Erich Fromm, el existencialismo y El Arte de Amar

El término existencialismo se ha oscurecido y disuelto en una pluralidad de sentidos vagos y difusos debido al abuso que se ha ejercido sobre él. Así, se habla de una literatura existencialista (Kafka, Musil) o de una actitud existencialista ante la vida que llegó, con el tiempo, a convertirse en una moda, aquella en la que primaban el anticonvencionalismo y cierta estética en el vestir contraria al «buen parecer».

Introducción

Como movimiento filosófico, el existencialismo se desarrolló en Europa, primero en Alemania y luego en Francia, a consecuencia de la tremenda crisis provocada por las dos guerras mundiales. El mundo dejó de ser un lugar apacible y el proyecto ilustrado de una humanidad que conquistaría la justicia y el bienestar social con la sola fuerza de su razón fracasó por completo. Ni siquiera la ciencia o la técnica se mostraban útiles para mejorar el mundo. El hombre convertía en instrumentos de dominio y devastación todos los saberes.

Movimiento poco sistemático y muy heterogéneo, los existencialistas respiran una atmósfera común de pesadumbre y desasosiego. Se sienten arrojados a un mundo que ya no ofrece seguridades, sino catástrofes. Este pesimismo común no hace más fácil la tarea de determinar qué autores pueden ser incluidos en este movimiento.

El presente trabajo de investigación se divide en tres capítulos: el primero, trata del Existencialismo, el segundo desarrolla a Erich Fromm y en el último capítulo se plantea un Análisis de la obra de este autor: “El arte de amar”.

Capítulo I

El existencialismo

1.1 Historia del existencialismo

El existencialismo es un movimiento filosófico y literario propio de los siglos XIX y XX, pero se pueden encontrar elementos existencialistas en el pensamiento (y vida) de Sócrates, en la Biblia y en la obra de muchos filósofos y escritores anteriores a la edad contemporánea.

1.1.1 Blaise Pascal

El filósofo francés del siglo XVII Blaise Pascal fue el primer pensador que anticipó las principales inquietudes del existencialismo moderno. Rechazó el vigoroso racionalismo de su coetáneo René Descartes y, en sus Pensamientos sobre la religión y sobre otros temas (1670), afirmó que una filosofía sistemática que se considera capaz de explicar a Dios y la humanidad representa una forma de orgullo. Al igual que los escritores existencialistas posteriores, contempló la vida humana en términos de paradojas: la personalidad humana, que combina mente y cuerpo, es en sí misma paradoja y contradicción.

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1.1.2 Søren Kierkegaard

Kierkegaard, considerado como el fundador del existencialismo moderno, reaccionó contra el idealismo absoluto y sistemático de Georg Wilhelm Friedrich Hegel, que afirmó haber encontrado un entendimiento racional total de la humanidad y de la historia. Kierkegaard, por el contrario, resaltó la ambigüedad y lo absurdo de la situación humana. La respuesta individual a esta situación tiene que ser vivir una existencia comprometida por completo, y este compromiso sólo puede ser entendido por el individuo que lo asume. El individuo, por lo tanto, tiene que estar siempre dispuesto para desafiar las normas de la sociedad en nombre de la mayor autoridad de un tipo de vida auténtica en el orden personal. Kierkegaard abogó por un “cambio de fe” en el modo de vida cristiano que, aunque incomprensible y lleno de riesgos, era el único compromiso que, según creía, podía salvar al individuo de la desesperación.

1.1.3 Friedrich Nietzsche

Nietzsche, que no conocía el trabajo de Kierkegaard, transformó el pensamiento existencialista posterior a través de su crítica de las tradicionales suposiciones metafísicas y morales, y su adopción del pesimismo trágico y de la voluntad individual afirmadora de la vida que la opone a la conformidad moral de la mayoría. En oposición a Kierkegaard, cuyo ataque a la moral convencional le llevó a defender un cristianismo radical e independiente, Nietzsche afirmó en La gaya ciencia (1882) que “Dios está muerto” y rechazó toda la tradición moral judeocristiana en favor de los heroicos ideales paganos.

1.1.4 Martin Heidegger

Heidegger, al igual que Pascal y Kierkegaard, reaccionó contra el intento de fundamentar la filosofía sobre una base conclusiva racionalista, en este caso la fenomenología del filósofo alemán Edmund Husserl. Heidegger, autor de una de las obras más representativas del existencialismo, El ser y el tiempo (1927), afirmó que la humanidad se encuentra en un mundo incomprensible e indiferente. Los seres humanos no pueden esperar comprender por qué están aquí; en su lugar, cada individuo ha de elegir una meta y seguirla con apasionada convicción, consciente de la certidumbre de la muerte y del sinsentido último de la vida propia. Heidegger contribuyó al pensamiento existencialista al poner el énfasis en el ser y la ontología tanto como en el lenguaje.

1.1.5 Jean-Paul Sartre

Sartre, que utilizó el término existencialismo para definir y calificar su propia filosofía, se convirtió en el gran difusor del movimiento a escala internacional una vez finalizada la II Guerra Mundial. El pensamiento de Sartre, impregnado de ateísmo y pesimismo de una forma explícita, argumentaba que los seres humanos necesitan una base racional para sus vidas pero son incapaces de conseguirla y, por ello, su existencia es “pasión inútil”. No obstante, insistió en que el existencialismo es una forma de humanismo y resaltó la libertad, la elección y la responsabilidad humana. Con gran refinamiento literario, intentó reconciliar esos conceptos existencialistas con un análisis marxista de la sociedad y de la historia. Sartre fue autor de otra de las obras claves en la historia del existencialismo, El ser y la nada (1943).

1.1.6 Existencialismo y teología

A pesar de que el pensamiento existencialista engloba el ateísmo absoluto de Nietzsche y Sartre y el agnosticismo de Heidegger, su origen en las meditaciones religiosas de Pascal y Kierkegaard hizo presagiar su gran influencia en la teología del siglo XX. El filósofo alemán Karl Jaspers, aunque rechazó las doctrinas religiosas ortodoxas, influyó en la teología moderna con su preocupación por la trascendencia y los límites de la experiencia humana. Los teólogos protestantes alemanes Paul Johannes Tillich y Rudolf Bultmann, el teólogo católico francés Gabriel Marcel, el filósofo ruso Nikolái Alexándrovich Berdiáiev y el filósofo judío Martin Buber heredaron muchas de las inquietudes de Kierkegaard, en particular respecto a la creencia de que un sentido personal de la autenticidad y del compromiso resulta esencial para la fe religiosa.

1.2 Definición

A continuación citaremos las opiniones de diversos autores que nos esbozarán su punto de vista sobre el tema desarrollado: el Existenciamismo.

Masoni (2007), manifiesta que el existencialismo moderno surgió en una Europa desgarrada por la luchas entre intereses encontrados, donde el hombre se sentía amenazado en su individualidad, en su realidad concreta. De ahí su énfasis en la fundamental soledad del individuo, en la imposibilidad de encontrar la verdad por medio de una decisión intelectual, y en el carácter irremediablemente personal y subjetivo de la vida humana.

Se denomina existencialismo a una serie de doctrinas filosóficas que, aunque suelen diferir radicalmente en muchos puntos, coinciden en considerar que es la existencia del ser humano, el ser libre, la que define su esencia, en lugar de ser su esencia humana la que determina su existencia.

El existencialismo en la filosofía. Aun constituyendo una corriente del pensamiento moderno, es posible rastrear una sensibilidad existencialista a lo largo de toda la historia de la filosofía. Así sucede, por ejemplo, con el imperativo socrático «conócete a ti mismo»; con la angustiada imprecación de Pascal, cuando situaba al hombre entre el ser y la nada; o con la defensa de la irreductibilidad de la existencia a la razón, que formulara el idealista alemán F. W. J. Schelling.

Ruiz (2007), explica que aun cuando Sartre, se apartó del existencialismo, se hizo famoso como existencialista y es muy probable que simple se lo recuerde como tal.

A fines de la segunda guerra mundial, la destrucción y la muerte sembrada por el conflicto desencadenaron la mirada optimista acerca del progreso suscitado en el discurso positivista. Es allí donde desarrolla la figura de Sartre que sin haber inventado el término de existencialismo le otorga una fuerte presencia a una filosofía que si bien para algunos es mas una actitud que una escuela de pensamiento, llama la atención por atender temas como la subjetividad, la finitud, la autenticidad, la libertad y la soledad.

Pero se denomina existencialismo a una serie de doctrinas filosóficas que, aunque suelen diferir en mucho puntos, coinciden considerar que es la existencia del ser humano, el ser libre, la que define su esencia, en lugar de su esencia humana la que determina su existencia. Para Sartre, el existencialismo es la filosofía que hace suya la comunicación de que la «existencia procede a la esencia» pero realmente ¿qué quiere decir?

Para poder entenderla consideremos lo opuesto «la esencia precede a la existencia» donde esencia significa:

  1.  Lo que es una cosa
  2.  La definición de cosa
  3.  La idea de cosa
  4.  La naturaleza de la cosa
  5.  La función de la cosa
  6.  El programa de la cosa

Según Wikipedia (2007), se entiende por existencialismo un movimiento filosófico y humanístico europeo al que se ha atribuido un carácter realista; muy preocupado por los problemas más propiamente inherentes a la condición humana, como el absurdo de vivir, el tema del tiempo, la libertad, la relación Dios – hombre, etc. El existencialismo encuentra su antecedente más claro en el filósofo danés Søren Kierkegaard (1813-1855), llamado el «padre del existencialismo». Ya avanzado el siglo XX, fue desarrollado – nunca de manera sistemática por encuadrarse dentro del llamado irracionalismo filosófico – por pensadores y novelistas de tanto renombre como los franceses Jean Paul Sartre y Albert Camus y el alemán Martin Heidegger. Estos dos últimos, sin embargo, rechazan que su pensamiento sea llamado existencialista.

La característica principal del existencialismo es la atención que presta a la existencia concreta, individual y única del hombre, por lo tanto en el rechazo de la mera especulación abstracta y universal.

El tema central de su reflexión es precisamente la existencia del ser humano, en términos de estar fuera ( a saber, en el mundo), de vivencia, y en especial de pathos o temple de ánimo. En expresión de Heidegger: «el-ser-en-el-mundo». Heidegger, en efecto, se caracteriza, según algunos, por su acendrado pesimismo. Considera al ser humano como yecto (arrojado) en el mundo. Sartre, siguiendo a Heidegger, también dista de caracterizarse por un estilo y discurso optimistas; plantea, al igual que Heidegger, al ser humano no tan sólo como yecto, sino como pro – yecto: un proyecto en situación. No obstante, estas posturas no tienen que comprenderse necesariamente como pesimistas.

Con bastante acierto se considera que, ya en el siglo XIX, el ruso Fedor Dostoievski y los alemanes Schopenhauer, Max Stirner y Nietzsche son existencialistas avant la lettre. E irrecusablemente existencialista (aun cuando la palabra «existencialismo» no hubiera sido acuñada en su época), es, como decimos, el pesimista Søren Kierkegaard, quien inaugura lo que se denomina existencialismo cristiano (en este sentido, incluso Blaise Pascal ha de considerarse un precedente).

Valdebenito (2004), sostiene que la corriente de pensamiento existencialista, como su propio nombre indica, centro su análisis filosófico en todo lo concerniente a la existencia evidente del ser humano, considerando vana cualquier referencia a instancias ajenas al mundo sensible y cuya realidad no pudiera ser probada. Por tanto, su método no podía ser otro que el fenomenológico, circunscrito por definición a las manifestaciones evidentes de las cosas y exento por completo de cualquier implicación metafísica.

En el existencialismo se establece una inclinación por el estudio de lo individual y concreto. El individuo contiene la verdadera realidad, con su diario existir. Es considerado el centro principal de la filosofía existencialista, y único punto de interés. El filosofo existencialista crea un panorama general de la realidad, visualiza el universo a través del individuo. Cada ser se encuentra en estrecha relación con las demás realidades, y la unión de ellas tienen como resultado la verdad universal.

El análisis debe empezar inmediatamente por el «yo existente», debemos tener muy claro todas las experiencias que marcan nuestra vida, inclusive aquellos datos ocultos en lo profundo de nuestra intimidad. Debemos describir la realidad de la manera mas objetiva sin desviarnos por nuestra consciencia y pensamientos ajenos a nuestra búsqueda.

Comte (2003), manifiesta que toda la filosofía que toma como punto de partida la existencia individual, y no el ser o el concepto (en este sentido, Pascal, Kierkegard se consideraron, a menudo, como los precursores del existencialismo), y especialmente, según la célebre fórmula de Jean – Paul Sartere, toda doctrina según la cual “la existencia precede a la esencia”. ¿Qué quiere decir? Que le hombre no posee de antemano una esencia que le pre – exista y que estaría prisionero, sino que existe un autor de poder a ser definido por ningún concepto y que sólo será (cuando se pueda hablar de su esencias en pasado) lo que haya elegido ser. Es decir que es absolutamente libre: ¿Qué es lo que significa aquí que la existencia preceda a la esencia y significa que en primer lugar, existe el hombre, se encuentra, surge en el mundo y, después, se define. Si el hombre, tal como lo concibe el existencialismo no es definible es por uno, en primer lugar, no es nada. El hombre no otra cosa que lo que hace consigo mismo (El existencialismo es un humanismo),por eso esta corriente es una filosofía de libertad, en el sentido metafísico del término, y una de la más radicales que se haya dado nunca. El existencialismo no es más que un humanismo imaginario. En el presente, la esencia y la existencia se confunden, y no podían procederse mutuamente. Ni existencialismo, pues ni esencialismo: la existencia no puede a la esencia, del mismo modo que la esencia no puede a la existencia. Sólo existen juntas, en un mismo mundo, en un mismo presente, y eso es lo que significa existir.

Theodorson (1978), plantea que el Existencialismo, es un movimiento filosófico moderno, con raíces antiguas en la historia del pensamiento humano, que subraya la realidad del “ser” en tanto únicamente determinado por la existencia, la importancia del caso particular, desentendiéndose de las abstracciones en aras de la unicidad, de la experiencia y de la existencia humana individual. Se pone de relieve, en alto grado, la significación de la persona individual en contraste con el colectivismo y con el énfasis en la bondad de la organización originado en las corporaciones modernas, el gobierno y en cualquier otro ámbito de la sociedad. El existencialismo es también una reacción frente a los enfoques excesivamente racionalistas o científicos en el estudio del hombre que intentan eliminar todo fenómeno subjetivo en el análisis y la interpretación de la conducta. Destaca la inevitable subjetividad del hombre en sus intentos por ser objetivo y proporciona una alternativa filosófica compensatoria a las teorías de la conducta (inclusive de las creencias) que afirman la supremacía de la sociedad y del grupo social.

1.3 Tipos de Existencialismo

De acuerdo con Wikipedia (2007), en términos de la existencia e importancia de Dios, hay tres escuelas de pensamiento existencialista: el existencialismo ateo (representado por Sartre), el existencialismo cristiano (Kierkegaard) y el agnóstico, cuya propuesta es que la existencia o no de Dios es una cuestión irrelevante para la existencia humana: Dios puede o no existir (Heidegger).

Heidegger se distancia expresamente de Sartre en su Carta sobre el humanismo. Buytendijk, psicólogo cercano a Heidegger, admite ser existencialista. Merleau-Ponty es gran representante de la corriente, aunque manteniendo más nexos con la fenomenología de Husserl. Martin Buber, por su parte, representa a una corriente de existencialismo judío muy influida por el hasidismo. Mientras que Gabriel Marcel y Jacques Maritain son encuadrables dentro de un «existencialismo cristiano».

Otros destacados pensadores adscribibles al existencialismo, en mayor o menor grado, serían: Miguel de Unamuno, José Ortega y Gasset, Edith Stein, Nicola Abbagnano, Nicolai Berdyaev, Emmanuel Levinas, Peter Wessel Zapfe, Karl Jaspers, Max Scheler, e incluso Paul Ricoeur y Hans – Georg Gadamer.

El autor Valdebenito (2004), afirma que se puede clasificar el existencialismo en los siguientes:

  •  Existencialismo ateo: Principales exponentes, Sartre junto a Albert Camus. «Negación de la existencia de Dios y de todos los principios trascendentes de la realidad y de la moralidad.»
  •  Existencialismo neutro: Mayor exponente, Heidegger. No existe ni afirmación ni negación de la relación hombre – Dios. Existencialismo cristiano Principal exponente, Soren Kierkegaard. “El hombre no es por sí mismo más que nada y pecado, y su salvación esta en desconfiar de si mismo y entregarse en manos de Dios.”
  •  Existencialismo religioso místico: Mayores exponentes, Chestov y Berdiaeff. Posee una actitud trágica y angustiosa. El hombre es esencial y profundamente religioso, dependiente de Dios, de forma ciega y fatalista.
  •  Existencialismo católico: Principal exponente, Gabriel Marcel. Gran importancia a los problemas y experiencias que sufrimos a lo largo de nuestra vida. Se debe mantener un razonamiento estricto y profundo. No se formulara nada “a priori”, para así no fomentarnos en ideas erróneas y dejar que llegue a nosotros a través del entendimiento.

Abbaganano (1986), desde el punto de vista del insigne existencialista italiano, podemos distinguir tres formas de existencialismo:

A. Un existencialismo de corte pesimista cuyos máximos exponentes serían Martin Heidegger (1889-1976), Karl Jaspers (1883-1969) y Jean-Paul Sartre (1905-1980).

B. Un existencialismo optimista y teológico, que estaría representado por L. Lavelle (1951), Gabriel Marcel (1973) y Renato Le Senne (1954).

C. Un existencialismo no orientado a ninguna de las dos posturas, que sería el mantenido por el propio Abbagnano, M. Merleau-Ponty, E. Paci y el último Sartre.

Esta dificultad de clasificación inherente al existencialismo como movimiento filosófico requiere que lo abordemos a través de sus temas, fundamentalmente los elaborados por dos de sus máximos representantes: Heidegger y Sartre.

1.4 Los temas fundamentales del existencialismo

Las fuentes de las que brota la temática existencialista se encuentran en Kierkegaard, Nietzsche y el vitalismo así como la fenomenología de Edmund Husserl.

1.4.1 Definición de la existencia como modo de ser propio del hombre.
En clara deuda con el pensamiento de Kierkegaard, para los existencialistas lo que propiamente existe es el hombre, no las cosas, que toman su ser en él o a través de él.

El hombre no tiene una esencia que le determine a ser o a comportarse de una manera concreta, sino que él mismo es su propio hacerse, su propio existir. Existir es sinónimo de hombre (el Dasein de Heidegger o el «para-sí» de Sartre). Esto significa que el hombre es libertad y conciencia. Libertad porque el hombre es un modo de ser que nunca es dado de antemano (el Dasein o ser-ahí es un poder-ser que tiene constantemente que ejercitarse) ni tampoco es puesto por algo o alguien. Conciencia porque la existencia es lo que nunca es objeto, sino aquello a partir de lo cual me refiero a lo otro que no soy yo y con lo que me relaciono, además de conmigo mismo (autoconciencia).

Para Sartre y Lavelle la existencia precede a la esencia, y la hace posible, ya que si no existo no puedo conquistar mi esencia ni dármela a través de actos absolutamente dependientes de mí. Heidegger, sin embargo, no acepta este primado de la existencia sobre la esencia, sino que identifica a ambas: el ser (esencia) del Dasein consiste en su existencia (existenz).

1.4.2. Individualismo y particularismo.

Lo primario es lo singular y concreto, la existencia humana, pero no en su generalidad, sino en la particularidad de «esta» existencia humana o «aquella otra». El yo no es el momento de una Razón absoluta o universal, como afirmaba Hegel.

1.4.3. Las cosas no existen, «son».

Es desde la existencia humana desde donde se establece el valor y sentido de todo lo real. El objeto al que se dirige la conciencia no existe. Es un «ser-en-sí» (Sartre), caracterizado por la plenitud de coincidencia, la impenetrabilidad y opacidad. Su ausencia de relación rehuye la temporalidad y entra en tensión con la conciencia, «ser-para-sí». Ésta desea ser, a la vez, en-sí y para-sí, lo cual equivaldría a ser Dios, algo imposible de realizar (ateísmo).

1.4.4 Utilización de la fenomenología como método.

Los existencialistas parten del análisis husserliano de la conciencia, a la que conciben como pura intencionalidad. Toda conciencia es siempre un dirigirse hacia algo; es conciencia de, y por eso se proyecta hacia fuera, hacia el objeto o «ser-en-sí».

La conciencia es «un poder de ser lo que no se es y de no ser lo que se es», una intencionalidad que introduce la nada dentro de ella: cuando conoce al objeto, se diferencia y separa de él (enajenación). Si se intenta conocer a sí misma (autoconciencia) debe convertirse en lo que no es (objeto), creando la nada, siendo nada.

La fenomenología se constituye no sólo en un método de análisis de la conciencia, sino en una ontología (Heidegger) que permite desocultar el sentido del ser: aquello que se manifiesta (fenómeno) ante la existencia humana.

1.4.5. Existir es estar en el mundo.

El ser del hombre es un ser-en-el-mundo (in-der-Welt-sein). Pero «mundo» no es un lugar, ni designa la naturaleza. No estamos «pasivamente» en el mundo, sino de manera activa y creadora, trascendiendo siempre hacia «lo otro» (el ser-en-sí) que no es la conciencia, hacia el «ser-en-sí» (el hombre, la conciencia), sin poder abrazarlo.

La existencia humana consiste en un continuo «quehacer» que tiene que vérselas con «las cosas», «aquello que está a la mano»: enseres, útiles. Mundo es instrumento para que y en el que la conciencia se realiza, el conjunto de relaciones de «las cosas» entre sí y con el hombre. El Dasein crea mundo. La existencia es mundaneidad.

1.4.6. Posibilidad y elección.

El hombre es posibilidad abierta, libertad de hacerse esto y lo otro. Elección. Ahora bien, en la medida en que el hombre está arrojado al mundo, ha de contar con aquello que le es «dado», las circunstancias (tratadas ampliamente por Ortega y Gasset) que limitan sus posibilidades y su libertad. La autenticidad consiste en no renunciar a la libertad bajo ninguna circunstancia: no dejarse caer entre las cosas como una más de ellas (facticidad).

El hombre no debe eludir su responsabilidad de obrar libremente, de lo contrario obrará de mala fe y llevará una existencia inauténtica.

1.4.7. La angustia, la naúsea, la vergüenza.
Los sentimientos, al igual que la razón desvelan nuestra existencia y nos ponen en contacto con ella, de manera más íntima y radical que la razón.

La angustia nace de un futuro indefinido, de la falta de esencia, de un horizonte cuajado de posibilidades al que el hombre debe enfrentarse sin ninguna garantía, asumiendo plenamente su libertad de «construirse a sí mismo a cada instante».

La náusea de Sartre surge de la falta de propósito y finalidad del mundo y de los hombres. Todo está de más, tejiendo el mismo entramado de lo absurdo del mundo. Ningún teleologismo puede salvarnos porque la idea de finalidad es en sí misma producto de la mala fe: un autoengaño.

La vergüenza es el sentimiento mediante el cual constatamos que existen otros para-sí distintos al nuestro. En su presencia me convierto en un objeto (en-sí), y quedo cosificado y privado de mi libertad. El otro puede pensarme como quiera, anulando mi libertad de ser.

El existencialismo, a través del análisis fenomenológico de la conciencia, abruma al hombre con una pesada carga de responsabilidad, pero también le muestra un camino individualmente creativo de hacerse a sí mismo, a pesar de lo dado y de toda circunstancia.

Capítulo II

Erich Fromm

Erich Fromm (23 de marzo, 1900 – 18 de marzo, 1980) fue un destacado psicólogo social y humanista alemán, miembro del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Frankfurt, participó activamente en la primera fase de las investigaciones interdisciplinarias de la Escuela de Frankfurt, hasta que a fines de los años ’40 rompió con ellos debido a su heterodoxa interpretación de la teoría freudiana. Fue uno de los principales renovadores de la teoría y práctica psicoanalítica a mediados del siglo XX, y una influencia fundamental en el pensamiento New Age.

2.1. Biografía

Fromm, natural de Frankfurt, comenzó estudios de derecho, pero se desplazó a la Universidad de Heidelberg en 1919 para estudiar sociología bajo la dirección de Alfred Weber; durante sus estudios conoció a la psicoanalista Frieda Reichmann, judía ortodoxa como él, con quien se casó en 1926. Tras su matrimonio comenzó el estudio de la doctrina freudiana, y en 1929 comenzó su carrera como psicoanalista en Berlín, abandonando el judaísmo casi por entero y estudiando las teorías de Marx. En 1931 se divorció de Reichmann, con quien mantuvo una estrecha amistad de por vida.

En 1930 fue invitado por Max Horkheimer a dirigir el departamento de Psicología del recientemente creado Institut für Sozialforschung. El 25 de mayo de 1934, tras la toma del poder por el partido Nazi, emigró junto con otros miembros del instituto a los Estados Unidos. Las divergencias intelectuales con otros miembros del Institut, especialmente Herbert Marcuse y Theodor Adorno, llevaron a su desvinculación del mismo en 1939.

Durante los años ’40 Fromm desarrolló una importante labor editorial, publicando varios libros luego considerados clásicos sobre las tendencias autoritarias de la sociedad contemporánea y desviándose marcadamente de la teoría original freudiana. En 1943 fue uno de los miembros fundadores de la filial neoyorquina de la Washington School of Psychiatry, tras lo cual colaboró con el William Alanson White Institute of Psychiatry, Psychoanalysis, and Psychology. En 1944 se casó en segundas nupcias con una inmigrante judeoalemana, Henny Gurland; hacia 1950 se mudaron a México, donde Gurland fallecería dos años más tarde.

Fromm enseñó en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde fundó la sección psicoanalítica de la escuela de medicina. En 1953 volvió a contraer matrimonio. Desde mediados de la década estuvo fuertemente involucrado con los movimientos pacifistas norteamericanos, y fue un destacado oponente de la guerra de Vietnam. Se alejó de todo apoyo al socialismo de Estado, sobre todo del modelo totalitario soviético, y criticó la sociedad de consumo capitalista, esto y sus perspectivas sobre la libertad personal y el desarrollo de una cultura libre lo acercó notablemente a la línea anarquista, cuestión que se hace evidente al comparar las temáticas de sus libros con las los autores clásicos del anarquismo. De sí mismo se decía partidario de un socialismo humanista y democrático.

Entre 1957 y 1961 Fromm compaginó su actividad en la UNAM con una cátedra en la Michigan State University. En 1965 se retiró; tras unos años de viaje, en 1974 se instaló en Muralto, en Suiza. Murió en su hogar cinco días antes de su octogésimo cumpleaños.

2.2 La condición humana actual

Fromm afirma en su obra, que el hombre actual se caracteriza por su pasividad y se identifica con los valores del mercado porque el hombre se ha transformado a sí mismo en un bien de consumo y siente su vida como un capital que debe ser invertido provechosamente.

El hombre es un consumidor eterno y el mundo para él no es más que un objeto para calmar su apetito. Según el autor, el éxito y el fracaso se basa en el saber invertir la vida. El valor humano, radica en lo material, en el precio que pueda obtener por sus servicios y no en lo espiritual (cualidades de amor, ni su razón, ni su capacidad artística). La autoestima en el hombre depende de factores externos y de sentirse triunfador con respecto al juicio de los demás. De ahí que vive pendiente de los otros, y que su seguridad reside en la conformidad; en no apartarse del rebaño. El hombre debe estar de acuerdo con la sociedad, ir por el mismo camino y no apartarse de la opinión o de lo establecido por ésta.

La sociedad de consumo para funcionar bien necesita una clase de hombres que cooperen dócilmente en grupos numerosos que quieren consumir más y más, cuyos gustos estén estandarizados y que puedan ser fácilmente influidos y anticipados. Necesita hombres que se sientan libres o independientes, que no estén sometidos a ninguna autoridad o principio o conciencia moral y que no obstante estén dispuestos a ser mandados, a hacer lo previsto, a encajar sin roces en la máquina social. Los hombres actuales son guiados sin fuerza, conducidos sin líderes, impulsados sin ninguna meta, salvo la de continuar en movimiento, de avanzar. Esta clase de hombre es el autómata, persona que se deja dirigir por otra.

El hombre, debe trabajar para satisfacer sus deseos, los cuales son constantemente estimulados y dirigidos por la maquinaria económica. El hombre automatizado se enfrenta a una situación peligrosa, ya que su razón se deteriora y crece su inteligencia, de proporcionar al hombre la fuerza material más poderosa sin la sabiduría para emplearla.

El peligro que el autor ve en el futuro del hombre es que éstos se conviertan en robots. Verdad es que los robots no se rebelan. Pero dada la naturaleza del hombre, los robots no pueden vivir y mantenerse cuerdos. Entonces buscarán destruir el mundo y destruirse a sí mismos, pues ya no serán capaces de soportar el tedio de una vida falta de sentido y carente por completo de objetivos. Para superar ese peligro el autor dice que el hombre debe vencer la enajenación, debe vencer las actitudes pasivas y orientadas mercantilmente que ahora lo dominan y elegir en cambio una senda madura y productiva. Debe volver a adquirir el sentimiento de ser él mismo.

2.3 El pensamiento de Fromm

Son de importancia trascendental sus estudios acerca de la relación que existe entre los sistemas políticos totalitarios y las religiones monoteístas. Según Fromm las religiones monoteístas educan a los individuos en la obediencia ciega a una autoridad superior, que pone las normas por encima de cualquier razón o discusión. Así el hombre queda reducido a un mero servidor de un Dios Todopoderoso. Esta mentalidad masoquista, adquirida desde la infancia, sería la base psicológica que ha hecho que muchos hombres sigan ciegamente a dictadores como Hitler. Es de destacar la similitud que tienen estas ideas de Fromm con las de otro gran pensador: Joseph Campbell.

Poco antes de morir Fromm publicó un libro que supuso un paso adelante en su pensamiento: “Anatomía de la destructividad humana”. En este escrito planteó la idea de que el hombre se decanta en su vida entre dos fuerzas: la biofilia y la necrofilia. La primera es la fuerza que impulsa al ser humano a amar la vida y a crear. La segunda es el reverso tenebroso de esta fuerza. La necrofilia surge cuando el hombre se decanta por el egoísmo, y conlleva la soberbia, la codicia, la violencia, el ansia de destruir y el odio a la vida. Es de destacar el magnífico estudio que Fromm hizo, en este libro, de la personalidad de Hitler basándose en esta teoría de la biofilia – necrofilia.

2.4. Obras de Erich Fromm

  1. ¿Podrá sobrevivir el hombre?
  2. Del tener al ser
  3. El amor a la vida
  4. El arte de amar
  5. El arte de escuchar
  6. El dogma de cristo
  7. El humanismo como utopía real
  8. El miedo a la libertad
  9. Espíritu y sociedad
  10. Ética y política
  11. La atracción de la vida
  12. La condición humana actual
  13. La crisis del psicoanálisis
  14. La patología de la normalidad
  15. Lo inconsciente social
  16. Sobre la desobediencia
  17. Y seréis como dioses
  18. Anatomia de la destructividad humana
  19. Budismo zen y psicoanálisis
  20. El corazón del hombre: su potencia para el bien y para el mal
  21. Ética y psicoanálisis
  22. Grandeza y limitaciones del pensamiento de Freud
  23. La misión de Sigmund Freud: su personalidad e influencia
  24. La revolución de la esperanza: hacia una tecnología humanizada
  25. La sociedad industrial contemporanea
  26. Marx y su concepto del hombre
  27. Psicoanálisis de la sociedad contemporánea: hacia una sociedad sana
  28. Sociopsicoanálisis del campesino mexicano: estudio de la economía y la psicología de una comunidad rural.
  29. El lenguaje olvidado.

Capítulo III

Análisis Del “Arte De Amar” (Fromm)

3.1 Introducción

El autor nos advierte que este libro no es un manual acerca del arte de amar, sino que pretende demostrarnos que el amor uno es un sentimiento fácil para nadie. Amarnos a nosotros mismos no puede lograrse sin la capacidad de amar a los demás.

Antes de continuar me gustaría exponer algunas anotaciones personales en referencia a la estructuración del trabajo, aportaciones críticas personales o la terminología empleada.

He decidido seguir la esquematización utilizada por el autor en el libro, al considerarla adecuada, siguiendo un orden lógico que permita exponer con claridad el contenido.

A la hora de incluir algunos comentarios personales, sobre ciertas afirmaciones que me parecían chocantes o al menos curiosas, o ciertas dudas que me surgían, he optado por incluir estos comentarios en el desarrollo del trabajo en vez de dedicar un apartado al final, evitando de esta forma tener que repetir la idea desarrollada por Fromm al mismo tiempo que situarlo en el mismo lugar donde se expone el argumento fruto de la crítica o comentario. Para distinguir esta aportación personal de lo dicho por Erich Fromm el texto figura con letra en cursiva, apareciendo al final de un bloque determinado y no intercalado entre dos párrafos que traten el mismo tema, intentando evitar la confusión.

Por último, me gustaría aclarar un aspecto acerca de la terminología empleada. Los términos usados pueden ser considerados masculinizantes, por ejemplo, el uso de niño o hijo cuando podría ser niña e hija, hombre cuando se está haciendo referencia al propio ser humano, o es una distinción indistinta cuyo ejemplo servía de igual manera ya se fuera hombre o mujer. Fromm juega un poco con esto y unas veces usa uno u otro, aunque primando el masculino, no obstante, para evitar confusiones decidí utilizar siempre el masculino, pero dejando claro que hago referencia a uno u otro sexo al mismo tiempo e indiferentemente.

3.2 ¿Es el amor un arte?

La mayoría de la gente cree en el amor como una sensación placentera; sin embargo, el autor considera el amor un arte que requiere conocimiento y esfuerzo.

La mayoría de la gente cae en el error de suponer que no hay nada que aprender sobre el amor, y ello se debe a varios motivos: considerar que el problema del amor consiste en ser amado y no en amar, valorando aspectos como el éxito, ser poderoso, rico, ser atractivos, en definitiva, una mezcla de popularidad y sex – appeal; el hecho de creer que amar es fácil y lo difícil es encontrar a quien amar, la importancia del objeto frente a la de la función, la suposición de que el problema del amor es el de un objeto y no de una facultad; la confusión entre la sensación inicial del «enamorarse» y el permanecer enamorado cuando la otra persona ya no es desconocida y se pierde el halo de misterio inicial.

El amor es un arte, y todo arte necesita un proceso de aprendizaje, tanto en lo teórico como en el aspecto práctico.

Hay un aspecto curioso que Fromm comenta en referencia a los errores que lleva a muchas personas suponer que no hay nada que aprender sobre el amor. Afirma que las relaciones amorosas humanas siguen el mismo esquema existente en el mercado de bienes y de trabajo, en la idea de un intercambio mutuamente favorable. «Una mujer o un hombre atractivos son los premios que se quiere conseguir».

3.3 La Teoría del amor

El amor, la respuesta al problema de la existencia humana

En los animales, sus afectos constituyen una parte de su instinto, algo que también permanece en el hombre. El hombre sufre la necesidad de superar su separatidad, de abandonar «la prisión de su soledad», porque la vivencia de la separatidad provoca angustia. La solución a esta soledad ha recibido varias respuestas a lo largo de la historia, utilizando varios medios que ayuden a alcanzarla tales como adorar animales, conquistas militares, lujuria, trabajo obsesivo, creación artística, amor a Dios, amor al Hombre. En el niño la presencia de la madre evita su sentimiento de separatidad.

Fromm nos habla de «estados orgiásticos». Muchos rituales de tribus primitivas utilizaban las drogas como forma de escapar del estado de separación, o a través de la experiencia sexual, siendo el orgasmo un estado similar al provocado por un trance o los efectos de ciertas drogas. Las orgías sexuales comunales formaban parte de muchos rituales primitivos. Participar en estos estados orgiásticos, al ser una práctica común e incluso exigida por los médicos brujos o sacerdotes, no producía angustia, sentimiento de culpa o vergüenza.

En una cultura no orgiástica se trata de escapar de la separatidad a través del alcohol o las drogas, experimentando el individuo sentimientos de culpa y remordimiento. El acto sexual sin amor no elimina, salvo en forma momentánea, el abismo que separa a dos seres humanos. En esta cultura esta forma de escapar de la separatidad provoca una cada vez mayor sensación de separación.

Las uniones orgiásticas son intensas, ocurren en mente y cuerpo, son transitorias y periódicas.

Hay otro aspecto a considerar, la unión basada en la conformidad con el grupo.

El hombre pasó de vivir en un grupo pequeño a integrarse en ciudades, estados, miembros de una iglesia. La uniformidad predomina en una unión donde el ser individual desaparece en pro de la pertenencia al rebaño. La conformidad con el rebaño es la forma predominante, donde los pensamientos, las costumbres, la forma de vestir, los empleos, el ocio… No difieren apenas entre los ‘diferentes’ individuos que forman parte de la colectividad. Se cree ser diferente, tener ideas o pensamientos propios cuando en realidad son prácticamente los mismos, creer que poder elegir entre unas determinadas diferencias aceptadas por una mayoría representa una ausencia de conformismo o que esto es ser individualista. La igualdad como condición para el desarrollo de la individualidad. Esta estandarización o igualdad conviene a la sociedad, como forma de evitar fricciones. Incluso lo que muchos suponen un gran logro, la igualdad de las mujeres, forma parte del movimiento conducente a la eliminación de las diferencias. Es curioso lo que escribe Fromm: «la polaridad de los sexos está desapareciendo, y con ella el amor erótico, que se basa en dicha polaridad».

Pero la unión por la conformidad no soluciona per se la angustia de la separatidad. Síntomas de sus fallos son el alcoholismo, el abuso de las drogas, la sexualidad compulsiva o el suicidio. Al mismo tiempo, a diferencia de las soluciones orgiásticas, afecta sobre todo a la mente y no al cuerpo. La única ventaja de la conformidad es la permanencia. Otros aspectos a considerar son la rutina en el trabajo y el ocio. Existe poca iniciativas ante unas tareas prescritas por la organización del trabajo. Las diversiones están rutinizadas y prefabricadas.

Es concluyente la pregunta que Fromm se/nos hace. «¿Cómo puede un hombre preso en esa red de actividades rutinarias recordar que es un hombre, un individuo único, al que sólo le ha sido otorgada una única oportunidad de vivir, con esperanzas y desilusiones, con dolor y temor, con el anhelo de amar y el miedo a la nada y a la separatidad?»

Una tercera forma de lograr la unión sería la actividad creadora, donde el individuo que crea y su objeto se tornan uno. Esto no englobaría al trabajador de una cadena de montaje, que se siente bastante alejado de aquello que produce en su trabajo rutinario.

Pero la unión lograda en la fusión orgiástica es transitoria, la que proporciona la conformidad es una pseudo – unidad y la actividad creadora no es interpersonal.

Así, Fromm concluye que ante estas respuestas parciales sólo el amor puede lograr la fusión con otra persona, siendo el «impulso más poderoso que existe en el hombre». Tan convencido está Fromm de ello que llega a escribir que «sin amor, la humanidad no podría existir un día más». Sin embargo, ahora surge una duda, ¿de qué amor estamos hablando? ¿el amor como solución al problema de la existencia o como unión simbiótica? Fromm critica el amor como unión simbiótica, lo considera una forma inmadura de amar. Podría hablarse de unión simbiótica entre el feto y la madre embarazada; la sumisión o masoquismo, donde la persona renuncia a su integridad convirtiéndose en instrumento de alguien o algo ajeno a él; la dominación o sadismo, forma activa frente a la pasiva que representa la sumisión, quien escapa de su soledad creando en otro individuo la prolongación de su ser.

Es por ello que cuando Fromm habla de amor se refiere a un amor maduro donde «se da la paradoja de dos seres que se convierten en uno y, no obstante, siguen siendo dos». Hay que entender la capacidad de amar como acto de dar, sin pensar en el sentido mercantilista donde dar implica recibir. Al final, dar significa recibir, porque cuando se da con sinceridad no se deja de recibir, o como bien dice Fromm «el amor es un poder que produce amor». Y esto no sería circunscribible sólo al amor, podríamos por ejemplo hablar del maestro que aprende de sus alumnos.

Pero el amor no sólo es dar, también implica cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento, todos conformando una interdependencia mutua. No amamos aquello que no cuidamos. La persona que ama, responde. Respeto como preocupación por el prójimo, evitando así que la responsabilidad degenere en dominación; o como dice una vieja canción francesa, el respeto sólo existe sobre la base de la libertad. Pero el cuidado, la responsabilidad o el respeto no son posibles si conocer a la persona. Como dice Fromm, «el conocimiento sería vacío si no lo motivara la preocupación». Sólo el amor hace posible el conocimiento, en el acto de amar me encuentro a mí mismo. Sin embargo, ya decía el sabio que mientras más sabía más se daba cuenta de que, en realidad, no sabía nada. Otra frase curiosa que escribe Fromm es que «la consecuencia última de la psicología es el amor».

Hasta ahora se ha hablado del amor como forma de afrontar la separatidad humana. Pero existe una necesidad existencial de unión de orden biológico, la polaridad de los sexos. Fromm critica la teoría freudiana acerca de la sexualidad, diciendo Freud que la finalidad del deseo sexual es la eliminación de la tensión química producida en el cuerpo, sin tener en cuenta el aspecto psicobiológico de la sexualidad, la polaridad hombre – mujer y el deseo de resolver esta polaridad a través de la unión.

Es curiosa la conclusión a la que llega Fromm acerca de las actitudes homosexuales: «La desviación homosexual es un fracaso en el logro de esa unión polarizada, y por eso el homosexual sufre el dolor de la separatidad nunca resuelta, fracaso que comparte, sin embargo, con el heterosexual corriente que no puede amar». Salvando las distancias, creo que podría estar equivocado. Si bien no parece demostrado que en los homosexuales haya aspectos patológicos diferenciadores con respecto al resto de su sexo, hay evidencias que sugieren que los genes pueden ser un factor en la orientación sexual; aunque otras opiniones, como la de Sigmund Freud, afirman que es más probable que los factores determinantes sean las experiencias durante la infancia. En este último punto, Freud afirma que la falta de un progenitor del mismo sexo con el cual poder identificarse podría ser una causa de la homosexualidad. Si nos remontáramos al siglo XIX la homosexualidad era entonces clasificada como enfermedad.

3.4 El amor entre padres e hijos

El niño al nacer no tiene conciencia de la realidad que le rodea o de sí mismo. Tan sólo siente la estimulación del calor de la madre y el alimento, la satisfacción y seguridad que la madre le produce; lo exterior es real en función de sus necesidades. Cuando crece aprende a percibir las cosas, aprendiendo a manejar las cosas y a la gente. Siente el amor incondicional materno. Los niños entre los ocho y medio a los diez años ya pueden amar y no sólo responder con gratitud y alegría al amor que reciben. El niño pasa de su egocentrismo a valorar las necesidades de los demás, donde dar o amar es más satisfactorio que recibir, sintiendo una nueva sensación de unión. Fromm lo reduce a lo siguiente «El amor infantil sigue el principio: ‘Amo porque me amar’. El amor maduro obedece al principio: ‘Me aman porque amo’. El amor inmaduro dice: ‘Te amo porque te necesito’. El amor maduro dice: ‘Te necesito porque te amo’.»

El amor al padre es diferente y de poca importancia durante los primeros años de la vida del niño, el padre «no representa un hogar natural» de donde venimos. El padre será quien enseñe al niño el camino hacia el mundo, en un amor que es condicional que, a diferencia del materno, puede ser controlado. Después de los seis años, el niño comienza a necesitar el amor del padre, su autoridad y su guía. La función de la madre es la de aportar seguridad, el padre será quien enseñe y guíe ante los problemas que plantea la sociedad. Las cualidades paternas serían la disciplina, independencia, habilidad de dominar la vida por sí mismo.

La base de la salud mental y el logro de la madurez son fruto del éxito de la relación madre – niño y padre – niño. La neurosis es fruto del fracaso o ciertos desajustes en esta relación. Así, «ciertos tipos de neurosis, las obsesivas, por ejemplo, se desarrollan especialmente sobre la base de un apego unilateral al padre, mientras que otras, como la histeria, el alcoholismo, la incapacidad de autoafirmarse y de enfrentar la vida en forma realista, y las depresiones, son el resultado de una relación centrada en la madre.»

Creo que es bastante discutible cuando dice: «Si un individuo [al llegar a la etapa adulta] conservara sólo la conciencia paterna, se tornaría áspero e inhumano. Si retuviera únicamente la conciencia materna, podría perder su criterio y obstaculizar su propio desarrollo o el de los demás».

3.5 Los objetos amorosos

Es un error pensar que sólo amamos a una determinada persona, pues esto no es sino una relación simbiótica o egotismo ampliado. Como poéticamente escribe Fromm, «si amo realmente a una persona, amo a todas las personas, amo al mundo, amo la vida». Aunque esto no quita que podamos distinguir diversos tipos de amor.

Como objetos amorosos se distinguen el amor fraternal, el amor materno, el amor erótico, el amor a sí mismo y el amor a Dios.

3.6 Amor fraternal

Entendamos por amor fraternal como el amor a todos los seres humanos, tal como Jesús decía a sus discípulos que amaran a su prójimo como a sí mismos. Así, el amor sólo comienza a desarrollarse cuando amamos a quienes no necesitamos por un fin egoísta.

3.7 Amor materno

De esto ya se ha hablado antes, sin embargo, quedaría por añadir algunas observaciones. El amor materno no sólo contribuye a la conservación de la vida del niño y su crecimiento, sino también debe inculcar en el niño el amor a la vida. El amor madre – niño crea una dependencia de éste último necesaria, y a diferencia del amor erótico, donde dos seres separados se vuelven uno, en el amor materno dos seres que estaban unidos se separarán. En el momento de la separación el amor materno se hace más difícil, imposible si una madre no puede «amar a su esposo, a otros niños, a los extraños, a todos los seres humanos.»

3.8 Amor erótico

A diferencia del amor fraterno o el materno, el amor erótico es una unión con una única persona, exclusivo y no universal, siendo «la forma de amor más engañosa que existe». No hay que confundirlo con la experiencia de «enamorarse», situación ésta limitada por el hecho de llegar a conocer a la otra persona tanto como a uno mismo, o mejor dicho, tan poco. Otros factores que muchas personas se confunden al considerarlos formas de salvar la separatidad son hablar de uno mismo, de las esperanzas, mostrar aspectos infantiles, establecer un interés común frente al mundo… También es erróneo confundir el deseo sexual con el amor, aunque el amor pueda inspirar el deseo de la unión sexual. El deseo sexual sin amor no conduce a la unión, salvo en sentido orgiástico transitorio.

Un aspecto importante a considerar es la ya comentada exclusividad del amor erótico. El amor erótico sólo excluye el amor a los demás como fusión erótica. Hemos visto el amor erótico como atracción individual y concreta entre dos personas, pero también podríamos hablar de un acto de voluntad y un compromiso, pues de ser sólo sentimiento no tendría sentido hablar del amor eterno, del matrimonio hasta que la muerte los separe. Aquí Fromm no distingue entre el matrimonio decidido por terceros y el de la elección individual, pues la voluntad será la que garantice la continuación del amor.

Ante lo expuesto me hago las siguientes preguntas: ¿Existe el amor eterno? ¿Sólo puede existir amor erótico entre dos personas, no puede haber una tercera? ¿No es más intenso el amor como elección individual que el convenido por otros intereses, aun cuando la voluntad y compromiso haga permanecer unida a la pareja?

3.9 Amor a sí mismo

Son muchas las opiniones que a lo largo de los tiempos han puesto objeciones al amor a sí mismo. Unos lo consideraron pecado, otros como Calvino lo calificarían de «peste», hablarían de narcisismo, de ser insano, que el amor a sí mismo excluye el amor a los demás.

Fromm es tajante al afirmar que es una «falacia lógica» hablar de esta exclusión recíproca. Por todos es conocida la frase bíblica «ama a tu prójimo como a ti mismo». Pero, ¿qué explicación tiene el egoísmo si el amor a mí mismo y a los demás es conjuntivo? Ante esto la respuesta es que «el egoísmo y el amor a sí mismo, lejos de ser idénticos, son realmente opuestos». Si un individuo sólo ama a los demás, no puede amar en absoluto; por el mismo motivo, si sólo se ama a sí mismo, nada sabemos sobre lo que es amar. El egoísta ni tan siquiera llega a amarse a sí mismo, sintiéndose vacío, infeliz, preocupado por arrancar a los demás las satisfacciones que él no puede/quiere conseguir. En el caso de una madre sobreprotectora, más que un amor excesivo lo que muestra es la forma de compensar su total incapacidad de amar. En esencia poco diferencia el efecto producido por la madre generosa y la madre egoísta, pudiendo ser peor la primera, en cuanto los hijos evitan criticarla, se sienten presionados, la obligación de no desilucionarla. Para llevar a un niño a conocer la felicidad, el amor y la alegría no hay nada como una madre que se ama a sí misma. Algo similar podría decirse de una persona ‘generosa’ que poco o nada quiere de sí mismo y sólo vive para los demás: no es feliz, es hostil hacia la vida, la generosidad es una fachada que esconde un intenso egocentrismo.

Creo que deja en muy mal lugar a la madre sobreprotectora. Si bien llevado a un caso extremo puede ser cierto lo que afirma Fromm, en un caso normal es una actitud relativamente normal que no creo que tanto perjudique al niño porque, ¿cuál es el límite de la intensidad con la que debemos o podemos amar a otros o a nosotros mismos? ¿está demostrado que rebasar este supuesto límite, si acaso existe, tiene unos efectos más negativos que positivos?

3.10 Amor a Dios

Si consideramos el número de páginas que Fromm utiliza para hablar del amor a Dios, parece ser más complejo o importante que los precedentes.

Si hubiera que sintetizar la idea que Fromm aporta acerca de la necesidad de amar, podríamos decir que esta necesidad existe motivada por la separatidad, como forma de superar la angustia que el estado de separación produce en el hombre, siendo la unión la solución.

El hombre surge de la naturaleza, de la madre, de una unidad original a la que se aferra por encontrar en ella seguridad. En una primera etapa evolutiva se identificaba con los animales y los árboles; muchas religiones primitivas reflejan esta etapa evolutiva. Posteriormente es capaz de moldear figuras en arcilla, metales, cuando ya no depende tanto de la naturaleza; entonces aparecen los ídolos que adquieren apariencia humana. Parece haber existido una fase matriarcal de la religión anterior a la patriarcal en determinadas culturas. La fase patriarcal marca determinados principios o normas a obedecer, la sociedad patriarcal es jerárquica; pero los aspectos maternos no pueden ser totalmente eliminados, teniendo un claro ejemplo en la Virgen de la religión católica. En muchos casos los dioses han evolucionado de la misma forma que lo hacía la sociedad; el paso de una estructura social centrada en la madre a una centrada en el padre produjo el campo de dios matriarcal a patriarcal. Dios en la religión católica es un ente sin nombre, justo aunque severo en ocasiones, es amor, se compromete, es la fuente de toda existencia. Es la figura del padre al que hay que obedecer, un amor condicionado, que premia ante los buenos actos y se enoja ante la desobediencia.

Fromm examina la diferencia entre la lógica aristotélica y la paradójica, una primera donde lo que ‘es’ no puede ser al mismo tiempo ‘no ser’, y la otra que sí acepta esta premisa. Así, a través de la lógica paradójica podemos concluir que el amor a Dios no es conocer a Dios a través del pensamiento, sino el acto de experimentar la unidad con Dios. Desde este punto de vista lo importante no es el pensamiento, sino el acto. La lógica paradójica llevó al hombre a la tolerancia y la autotransformación, la aristotélica al dogma y la ciencia; en el primer caso podríamos hablar de oriente y en el segundo de occidente. Así, en occidente el amor a Dios es sobre todo una experiencia mental, mientras que en las religiones orientales es una «intensa experiencia afectiva de unidad».

Existe un importante paralelismo entre el amor a los padres y el amor a Dios. El amor a Dios es inseparable del amor a los padres, su amor al hombre, en una relación determinada por la estructura de la sociedad en que vive; así, si la estructura social es la de sumisión a la autoridad, el concepto de Dios será infantil y alejado de un concepto maduro.

3.11 El amor y su desintegración en la sociedad occidental contemporánea

Si partimos de la premisa de que el amor es una capacidad del carácter maduro, observando la sociedad occidental es indudable que el amor es un fenómeno relativamente raro, dándose en realidad diferentes formas de pseudoamor o «desintegración del amor».

La estructura social, regida por el capitalismo, en un principio de supuesta libertad política y de mercado, necesita mano de obra obediente y eficiente, al mismo tiempo que consumidores impulsivos y poco críticos, personas que se sientan libres e independientes que encajen sin dificultades en el engranaje social. Esto ha producido en el hombre la enajenación de sí mismo y de lo que le rodea, en una situación de angustia e inseguridad que hace imposible superar una separatidad ante la que la sociedad ofrece muchos paliativos: rutinización del trabajo, el consumo, el ocio prefabricado. Parece que la felicidad pasa por divertirse, y esto implica consumir. Los autómatas no pueden amar, el amor llega a equiparse con las condiciones mercantilistas que rigen la sociedad, en unas relaciones que suelen ser artificiales. Se ha mantenido el error de pensar que el éxito del amor tan sólo radica en la satisfacción recíproca en el aspecto sexual, cuando en realidad el problema es el amor: está demostrado que los problemas sexuales más frecuentes no tienen su causa en el desconocimiento de la técnica adecuada sino en las inhibiciones que impiden amar. El temor o el odio al otro sexo es la raíz de la dificultad de entregarse por completo.

Fromm critica en Freud su concepto materialista del amor, del amor considerado básicamente un fenómeno sexual, de un sentimiento de unidad que Freud lo interpretaba como fenómeno patológico de regresión a un estado de temprano «narcisismo ilimitado», de no distinguir entre el amor irracional y el amor maduro.

En Sullivan critica su idea de que el amor es una situación de colaboración entre dos personas que sienten, en lo que Fromm denomina «egotismo à deux», donde dos personas aman sus intereses frente a un mundo hostil y enajenado.

Así, el amor como satisfacción sexual recíproca y el amor como «trabajo en equipo», constituyen las formas «normales» de la desintegración del amor en la sociedad occidental contemporánea.

Se describen cierto tipos de relaciones neuróticas amorosas. Un primer ejemplo es la inmadurez emocional y afectiva, fruto de una relación infantil materna/paterna no superada; personas que muestran un gran amor y afecto, que en cierta forma es superficial e irresponsable, que entran en profundas contradicciones y desengaños cuando creen no ser correspondidos en su justa medida; o la situación en donde la madre fue fría e indiferente y el padre concentra todo su afecto e interés en el hijo, pero de forma también autoritaria, premiando y castigando, lo que lleva al hijo a comportarse como un esclavo, a complacer al padre, y esto lo trasladará posteriormente en sus relaciones personales intentando encontrar la figura paterna con la que poder mantener una conducta similar, personas que suelen tener éxito social pero relegan a un segundo plano el aspecto afectivo interpersonal.

Un matiz más complicado presenta el hijo ante unos padres que no se aman e intentan ocultárselo. El hijo desconoce lo que los padres piensan y sienten, lo que le hace retraerse en su propio mundo, y esto lo trasladará a las relaciones amorosas posteriores, necesitando a veces que las acciones masoquistas le liberen de la carga de tensión y miedo provocada por su nula afectividad.

Otras formas frecuentes de amor irracional son: el amor idolátrico, en el que se tiende a «idolizar» a la persona amada, siendo característico su comienzo intenso aunque de difícil permanencia; el amor sentimental, más fantástico que real, como el experimentado ante una película, novela o canción romántica, o en el recuerdo de un pasado común por el que se muestra un amor que entonces no existió, o la esperanza de un amor futuro inexistente en el presente; otra forma de amor neurótico pasa por el uso de mecanismos proyectivos, buscando las propias falta ignoradas en los demás, o la de intentar dar sentido a la propia vida a través de la vida de los hijos.

Fromm insiste en el error frecuente de pensar que el amor significa necesariamente la ausencia de conflicto, cuando en realidad los ‘conflictos’ de la mayoría de la gente son formas de evitar los «verdaderos conflictos reales», no siendo éstos últimos en absoluto destructivos.

El amor es un desafío constante, que parte desde el centro de nuestra existencia, en la experiencia de dos seres «que son el uno con el otro al ser uno consigo mismo y no al huir de sí mismos».

Si pensamos en el aspecto religioso, la vida diaria está separada de cualquier valor religioso fruto del mismo automatismo que nos impide amar a los demás o a nosotros mismos, donde el hombre moderno se ha transformado en un artículo más del engranaje mercantilista, preocupado por un éxito que llega a olvidarse del propio yo, de la propia existencia al margen de los sentimientos.

Hay una frase muy interesante que escribe Fromm: «El hombre contemporáneo es más bien como un niño de tres años, que llora llamando a su padre cuando lo necesita, o bien, se muestra completamente autosuficiente cuando puede jugar». Dios podría ser ese padre, o la madre que te ama sin condiciones, y el juego no es mas que nuestra aceptación y participación en un mundo donde prima el mercantilismo que nos hace creer que lo óptimo es participar en él aceptando las reglas del juego. Pero esto no anula el sentimiento de separatidad ampliamente descrito, más bien lo oculta, y esto provoca sentimientos contradictorios, angustias, fobias, inadaptación ante nosotros mismos y ante los demás.

3.12 La práctica del amor

La práctica del amor es una experiencia personal ante la cual no existen recetas, no obstante, existen ciertos enfoques y premisas que nos pueden ser útiles.

Ya se comentó que el amor es un arte, y todo arte requiere disciplina, concentración, paciencia, una preocupación suprema por el dominio del arte y, por último, ser consciente de que un arte no se aprende sino de una forma indirecta.

El hombre moderno es excesivamente indisciplinado fuera del entorno laboral. La falta de concentración nos impide estar a solas con nosotros mismos. Todo a nuestro alrededor se muestra acelerado, lejos de esa paciencia necesaria para la quietud y el disfrute verdadero, creyendo que algo se pierde cuando no actuamos con rapidez, cuando es justamente lo contrario. Otra condición es la preocupación por el arte que debemos dominar, pasar de ser un mero aficionado a ser un maestro. ¿Por qué había de aprenderse a amar de una forma indirecta? Porque antes de comenzar con el arte mismo, son muchas las cosas que, aunque aparenten no tener relación alguna, son fundamentales.

Cuando se habla de disciplina, se hace referencia a una práctica fruto de nuestra propia voluntad, que se sienta como algo agradable. La concentración es algo más complicado, requiere saber estar sólo con uno mismo, sin hacer nada más que eso, siendo una condición indispensable para la capacidad de amar, pero al mismo tiempo hemos de concentrarnos en todo lo que uno hace. Y esta concentración pasa inevitablemente por saber escuchar, que no es lo mismo que oír. Porque estar concentrado significar vivir plenamente en el presente. Hay que pensar continuamente en uno mismo, analizarse, sensible ante los demás. Es fácil ser sensible ante los procesos corporales, pero ya no lo es tanto para los mentales.

Aquí se señala un factor altamente crítico del sistema educativo, que se fundamenta en la transmisión de cierto tipo de conocimiento en detrimento o ausencia de los rasgos y actitudes humanas.

Hasta aquí se han descrito las condiciones necesarias para la práctica de cualquier arte pero, ¿cuáles son las cualidades con verdadera importancia para la capacidad de amar? En primer lugar superar el propio narcisismo, adquirir una visión lo más objetiva posible del mundo exterior sólo alcanzable utilizando la propia razón en una actitud de humildad. Así, el amor requiere humildad, objetividad y razón. La objetividad y la razón representan la mitad del camino hacia el dominio del arte de amar, pero sin olvidar que no basta con aplicarlo a la persona amada, pues del no aplicarlo al resto del mundo estaríamos abocados al fracaso en ambos sentidos. Hay que tener fe, pero no la fe irracional en una persona o una idea donde hay que someterse a una autoridad también irracional, sino una fe racional en el propio pensamiento y en el juicio, tener fe en otra persona como signo de confianza, «de la esencia de su personalidad, de su amor». Al mismo tiempo es imprescindible la fe en uno mismo, pues «sólo la persona que tiene fe en sí misma puede ser fiel a los demás», la fe en el propio amor, la fe en la humanidad. Tener fe necesita del coraje, la capacidad de arriesgarse, llegando incluso a aceptar el dolor y la desilusión. La práctica de la fe y el valor deben ser ingredientes de la vida diaria. ¿Por qué amar es un acto de fe? Porque amar significa comprometerse sin garantías, entregarte a la persona amada con la esperanza de producir amor.

Otra condición necesaria para amar es la actividad, ser activo tanto en el pensamiento como en el sentimiento.

Pero todo lo descrito está inseparablemente unido al dominio social, es decir, como ya se ha dicho antes el amor no sólo ha de residir en las relaciones con la propia familia, los amigos y las relaciones eróticas, sino también para con todos los que están en contacto con nosotros a través de nuestras actividades diarias. Sin embargo, los principios sobre los que se basa la sociedad capitalidad y el principio que ha de regir el amor son incompatibles. Es por ello que para que el amor se convierta en un fenómeno social y no una excepción individualista y marginal, han de producirse importantes y radicales cambios en la estructura social. Fromm no se plantea una respuesta a este cambio social, pues requeriría otro libro, pero sí sugiere un camino a seguir. Hay que pasar de la omnipresencia del interés económico, donde los medios se convierten en fines, donde el hombre es un autómata, a una sociedad donde el hombre ocupe el lugar supremo y la máquina económica esté para servirlo y no para ser servida, donde el amor no esté separado de la propia existencia social. Porque, en definitiva, «el amor es la única respuesta satisfactoria al problema de la existencia humana».

Es chocante, aunque tiene su fundamento, la recomendación que Fromm nos hace como necesario para aprender a concentrarse: evitar las conversaciones triviales y las malas compañías. Esto es complicado en el mundo actual, donde la hipocresía es común, donde la trivialidad predomina. Porque, si eliminamos la hipocresía y la trivialidad podemos correr el riesgo de quedarnos más solos de lo que ya por sí estamos, aunque también es cierto que la amistad y el amor se tornarían verdaderos. Creo que, en cierta forma, somos conscientes de una trivialidad e hipocresía que aceptamos y de la que también participamos, pero somos conscientes de cuándo, cómo y con quién la sinceridad es real y permanente, quizás son pocas las personas. A veces no se trata de eliminar o evitar, sino de ser consciente de ello.

Por otro lado, me surge una duda en lo que a simple vista parece una contradicción. Fromm habla del amor como acción de dar, sin condiciones previas, sin esperar nada a cambio aunque el recibir sea inevitable. Por otro lado, nos dice que amar significa comprometerse sin garantías, lo cual concuerda con lo antes dicho, pero este amar es una entrega «con la esperanza de producir amor en la persona amada». ¿Acaso esta esperanza no es una posición a priori de esperar algo a cambio? ¿se produce la unión cuando a ese dar sin condiciones no le sigue un recibir parte de lo que anteriormente dimos? ¿es una posición mercantilista, o acaso una necesidad innata? Creo que esto no queda suficientemente claro.

Conclusiones

1. Hacia la tercera década del siglo XX, surge en Alemania el existencialismo y de allí se difunde por Francia y el resto de Europa, especialmente en Francia. Esta escuela, podría interpretarse como una reacción ante un período de crisis de conciencia a nivel social y cultural

2. Los existencialistas afirman que el hombre es un ser «arrojado al mundo», esta frase parece expresar el sentir europeo de aquellos años y puede ser interpretada de modo literal: los europeos se sienten arrojados en mundo inhóspito, arrojados de sus hogares destruidos y de la seguridad de sus creencias, valores e ideales.

3. Es uno de los más influyentes sistemas filosóficos y culturales; una tendencia particular de la concepción humanista que tiene por objetivo el análisis y la descripción del sentido y contradicción de la vida humana. Desde el punto de vista del existencialismo, el individuo no es una parte mecánica de un todo único (generación, clase, socio), sino lo íntegro por sí mismo.

4. Psicología humanística y existencialista

La psicologías existencialista como su nombre lo indica, se basa en la filosofía existencial que en la década de 1940alcanzó gran popularidad por obra de Jean – Paul Sartre, entre otros. Los psicólogos existencialistas analizan sobre lo absurdo y la enagenación de la vida moderna. Según ellos estos sentimientos dan origen a la apatía, el miedo y a otros problemas psicológicos. Por ejemplo el psicólogo Rollo May afirma que, los estadounidenses modernos son almas pérdidas, es decir, personas sin mitos ni héroes.

R. D. Laing, otro pensador existencialista, esta convencido de que hemos de revalorizar nuestra actitud ante la conducta psicótica. Este comportamiento no es normal en su opinión, sino unas respuesta normal y responsable ante un mundo anormal. Los psicólogos existencialistas, tratan de ayudar a la gente a encontrar un sentido interno de identidad de modo que alcancen la libertad asuman la responsabilidad de sus actos.

5. La psicología humanística guarda relación con la psicología existencialista.
Ambas establecen que la gente debe aprender a realizar su potencial. Pero mientras que la psicología existencialista, se centra en el establecimiento del sentido interno de identidad y de fuerza de voluntad; la psicología humanística, destaca las posibilidades de la experiencia no verbal, la unidad de la mente, los estados alterados de la conciencia y el desahogo.

Las concepciones existencialistas y humanística nunca han predominado en la psicología estadounidense, Sin embargo, sigue ejerciendo su influencia, sobre todo en la comprensión de la personalidad y la conducta anormal.

Bibliografía

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