Históricamente las personas se capacitan para ingresar y permanecer en el mercado laboral, pero en general los trabajadores no se preparan para dejar el trabajo.
Es sabido que el trabajo es el eje que articula y estructura la vida de las personas y por ende de la sociedad en su conjunto. El trabajo tiene una posición central en la vida de los individuos y estos, se llegan a desarrollar en la faz personal, familiar y social debido al trabajo y a los resultados que se obtienen de este.
Como podemos apreciar la mayoría de las sociedades actuales se configuran en torno al trabajo. La importancia que se le otorga al mismo no es exclusivamente una elección de la persona, sino que se halla condicionada por el significado y el valor que cada sociedad y el momento histórico le asigna.
Este se internaliza a través de un proceso complejo de socialización, en el que son parte la familia, la cultura, la educación y los ámbitos sociales económicos en los que se interactúa.
Las personas nos movemos dentro de una continuidad y de un cambio. Por eso entendemos que la vida humana es cambio, y el vivir cotidiano es cambiar, y este supone pasar de una etapa biológica y emocional a otra etapa. Cada una de estas etapas tiene características, contenidos, intereses, limitaciones y posibilidades que le son propias.
El paso del tiempo marca la edad cronológica y esta determina las edades de la niñez, adolescencia, juventud, adulto y adulto mayor.
También algunos acontecimientos que se desarrollan en el transcurso de la vida, son los que señalan el comienzo y fin de las diferentes etapas que exigen numerosos procesos de adaptación: a la escuela, al primer empleo, al matrimonio, a la pérdida de seres queridos, etc. (P. Lain a estas fases las denomina “Vidas Sucesivas”).
Cuando se van cumpliendo los ciclos vitales, junto al desarrollo normal de los acontecimientos que marcan el transcurso del tiempo en los ámbitos familiares, sociales y laborales de una persona, rara vez esta se detiene a pensar y planificar su futura jubilación o retiro laboral.
Al imperar en la sociedad valores que exaltan la juventud (rapidez, competitividad, flexibilidad, etc.), esta es vislumbrada como única fuente de construcción, desarrollo y éxito, esto lleva a concebir a la jubilación o el retiro como algo hostil, lo que atemoriza y crea una resistencia a iniciar esta etapa de la vida. Etapa que la sociedad asigna a la vejez y esta no goza de buen predicamento, lo que relega a los adultos mayores a desempeñar roles poco funcionales.
Cabe destacar que no todas las personas reaccionan ante la jubilación o el retiro de la misma manera, por lo que consideramos importante realizar una preparación para el momento de la jubilación. Es necesario aclarar que la preparación para la jubilación o el retiro, no es que le van a decir lo que debe hacer en el futuro y como, o le estén recordando siempre una situación o condición de la que, en muchos casos no quieren pensar.
El trabajador tiene que saber adaptarse y afrontar su nueva condición de retirado aprendiendo y aceptando con naturalidad la misma.
Ante el hecho social y personal de la jubilación o el retiro, surge en cada afectado una serie de preguntas, dudas y vacilaciones que en muchos casos cuesta superar. Por otro lado, estas situaciones no se presentan de la misma forman ni afectan a las personas con la misma intensidad. Son muchos los factores a tener en cuenta, como es la salud, la economía, la familia, las amistades, las actividades deportivas y recreativas que realiza, o si tiene o considera incorporarse a otras ocupaciones. Esto hace que cada futuro jubilado tenga una actitud diferente.
Con independencia de los años que se tengan, para cualquier individuo acostumbrado a estructurar su vida alrededor de la actividad laboral, «a la que dedica gran parte de su tiempo y energías», el cambio abrupto que representa la interrupción de la actividad puede provocarle algunos trastornos, como son: sentimientos de preocupación, ansiedad, inquietud, inutilidad y confusión que en muchos casos ocasiona la pérdida de la autoestima.
Esto resulta comprensible si consideramos el valor asignado al trabajo en nuestra cultura, este es generador de identidad personal y laboral, al mismo tiempo, sostenedor de la estima individual y social.
La jubilación o el retiro es una transición hacia una nueva etapa de la vida, si la vemos como negativa, puede afectar nuestra identidad que anteriormente estaba asociada al trabajo, con consecuencias en la salud física y mental, afectando y desorganizando las relaciones sociales y familiares.
La forma en que las personas se adapten a la situación de jubilado o retirado, va a depender de varios factores; uno de ellos es el nivel de preparación para este acontecimiento y también las características de personalidad, como es la flexibilidad para aceptar las nuevas situaciones, cuales son sus niveles de iniciativas y la claridad para la elaboración y ampliación del proyecto de vida.
Hay varios aspectos importantes a tener en cuenta:
1. Si los recursos económicos pueden cubrir las necesidades básicas.
2. Que nivel de las interacciones sociales y tipo de participación tiene en diversas actividades comunitarias no vinculadas al empleo.
3. Cuales son los intereses alternativos (hobbies) que le permitan estructurar su tiempo libre productivamente.
4. Cual es la red de apoyo social con que cuenta (familiares y amigos).
5. Y el grado de salud y bienestar físico.
Es por eso que muchos de los estudiosos de la adultez mayor puntualizan: que la sociedad presta gran atención a la preparación del individuo para su inserción en el mundo profesional y laboral, a través de programas de educación y de formación, pero no han incorporado la importancia de la preparación para el tránsito de la vida laboral a la jubilación o el retiro.
La preparación para la jubilación no debe comenzar unos meses antes a este acontecimiento, sino mucho antes y de manera continuada, la misma debe estar encaminada a prevenir sus efectos negativos y a permitir que el sujeto pase de la instancia productiva, al plano creativo, para mantener su sentimiento de identidad, su autoestima y readecuar su proyecto de vida a la nueva situación. Esta debe ser realizada a través de un proyecto integral y dentro de la organización o institución, que considere el plano social y el plano individual de los trabajadores.
En el plano social, el proyecto tiene que construir y contemplar acciones cuya direccionalidad debe ser contrarrestar los mitos y las visiones negativas que existen sobre los adultos mayores, como la etapa improductiva o pasiva. Al mismo tiempo crear condiciones para que el jubilado o retirado participe y reflexione sobre la nueva situación y las implicaciones de la misma.
En el plano individual, es importante brindar información real en relación a las características de esta etapa y como llevar adelante el tiempo libre, disminución de los roles, reorganización de la red de lazos familiares y de amistades, etc.
Todas las etapas de la vida tienen la posibilidad de desarrollo intelectual y la de la jubilación puede y debe ser una etapa productiva y lo es mucho más, si hay una preparación adecuada para ello.
Esta preparación debe ser abordada como una instancia superadora en el proceso de la vida laboral, donde la persona dispone de un tiempo, un tiempo que no es vacío, sino que hay que saber como llenarlo de contenidos, quizás, contenidos distintos a los anteriores, pero que permiten la expresión y mayores comunicaciones interpersonales, lo que aleja el aislamiento y la soledad.
Las personas debemos comprender que el tiempo mantiene su dinámica, por ese motivo nuestra cronología se cumple más allá de nuestro voluntarismo por detenerla, por ello si realizamos una buena preparación para el momento de la jubilación o el retiro vamos a permitirnos ingresar a la adultez mayor de una manera completamente diferente, se trata de visualizar nuestro futuro en forma activa y positiva.