Así como todo ser humano llega a encrucijadas en la vida, así también toda empresa llega a momentos en donde todo lo implementado ya no rinde los efectos buscados. Es aquí en donde hay que regresar a los orígenes, si los hay, para poder reoxigenarse y alinear las futuras acciones, es decir retomar la esencia institucional denominada: Identidad Corporativa.
Pero parece ser que hablar sobre ir a lo profundo, ir a las entrañas de la propuesta de productos o servicios es entrar en lo desconocido, un esfuerzo que solo cuando la empresa ya esté en las últimas entonces ameritará hacerlo, de lo contrario no porque es un ejercicio corporativo del que pueden salir tanto cosas a favor como en contra, es muy tardado, cuesta mucho dinero y muchos otros prejuicios más.
Por eso es que la esencia corporativa se constituye en las empresas como la manzana prohibida que nadie quiere ver si existe porque se piensa que con solo tener la misión, visión y los valores puestos en unos cuadros en la recepción es más que suficiente, porque lo que interesa es ganar dinero.
Empresarios, líderes y emprendedores no se han dado cuenta de que la transacción ya no es con base en el dinero sino está fundamentada en el intercambio de satisfactores, del cumplimiento mutuo de expectativas, todo ello dentro del ámbito de lo subjetivo. Es decir, si no se mueve al cliente en lo emocional, en palabras concretas, este no suelta el dinero.
Por eso es que la Identidad Corporativa no se puede ver separada de la Imagen Corporativa, porque la primera le da el sustento a la segunda. No se trata de saber los atributos y valores de la empresa en la Identidad. Consiste en cimentarlos, vivirlos, que se conviertan en experiencias, en algo que el cliente pueda ver, tocar, oler, gustar, es decir sentir en cuerpo y alma.
Lo anterior es el principio al que siempre hay que recurrir pues en las ocasiones en que la empresa lance un nuevo producto, servicio, iniciativa, proyecto o idea debe ser coherente con su identidad corporativa pues la imagen proyectada puede cambiar, pero la esencia nunca.
Así, usted como profesional o empresario que empieza a confiar en la Imagen Corporativa debe manejar que la misma no está en manos de la empresa sino de su público, en sus audiencias, pues se define como “percepción colectiva que comparte el mercado acerca de una empresa que provocará una opinión y que motivará a aceptar o rechazar los productos o servicios que se oferten”.
Es decir, la imagen corporativa es tanto la que proyecta la empresa como la concepción que tiene el público respecto de la empresa, es proceso de construcción y resultado a la vez.
Esta vida es de los valientes y el mercado cada vez más está exigiendo líderes atrevidos, visionarios. Es necesario que aquella empresa o iniciativa que no tenga bien fundamentada su esencia institucional, o sea su Identidad Corporativa, invierta en estructurarla como capital intangible que impactará en toda la operación y esta en los clientes.
Recordemos que acceder a la fruta prohibida aquí estipulada es encontrar la verdad corporativa que servirá de referente para siempre volver a ella en el momento justo en que queramos darle un giro a la actividad de la empresa y principalmente al reposicionamiento de su Imagen Corporativa.
Hay que tener claro que la Imagen Corporativa se construye con una estrategia que defina los estímulos verbales y, principalmente, los no verbales que proyectará la Identidad Corporativa, estando esta plasmada en los productos, servicios e ideas que se pongan al alcance del cliente y que se encuentre la mejor manera de comunicar esos estímulos.
En conclusión, no miremos a la identidad corporativa como antagónica o diferenciada de la imagen corporativa. Un consultor en imagen corporativa trabajará a su lado y de cerca con su equipo de mercadeo y relaciones públicas a quienes orientará para construir la percepción para que sus clientes asimilen de una mejor manera su propuesta comercial. Un consultor en imagen corporativa representa una asesoría única para que su empresa entre en las comunicaciones del siglo XXI.