Si estudiamos a Víctor Frankl, encontraremos interesantes provocaciones para comprender que en la base de la motivación está también la búsqueda del sentido y el significado de la vida.
La búsqueda de sentido es la única capaz de llenar el vació existencial que clama ser llenado. La falta de sentido genera neurosis existencial, que puede generar en depresión, indicio claro de problemas motivacionales. La interiorización de los valores constituye un elemento sano de consolidación de las propias motivaciones.
La motivación como Competencia Intrapersonal de la Inteligencia Emocional “Sabiduría del Corazón” tiene raíces hondas en las personas. La persona motivada está habitada para la esperanza, ese factor humano-terapéutico, que se traduce en paciencia, entrega o constancia.
Cuando las motivaciones se debilitan, es fácil que tenga lugar la despersonalización, la ritualización de los comportamientos como mecanismo de defensa y existe el peligro que se convierta en uno de los síntomas del Burn-out (Quemarse), con la consiguiente insatisfacción en lo que se hace.
Es necesario que haya un contrato psicológico interno ó llamado también el “Salario Emocional Interno”, dado por la satisfacción de hacer las cosas bien. La verdadera motivación en la vida de alguien consiste en convertir sus acciones cotidianas, sus tareas, en algo que sienta, que quiere y debe hacer, que nadie le impone.
Las motivaciones humanas, en suma, expresan la cultura, el pensamiento y la complejidad de los valores, refuerzan las bases éticas e interrogan el paradigma exclusivo del conocimiento y de la hegemonía de la razón científico-técnica. Están, pues, en la base de la humanización, porque compromete a las personas que ayudan y el mundo de sus valores.