Aunque las razones invocadas para justificar la integración latinoamericana han cambiado en el tiempo y de acuerdo a los modelos de desarrollo que se han considerado más convenientes o más adecuados a las circunstancias nacionales e internacionales, los objetivos de la integración han sido los mismos desde que las naciones de América Latina obtuvieron su independencia.
Durante la segunda parte del siglo veinte se ha intentado el acercamiento entre los países preferentemente por la vía económica, siguiendo el modelo de los países europeos. La integración económica se ha considerado y se ha justificado, sin embargo, no sólo como un fin por sí misma sino también como un medio para avanzar hacia la formación de una comunidad latinoamericana.
La homogeneidad cultural e histórica (en cuanto a idioma, religión y tradición jurídica) y la continuidad geográfica han hecho pensar que la formación de una comunidad de naciones latinoamericanas no encontraría los obstáculos presentes en otras latitudes y permitiría una realización más plena de la identidad y las potencialidades de la región. Los niveles de desarrollo relativamente similares de los países del área contribuirían en el mismo sentido.
La independencia de la mayoría de los países del Caribe y el acercamiento entre ellos y de ellos con los otros de América Latina ha ampliado el concepto y el alcance geográfico de una posible comunidad, la cual ahora se concibe en términos de América Latina y el Caribe.
La participación activa en los asuntos internacionales y una mayor gravitación de la región a nivel mundial con el objeto de defender los intereses propios y los principios generales que inspiran la política internacional de los países latinoamericanos (tales como la paz mundial, el desarrollo equitativo y la promoción de los derechos humanos) constituye una razón adicional en favor de su integración.
La diversidad de enfoques posibles ha determinado que las características de la comunidad latinoamericana y del Caribe no se hayan definido. Sin embargo, se entiende que la paz regional y el sistema democrático de gobierno serían factores constitutivos de la misma.
El desarrollo de las potencialidades económicas de la región y el logro de niveles de vida adecuados para su población han sido otros de los objetivos de la integración latinoamericana.
En el pasado, la variedad y calidad de las riquezas naturales y la ubicación geográfica de América Latina condujeron a pensar en que sus países tenían las condiciones necesarias para alcanzar avanzados estadios de desarrollo. La explotación de tales recursos naturales, sin embargo, no dio lugar a la formación de economías dinámicas capaces de sostener su propio crecimiento. La complementación de sus capacidades productivas para formar una masa crítica suficiente para generar un crecimiento autosostenido en la región se convirtió por ello en un objetivo compartido.
Esto requería incrementar los vínculos económicos. Entre ellos, el intercambio comercial jugaba un papel de primera importancia. Sin embargo, los flujos comerciales intrarregionales eran escasos y no se contaba con la infraestructura física ni organizativa para incrementarlos de manera significativa. Tampoco tenían la mayoría de las economías nacionales las condiciones necesarias para desarrollar por sí mismas los sectores más dinámicos de la economía moderna y los que incorporaban los mayores avances tecnológicos.
La división internacional del trabajo prevaleciente hasta la segunda guerra mundial, según la cual le correspondía a los países de América Latina ser exportadores de materias primas, contribuyó a orientar a las economías nacionales latinoamericanas hacia los grandes centros industriales y depender del comercio con ellos para proveerse de bienes manufacturados. No existía, por tanto, un estímulo económico inmediato para vincular entre sí a las economías de la región. A lo que se añadían los obstáculos políticos y administrativos que dificultaban un mayor acercamiento.
El propio crecimiento de las economías nacionales, sin embargo, fue creando condiciones para una complementación de las mismas que potenciara sus posibilidades de desarrollo. Los mercados nacionales se hacían cada vez más insuficientes para las actividades domésticas y no permitían incorporar los avances tecnológicos, las escalas de producción y los métodos de organización requeridos para alcanzar mayores niveles de desarrollo. De esta forma la complementación económica, además de ser una aspiración, pasó a convertirse en una necesidad.
La complementación económica se planteó en términos de crecimiento y de mejoramiento de los niveles de vida de la población, tomando en cuenta los diferentes grados de desarrollo de los países participantes. Por ello se ha expresado como la promoción de un desarrollo «equilibrado y armónico».
La necesidad de complementación de esfuerzos se presenta no sólo en los aspectos económicos sino también en los sociales. La insuficiencia del desarrollo regional tiene una de sus expresiones más visibles en las condiciones en las cuales deben vivir las grandes mayorías. La carencia de servicios mínimos en educación, salud y vivienda; la incapacidad de los aparatos productivos para crear empleo suficiente; así como la extensión de la pobreza en amplios grupos de la población, constituyen una de las mayores debilidades de las sociedades latinoamericanas y retardan sus posibilidades de desarrollo económico.
La experiencia de situaciones adversas que son comunes a los países de la región ha acentuado la necesidad de realizar esfuerzos conjuntos. Por ello han tendido a abandonarse los intentos de construir polos de crecimiento aislados que aspiraban a alcanzar un mayor grado de desarrollo independientemente de lo que sucediera en el resto de la región.
Las crecientes migraciones de población han contribuido a resaltar la importancia de encarar los problemas sociales de manera cooperativa y de crear una base económica en la cual los beneficios del desarrollo sean compartidos por los diferentes países de la región y el hemisferio.
La generalización de condiciones sociales no satisfactorias, la insuficiencia del desarrollo y la recurrencia de crisis políticas y económicas en la mayoría de los países latinoamericanos, ha conducido a la toma de conciencia de que la región enfrenta situaciones y experiencias comunes que requieren de esfuerzos conjuntos para superarlas. La convicción de que se cuenta con los recursos naturales y humanos y con una voluntad política creciente para superar tales situaciones le han conferido un carácter positivo a las tareas de integración.
El régimen democrático de gobierno, la paz relativa, el respeto a las libertades públicas y la promoción de los derechos humanos son requisitos de la integración regional. Aunque en términos relativos la paz ha sido la situación predominante en la región en las relaciones entre naciones, la inestabilidad política interna y el establecimiento de regímenes políticos diversos generaron suspicacia entre algunos estados y se constituyeron en obstáculos para la cooperación y el reforzamiento de los vínculos entre ellos. La promoción y realización de proyectos comunes no solo es una manera de reforzar la cooperación, sino que contribuye además a estimular actitudes, interrelaciones y formas de proceder acordes con el espíritu democrático de los pueblos latinoamericanos.
Con respecto a la integración económica europea uno de sus mayores impulsores, Robert Schuman, dijo que su misión era hacer que la guerra entre las naciones de ese continente fuera no solo dañina sino imposible. En América Latina (donde prácticamente no existen perspectivas bélicas) la tarea sería hacer a la cooperación y al entendimiento mutuo no sólo posibles sino necesarios.
La integración latinoamericana no puede, en consecuencia, limitarse al área económica, sino que aspira a convertirse en un instrumento para potenciar las posibilidades de mejoramiento educativo, de investigación científica, de aprovechamiento tecnológico, de confrontación de ideas, de creación artística y de expresión de las peculiaridades y la identidad de los pueblos y comunidades de la región.
La integración económica del hemisferio a nivel de la conformación de un área de libre comercio ha sido planteada como un complemento a la integración latinoamericana, que pudiera contribuir al desarrollo de la región mediante la apertura de mercados, la atracción de inversiones y la modernización del aparato productivo. La nueva conformación de las relaciones comerciales y económicas a nivel mundial también pudiera permitir avanzar en esa dirección. Les corresponde, sin embargo, a los habitantes de América Latina adoptar las decisiones y enfrentar los retos que exigen el desarrollo económico y el mejoramiento de las condiciones de vida de su población.