Obviamente cuando un ciudadano llega a la cárcel, es por que ha fracasado la familia, ha fracasado la escuela y también el entorno del ahora interno.
Cuando un interno se encuentra dispuesto para lograr su recuperación aun sin lograrlo, pero si desde el voluntarismo, ha entendido que existe un futuro donde nunca lo hubo.
Indudablemente, el proceso y el deseo de que un proceso tenga éxito, son dos cosas diferentes, las que aparecen como iguales al inicio.
Muchos se amparan en la existencia de una ley que habla de la reinserción o rehabilitación social, o en la educación y la reinserción, pero el hecho que estas leyes existan no significa que se sepa en el terreno de la práctica que hacer con los presos.
Los internos o residentes pueden llegar a transitar por una práctica de meros entretenimientos irresponsables, donde es imposible determinar si los objetivos educativos, de trabajo, sociales, laborales espirituales y otros, realmente están en línea con la cura de su sociopatia o su génesis delictiva.
En muchos casos un delincuente termina en un psiquiátrico por que no se encuentra un limite determinado entre mentalidad trasgresora o mentalidad desviada patológicamente.
Es bueno y sano reconocer que muchos especialistas abordan a los internos desde su mejor intención humana y cristiana, pero no llegan a saber a ciencia cierta si tendrán algún resultado, puesto que la pena es cuánticamente limitada y el tratamiento es subjetivamente limitado, y es ad referéndum de resultado.
Los conceptos de pena y culpa, carecen puntos de contacto con los conceptos de preeducación y re-socialización, es entonces cuando la pregunta del sentido de la cárcel es realmente el mismo para la victima de un delito, como para el servicio penitenciario federal.
La clave de la reinserción es la aceptación, sin aceptación no hay inclusión y es entonces nos damos cuenta que estos “delincuentes”, son formados y obligados a ser por la misma expulsora sociedad, la que encierra sus errores en el gatopardismo de pretender prevenir el delito, o saciar los bajos sentimientos de venganza, tan o mas malos que los del delincuente en la comisión de un delito.
Es muy importante saber que en un espacio intramuros, en medio de la confusión y la falta de libertad, en medio de la exclusión que puede agravar y fortificar la condición de “diferente”, todos intentan hacer lo mejor, y en ese esfuerzo, encontramos una actividad permanente.
Hay que lograr que una persona que no respeta la ley, la conozca y la respete, para lo que hay que lograr hacerle entender que esta ley es la suya, y no la de los otros, pero muchas veces , esos otros son los que lo han corrido de la mesa, y caído, llego al delito.
Es necesario entender que el ambiente penitenciario, de la mano de los penitenciarios y los profesionales, han estudiado diferentes abordajes a la problemática, y han estudiado y en muchas veces logrado, que los individuos no tengan reincidencia, lo mas importante es que los profesionales de las cárceles, tienen el know how de cómo hacer para convertir y estabilizar un individuo, lo que saben es como hacer lo que la sociedad no supo hacer en tanto tiempo, como lograrlo en pocos meses.
Es conveniente que esta información se recicle en la educación formal de ciudadanos, de niños desde la primera etapa educativa y también en las familias, es imperativo que los padres recobren su capacidad y su autoridad, cimentada en el ejemplo y la estabilidad de un inclusión segura, social, laboral, educativa, sicológica, social, y por sobre todas, una inclusión afectiva, la mas necesaria e importante de estas.
Es necesario saber que todos somos argentinos, argentinos pobres o ricos, pero argentinos y patriotas incluidos en nuestra sociedad, mediante el sentimiento de fraternidad y activa consideración del dolor del otro como propio, y la alegría del otro como propia.
Incluirnos independientemente de las clases sociales, independientemente de condiciones intelectuales, incluidos por que somos todos necesarios en el valor supremo que Dios concedió a los hombres, la vida misma.
Respetar la vida, es levantarse contra la marginalidad extrema, no con planes de subsidios, ni con trabajos, ni con educación, todo esto no son mas que escalones en la gran inclusión como argentinos, como estamos, como somos, como nos encontramos, como hijos de dios sin otra condición que la de ser argentinos, querernos, querer nuestra paria, incluirnos todos, saludarnos, abrazarnos, sonreírnos, dejando que la piedad y la compasión obren el milagro de la justicia social, y la liberación económica que la ley de los mercados no puede lograr, que el egoísmo no puede alcanzar, que el individualismo producir.
La misión de las cárceles, es lograr enseñarnos la mas importante ciencia resumida de rearmar la sociedad, esta se funda en valores perdidos, en preceptos antiguos, útiles por que son permanentes como el tiempo, los internos se recuperan por el afecto , el amor y la consideración que reciben al ser identidad, no delincuente, paradojalmente descubierta y asimilada en una prisión.
Es importante absorber la enseñanza que una prisión tiene cuando esta abocada a el régimen penitenciario y no es una cueva de ladrones de uno y otro lado.
Cuando la sociedad no tiene pensado, como recibir al ex interno, esta mostrando su verdadera cara, su autentica responsabilidad, la que no incluyo antes, tampoco lo hace ahora, y es la sociedad la que roba estas vidas, estas esperanzas y esta fe y vuelve a fabricar su propio exterminador, la marabunda… donde la inclusión se realiza entre marginalizados, donde se genera una “para sociedad” en guerra de venganza con aquella que no supo y no quiso.