Cuando en clase a mis alumnos de Marketing les mostraba como la vida tiene su lógica, esa fuerza inmanente como principio y fin que nos señalaba hace ya tiempo Theillard de Chardin, no me cabe duda que algunos pensaron “este profe está enfermo”.
Que tiene que ver el Marketing con esto si forma parte del frío e impersonal mundo de los negocios, si con él se buscan hace más y mejores negocios. Pero era comprensible porque recién estaban balbuceando, dando los primeros pasos en esta ya no tan novel pero siempre renovada disciplina.
La lógica de los negocios exitosos pasa por lograr mantener y acrecentar una cartera de clientes que estén contentos con la marca y mantenga su fidelidad a ésta. El Marketing en su visión holística nos planea que las empresas deben estar orientadas total e integralmente al cliente, como única forma de generar negocios sólidos y estables en el tiempo. El marketearse como una forma solo de promocionar productos es la mirada más tradicional pero muy limitada del rol que se le asigna a esa disciplina en el ámbito de los negocios.
Cuando nos comenzamos a convencer que mi éxito empresarial no está en centrarme en mis gustos e intereses, en mis visiones y convicciones, sino en los de aquellos a los que debo servir, naturalmente estamos frente a una mirada que se asocia mucho con la de la preocupación por el otro y rompe la lógica del lucro como un simple interés personal.
Cuando a ello agregamos todo el llamado Marketing de Compromiso Social y más aún todo el ámbito de la Responsabilidad Social Empresarial como un imperativo de las marcas y las empresas, que implica también la generación de una relación más digna y justa con sus propios trabajadores y una empresa que cuida el entorno y el medio ambiente; estamos viendo la gestión de negocios como una real misión de servicio, donde su éxito depende solo de la satisfacción de aquellos a quienes se sirve.
Es cierto que todo se hace también con el fin de asegurar el éxito de una empresa, lo que supone un alto interés personal y no por pura gratuidad. Sin embargo debemos reconocer que siempre en la conducta humana las cosas se hacen al final por un beneficio personal presente; como el éxito, la satisfacción, la gratificación, el lucro o un beneficio futuro; la vida eterna. El Amor gratuito solo se conoce en la relación de Dios con los hombres y entre padre e hijos.
Al parecer la Doctrina Social de la Iglesia tan vilipendiada en su tiempo, se le está dando la razón, cuando señala que los bienes deben servir al bien común de la sociedad representada en una máxima:”sobre toda propiedad privada hay una hipoteca social”. ¿Quién hubiese podido creer que la propia dinámica económica haría comprender esta realidad? Hasta unas décadas atrás abordar la gestión empresarial en esta dirección era ser fácilmente tildado de “comunista”.
Es bueno e importante descubrir que la propia naturaleza parece tener su orden y la energía ordenadora hace su tarea. Una prueba fehaciente de todo esto es que siempre la mayor felicidad se logra en el dar y no en el atesorar, en el amor y no en el egoísmo. La felicidad de la abundancia es pasajera, la de la vida vivida en profundidad es más permanente.
Con todo esto no queremos decir que estemos viviendo en el paraíso, ni siquiera cerca de él.
Sin embargo en medio del pesimismo y negativismo que caracteriza a nuestro tiempo, es bueno ir descubriendo signos de luz por los que vale la pena también alegrarnos. Constatar que hay una fuerza superior ordenadora que siempre triunfa, y en definitiva aprender y comprender como la vida debe ser vivida.