Uno de los derechos sociales más importantes que se han reconocido a lo largo de la historia es la educación como factor fundamental en la fórmula del desarrollo social sostenible, tanto en países catalogados como tercermundistas como en aquellos industrializados. Sin embargo, las versiones de reivindicación social distan en ambos casos, como en muchos temas, sobre la verdadera relevancia de este derecho en la sociedad moderna. Para tomar referencias claras debe observarse el modelo europeo, el asiático y el latinoamericano.
En el caso europeo, el ejemplo más expuesto es en Finlandia, país con avanzado desarrollo de sus programas académicos que arriesga el abandono de tradiciones en busca de nuevas alternativas para la instrucción de todos los grados de formación, innovando cada vez más en el desarrollo de nuevos planes académicos. Su estrategia se basa en la premisa de cambios sociales en el tiempo. Hoy la sociedad moderna no puede siquiera equipararse a la de hace diez años, ni esa puede igualarse a la generación que nació hace más de treinta.
Pero esta innovación en el modelo de educación no inicia con la apertura de cupos universitarios ni tampoco con la educación estandarizada en todas las instituciones; por el contrario, la autonomía escolar es un tema que representa la libertad de cátedra aun en instituciones públicas que pueden implementar parámetros novedosos con ideas que se construyen entre todos, observando la educación desde la primera infancia como la categoría más importante en la formación del individuo.
No es solo un caso excepcional finlandés. Alemania, Francia, Reino Unido y especialmente países que sufrieron directamente las consecuencias de las Guerras Mundiales, actualmente apuestan por estar en continua transformación de la educación para preparar desde ahora la sociedad del futuro.
En Asía se pueden dar varias matices de educación por su extensión y agrupación de varias culturas en su territorio, desde la árabe, pasando por la rusa y la hindú hasta la china, pero se particulariza en que mantienen estándares fuertes de tradición para la instrucción en todos los grados de escolaridad con cierta libertad de pensamiento en el ámbito creativo –no tanto en el político- en la cúspide de la vida académica.
Esas tradiciones se caracterizan por tener unos fuertes componentes culturales y religiosos aceptados desde el Estado o estandarizados por la sociedad que busca mantener el statu quo pero con componentes progresistas en la creatividad y el intelecto de las nuevas generaciones. Su objetivo ya no será transformar completamente el mundo en el futuro, sino perdurar su propia cultura y su coexistencia con el avance global.
Dentro del modelo tradicionalista-progresista se debe destacar la República Popular de China, Japón, Vietnam y Corea del Sur donde aún se mantienen ciertas conductas culturales que ante el mundo occidental resultan demasiado conservadoras pero mantienen un equilibrio con el progreso abrumador de su desarrollo social en educación.
Estos dos modelos, el europeo y el asiático (especialmente los países de Indochina), tienen una cosa muy importante en su filosofía desde las postguerras que han sufrido: reconocer que la educación es la única manera para reconstruir una sociedad, dotando de ciertas herramientas a la población para que por su propio intelecto formule ideas al cambio, ya sea transformando libremente la sociedad o perdurando la cultura y la religión con progreso científico.
Todo lo anterior para entrar en el caso más complejo de todo el mundo: América Latina. Aquí se da un fenómeno interesante en el desarrollo de la educación porque se parte de una cultura que pone a este aspecto social en un renglón debajo de los demás asuntos sociales. Desde los inicios de la soberanía latinoamericana, esto es, después de la independencia de los imperios europeos, la instrucción no se vislumbra como un asunto realmente esencial sino que se trata de dar solución a la organización interna, la corrupción, la política económica, la paz, la retórica de la democracia y el reconocimiento de libertades individuales.
Esto genera que en la actualidad el tema de la educación en Latinoamérica sea un ideal a construir, una especie de sueño que se quiere hacer realidad pero siempre se pone adelante otros debates y jamás se analiza de fondo lo esencial, quedando un rezago de generación en generación.
Indudablemente debe reconocerse que de alguna manera la historia da un espacio a la construcción de este ideal como el caso argentino donde se hizo evidente y se desarrolló ampliamente el concepto de autonomía universitaria que paso de ser un principio social de las instituciones a ser considerado una facultad constitucional en todos los países latinoamericanos, con la notable excepción cubana por el régimen totalitarista.
Este hecho demuestra otra cosa muy interesante. En general, la cultura latinoamericana trata de reformar la educación desde la instrucción superior, buscando mayor inclusión social y olvida que la primera infancia y la adolescencia son épocas donde es más relevante un cambio sistemático constante, es un tema que no entra a debate –salvo cuando hay pruebas internacionales de conocimiento como las PISA- lo que trae como consecuencia que el mismo modelo de hace treinta o cuarenta años, incluso un método colonial, se siga practicando hoy en día en escuelas y colegios públicos.
Basta con preguntar a una persona mayor como era el modelo de la educación, y omitiendo el hecho del castigo corporal, la metodología se mantiene en la pedagogía de la instrucción elemental: un programa académico a seguir al pie de la letra, un tablero, muchos sillones con mesas una ventana y las mismas materias.
Lo expuesto deriva en que la sociedad latinoamericana, en general, no observa la educación como un tema importante y eso conlleva a que realmente no se esté preparando la futura generación para lo que viene a nivel global. En últimas, a ciencia cierta no se sabe el enfoque real de la instrucción que se está impartiendo a los niños y adolescentes.
Esa imprevisibilidad en las futuras generaciones trae serios riesgos al tratar de solucionar todos los demás problemas sociales. ¿Cómo saber si las políticas contra la corrupción que se implementan ahora servirán en veinte años, sí la cultura de transparencia no se inculca desde lo elemental? ¿Hasta cuándo se mantendrá la paz y la democracia real y efectiva sí desde lo básico se sigue manteniendo los métodos de hace décadas o quizás siglos?
Esta crítica al modelo de educación latinoamericano también es dirigida a los promotores de la reforma universitaria, porque no basta con modificar toda una estructura superior, dotarla de una infraestructura perfecta y ampliar la cobertura sí en las bases de la formación existen serios vacíos, deficiencias y se mantiene una fuerte tradición de enseñanza con niveles casi nulos de progreso.
Esta reflexión concluye con la invitación para que se analice desde lo social y lo político la reforma de fondo de le educación preescolar, básica primaria, básica secundaria y media complementaria o vocacional. ¿Debemos seguir con un modelo de hace décadas o hay que transformar la sociedad desde lo realmente importante?
SANTIAGO CARDOZO CORRECHA