Cuál es tu límite y por qué es imprescindible que lo conozcas

Si tu vida sigue un ritmo frenético, no tienes ni un minuto que perder y estás desbordada, este artículo es para ti. Tu situación es mucho más frecuente de lo que parece y, lo que es peor, hoy en día se justifica y casi hasta se exige. Parece que es normal y deseable estar así y si no es que no eres una profesional “de verdad”. Es verdad que cierto nivel de estrés es bueno para tu desarrollo, pero aquí hablamos de algo más que cierto nivel.

Me refiero a  una situación en la que no tienes tiempo para ti, estás estresada y empiezas a darte cuenta de que así no puedes seguir. O bien ya estás totalmente desbordada y no sabes cómo cambiarlo. Como digo es algo frecuente, y también preocupante, porque esto no para hasta que algo te obliga a parar (una enfermedad por ejemplo) y por supuesto no queremos llegar a ese punto.

Entonces, ¿qué puedes hacer cuando tu vida te desborda? Tres cosas:

– Primero, cambiar esa idea. No es la vida la que te desborda, eres tú que no sabes poner límites.

Todos tenemos un límite y, aunque no solemos pensar en él, es muy importante conocerlo. De este modo sabrás cuando te acercas a él y podrás hacer algo al respecto. Así disminuirá tu desgaste y estrés. Porque ya sabemos como te afecta esa situación, y no solo a ti sino a los que te rodean también (yo, desde luego, soy plenamente consciente). Y a lo mejor te preguntas, ¿y cómo puedo saber cuál es mi limite? Excelente pregunta. En el libro “Cómo estar mentalmente equilibrado” (Ediciones B), Philippa Perry comenta que es importantísimo parar de vez en cuando para evaluar cómo te sientes en ese momento, qué piensas, qué haces. No tiene que ser un descanso largo, lo importante es que te acostumbres a analizar cómo te sientes. Por ejemplo, ahora mismo, ¿cómo te sientes? Cansada, aburrida, motivada, contenta, con hambre, sed,… Este el el primer paso para aprender a reconocer cuando estás llegando al límite, y así poder parar a tiempo.

– Segundo, identificar la causa de las prisas.

En general hay tres causantes de que estés siempre corriendo de un lado a otro:

1. Demasiadas tareas para un tiempo determinado que, aunque te encantaría, no puedes estirar.

2. Demasiada gente pidiéndote cosas.

3. Una sensación interna de tener prisa. La sensación de que no puedes parar, de que hay algo más que hacer (que, por supuesto, siempre lo hay), de que no puedes perder ni un minuto…

Identifica cuál o cuales te afectan más.

– Tercero, solucionar el problema.  Aquí viene la parte difícil : )

Si tu principal problema es el de las tareas, ¿cuál es la solución? Hay varias: delegar, aprender a priorizar, no subestimar el tiempo que te va a llevar una determinada tarea, etc.

Si lo que te afecta es la gente, claramente es imprescindible que aprendas a poner límites y a decir que no.

Si tu principal problema es la sensación interna de prisa, es más complicado. Algo que ayuda es obligarte a parar varias veces al día, aunque sólo sean cinco minutos. La cuestión es parar tu ritmo frenético y hacer algo que te relaje o simplemente que suponga un patrón: leer, escuchar una canción, dar un paseo o hacer el ejercicio que te mencioné antes. Lo importante es que te acostumbres a parar y veas que la vida sigue y que tu te sientes mejor. Esto, que es aparentemente sencillo, cuesta mucho, porque no vas a querer parar literalmente ni un minuto, la cuestión es obligarte. Y doy fe de que funciona…

Además, en todos los casos es imprescindible disminuir tus exigencias y expectativas (algo complicado, lo sé, pero tienes que tenerlo en cuenta).

Te pondré un ejemplo. Una de mis clientas me decía que necesitaba organizarse mejor, que estaba siempre ocupada, no tenía tiempo para hacer lo que ella de verdad quería y ni siquiera estaba segura de que lo que estaba haciendo la llevara adonde ella quería estar. Deseaba poder hacer las cosas de una en una, en vez de tener tantas a la vez. Así no se dispersaría tanto y estaría más enfocada;  y se sentía bloqueada y estresada. Analizando su situación, su mayor problema era no poder decir que no cuando le pedían algo y se iba llenando de actividades que muchas veces ni estaban dentro de sus prioridades ni  le aportaban demasiado. Solución: 1) aclarar prioridades y su trayectoria profesional deseada para saber de verdad qué le convenía hacer, y que no se llenara de actividades y responsabilidades que no le aportaban nada profesionalmente; y 2) aprender a poner límites, a decir no.

En resumen, es fundamental que seas consciente de cuál es tu límite y de que sobrepasarlo no es nada bueno. Así que párate a pensar hasta dónde puedes llegar, de cuántas tareas puedes ocuparte sin estar asfixiada, de cuánta gente (o peticiones de gente). Aprende a identificar como te sientes en cada momento para no llegar hasta ese punto sin retorno. Y no te engañes, independientemente de lo atareada que estés y las razones que tengas, lo más importante es que eres tu la que tiene que decidir que hasta aquí has llegado, y ponerte a solucionar ese ritmo frenético antes de que algo grave te obligue a parar.

¿Qué vas a cambiar?

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Baida Gil Aida. (2012, septiembre 11). Cuál es tu límite y por qué es imprescindible que lo conozcas. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/cual-es-tu-limite-y-por-que-es-imprescindible-que-lo-conozcas/
Baida Gil Aida. "Cuál es tu límite y por qué es imprescindible que lo conozcas". gestiopolis. 11 septiembre 2012. Web. <https://www.gestiopolis.com/cual-es-tu-limite-y-por-que-es-imprescindible-que-lo-conozcas/>.
Baida Gil Aida. "Cuál es tu límite y por qué es imprescindible que lo conozcas". gestiopolis. septiembre 11, 2012. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/cual-es-tu-limite-y-por-que-es-imprescindible-que-lo-conozcas/.
Baida Gil Aida. Cuál es tu límite y por qué es imprescindible que lo conozcas [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/cual-es-tu-limite-y-por-que-es-imprescindible-que-lo-conozcas/> [Citado el ].
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