Guerra en Siria. Análisis de la gestión de crisis y sus elementos en un caso real

Desde que comenzase la guerra en Siria a principios de 2011, el país se ha convertido en el escenario del horror y la crueldad. Las cifras hablan por sí solas. En los primeros cinco años de guerra, el número de muertos oscilaría entre los 330.000, calculados por el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, y los 470.000, por el Centro Sirio de Observación Política. A ellos debe sumarse los 75.000 desaparecidos contabilizados por la Red Siria de Derechos Humanos. En septiembre de 2016, ACNUR tenía registrados a 4.800.000 refugiados en los países del entorno y otros 1.120.000 habían pedido asilo a Europa. Por otra parte, el número de desplazados internos rozaba los 9.000.000 de personas. Para Antonio Guterres, entonces Alto Comisionado de ACNUR, se trataba de “la crisis más peligrosa para la paz y la seguridad global desde la Segunda Guerra Mundial”. Pero parece que todos estos datos no son suficientes para detener la barbarie, si quiera para dar una tregua y fijar un calendario de negociaciones entre oposición, rebeldes, gobierno sirio y los actores internacionales.

El ataque con gas sarín a  la población indefensa en Idlib, cerca de Alepo, uno de los pocos reductos que le quedan a la oposición y grupos de milicianos que combaten al régimen, propició un cambio en la estrategia de Washington, donde Trump lanzó un órdago contra Al Asad, desatando por completo la crisis internacional derivada de esta guerra. Lo que no está claro es si Trump se enfrentará, para ello, a Putin. El presidente ruso ha dejado claro mediante su intervención decisiva en el conflicto sirio y sus repetidos vetos en el Consejo de Seguridad de la ONU que no desea dejar que Estados Unidos sea la única y primera potencia en dirigir los designios de Oriente Medio. El acceso al puerto mediterráneo de Tartus en Siria y la explotación futura de gas y petróleo en los yacimientos del Leviatán agregan el componente geoeconómico al interés geopolítico de Rusia.

La guerra en Siria ha desvelado la sumatoria de intereses y cálculos geopolíticos de las grandes potencias y sus peones en la región. A su vez esconde otra contienda poco comprendida en Occidente: la lucha religiosa entre sunníes y chiíes que se remonta a la puja por la sucesión del califato y el liderazgo de la comunidad musulmana mundial que suma ya 1.600 millones de fieles.

DESARROLLO

Aunque en el estudio de este caso real estamos abordando la situación de crisis desde la percepción de Bautzmann, cuando habla de “una transición, repentina o violenta de una situación política a otra menos estable”, vale la pena aclarar que en la región existe una constante tensión debido a la guerra civil que a día de hoy perdura por seis años desde su inicio.

De manera puntual, esta transición ocurre tras el supuesto ataque con armamento químico el pasado 4 de abril por parte del régimen sirio, y que ha tenido un balance de 80 muertos y un centenar de heridos. Este acto, aún bajo investigación y, por ende, no tan obvio como apreciamos en los primeros artículos de prensa, fue respondido por Estados Unidos, por cuenta de su ejecutivo y sin discutir con otras instancias, con el lanzamiento de 59 misiles contra la base aérea de donde, según información clasificada, habría salido el avión que produjo el primer ataque. Su argumento, además del acostumbrado tono mesiánico con el que justifican sus acciones dentro del marco de lucha contra el terrorismo, era prevenir el uso de dicho tipo de armamento en acciones futuras; además de poner en tela de juicio la veracidad de la entrega total del arsenal químico sirio a Rusia durante el 2013 para su posterior destrucción.

Tras el ataque y el contraataque, varios de los actores políticos involucrados en la región mostraron dos caras de una misma moneda de un desequilibrio extra en la región; quienes no consideraron posible que se realizara un supuesto ataque con armas químicas, y a quienes tomó por sorpresa la respuesta por parte de la potencia americana. Dicho desequilibrio se hace manifiesto en las diferentes interpretaciones en que cada uno de sus bandos y sus aliados le dieron a la situación; complejizando aún más el escenario de crisis inmediata, y la tensión mediata de una guerra civil de media década con fuertes aliados, como Rusia e Irak en el caso de Siria, y Francia y el Reino Unido en el caso de los norteamericanos.

Con base en lo anterior, en efecto la situación se puede calificar como crisis según las definiciones dadas por Bautzmann, ya que a pesar de que el primer ataque lo hubiera hecho presuntamente Siria, este no es más que el peón estratégico (por su ubicación geográfica en el transporte de gas y petróleo) de las potencias que cumplen el rol en las decisiones internacionales, y que tienen micrófono abierto para argumentar sus acciones en medios de comunicación, haciendo uso de los actores locales para lograrlo, y apoyándose en terceros validadores como investigaciones u organizaciones para corroborar su punto de vista y base de su decisión; en este caso concreto, el contraataque norteamericano.

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En adición a lo anteriormente expresado, a continuación se puntualizan los elementos constituyentes de esta situación que hemos bautizado como crisis:

1. Los actores

Debido a la cantidad de actores involucrados, vamos a dividirlos en bandos para poderlos identificar con más claridad, al igual que a sus intereses particulares. Es necesario aclarar que, aunque el punto máximo de tensión se hubiera generado entre Siria y Estados Unidos, históricamente han existido y se mantienen algunos actores que mencionaremos a continuación.

Bando Siria
Actores Descripción Intereses
Gobierno

Sirio

Compuesto por las minorías chiíes del país, componen del gobierno a pesar de declararse oficialmente como un estado laico según lo establecido por el Baaz. Gobernar desde su perspectiva religiosa y favoreciendo a quienes congracien con su forma de gobierno.
Federación Rusa Dentro del contexto de la Guerra Fría, y aún después de ella, se han convertido en el principal aliado para defenderse de los antiguos imperios y las nuevas invasiones de occidente (propiamente, Reino Unido, Francia y los Estados Unidos). Hacerles frente a las potencias occidentales, identificadas como enemigos o invasores desde la época de la Guerra Fría.
Irán y China Ambos aliados estratégicos de Rusia. En el caso de China ideológicamente y en el caso de Irán, porque compagina con el pensamiento proliferado por la Primavera Árabe durante 2011 (Boiso, 2011). Componer un bloque económico y armamentístico fuerte que sea capaz de hacerle frente a las amenazas de occidente.
Bando de Estados Unidos
Oposición en Siria Compuesta por las mayorías sunníes que referencian a casi el 70 % de la población siria y hacia quienes iba dirigido el supuesto ataque químico, dentro de esta mayoría también se encuentran los grupos islamistas. Buscan desestabilizar y derrocar al estado laico (mayoría sunní) para imponer uno de carácter islámico que instaure la sharía (grupos extremistas)
Gran

Bretaña y Francia

Representan a los antiguos imperios que ocuparon la región, en especial los franceses al hacerse al territorio que hoy se llama Siria, pero que en ese entonces era parte de la promesa por crear un país llamado la Gran Arabia. Ambos abandonaron la región al final de la Segunda Guerra Mundial. Controlar y/o beneficiarse de la salida al mediterráneo para el transporte de petróleo y gas.
Turquía y

Arabia

Saudí

Ambos aliados estratégicos de Estados Unidos. Detener el avance o la invasión ideológica representada por el bando opositor; además de intereses económicos e históricos.

 2. El individuo

A nivel local, podemos encontrar dos componentes religiosos que edifican de manera teológica a cada uno de los bandos; los shiíes y los sunníes.

A nivel internacional, encontramos principalmente, un pulso constante por el control de una región con abundantes recursos energéticos, por parte de dos corrientes ideológicas de gobierno y gobernanza que se enfrentan. Al igual que en la Guerra Fría, en sus máximos embajadores de este conflicto entre Oriente y Occidente son Estados Unidos y Rusia.

3. Pérdida de referencia

La pérdida de referencia en este caso concreto sucede cuando, en lugar de esclarecer los hechos ocurridos en el supuesto ataque con armas químicas, las acciones llevadas a cabo por los actores se encontraron enmarcadas en el contraataque estadounidense, las acusaciones del gobierno sirio mediante el apoyo de Rusia y el silencio de las organizaciones internacionales. Además, dentro del contexto del ataque, en ningún momento se ubica a la crisis dentro de una guerra civil activa en el territorio; parece que fuera solo una excusa para que las potencias mundiales pudieran “medir sus fuerzas” y ejercer su control y autoridad en la zona.

4. Los medios de comunicación 

Toda la información de la crisis, en términos generales, se le ha dado más un trato de espectáculo antes que un carácter investigador e informativo. Salvo una indagación generalizada sobre el por qué se sospechaba del uso de armas químicas en un bombardeo, la noticia no tuvo más seguimiento, ni resoluciones.

Ubicados dentro de este escenario, entre diatribas y justificaciones, el término “crisis” queda algo corto para englobar la gran cantidad de acciones sucediendo en torno al territorio sirio, y que, la mayoría, son ajenos al mismo, sino que van persiguiendo sus propios intereses. Dentro de la perspectiva de Oran Young, entonces, podremos extender la clasificación de “crisis internacional”, ya que tras la aparente calma se oculta una dimensión conflictiva permanente, y que se ha mantenido en el tiempo a pesar de episodios de cooperación como la entrega (ahora en entredicho) del arsenal químico por parte de Siria a Rusia.

Estos aspectos hacen que, la crisis se desarrolle dentro de un marco de cooperación por objetivos comunes de los actores (en diferentes áreas), conflicto armado y la intervención de terceros como las organizaciones internacionales, o las potencias que cumplen el rol de aliados manteniendo sus objetivos específicos y su propia agenda. En otras palabras, la crisis no es un suceso repentino sino que se mantiene en la zona, y se intensifica o no dependiendo de las acciones tomadas por los actores involucrados, en especial, aquellos que detentan un gran poder bélico.

Llegados a este punto, y tras observar al conflicto dese su perspectiva histórica, nos centraremos en la crisis puntual mediante el análisis cronológico de los sucesos que desencadenaron en la presente situación.

En la fase de previsión, refiriéndonos a la identificación de los índices precursores de la crisis, podemos ubicar dos momentos específicos que buscaron, bajo una dinámica lineal, la disminución de posibilidades de que se pudiera generar un ataque haciendo uso de arsenal químico. En este sentido, en un momento pareciera que había existido un enfoque integral entre Estados Unidos y Rusia para prevenir este tipo de eventos. A saber, los eventos fueron la entrega total del programa químico a Rusia por parte de Siria. Posteriormente, la potencia de oriente hizo entrega oficial de los elementos recogidos a Estados Unidos para que procedieran a su destrucción para generar un escenario de certeza al reducir la complejidad armamentista de un conflicto activo y dinámico. No obstante, al suceder el ataque, y tomando por hecho que este fuera real desde la perspectiva norteamericana, deja entrever un comportamiento individual al margen del enfoque integral para la gestión del conflicto, reflejado en la aparente omisión al momento de entregar todo el arsenal disponible, creando un ambiente de desconfianza entre los actores e incertidumbre en sus relaciones.

Al examinar la fase de prevención, podemos encontrar que existen elementos tanto estructurales como operacionales aplicados desde el escenario internacional, más no fortalecidos mediante la estructura interna del estado sirio. A saber, la prevención estructural puede encontrarse en elementos como la firma de la Convención de Armas Químicas en 1993 que se formalizó en Paris el 29 de abril de 1997 tras el establecimiento oficial de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (Alfonso, 2003), y la cual entró en vigor el 14 de octubre de 2013 para la República Árabe Siria. De igual manera, existen varios instrumentos en el Derecho Internacional que pueden ser aplicados de manera directa o indirecta sobre el uso de armas químicas en los conflictos armados internos, tales como Así, el Convenio IV del (Derecho de la Haya), formado por los seis Convenios de la Conferencia de Paz de 1899 y los catorce de la Conferencia de Paz de 1907, relativo a las leyes y costumbres de la guerra terrestre (Riquelme-Cortado, 1999) y el artículo 3 del Protocolo II adicional a los Convenios de Ginebra de 1949, y que se relaciona con la protección de las víctimas de los conflictos armados sin carácter internacional (Andersson, Nävert, Bingham, Englyst, & Cummings, 1983).

En cuanto a la prevención operacional, nos encontramos el Consejo de Seguridad de la ONU, los Cascos Azules enmarcados en las Misiones de Paz de cuarta generación, los miembros de la Defensa Civil Siria (SCD), los embajadores tanto de Siria, como de las naciones que hacen parte de las dinámicas del conflicto, y los brazos armados propios de cada uno de los actores del conflicto. Dentro de la cronología del conflicto, los únicos que estuvieron presentes durante el nivel máximo de crisis fueron los miembros de la SCD, quienes fueron desplegados inmediatamente para ayudar a los afectados; sin embargo, no tomaron parte en ningún tipo de acción humanitaria al momento del contraataque estadounidense. Los demás actores fueron actores estáticos ante la sorpresa del ataque, salvo el ejército de Estados Unidos que actuó haciendo uso de la fuerza como reacción inmediata al ataque.

En este plano, podemos identificar que la estrategia de prevención ante este tipo de eventos fue eficaz más no efectiva. Fue eficaz en la medida que se logró impedir la expansión de la crisis mediante el uso de las armas como elemento determinante para la imposición del orden. Sin embargo, no fue una estrategia efectiva ya que, el ataje se produjo a pesar de las previsiones y prevenciones tantos operacionales como estructurales, y no puede garantizar la recurrencia de este tipo de crisis en un futuro debido a, en primera instancia, le ejecución de una acción reactiva más no reflexiva (en otras palabras, se atacó un lugar específico sin conocer a cabalidad las causas, procesos o medios meditan los cuales se produjeron los ataques, que para ese momento era solo especulaciones e informaciones fragmentadas/clasificadas), y en segunda instancia, porque ya no se puede dar por hecho que Siria no tenga en su posesión armas de tipo químico, lo que conllevaría a esclarecer la procedencia de las mismas o la omisión de alguno de sus aliados a manera de cómplices, para ocultar su existencia.

Para complementar lo expuesto, si nos referimos a la gestión de la crisis, podemos concluir que no existió, por lo menos en el momento de máxima tensión, una gestión establecida y claramente visible. No se generaron actividades conjuntas y militares para responder ante una crisis abierta, ni se llevaron acciones que buscaran el retorno a una situación normal. Lo que se produjo fue una respuesta armada que impuso la paz de manera momentánea, más no la hace duradera ya que esta deviene en un mayor número de situaciones conflictivas. También, vale la pena aclarar que en el momento de producirse la crisis, el principal objetivo no fue el restablecimiento de la estabilidad general, sino la destrucción de un adversario designado y un objetivo específico (Piella, 2012).

En el uso más amplio de lo expresado por Bautzmann cuando menciona que la gestión también se produce mediante el uso de diversas modalidades de la diplomacia coercitiva, podríamos decir que exigió un tipo de gestión inmediata de la crisis, sin embargo, dicha gestión no se puede enmarcar dentro del concepto de Enfoque Integral o Comprehensive Approach (Shrivenham, 2006), ya que las acciones militares en este caso- se ejecutaron motu proprio,  sin hacer uso de recursos mancomunados (como los ejércitos de las Naciones Unidas), sin la coordinación de fuerzas internacionales y sin compartir objetivos entre los actores del conflicto. El único momento en que existió un grado de Enfoque integral, ocurrió en la fase previa a las acciones que causaron la crisis, refiriéndonos al trabajo conjunto realizado por las dos potencias para la recolección y destrucción del arsenal químico bajo la normatividad expresada dentro de las prevenciones operacionales.

En cuanto a las posibles acciones de paz diremos que a pesar del elevado número de víctimas provocado por la represión de las manifestaciones y el bombardeo de las ciudades alzadas en Siria, las potencias internacionales fueron incapaces de aprobar una resolución similar a la que se decretó en Libia en marzo de 2011, donde el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la resolución 1.973 que imponía una zona de exclusión aérea sobre Libia para proteger a los civiles y evitar que la aviación bombardease a las ciudades que se habían levantado contra Gadafi.

En abril de 2012 se estableció la UNSMIS -United Nations Supervision Mission in Syria-, con el fin de vigilar el cese de la violencia armada para poner fin al conflicto. Pero en agosto de 2012, la UNSMIS suspendió sus actividades, debido a una intensificación de la violencia armada en todo el país ya que las condiciones establecidas por el Consejo no se cumplieron.

Sin duda, la iniciativa más ambiciosa fue la planteada en la Conferencia de Ginebra sobre Siria, celebrado el 30 de junio de 2012 a iniciativa de Estados Unidos y Rusia, y con la presencia de buena parte de los actores involucrados en la crisis, a excepción de Irán. A ella le siguió la Segunda Conferencia de Ginebra celebrada en enero de 2014, en la que la mayor preocupación internacional  era combatir el califato yihadista y no desalojar a Bashar al-Assad del poder. Finalmente, Ginebra III dio comienzo en febrero de 2016 y se interrumpió a los pocos días por la ausencia de avances. Todo ello ha puesto sobre la mesa la incapacidad internacional para hacer frente a este conflicto.

Las propuestas formuladas por Estados Unidos, Reino Unido y Francia chocaron, una y otra vez, con los vetos de Rusia. Ante esta negativa, los países occidentales apostaron por imponer sanciones contra el régimen sirio, entre ellas la prohibición de venta de armamento, la congelación de las transacciones con el Banco Central sirio, la restricción de la libre circulación de personas y el bloqueo de las cuentas de sus principales dirigentes en el extranjero. Estas medidas apenas han tenido impacto en el régimen, que siempre ha contado con la complicidad de Irán y Rusia, que además de respaldo diplomático, prestan una valiosa ayuda económica y militar.

En lo que se refiere a Estados Unidos, en un primer momento, la administración Obama intentó cortar con el legado intervencionista de su antecesor en el cargo: George W. Bush. Como reacción, Obama intentó tomar distancia de Oriente Próximo y se declinó por la estrategia de contención en Siria intentando evitar que la guerra afectase a sus principales aliados regionales: Israel, Arabia Saudí y Jordania. Desde un primer momento, la administración norteamericana mostró su rechazo a la creación de zonas de exclusión aérea o, siquiera, a la apertura de corredores humanitarios, a pesar de las reiteradas peticiones en este sentido por parte de la oposición. Hoy en día, con Trump como mandatario, la máxima prioridad sigue siendo combatir ISIS y no la derrota del régimen sirio.

Frente a la ambigüedad de Estados Unidos, Rusia siempre ha dejado claro que defendería el régimen sirio por todos los medios posibles. No debemos pasar por alto que la caída de Bashar haría peligrar sus intereses geoestratégicos en Oriente Próximo.

Los vínculos entre Moscú y Damasco no son nuevos, ya que ambos países mantuvieron una estrecha alianza en el transcurso de la Guerra Fría que se coronó con la firma del Tratado de Amistad y Cooperación Militar en 1980.

En la situación actual de guerra contra el terrorismo, ni la ONU, ni las OMP, han demostrado aportar demasiado. De hecho, se han visto incapaces de aliviar el problema en Siria. Y por otro lado, vemos como el Estado Islámico, Al Qaeda y sus filiales repartidas por Oriente Próximo y el norte de África avanzan en su afán de sembrar el terror. Desde 1994 observamos una disminución de las actividades de mantenimiento de la paz de la ONU, lo que refleja una pérdida de confianza después de los percances de Ruanda, Balcanes y Somalia.

Es por ello que las OMP deben dar un giro a su modus operandi y adaptarse, como expone Mary Kaldor, a las nuevas guerras del siglo XXI. Es preciso que haya una estrategia consciente de ayuda a las iniciativas locales de carácter cosmopolita.

Todavía hay rechazo a emprender un diálogo comparable al diálogo con las partes en conflicto, considerar a esos grupos socios en un proyecto cosmopolita común y colaborar en la elaboración de una estrategia conjunta para desarrollar una base ciudadana partidaria de la paz. Existe una tendencia, entre los dirigentes políticos occidentales, que esas iniciativas son encomiables pero insignificantes; “los ciudadanos no pueden construir la paz”, afirmaba David Owen cuando era negociador en la antigua Yugoslavia. Esta actitud quizá se explique por el carácter horizontal de la comunicación entre altas instancias, el hecho de que los dirigentes solo hablan con otros dirigentes[1]. Así pues, sin la cooperación y el consenso general de la mayor parte de la población local y la dirección de las principales autoridades gobernantes, sean las partes del conflicto o bien organismos gubernamentales, no es razonable ni realista confiar en el éxito. El consentimiento, en su máxima amplitud, es necesario para cualquier perspectiva de éxito. Así, la llamada pacificación por la fuerza se torna un argumento imposible y más, si cabe, en este choque de civilizaciones que estamos viviendo.

CONCLUSIÓN

Este rompecabezas sirio pasará a la historia como el puzle que desencajó los planes de Estados Unidos para virar hacia Asia Pacífico, embretó a Rusia en un doble frente bélico: la guerra en Siria y el combate al terrorismo islamista que también amenaza la integridad territorial de Rusia.

Erradicar esta amenaza exige de las potencias desarrolladas alternativas a la contundencia y despliegue militar. Responder con bombardeos y exhibición de fuerza a los ataques terroristas de yihadistas en Europa o del gobierno sirio contra su pueblo solo reproduce la espiral de violencia.

La ONU debe presionar a todas las partes involucradas para que se respete el alto al fuego negociado por Rusia, Irán y Turquía y exigir un calendario de negociaciones sostenidas en el tiempo para consensuar una transición política en la que se contemple la pluralidad de voces del crisol étnico y religioso sirio: desde chiíes y suníes, árabes y kurdos, islamistas y seculares.     

AUTOEVALUACIÓN

Considero que este trabajo ha sido especialmente de los más retadores de los que hemos hecho en la especialización. No solo por el contenido temático, también por la complejidad de los ejemplos selectos para realizar esta actividad; en este caso concreto, el de Siria.

No obstante, el material presentado es apenas una pincelada de la verdadera profundidad que se le debería dar a este módulo, tanto que podría tener una o dos actividades más para poder poner los componentes analíticos al servicio de casos concretos.

De los conceptos que más me sorprendieron, en gran medida por mi desconocimiento tanto del tema como de la disciplina, fueron la importancia de los Estados Unidos en la elaboración de conocimiento sobre los conflictos, no solo como perpetrador, sino como fuente de modelos metodológicos tanto estratégicos como tácticos. En especial al gestionar las crisis con base en presiones indirectas bajo los conceptos de “Failed State”, “Sustainable Development” e “Ingeniería Social”; no porque esté de acuerdo con sus métodos, pero sí al tener elementos suficientes para identificar a acciones enmarcadas en este tipo de significaciones.

Finalmente, el gran aprendizaje o el que más me ha llamado la atención gira entorno a la diferenciación entre disuasión y prevención de los conflictos. Esto complementa mucha más la visión que tenía respecto a las misiones de la ONU y las diferencias entre imponer la paz y gestionarla mediante acciones coordinadas y complementarias.

Considero que mi grado de implicación se basa en la afinidad que tengo con el tema y el hecho que, aparte de mis obligaciones para con este curso, soy un lector asiduo de la temática. En otras palabras, más que un enriquecimiento profesional, que sé que lo estoy teniendo, considero que este tipo de análisis situacionales tienen un impacto sobre mi vida cotidiana y mi trabajo, ya que la gestión de crisis de niveles macro, pueden usarse como referencia o guía para para la resolución de los de tipo micro. No obstante, alguien que no sienta la misma afinidad con el tema, ciertamente tratará de verlo a profundidad para verlo solamente de una manera somera.

He leído con detenimiento el material presentado en el módulo y, como dije antes, es apenas un esbozo de algo que puede y tiene que tratarse con mayor profundidad para generar más riqueza académica. Además de este material, con mi compañera decidimos consultar más fuentes para darnos un panorama general (histórico, social, cultural, económico, etc.) del conflicto abordado, y bibliografía complementaria para la ampliación de conceptos que se pasan de manera rápida y sin definición en algunos pasajes de la lectura, como se muestra en el apartado bibliográfico de nuestro trabajo.

Razono que nuestra nota, la mía y la de mi compañera, es una (A) no solo por la calidad del trabajo que hemos querido presentar, sino el grado de compenetramiento que tenemos con el tema, lo mucho que hemos aprendido, y que hemos podido comenzar a aplicar no solamente los conceptos utilizados en este módulo, sino que hemos usado también los de otras materias haciendo de este, el trabajo más analítico hasta el momento.

BIBLIOGRAFÍA 

  • Alcoverro,T. ¿Por qué Damasco? Estampas de un mundo árabe que se desvanece, Diéresis, Madrid, 2017.
  • Álvarez-Ossorio, I. Revolución, sectarismo y yihad, Catarata, Madrid, 2016.
  • Andersson, H., Nävert, B., Bingham, S. A., Englyst, H. N., & Cummings, J. H. The effects of breads containing similar amounts of phytate but different amounts of wheat bran on calcium, zinc and iron balance in man. British journal of nutrition, 50(03), 503-510, 1983.
  • Bautzmann, A. Previsión y gestión de crisis internacionales. 5-54, UOC, 2017.
  • Cepedello Boiso, J. Cultivando la “primavera árabe”. Educación, democracia y sociedad civil en los estados de raíz islámica. Fragmentos de Filosofía, 9, 5372, 2011.
  • Cockburn, P. La era de la Yihad. El Estado Islámico y la guerra por Oriente Próximo, Capitán Swing, Madrid, 2016. 
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  • Lister, C. The syrian jihad. Al-Qaeda, the Islamic State and the Evolution of an Insurgency, Hurst, 2015.
  • Martín, J. Suníes y chiíes, Catarata, Madrid, 2014.
  • Martín, J. Estado Islámico, Catarata, Madrid, 2015.
  • McHugo, J. Una breve historia de los árabes, Turner, Madrid, 2015.
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  • Regalado Alfonso, L. La Convención de Armas biológicas: antecedentes, actualidad y perspectiva. Revista Cubana de Medicina Militar, 32(3), 2003
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Fuentes de información

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[1] Mary Kaldor, Las nuevas guerras. Violencia organizada en la era global, Tusquets, Barcelona, 2001

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Torres Roa Julián. (2017, agosto 2). Guerra en Siria. Análisis de la gestión de crisis y sus elementos en un caso real. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/guerra-en-siria-analisis-de-la-gestion-de-crisis-y-sus-elementos-en-un-caso-real/
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Torres Roa Julián. Guerra en Siria. Análisis de la gestión de crisis y sus elementos en un caso real [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/guerra-en-siria-analisis-de-la-gestion-de-crisis-y-sus-elementos-en-un-caso-real/> [Citado el ].
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