En un mundo como el actual, cambiante y lleno de presiones y exigencias, es común que muchas personas se sensibilicen y se comporten de manera irritable. Todo les molesta y se les dificulta calmarse y recuperar su alegría. ¿Qué hacer para superarlo? Siga leyendo.
Por mucho que nos guste la vida apacible, habitar en ciudades grandes y modernas nos impone una manera de funcionar en la que contrastan las oportunidades de lograr objetivos, y los escasos momentos de tranquilidad personal.
La búsqueda de metas más altas y espacios de desarrollo profesional más destacados, no vienen sin exigir un precio. Es así, que nos toca lidiar con grandes presiones y exigencias cotidianas; con retos que a veces nos desbordan y demandan de nosotros astucia, malicia y disposición a competir. Todo esto genera respuestas de estrés y de uno de sus rasgos más definidores: la irritabilidad.
Defino la irritabilidad, como la disposición psicológica a reaccionar de manera automática, acelerada y excesiva ante un estímulo o un tipo de estímulo determinado. Este estilo de respuesta sobredimensionada, automática y presurosa, suele meternos en muchos problemas, pues nos lleva a “disparar primero y averiguar después”, a responder en momentos y de maneras inadecuadas, en las que se evidencian el resentimiento, la frustración y la rabia. El resentimiento implica malestar retenido que emerge súbitamente; la frustración se refiere a malestar por no lograr lo que se esperaba, y la rabia, se traduce aquí como una respuesta intensa y defensiva ante la idea de que se estaría cometiendo con nosotros alguna injusticia o que nuestro espacio privado está siendo invadido sin autorización nuestra.
La irritabilidad tiene efectos negativos: Daña la salud, afecta las relaciones y limita la productividad. Afecta la salud, por cuanto la persona es susceptible a muchos estímulos que percibe como “amenazantes”. El lado reactivo de la irritabilidad le impide a quien la padece, experimentar calma o relajarse, lo que a mediano y largo plazo tiende a promover alteraciones frecuentes del sistema nervioso, que pueden desembocar en trastornos de ansiedad y depresión.
En cuanto a las relaciones, no es muy atractivo compartir con personas demasiado susceptibles y predispuestas, que se disgustan con facilidad, pues tienen expectativas altas que pocos pueden satisfacer. Esta tenencia mental y emocional, afecta la capacidad de disfrutar de la vida y de las relaciones, y se extiende a prácticamente todos los vínculos.
La relación entre la irritabilidad y la productividad no parece obvia pero existe y puede evidenciarse. Si bien es cierto que las personas irritables pueden ser detallistas y perfeccionistas, lo es también el hecho de que la predisposición permanente bloquea su creatividad, la rigidez mental les hace perder de vista otros ángulos, y la conflictividad que generan a su paso, les reduce el apoyo de otros. Acerca de sus causas, la irritabilidad puede obedecer a una tendencia biológica innata del temperamento, o puede aprenderse por imitación, o como respuesta condicionada (adquirida) por experiencias de frustración que hacen a la persona actuar hiper-vigilante, sensible y precavida, y le inducen a la desconfianza y a las interpretaciones anticipatorias negativas (“no va a funcionar”), defensivas (“a mí no me van a hacer esto”), generalizadoras (“siempre pasa lo mismo”), etc. Pensamientos limitantes, pues, que impiden o bloquean bienestar y éxito.
Este estilo comportamental es muy negativo, aunque por fortuna puede ser superado, siempre que se acepte que hay tendencia irritable, que produce efectos limitantes, y que se desea cambiar positivamente.
Los pasos siguientes incluyen observarse, detectar las pautas de reacción, es decir, ante qué nos mostramos irritables, y luego determinar el tipo de pensamiento para poder sustituirlo. Se requiere también aceptar que hay diversos puntos de vista ante cada situación, por lo que el mundo no va a comportarse siempre como lo deseamos. Por esto, es inteligente y necesario desarrollar tolerancia, aceptación, comprensión. Y lo más importante, es darse cuenta de los efectos nocivos de la irritabilidad, y de su poca eficacia para generar bienestar y logros. No es realista pensar que molestándose, alterándose, irritándose por cualquier cosa, vamos a cambiar los resultados y a obtener lo que anhelamos.
Finalmente, debe decirse que aunque este cambio puede encontrar resistencia, con paciencia y perseverancia lograremos una vida más placentera y próspera, pues nuestro comportamiento será cada vez más adaptado y cónsono con las demandas del medio ambiente. Gracias por leerme. www.laexcelencia.com.