, Italia, Luxemburgo y Singapur, se produjo una caída del volumen de estas, en algunos de gran magnitud, como en Estados Unidos, Bélgica, Reino Unido y la Federación Rusa.
Gráfico 10. Entradas de IED en los 20 mayores receptores, 2008-2009 (billones de dólares).
Como se apreció con anterioridad (Gráfico 9), el año 2010 se caracterizó por una ligera recuperación de las entradas de IED. A nivel mundial, las entradas de IED crecieron en un 5 % en relación al 2009. El mayor aporte a esta recuperación lo dio la región de América del Norte, mientras que la región europea continuó decreciendo (Gráfico 11)
Gráfico 11. Variación de entradas de IED por región, 2010.
Al observar la distribución de la entradas de IED por región en los años 2009 y 2010 (Gráfico 12), se aprecia que el gran perdedor es la región europea, mientras que América del Norte es la región con mayor crecimiento.
Gráfico 12. Composición de las entradas de IED por región, 2010.
La recuperación, vista desde la posición de los 20 principales receptores de IED en el 2010 (Gráfico 13), muestra que Estados Unidos y China siguen conservando las dos primeras posiciones, con una notable recuperación de Bélgica, que pasa del lugar 17 a la cuarta posición y la inclusión de Brasil en el selecto grupo de avanzada (lugar 5)
Gráfico 13. Entradas globales de IED en los 20 primeros receptores, 2010
Las proyecciones para el período 2011-2013 muestran una tendencia a la recuperación, aunque el escenario pesimista considera la posibilidad de un estancamiento en estos flujos (Gráfico 14).
Gráfico 14. Flujos globales de IED, 2002-2010 y proyecciones 2011-2013 (miles de millones de dólares)
Fuente: UNCTAD, WIR 2011
Un elemento importante a considerar es el aumento de la tendencia a la introducción de medidas regulatorias para la IED en los últimos 10 años (Gráfico 15).
Gráfico 15. Evolución de los cambios regulatorios a la IED, 2000-2010
Estos cambios regulatorios han ido creciendo en los países subdesarrollados, sobre todo en el área de Latinoamérica y el Caribe, en virtud del ascenso al poder de Gobiernos populares en países de esta área que se han dedicado a recuperar y proteger la soberanía nacional. (Gráfico 16)
Gráfico 16. Composición de los cambios regulatorios por región, 200-2010 (%).
Como se observa claramente en el gráfico, la única región del mundo en la que predominan los cambios regulatorios desfavorables a la IED en el 2010, es Latinoamérica. Las medidas adoptadas por los Gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina en esa dirección tienen el peso fundamental en este resultado.
3. Situación y perspectivas en el 2011
Independientemente de que tal y como se vio con anterioridad, el año 2010 presentó un escenario de recuperación para la economía mundial, en el 2011 existen factores que introducen fuertes elementos de incertidumbre en cuanto a las perspectivas de una salida definitiva de la crisis. A los ya señalados del aumento de los precios del petróleo y los efectos de los desastres naturales sobre la poderosa economía japonesa, es necesario agregar en primer lugar, el hecho de que la economía europea muestra evidentes signos de debilidad, los cuales tienen su manifestación más clara en la situación de Grecia, Portugal y la propia España.
Si esto fuera poco, está el problema de la enorme deuda pública de Estados Unidos, una historia que está muy lejos de terminar, independientemente del acuerdo alcanzado para elevar su techo legal e impedir que el Gobierno Norteamericano se declarara en “default” (suspensión de pagos).
Hace apenas unos días (28 de julio de 2011), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) alertó que la crisis de la deuda pública en Estados Unidos puede tener un “fuerte impacto” en la región, el segundo tenedor de dólares a escala mundial. “La CEPAL observa con preocupación la situación”, subrayó la entidad. “La demora en aprobar un nuevo techo para la deuda pública estadounidense constituye una amenaza”, insistió.
La CEPAL, que días atrás planteó que la región seguiría creciendo al menos hasta 2012, sostuvo ahora que una crisis en Estados Unidos afectaría el valor de activos, los tipos de cambio y la actividad económica. “Estados Unidos es el principal socio económico de la región y su importancia es aún mayor para México y los países de Centroamérica y el Caribe”.
Pero también hay riesgos sobre el sector financiero, debido a que la región es hoy “el segundo tenedor de activos en dólares, detrás de China”, con reservas por $700,000 millones. De ellas, $335,000 millones corresponden a Brasil, seguido de México ($131,000 millones), Argentina ($51,000 millones), Perú ($47,000 millones), Chile ($34,000 millones) y Venezuela ($28,000 millones) . Un volumen importante de esas remesas corresponde a capitales especulativos que podrían salir bruscamente de la región ante una crisis en Estados Unidos.
A pesar de que se alcanzó el acuerdo que impidió que Estados Unidos cayera en la suspensión de pagos, el mayor riesgo, a juicio de muchos analistas, es el problema de la deuda a largo plazo. Según han apuntado varios analistas de Wall Street, la rebaja de la calificación de máxima solvencia de Estados Unidos podría hacer subir los tipos de los bonos del Tesoro entre seis y siete décimas de punto porcentual, lo que añadiría unos 100.000 millones de dólares al año a los intereses de la deuda estadounidense. Además, se dispararían los tipos de interés para los consumidores estadounidenses, con el consiguiente efecto negativo sobre la recuperación económica de la mayor economía del mundo y por consiguiente, de la propia economía mundial.
Apenas hace dos años (agosto 2009), cuando aún no se hablaba como hoy de la “crisis de la deuda” de Estados Unidos, Itsván Mészáros escribió:
Sin embargo, tan sólo los idiotas y los apologistas a ciegas pueden negar que la práctica en curso del manejo de la deuda de los Estados Unidos está edificada sobre piso muy movedizo. Se hará totalmente insostenible cuando el resto del mundo (incluido el “Tercer Mundo” al que todavía se le extraen con éxito de una u otra manera enormes transferencias cada año) ya no siga estando en posición de producir los recursos que requiere la economía norteamericana para mantener su existencia como el todavía hoy a menudo idealizado “motor” de la economía mundial capitalista (Mészáros, 2009: 57)
4. Consideraciones finales
A manera de conclusiones, se pueden destacar las cuestiones siguientes:
I. El análisis de los impactos de la crisis económica mundial actual debe partir del reconocimiento de que dicha crisis está profundamente vinculada con el desarrollo de las contradicciones del modo de producción capitalista y que por tanto, la solución definitiva de este grave problema no es posible en el marco de este sistema. La crisis es un fenómeno endémico a la economía capitalista.
II. La crisis afectó seriamente el dinamismo que en los últimos cinco años había caracterizado a la economía capitalista, especialmente en términos de crecimiento del PIB, del comercio mundial y de los flujos de IED. Esta afectación abarcó todas las regiones del mundo, aunque paradójicamente se manifestó con mayor fuerza en las economías más desarrolladas. El comercio mundial en particular, tuvo en el 2009 su mayor contracción desde la década de los 30 del siglo pasado.
III. La recuperación de la economía mundial será un proceso largo y doloroso, lleno de contradicciones. A pesar de los signos de recuperación de la economía mundial en 2010, es necesario seguir con atención la evolución de la economía europea y de Estados Unidos, especialmente en lo referido a la situación de la deuda pública de esta última nación. Al parecer, no se puede ser muy optimista y no se vislumbra una salida definitiva de la crisis en el corto plazo.

5. Bibliografía

  1. Arcanjo, J. y A.M. Ruiz (2001): “El Sistema Monetario Internacional: propuesta de cambios”. Tesis en opción al Título de Licenciado en Contabilidad y Finanzas, Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, Departamento de Economía.
  2. Caputo L., O. (2008): “La crisis inmobiliaria en Estados Unidos. La eventual séptima crisis cíclica de la economía mundial”, Temas de Economía Mundial No. 14, Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), La Habana.
  3. Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) (2010): Estudio económico de América Latina y el Caribe, 2009-2010, Publicación de las Naciones Unidas, Santiago de Chile, septiembre 2010.
  4. Fanelli, J.M. (1998): “Teoría y política monetaria”. Curso de Maestría en Artes Económicas. Material impreso. Universidad de La Habana, La Habana.
  5. Krugman, P.R. y M. Obstfeld (1995): Economía Internacional Teoría y Política, McGraw-Hill, (tercera edición)
  6. Martínez, O. (2009): “La larga marcha de la crisis económica capitalista”, Temas de Economía Mundial, Edición Especial, Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), La Habana.
  7. Marx, C. (1973): El Capital, Editorial Ciencias Sociales, La Habana
  8. Mészáros, I. (2009): La crisis estructural del capital, Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información (MINCI), disponible en www.minci.gob.ve / [email protected]
  9. Ruiz C., A.M. (2009): “La crisis económica mundial y sus impactos: una visión desde el marxismo”. Ponencia presentada en Evento Provincial sobre Globalización y Problemas del Desarrollo, ANEC, Santa Clara, Villa Clara, Cuba (Formato Digital)
  10. Sachs J.D. y F. Larraín (1994): Macroeconomía en la economía global, Prentice Hall Hispanoamericana
  11. United Nations Conference on Trade and Development (UNCTAD) (2011): World Investment Report 2011, United Nation, New York and Geneva
  12.  ——————————— (2010): World Investment Report 2010, United Nation, New York and Geneva
  13. World Trade Organization (2011): World Trade Report 2011. WTO Publications, Suiza.
  14. ——————————— (2010): World Trade Report 2010. WTO Publications, Suiza.

ANEXO

ACERCA DEL CONTENIDO DEL CONCEPTO DE CRISIS FINANCIERA

En el análisis las crisis financieras, es necesario precisar de alguna forma el contenido del concepto, pues muchas veces este es utilizado para definir cualquier desarreglo de carácter monetario, dándole un significado vago o atribuyéndole un significado que no tiene. Cabe entonces preguntarse: ¿qué es una crisis financiera?
Para responder a la misma, hay que abordar primero dos cuestiones de primer orden: la liquidez y la confianza.
Una regla aceptada por los analistas financieros de las empresas es que para tener una posición financiera líquida, los activos financieros de corto plazo deben ser superiores a los pasivos de corto plazo. Sin embargo, esta regla de administración financiera a nivel microeconómico no puede ser válida a nivel macroeconómico, o sea, para la economía monetaria como un todo (Fanelli, 1998).
Como el activo financiero de un agente es el pasivo financiero de otro, a nivel de toda la economía no puede darse el caso de que todos los agentes estén líquidos al mismo tiempo, es decir, que todos tengan al mismo tiempo un exceso de sus activos financieros por sobre sus pasivos exigibles en el corto plazo.
Esta característica de la economía monetaria es la que le asigna un papel central al Gobierno y al sistema bancario en las economías modernas, en el sentido de que el Gobierno y los bancos son los encargados de proveer liquidez al sistema y por lo tanto son las instituciones que por lo general estarán ilíquidas, en el sentido de que sus pasivos exigibles en el corto plazo tenderán a ser mayores que sus activos financieros de corto plazo. En otras palabras, todo el mundo piensa que los bancos son instituciones de gran liquidez, por cuanto son las instituciones que le dan liquidez al sistema, cuando sucede todo lo contrario. Y entonces aparece la cuestión de la confianza.
Cuando la confianza en los bancos y el Gobierno (Banco Central) es alta, nadie piensa en exigir sus pasivos de corto plazo a estas instituciones. Los agentes se comportan como si ellas fueran las instituciones más líquidas del sistema, cuando de hecho no lo son.
¿Qué sucede si la confianza en los Bancos se deteriora? Entonces los agentes querrán realizar al mismo tiempo sus pasivos de corto contra los bancos y se producirá lo que se llama una corrida bancaria. Por supuesto que los bancos no podrán responder a todas sus obligaciones si la corrida es lo suficientemente grande, y entonces se produce una crisis bancaria. Esta crisis puede llevar al colapso de la economía monetaria a menos que el Banco Central apoye a al sistema bancario proveyéndole liquidez como prestamista de última instancia.
Sin embargo, ¿qué sucede si la crisis de confianza es tan grande que afecta al Gobierno? Los agentes en estas condiciones podrán exigir realizar sus pasivos contra el Banco Central, produciéndose la corrida contra éste. El resultado de esto dependerá del régimen de tipo de cambio existente.
En un sistema de libre convertibilidad con tipo de cambio fijo, la crisis bancaria se puede convertir en una crisis de Balanza de Pagos, pues la autoridad monetaria está comprometida con la defensa del tipo de cambio, y tendrá que disponer de sus reservas en activos externos, las cuales se pueden agotar rápidamente si no es posible recuperar la confianza y detener la corrida. El deterioro en la confianza se puede profundizar si los agentes tienen expectativas de devaluación, pues ante la inminente pérdida del valor de la moneda nacional, los agentes se apresurarán aun mas a desprenderse de la misma, produciéndose una corrida masiva contra la moneda extranjera, pues nadie espera a mañana, produciéndose un ataque especulativo, momento este en que las reservas del Banco Central disminuyen abruptamente.
En estas condiciones, ante la pérdida de sus reservas, el Gobierno no puede continuar defendiendo el tipo de cambio y si medidas tales como devaluaciones sucesivas, aumento de los tipos de interés o ambas combinadas no detienen la salida de las reservas, entonces la economía pasará al régimen de tipo de cambio flotante.
Si el régimen es de tipo de cambio flotante y el mercado de activos ajusta por precios en lugar de hacerlo por cantidad, la depreciación de la moneda doméstica podría llevar a la aceleración de la inflación hasta el extremo de desembocar en una hiperinflación.
Es importante hacer notar, que partiendo de un régimen de tipo de cambio fijo, los resultados descritos anteriormente se pueden combinar, pues una vez que llega el ataque especulativo, en la práctica es muy difícil mantener a la economía en ese régimen.
Si se mira el panorama del Sistema Monetario Internacional en el momento del colapso del sistema de Bretton Woods, se observa algo muy similar a una crisis de Balanza de Pagos a nivel internacional, lo que provocó el derrumbe del sistema internacional de tipo de cambio fijo vigente hasta ese momento.
Concluyendo, el concepto de crisis financiera abarca dos momentos fundamentales: cuando la crisis afecta solo al sistema de la banca privada interna, lo cual se identifica con el concepto de crisis bancaria (Aquí la pérdida de confianza se limita a este sistema); y cuando la crisis afecta también al Banco Central, y por tanto se manifiesta como una crisis de Balanza de Pagos (La pérdida de confianza se traslada al Gobierno).
Una cuestión en el caso de las crisis bancarias es si es posible evitarlas o no, pues una vez que se desencadenan no existe otra opción para el Banco Central que la de actuar como prestamista de última instancia, con la perspectiva de evitar el derrumbe del sistema bancario que resulta más perjudicial para la economía que la propia magnitud de los gastos en el rescate del sistema. El conocimiento de esto lleva muchas veces a los bancos a adoptar posiciones de riesgo moral, ante la seguridad de que van a ser ayudados a resolver las situaciones de crisis, lo cual se corresponde exactamente con la posición asumida por la banca privada y otras instituciones financieras en los momentos actuales. Este elemento explica además la forma de actuar de los Gobiernos de los países capitalistas ante la crisis actual. Es la respuesta del Estado Capitalista en defensa del sistema que se encuentra en peligro, es decir que los Gobiernos capitalistas están asumiendo la principal función para la que existen y que a veces se olvida: preservar el dominio de la clase a la cual representan.
Fuente: Ruiz C., A.M. (2009): “La crisis económica mundial y sus impactos: una visión desde el marxismo”. Ponencia presentada en Evento Provincial sobre Globalización y Problemas del Desarrollo, ANEC, Santa Clara, Villa Clara, Cuba (Formato Digital).

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