Periodismo y dirección en instituciones mediáticas de Cuba

La magia de la palabra impresa

La necesidad de información, es sin duda, uno de los elementos de desarrollo más importantes de cualquier tipo de vida social diseñada por el hombre. Transmitir a las generaciones futuras el saber acumulado, la historia y los sucesos acontecidos, en un formato adecuado y duradero, ha sido una determinante preocupación de todas las comunidades humanas.

Los antecedentes más lejanos del periodismo se hallan en la tradición ancestral de comunicación oral que en las primitivas comunidades humanas transmitían sus conocimientos de generación en generación. En un momento determinado de la historia antigua se comenzaron a utilizar las tablillas de barro cocido con escritura cuneiforme –primer alfabeto del mundo- utilizadas por los sumerios en la región del valle de los ríos Éufrates y Tigris, en la ciudad de Babilonia. Posteriormente la llegada del papel, el pergamino y el papiro en las antiguas civilizaciones del Lejano Oriente y África, representadas por los chinos, los persas y los egipcios, revolucionaron la comunicación de la época y permitieron que llegaran hasta nuestro tiempo las luces de acontecimientos pasados.

En la Roma Antigua se identifican los antecedentes más lejanos de las publicaciones periódicas: el “Acta pública” y el “Acta Diurna”, esta última se identificaba como “una hoja oficial escrita a mano que se colocaba en el Foro (plaza pública) y se enviaba a todas las provincias por orden del emperador Julio César en el siglo I” (Ortega 2005: 13-14). En la sociedad romana la comunicación no sólo implicó la publicación de edictos, leyes, actas públicas y memorias históricas sino que se difundían por todo el Imperio noticias de sociedad, comentarios y sucesos de interés general.

En estas sociedades clásicas prácticamente todas las artes se utilizaron para dejar constancia de lo sucedido y comunicar ideas, conceptos y acontecimientos pasados. La arquitectura, la escultura, las monedas, las inscripciones murales, los signos religiosos, las festividades, la cerámica, la pintura y la literatura, tanto oral como escrita sirvieron para estos fines. Ejemplo de esto fueron los poemas cantados por los aedas griegos –Homero y sus reconocidas Ilíada y Odisea–, los escritos de los primeros filósofos jónicos y árabes y las ruinas murales de la ciudad de Pompeya.

En la Baja Edad Media (siglos VI-XIII) la práctica de escribir cayó en desuso, y era de utilidad prácticamente sólo para el servicio religioso, aunque algunos reyes y nobles, en contadas ocasiones, escribieron las hazañas de sus guerras y conquistas. El gran emperador Carlomagno nunca supo escribir, no obstante recibir instrucciones de sus asesores del clero cristiano.

En la Edad Media aparecen los juglares, personajes mezcla de músico, poeta y periodista, quienes de pueblo en pueblo contaban las historias de guerreros, los milagros de la fe y los principales acontecimientos de la época, acompañados de una amplia dosis de inventiva y recursos propios.

No es hasta el siglo XIII en que se regresa a las formas escritas de plasmar lo que sucede en todos los ámbitos de la sociedad feudal. Gracias a la aparición de la “Nouvelle manuscrite” y el “Journal d´un burgeois” en la ciudad de París del siglo XV comienza esta tradición. “Estos medios resultaban insuficientes para la revolución intelectual que se anunciaba bajo las luces del Renacimiento, por lo que su popularidad era escasa y su duración fue efímera” (Troyano 1999: 36).

Sin lugar a dudas la invención de la imprenta de tipos móviles (los historiadores difieren en una fecha alrededor de los años 1450-1456) por el herrero alemán Johannes Gutenberg –proceso de impresión ya conocido por los chinos, coreanos y japoneses hacia varios siglos atrás– representó una revolución en la comunicación, y uno de los inventos más importantes del hombre.

Mediante la impresión de las palabras, el conocimiento dejó de ser propiedad individual, y los grandes sucesos y descubrimientos de la época, la nueva forma de pensar impulsada por la otra revolución que representó el Renacimiento fueron de conocimiento popular.

El surgimiento de la imprenta dio inicio al periodismo. Con su utilización surge en Alemania en 1457 el que se considera el primer periódico impreso, con el título de Nurenberg Zeitung (Weill Georges en Ortega 2005). Nacen de esta forma en Venecia, Italia, las llamadas gazzetas y comienzan a proliferar por toda Europa todo tipo de publicaciones seriadas que los intelectuales, políticos e incipientes periodistas escribían y editaban en forma de revistas, semanarios y diarios, alcanzando en Inglaterra un desarrollo particular y distintivo al resto del continente.

“El 14 de mayo de 1622, con la impresión de A Current of General News, en Inglaterra, surge el que se considera verdaderamente periódico, a cargo de Nicholas Bourne y Thomas Archer” (Martínez Ricardo en Ortega 2005: 17). A partir de 1710 en este país existía una gran actividad editorial y aparece un gran número de publicaciones de periodicidad variable. Fue en Inglaterra, donde se aprobó la primera ley de prensa burguesa, el Libel Act, en 1792 y donde apareció, ya a finales de siglo, la prensa de negocio. “Las empresas periodísticas introdujeron innovaciones técnicas, establecieron una infraestructura informativa para la recogida de noticias y mejoraron los sistemas de distribución, a medida que se desarrollaron las redes del ferrocarril. Aparecieron empresarios con una nueva mentalidad que con fin lucrativo modernizaron sus empresas, redujeron costos y aumentaron la capacidad productiva. Ejemplo de todo esto fue el periódico The Times, fundado en 1785”. (Bernabéu 2010: 2)

En 1690 Benjamin Harris, un impresor de Londres que perseguido en Europa por ser publicista liberal, había llegado a América dos años antes, editó en Boston el Publick Ocurrences. Este es considerado el primer periódico americano.

Durante todo el siglo XVII, proliferaban en Hispanoamérica, especialmente en México y Lima, hojas volantes en las que se publicaban los sucesos más relevantes acaecidos en los Virreinatos. “Se afirma que la primera de ellas apareció en México, en el año 1542 y se refiere a una catástrofe sísmica ocurrida en Guatemala, en septiembre de 1541”. (Ortega 2005)

Un siglo más tarde, se establecen por todo el subcontinente publicaciones periódicas y con secciones diferentes, de los cuales los más antiguos son la Gaceta de México y Noticias de España (1722).

El periodismo moderno nace en el siglo XIX cuando los periodistas adquieren categoría de profesionales y se comienza a dar paso a la publicidad como vía de financiamiento. Muchos diarios por todo el mundo, principalmente en los Estados Unidos de América, bajaron sus precios, incrementaron sus páginas y pasaron a financiarse mediante la entrada de anuncios, accediendo a ellos un número mucho mayor de lectores.

Es en este siglo cuando el periodismo y el control y transmisión de la información comenzaban a perfilarse como el “cuarto poder” del Estado burgués. Se convertía el periodismo en un medio masivo y de control de opinión, en mass media, y poco a poco, comenzarían a surgir los grandes consorcios mediáticos, liderados por los norteamericanos Gordon Bennet, Joseph Pulitzer y William R. Hearst.

“Con el auge económico, político y social del siglo XIX, el periodismo en los EE.UU. experimentó un proceso de expansión cuantitativa y técnica, impulsado por la necesidad del naciente imperialismo de argumentar y defender sus postulados hacia dentro y más allá de sus fronteras, (…) Desde entonces la fusión del capital financiero con la propiedad de los medios, unido al empleo intensivo de las modernas tecnologías y el desarrollo de las técnicas periodísticas, han hecho que la prensa norteamericana, plagada de mentiras, sensacionalismo y mercantilización, domine el universo noticioso global”. (Ortega 2005: 22).

Llegada a Cuba de la palabra impresa

En Cuba se conoce del uso de la imprenta desde principios del siglo XVIII, sin embargo ello no significó que inmediatamente se usara con fines periodísticos. En un primer momento se destinó a la impresión de bandos comerciales y otros asuntos por el estilo.

A mediados del siglo XVIII arriba a Cuba Ambrosio de Funes, conde de Ricla, como Capitán General. Este gobernador auspicia el auge de imprentas e introduce la prensa periódica en la Isla. El historiador Jacobo de la Pezuela refiere que en las calles de La Habana circuló un impreso titulado El Pensador, auspiciado por este capitán general, y que editaron aproximadamente en el año 1764 los abogados Gabriel Beltrán de Santa Cruz e Ignacio José Urrutia. “Algunos historiadores opinan que El Pensador no era una publicación cubana, sino española, porque en 1762 comenzó a circular en Madrid una publicación de igual nombre, que pudo haber sido la referida por Pezuela, que se recibiera en La Habana”. (Marrero 2003: 25)

En 1782, bajo la autorización de Funes, surge de la Imprenta de la Capitanía General, propiedad de Blas de los Olivos, La Gaceta de La Havana. Esta publicación, que salía los lunes con cuatro páginas, contenía algunas noticias políticas y comerciales, entre ellas, noticias internacionales como la sublevación de las Trece Colonias inglesas, registros de entradas y salidas de los barcos en el puerto de La Habana, tarifas de comestibles y disposiciones del gobierno del conde de Ricla. A pesar de ser la primera publicación de su clase de la cual se tiene constancia en Cuba, La Gaceta… no se considera el primer periódico de Cuba, por su poca perdurabilidad y limitado impacto en la sociedad de la época.

Ese mérito le corresponde al Papel Periódico de La Havana. El 24 de octubre de 1790 sale a la luz su primer número convirtiéndose con el paso del tiempo en una vía para volcar los anhelos de la sociedad criolla en pleno proceso de formación nacional.

Su creación se debió en gran medida a la iniciativa y la estimulación del Capitán General don Luis de las Casas y en sus páginas escribió lo más selecto de la intelectualidad cubana de la época: Manuel de Zequeira y Arango, José Agustín Caballero, Francisco de Arango y Parreño, Nicolás Calvo de la Puerta y Antonio del Valle Hernández.

A partir del siglo XIX, destacándose el periodo entre 1812 y 1832 cuando se decreta la libertad de imprenta en Cuba, proliferan por toda la isla periódicos de diferentes clases e intereses. Lo hacen, principalmente, como “instrumentos para la promoción y defensa de las contradicciones existentes en la época, tales como esclavismo o abolición, reformismo o anexionismo, autonomía o independencia, conservadurismo o liberalismo”. (Ortega 2005: 26) Circularon en La Habana, Matanzas, Santa Clara, Santiago de Cuba, Bayamo, Puerto Príncipe, Trinidad, Cienfuegos y hasta en los poblados más pequeños del país. Se imprimían con tirada limitada, incluso hasta de 15 ejemplares.

Al iniciarse en 1868 las Guerras de Independencia surgieron en la manigua unos veinte periódicos, entre ellos El Cubano Libre, dirigido por José Joaquín Palma, impreso el 17 de octubre en Bayamo. Este periódico cesó en 1871, pero al estallar la guerra de 1895, Antonio Maceo lo hizo reaparecer tras la captura de una imprenta existente en los almacenes de Nipe.

Y a Matanzas…¿cuándo llegó?

A partir del año 1813, a causa de la Constitución de Cádiz, en España, que en 1812 refrendó la libertad de imprenta para el Reino y sus colonias, en la ciudad de Matanzas circularon 3 periódicos, que aunque tuvieron una periodicidad limitada y efímera existencia, marcaron el inicio de la prensa periódica en el territorio.

Los intelectuales matanceros, inspirados con la nueva posibilidad, fundan en 1813, desde las oficinas de Francisco Camero el primer periódico matancero, llamado El Diario de Matanzas. Este tuvo cuatro páginas en sus ediciones y cuatro meses de existencia –su último número salió a la luz el 8 de abril de 1813.

En él se publicaban materiales referentes a la administración del partido de Matanzas junto a materiales políticos y económicos, según el historiador Urbano Martínez.

En julio de 1813 se publica El Paquete y el 22 de septiembre de ese mismo año los lectores matanceros acceden a El Patriota, en uno de cuyos números aparece bajo el título Descripción geográfica histórica de la ciudad y partido de Matanzas el primer trabajo historiográfico matancero, escrito por el capitán de fragata Juan M. O´Farrill.

En 1821, Juan Justo Jiménez publica La Gaceta de Matanzas y el 22 de septiembre de 1822 se comienza a imprimir El Semanario de Matanzas, publicación que contó con la colaboración del primer poeta romántico cubano: José María Heredia. Según Romero 2011, en 1824 el norteamericano Tomas Federico Kid funda la Imprenta de Gobierno y con esta comienza a publicar La Gaceta del Gobierno de Matanzas.

El 2 de septiembre de 1828 comienza a publicarse, propiedad de la Diputación Patriótica de la ciudad de Matanzas, el diario La Aurora. Esta publicación se considera, por su magnífica impresión y vasta información, una de las joyas más selectas del periodismo cubano y latinoamericano. Sus páginas son una fuente de determinante importancia para el estudio de la historia local durante buena parte del siglo XIX. El destacado intelectual cubano Antonio Bachiller y Morales refiriéndose a La Aurora señaló que fue el mejor periódico político y literario de la Isla hasta esa fecha, ya que contribuyó visiblemente, al adelanto en el periodismo con la belleza de su tipografía y edición, junto a la precisión noticiosa. (Díaz, 2011)

Con la instauración en Cuba de la república neocolonial comienzan a desarrollarse publicaciones afines a las diferentes facciones políticas que comienzan a coexistir en el entorno de la sociedad cubana de la época y en Matanzas, surge, entre otros, en 1899 y bajo la tutoría de Fernando Romero Fajardo, La Voz de Matanzas. El 2 de enero de 1900 se funda El Republicano Federal y en 1901 se comienza a imprimir El Jején, y en 1903 El Liberal y El Moderado.

En 1909 se funda El Yucayo, periódico dirigido por el poeta matancero Bonifacio Byrne y en 1912 comienza a publicarse El Imparcial, publicación que alcanzó alguna notoriedad en la ciudad.

El periódico Girón: testigo de la Revolución

Al triunfar la Revolución Cubana, en enero de 1959, en la ciudad de Matanzas coexistían cuatro periódicos de importancia. El Republicano, propiedad de Orlando Soles, y Noticias, cuyo dueño era Pablo Sánchez Bencomo, fueron entregados a la causa revolucionaria cubana.

Otro de los diarios locales, El Imparcial, propiedad de Guillermo Gómez Furiach, corrió un camino distinto a los anteriores. Este tuvo que ser intervenido por el poder del pueblo ante los ataques constantes -velados o abiertos- contra la Revolución, fundamentalmente en la sección Mezclilla, que escribía su esposa, Nélida Santana.

La última de estas publicaciones, el diario Adelante, surgido en 1947, cuyo dueño fue Antonio Pimentel Herrera, un gacetillero chantajista que había abandonado el país a finales de septiembre de 1960, publicó en sus páginas amplio apoyo a la contrarrevolución hasta su intervención y transformación, el 22 de noviembre de 1960, al calor de las nacionalizaciones, en el diario Adelante revolucionario, antecedente directo del periódico Girón.

“El nombre de Adelante revolucionario expresaba algo, pero era un título muy largo, y por lo tanto, los lectores seguían llamándolo Adelante a secas. Había que eliminar todo lastre del pasado. En suma se requería buscar un nombre corto, en el cual se emanaran los antecedentes de la lucha del pueblo y su historia más reciente”. (Ortega 2005: 33)

Es así que el 5 de diciembre de 1961 surge el nombre de Girón y luego de una tirada de prueba el 23 de abril de 1962, el 25 de abril circularon tres mil 500 ejemplares en todos los municipios, por primera vez con un alcance provincial.

En el periodo de 1970-80 el periódico Girón se caracterizó por el funcionamiento de equipos con reporteros especializados en sectores, se impulsó al periodismo de opinión y se creó la sección “Apartado 133” para atender quejas y sugerencias de la población. También surge en esa época (1975) el suplemento cultural “Yumurí”.

A causa del inicio del periodo especial, la cuota de papel asignado se redujo ostensiblemente, por lo que el 2 de marzo de 1991 Girón tuvo su última edición como diario. El 2 de febrero de ese año dejó de circular por similares razones el suplemento cultural “Yumurí”.

En homenaje a la victoria del pueblo armado en Playa Girón, el viernes 18 de abril de 1997 se publicó la primera edición completamente digitalizada del semanario y un año después, exactamente el viernes 17 de abril de 1998, aparece el primer número del suplemento Humedal del Sur, dedicado a los pobladores del Plan Turquino-Manatí.

Aprovechando el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones para difundir sus mensajes a través del mundo entero, y el surgimiento del periodismo hipermedia, el 12 de mayo del 2000 fue colocado en Internet el primer número de Girón-Web, una versión digital que se actualiza diariamente.

El semanario Girón es el órgano oficial del Comité Provincial del Partido Comunista de Cuba en Matanzas. Su objetivo principal está encaminado a satisfacer las necesidades informativas, instructivas, movilizativas y educativas de los lectores matanceros, basados en valores como la responsabilidad, la ética y la laboriosidad.

La ideología y la comunicación de masas

«Las ideologías deben considerarse como fuerzas activamente organizativas que son psicológicamente “válidas”, y que moldean el terreno en el cual hombres y mujeres actúan, luchan y adquieren conciencia de sus situaciones sociales.»

Antonio Gramsci

El término Ideología nos remite inmediatamente a buscar su significado a través de los estudios filosóficos. La literatura especializada consultada concuerda al conferirle la creación del término al filósofo Antoine Destutt de Tracy, a finales del siglo XVIII durante la Ilustración francesa. El padrino de la ideología se refería en sus textos hacia la creación de una ciencia de las ideas, donde se investigara su surgimiento y función de manera pragmática.

Desde una concepción materialista de la historia, los filósofos Carlos Marx y Federico Engels, señalan que la observación empírica de cualquier fenómeno debe manifestar las relaciones entre la estructura social, la estructura política y la estructura de producción. En este sentido, Carlos Marx definió a la ideología como un “sistema de representaciones” que acompaña y legitima el dominio político de una clase social sobre otras. De esta forma el filósofo alemán considera que las ideologías socialmente establecidas por la clase políticamente dominante provocan la existencia de una “falsa conciencia”. (Marx y Engels, 1976)

Para Lenin, la ideología no son más que “móviles ideológicos”. De este modo la ideología es real, e influye en el comportamiento de los hombres porque contiene elementos que orientan la actividad humana.

No son más que estimulaciones surgidas desde las prácticas sociales que dependen de su relación con la producción material. (Lenin en Compilación, 1979)

“Las ideologías fueron catalogadas en un pasado ya lejano, que llegó desde Napoleón hasta Marx, como una imagen arbitraria del mundo (…) Desde Gramsci, hasta hoy, sabemos que eso no es así: las ideologías representan formas del conocimiento de la realidad, constituyen sistemas de ideas armados con cierta lógica en torno a un núcleo teórico, sostienen valores, principios y normas, incluyen también creencias, mitos y prejuicios, y proponen determinados patrones de percepción del mundo circundante, patrones de organización y patrones de conducta”. (García, 2011: 1)

Para Louis Althusser, quien realiza una relectura de los conceptos marxistas, la ideología es un sistema (con su propia lógica y rigor) de representación (imágenes, mitos, ideas o conceptos según sea el caso existente y poseedor de un papel histórico dentro de una sociedad determinada).

Los referentes teóricos que ofrece Pamela Shoemaker en uno de sus estudios sobre el tema resultan muy pertinentes. Para esta investigadora la ideología es un mecanismo simbólico que “sirve para cohesionar e integrar a los actores de una determinada sociedad” (Shoemaker, 1990: 55) mientras que para John B. Thompson referirse a ideologías es hablar de “significados puestos al servicio del poder” (Thompson, 1991: 3).

Mientras, Anthony Guiddens nos propone una relación que parte de la identificación de la ideología como una fuerza “capaz de reproducir y mantener las relaciones de poder existentes”. Él nos señala tres categorías íntimamente relacionadas: el discurso, el poder y la ideología; donde el discurso reproduce, crea, al mismo tiempo que desafía las relaciones de poder existentes, mientras que la ideología, según él, es el factor que media esta relación, proporcionando un marco de interpretación, mediante el cual el discurso recibe su significado. (Guiddens en Castro, 2009: 11)

Utilizando como base estos estudios se puede definir a la ideología como un sistema de representaciones, concepciones e ideas que -en el orden político, jurídico, moral, estético, religioso en tanto su carácter de categoría filosófica- refleja, en última instancia, las relaciones económicas. Asimismo puede definirse como las principales ideas que caracterizan la subjetividad de una persona, una colectividad o una época.

Retomando los postulados de Thompson, este señala la importancia de entender también a la comunicación y los mass media, en tanto proceso social controlado por la clase dominante, como un medio de reproducción de ideologías que, junto a la enseñanza de los valores y creencias colectivas, mantienen la estabilidad social y las relaciones económicas. “La ideología es un sistema de representaciones que sirve para mantener las relaciones existentes de dominación de clases al orientar a los individuos hacia el pasado más que hacia el futuro, o hacia imágenes o ideales que ocultan las relaciones de clases y se apartan de la búsqueda colectiva del cambio social”. (Thompson 1991: 27)

En esta situación definida los medios de comunicación son el mecanismo más efectivo –también existen en cualquier contexto social determinado la familia, la escuela, las regulaciones ético-morales, los estamentos jurídicos, etc. – capaz de crear, o modificar las imágenes asociadas a la ideología dominante. Es responsabilidad de los medios de comunicación el mantenimiento de los mitos, creencias, y situaciones que conservan el significado del discurso acorde a los requerimientos de la clase dominante.

Para Thompson resulta imprescindible la relación entre los medios de comunicación y el estudio de la ideología. Plantea que esto se puede realizar por dos vías: el análisis formal y el discursivo. Esta perspectiva forma parte de la estructura de las construcciones simbólicas que hacen posible la movilización del sentido de la ideología en su doble función: creación de identidad y sustento de las relaciones de dominación.

Lo que diferencia este enfoque, según Thompson, es el interés por detallar las formas en que los objetos y enunciados de la comunicación masiva pueden ser entendidos como “ideológicos”. Para llegar a este resultado es de vital importancia tener en cuenta los conflictos relacionados con la recepción y apropiación de los mensajes de los medios de comunicación por individuos y grupos socialmente diferenciados.

Para profundizar en este tema es preciso referirse a los estudios de la comunicación de la llamada hipótesis de la agenda-setting, que plantean a rasgos generales, que los medios de comunicación masiva no tienen la intención, ni probablemente la posibilidad de inducir a los receptores a actuar o pensar de una manera determinada, pero sí logran brindarle un grupo de temas sobre los que pensar. Es precisamente en esta capacidad que radica la efectividad de los discursos periodísticos informativos, en el hacer saber, no en la persuasión ni en la manipulación. De ahí su potencial para la creación y reproducción de ideologías.

La hipótesis de la agenda-setting sostiene que a consecuencia de la acción de los medios de comunicación, el público conoce o no, atiende o descuida, enfatiza o pasa por alto, elementos específicos de los escenarios públicos. También plantea que el público tiene la capacidad de incluir o excluir de sus propios conocimientos e intereses lo que los medios de comunicación incluyen o excluyen de su propio contenido. El público, además, tiende a asignar una determinada importancia a lo que reflejan con énfasis los mass media. La importancia otorgada por el público al acontecimiento, según estos estudios, estará determinada por el protagonista del acontecimiento o por el desarrollo del acontecimiento mismo. Pero debe de tenerse en cuenta que si el hecho nunca llega a ser publicado, no alcanzará realmente la trascendencia social.

Ideologías profesionales de los periodistas

Llegado el momento de teorizar acerca de las ideologías profesionales en el periodismo se hace necesario en un primer momento conceptualizar todo lo referente a las profesiones y sus relaciones con el periodismo.

Según Edgar H. Schein las profesiones constituyen “conjuntos de ocupaciones que han desarrollado un sistema normativo derivado de su papel esencial en la sociedad, lo que permite diferenciar el profesional del amateur, por la razón de encontrarse vinculado a tiempo completo a una ocupación que significa su fuente de ingreso económico”. (Schein, 1988: 6)

Mientras que para J. Fernández una profesión se define como “una ocupación que se regulaba a sí misma mediante una capacitación sistemática en un ámbito universitario, basándose en conocimientos especializados y técnicos y, por supuesto, orientado más a la remuneración material”. (Fernández, 2001: 3)

En este contexto la profesión es considerada como un fenómeno sociocultural en el cual toman parte un número limitado de conocimientos y habilidades, tradiciones, costumbres y prácticas que pueden desarrollarse con la superación científico-práctica. En consecuencia, una profesión, vista desde la perspectiva de la modernidad, resume procesos y elementos que no pueden divorciarse de la realidad social, política e ideológica en la que tiene lugar.

Harold Wilensky (1964) plasmó en un estudio los puntos inviolables de una profesión. Este texto resulta de obligada mención, pues agrupa las concepciones más completas e interesantes dentro del paradigma funcionalista de los estudios comunicológicos. Para Wilensky las profesiones seguían una línea natural en el tiempo que las llevaría a cumplir cinco parámetros en orden lógico para completar su ciclo de total desarrollo, estas fueron:

  1. Que los sujetos se encuentren la mayoría del tiempo vinculados a la actividad profesional.
  2. Que exista una institución oficial —universidad, por ejemplo— donde los estudiantes adquieran las competencias que requiere el ejercicio profesional.
  3. Que sea creada una asociación —normalmente en el contexto nacional— que agrupe a los ejecutantes, ejecute un sistema de normas y sirva de espacio de articulación para la convivencia con otros grupos profesionales.
  4. Que se negocie legalmente a nivel de administración estatal el apoyo desde la oficialidad, para lograr un reconocimiento social y la regulación del acceso al grupo profesional.
  5. Que se regule el ejercicio profesional por medio de un código de ética, el cual funcione como filtro para la selección de los integrantes del gremio.

El sociólogo Max Weber en su texto “La ética protestante y el sentido del capitalismo” (1905) apunta que los grupos profesionales no son sólo entidades económicas, “son además grupos de estatus, que heredan o asumen recursos culturales para intentar legitimar su visión del mundo”. Esta afirmación se relaciona mucho con la noción de “falsa conciencia” que tenía Marx sobre la ideología.

Siguiendo el hilo de la teorización, el investigador Manuel Fernández Esquinas señala que una ideología profesional es “un conjunto de consideraciones éticas y morales en torno a un colectivo de trabajadores que envuelve razonamientos referidos a la justificación del trabajo, los intereses particulares del grupo, su estatus, privilegios y poder”. (Fernández, 2002: 38)

En este sentido podemos definir a las ideologías profesionales de los periodistas como “una serie de paradigmas y de prácticas profesionales adoptadas como naturales por los periodistas, es decir, son los valores que los profesionales poseen o comparten en la sociedad, así como de los productos noticias y las modalidades que denominan su confección.” (Wolf y Garbarino en García, 2008: 20)

Estas ideologías profesionales van a estar condicionadas por el contexto sociopolítico, las circunstancias internas de los medios de comunicación y la organización en que labora cada periodista.

Además van a influir igualmente la identidad laboral y las rutinas productivas adoptadas, las condiciones materiales, el reconocimiento profesional y los estímulos éticos que se reciban del público y la administración.

“Las ideologías varían de acuerdo al órgano de prensa, el alcance y la relevancia que este tenga en la sociedad. Además, se diferencian de acuerdo al medio, y sobre todo dependen del país y de su contexto socio-político. Esto no quiere decir que no compartan valores con sus colegas de otras latitudes; pero en principio dependen del proceso de socialización que tiene lugar en la redacción informativa, de sus integraciones e identificación con el centro laboral, haciendo suyos todos los valores compartidos por el resto de los periodistas acerca de las normas, las habilidades, y las concepciones de su profesionalidad, etc”. (García, 2008: 20-21)

Son múltiples los componentes que conforman estas ideologías, porque estas se forman a través de largos procesos de socialización ocurridos no solamente en las organizaciones de los medios sino también en el ámbito social. Mediante este proceso de socialización –proceso de carácter dialéctico– los periodistas adquieren el sentido de pertenencia a los medios, perfeccionan las rutinas productivas y además, hacen suyos los valores compartidos por el resto de los periodistas acerca de las normas, responsabilidades, habilidades y concepciones acerca del rol como profesionales de la comunicación.

Estos procesos de socialización son los encargados de mediar entre lo que los periodistas requieren y piensan que deben hacer y lo que las normas establecidas en el medio de comunicación establecen. Puede suceder que las normas de una determinada organización no sean íntegramente compartidas por los periodistas, o por algunos de ellos, pero sí tienen que ser acatadas pues de lo contrario reinaría el desorden.

Las ideologías profesionales se encuentran íntimamente relacionadas con la motivación hacia la profesión. Determinada en este caso como una tendencia orientadora de la personalidad, ya que cuando el periodista es capaz de estructurar de forma consciente su profesión con los requerimientos de su vida presente y futura, los motivos que integran esa tendencia orientadora se expresan en una intención profesional adecuadamente fundamentada.

Podemos asumir que en ocasiones durante la actividad de los periodistas algunos desconocen temas y técnicas, y consideran que con lo que se hace, malo o bueno, es suficiente. Alegan que lo que se publica bajo su nombre se escribe pensando en el público, al que realmente desde el principio se ignora, porque se desconoce. En estas situaciones la identificación con las ideologías profesionales es prácticamente nula. Escriben en muchas ocasiones para complacer, para cumplir una orientación y al final casi nadie los ve, porque lo que publican no interesa en esos momentos.

Rutinas productivas en los medios de prensa

Definidas en un primer momento la importancia de las ideologías profesionales para el ejercicio de la dinámica periodística, ha llegado el momento de establecer su relación con las rutinas productivas.

La fabricación de todo producto comunicativo, especialmente la producción de noticias, implica la asunción de determinadas normas de trabajo dentro de la empresa periodística. “Los acontecimientos sociales no están ajenos al sujeto colector ni a las condiciones y requerimientos de la institución que los publica. Este quehacer cotidiano se traduce en el curso de las llamadas rutinas productivas, es decir, en el modo específico de organizar el trabajo para producir los materiales periodísticos”. (García, 2007: 33-34)

Estas rutinas productivas no solo abarcan la construcción noticiosa sino que se refieren a todas las modalidades de la expresión periodística, e incluso normas personales de trabajo acordes con los mecanismos permitidos en el medio de prensa.

Según el profesor cubano Roger Ricardo Luis, las rutinas productivas son el conjunto de acciones y normas “surgidas de las exigencias que genera la dinámica productivo-editorial-tecnológica de una empresa mediática y el intenso proceso de mediación objetivo presente en cada una de sus fases”. (Luis en García, 2007: 34)

Por su parte, Zeus Naya las define como “los esquemas de percepción, de apreciación y de acción inculcados por el medio social en un momento y en un lugar determinado; es decir, (…) son todas las disposiciones socialmente adquiridas mediante el aprendizaje”. (Naya en García, 2007: 34)

Muchos autores consultados conciben las rutinas productivas como modelos de trabajo que permiten generar un trabajo periodístico a semejanza del anterior, mientras que otros las vinculan a la transformación de cada uno de nuestros actos en hábitos. De este modo podemos entender dos caminos en la aceptación de las rutinas productivas: el voluntario o consciente y el involuntario o inconsciente. El primer modelo actúa en el enfrentamiento a una labor nueva, al mismo tiempo que orientada y dirigida, en la que debemos desplegar empeño, sagacidad, despertar el interés y profesar dedicación. El segundo comienza en el momento en que asumimos dicha labor de manera frecuente y se transforma de a poco en un hábito mecánico.

Pero las rutinas productivas posibilitan la selección e incorporación de las informaciones al flujo productivo, a partir de los criterios de noticiabilidad y valores/noticia. Estas no tienen porque constituir dogmas o fórmulas rígidas, reducidas a una visión tecnológica del proceso de producción de noticias. En todo caso podemos asumirlas como patrones que ayudan a la organización del trabajo periodístico, pero dejan margen para la creatividad del profesional.

En este momento es que entra en juego la relación de las rutinas productivas con la ideología profesional del periodista. En este sentido se puede destacar que las rutinas productivas no obedecen sólo a requerimientos tecnológicos, sino a consideraciones de índole más subjetiva, que revelan la amplia relación de los medios con el poder y, fundamentalmente, la tendencia, ya esclarecida arriba, de los medios de comunicación a la preservación del status quo, en tanto instrumentos controlados por la clase políticamente dominante.

“Dada su función normativa, las rutinas devienen instrumento de control social sobre la labor de los periodistas en un amplio espectro de su actividad donde están presentes los niveles jerárquicos superiores como son el sistema político, entes de poder, dirección de los medios, fuentes relevantes, fundamentalmente. Al mismo tiempo, delinean cómo se elaboran las noticias y, por tanto, expresan las estrategias de cómo abordar la realidad que resulta de interés para las entidades periodísticas en un amplio espectro que va desde la recolección hasta el tratamiento de la información que se hace pública y socialmente relevante”. (Luis en García, 2007: 40).

Estas ideas del profesor Roger Ricardo Luis se pueden relacionar fácilmente con lo antes expuesto sobre la teoría de la agenda-setting y la capacidad de la prensa, como instrumento ideológico, para crear imágenes y hábitos identitarios en cualquier contexto social.

Gestión de dirección en instituciones mediáticas

La dirección eficiente de los recursos humanos es un mecanismo de vital importancia para el cumplimiento de los principales objetivos de cualquier empresa u organización productiva o social. De esto no escapan los medios de comunicación, en los cuales el papel del consejo editorial resulta vital en la proyección y logros de la publicación.

Encontrar una definición única y consensuada del término dirección resulta casi imposible. Existen tantos conceptos como autores han escrito sobre el tema.

Según José A. Fernández Arena se entiende como una ciencia social que persigue la satisfacción de objetivos institucionales por medio de una estructura y a través del esfuerzo humano coordinado. (Pérez, 2012)

James A. y Stoner consideraron como tal al proceso de planear, organizar, liderar y controlar el trabajo de los miembros de una determinada organización y de utilizar todos los recursos disponibles para alcanzar objetivos organizacionales propuestos. (Pérez, 2012)

Jesús M. Ferré agrega en sus estudios que la dirección es un proceso de actuación dinámica y continuada de un hombre sobre otro, “con el objeto de conducir su comportamiento y actuación profesional hacia el logro de los objetivos de la empresa”. (Gutiérrez y Morales en Pérez, 2012: 2)

La bibliografía especializada consultada acerca del desarrollo y evolución histórica de la dirección de recursos humanos refiere que todas las escuelas o enfoques dentro de la teoría de la administración permiten identificar tres etapas antes de culminar en la actual concepción:

  • Dirección de personal clásica: Esta señala al factor humano como otro factor integrante del proceso productivo, con motivaciones fundamentalmente económicas y pasivo ante la toma de decisiones empresariales. Su función es el trabajo, con más o menos eficiencia en dependencia a su formación y remuneración salarial.
  • Moderna dirección de personal: En esta el papel del factor humano se torna más activo al tomar conciencia de su importancia. En esta etapa es que se conforman las políticas de empleo, de remuneración, formación y promoción, además de otras tareas en la toma de decisiones.
  • Dirección de recursos humanos: Esta etapa va más allá de la moderna dirección de personal. Aquí el factor humano tiene más responsabilidad en el diseño e implementación de estrategias, gracias a su capacidad para fortalecer la competitividad y el perfeccionamiento de las empresas en el difícil contexto de la contemporaneidad.

En este sentido se debe asegurar por las direcciones de las instituciones o empresas:

  • La inserción del personal en la empresa.
  • La dinamización y la movilización del personal de modo tal que se utilicen sus capacidades para el logro de los objetivos de la empresa.
  • El progreso del personal, donde aporten los conocimientos que serán necesarios a los miembros de la empresa para que actúen al mayor nivel de competencia posible.
  • La comunicación, o sea el diálogo fluido permanente y consecutivo.
  • La calidad de vida, seguridad y compensaciones compatibles con los resultados de la empresa.
  • La imagen de la empresa y por tanto la imagen del factor humano”. (Garrido y Cedeño, 2011: 2)

En los estudios sobre Periodismo no ha sido suficientemente sistematizado el concepto de dirección, aunque, de algún modo y respondiendo a presupuestos teóricos propios referidos por las Ciencias de la Información, la Comunicación Organizacional y la Sociología de la Producción de Noticias se pueden identificar definiciones y análisis de elementos característicos de los procesos de gestión en los medios de comunicación. La investigadora Dra. Gloria Ponjuán sintetiza cuatro componentes esenciales del proceso de gestión de la dirección en un medio de comunicación, aplicable igualmente a cualquier organización productiva: planificación, organización, dirección y control. Según explica estos componentes no se ejecutan indistintamente sino que conforman un ciclo, propiciando una “espiral de desarrollo”. (Ponjuán, 1998)

La gestión editorial entendida a través de los procesos de planificación, organización, dirección y control tributa al estudio de las dinámicas internas de las organizaciones mediáticas, porque permite concebir el proceso de producción de noticias de una manera más general, que examine las responsabilidades de otros actores decisivos en la construcción de la noticia, así como valorar de forma más puntual el influjo de factores de otro orden como, la administración y distribución de recursos, la organización del trabajo técnico, las políticas de dirección y control etc.

Tal articulación permite identificar a los procesos de producción de noticias no sólo como consecuencia y/o exigencia de las formas de organización del trabajo en el medio sino a partir de ella, en un intento de integrar en un mismo plano de análisis todos aquellos factores relativos a la organización y que definen tanto su desempeño y cultura organizacional como la propia producción informativa.

En los medios de comunicación, vistos como instituciones sociales, empresas o agentes económicos, se dan complejas relaciones y dinámicas que han sido estudiadas de manera parcializada. La investigación de dichos procesos impone una mirada que trascienda el estudio de las rutinas de producción informativa, de las ideologías y los periodistas, como principales actores en los procesos de construcción noticiosa, y se enfoquen en los procesos de dirección de los medios.

Dentro de estos procesos de dirección de recursos humanos, los directivos de medios de comunicación “necesitan plantillas competentes y motivadas en las que cada persona se plantee cómo mejorar su trabajo y, en definitiva, colabore al incremento de la calidad informativa de la empresa.” (Sánchez, 1989: 5)

Según el profesor Alfonso Sánchez sólo un equipo unido, bajo un liderazgo eficiente de la empresa, unos valores comunes y una cultura de trabajo fuerte y compartida por la generalidad de los redactores, directivos y operarios del medio de comunicación puede impulsar ese espíritu de iniciativa e innovación necesarios para alcanzar objetivos trazados.

Para esto se hace necesario adoptar una línea de dirección coherente: acceso a los directivos, satisfacción de los requerimientos esenciales, preocupación por las condiciones de trabajo y situación personal de los periodistas y demás miembros del equipo, entre otras cuestiones.

Dentro del sistema general que constituye la Gestión Empresarial, el liderazgo constituye un factor importantísimo para los derroteros finales de la organización. “El liderazgo es un instrumento de dirección que incide en el desarrollo de la actividad empresarial, es un objeto de los recursos humanos, que son el principal factor estratégico y ventaja competitiva con que cuenta una organización”. (Zayas y Cabrera, 2006: 5)

Para una definición exacta del término el autor concuerda con el investigador Carnota (1985) en que liderazgo resulta el acto de “organizar y dirigir los intereses y actividades de un grupo de personas unidas para algún proyecto o empresa, por una persona que fomenta su cooperación por el hecho de lograr que todas ellas aprueben más o menos voluntariamente, determinados fines y métodos”. (Carnota en Zayas y Cabrera 2006)

Otra de las categorías a analizar dentro de la gestión resulta la forma organizacional. Definida por Vargas Téllez (2011) como un “sistema de variables estructurales formadas por seis dimensiones, a saber: el número de personas que integran la organización; el objeto de trabajo; los medios de trabajo; la división del trabajo; el control y las relaciones sociales de producción en el ámbito social e institucional”.

Esta nueva categoría es la que permite abstraer las diferencias y semejanzas entre una empresa centrada en la producción material y otra dedicada a la producción intelectual, en las que se incluyen los medios de comunicación. Puede decirse, entonces, que este conjunto de modelos productivos o formas organizacionales, están determinadas más en aspectos sociales; en el manejo de las estructuras de poder y en la atención a sus recursos humanos que en meras cuestiones técnicas.

De esto se desprende que, dependiendo de la forma organizacional, se puede apreciar una mayor atención a la participación y a lograr la confianza de los trabajadores, si se desean alcanzar los objetivos planteados. Para esto será determinante considerar el contexto y las características específicas de la empresa, el liderazgo, las rutinas productivas y las ideologías profesionales de los trabajadores.

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Torres Rodríguez Gabriel. (2015, mayo 28). Periodismo y dirección en instituciones mediáticas de Cuba. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/periodismo-y-direccion-en-instituciones-mediaticas-de-cuba/
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