Las personas buscadoras de defectos

Todo queremos amar y ser amados. Sin embargo, cuando hemos tenido experiencias negativas, podemos quedar sensibilizados, y considerar como adecuado evadir, tomar demasiadas precauciones, o no volver a intentar amar. Sin embargo, la vida continúa y las oportunidades de vincularse con personas nuevas, parece estar, en ocasiones, a la vuelta de la esquina. Siga leyendo.

No es un secreto que la conciencia es uno de los poderes más importantes con que contamos los seres humanos, pues nos permite darnos cuenta de nuestros pensamientos, emociones, acciones e, incluso, de ciertas posibles consecuencias derivables de nuestros actos. Esto significa que cuando no medimos las consecuencias de nuestro accionar, estamos obrando desde la inconsciencia, regidos por hábitos y prejuicios, y generando, sin percatarnos de ello, situaciones incómodas y desagradables.

Uno de esos actos automatizados que surgen en el contexto de las relaciones, es el hábito de buscar defectos, costumbre nociva y frecuente, que nos impulsa a percibir y comunicar preferentemente aquello que nos desagrada, obviando o subvalorando los estímulos que nos resultan gratificantes y favorables.

Esto, por supuesto, tiene consecuencias internas y externas: las internas son tendencia a vivir con malestar emocional, reducción de la alegría, dificultad para relajarse, y el establecimiento de hábitos de observación negativa; las externas, tendencia al conflicto y aumento del rechazo por parte de personas relacionadas.

Las causas de este tipo de comportamiento pueden ser biológicas, psicológicas y culturales. Biológicamente, puede deberse a configuraciones cerebrales limitantes como por ejemplo el denominado “Síndrome de Asperger”, trastorno que crea entre otros síntomas dificultad de vinculación, poco tacto y baja empatía.

Psicológicamente, traumas tempranos en los vínculos con los padres, tal como se expresa en las teorías como la “Teoría del Apego” y la “Teoría del Vínculo” de Bowlby, o tendencias como las expresadas por Adler en sus teorías (La inferioridad de órgano, y el Afán de Perfeccionismo), predisponen a las personas a temer ser rechazados, a sobrecompensar ese temor y por lo tanto a rechazar a otros y ver sus defectos. Algo así como “primero te rechazo yo, antes de ser rechazado por ti”. Algunas actitudes asociadas a este esquema mental son: inseguridad, celos y envidia.

Culturalmente, aprendemos por imitación, razón por la que la convivencia con personas (padres, amigos, etc.) que actúan como buscadores de defectos, puede llevarnos a aprender ese estilo y verlo como algo “normal”.

El problema entonces es la dedicación de la energía y del tiempo a criticar, a detectar algo censurable en los demás, para encontrar así una forma sutil o disimulada de compensar su autoimagen negativa y sentirse superiores. Es un juego mental de autoconsuelo en el que se dicen engañosamente: “yo estoy bien y ellos mal”. Como ha señalado Eckhart Tolle: “es su ego contra el mundo”. Son, en fin, perturbadores cercanos a la patología, que no remedian sus propios errores ni superan sus defectos, sino que viven hacia afuera en dirección a la vida ajena. Para ellos, cualquiera que tenga éxito será sospechoso, ignorante, raro o ridículo.

Así, reducen inconscientemente la culpa que experimentan por su autoabandono y sus escasos logros personales. Su especialidad es lograr que otros se sientan culpables, incompletos o inadaptados, pues no admiten en el resto de la gente ni sus méritos ni su derecho a ser diferentes.

¿Cómo reconocerlos? Con frecuencia pueden aparecer con rostro burlón, agrio o exageradamente amables, con tendencia sarcástica, conducta indolente e imprudente y un claro afán destructor; opinan cuando no les ha consultado, y son aficionados a las frases hirientes y despectivas: «qué gordo estás», «¿y tú no te has casado?»,»yo pensé que ya te habías graduado», “No sabía que eras tan conflictiva”, “¿todavía vive en ese lugar?”, etc.

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Si deseamos mejorar nuestra vida y dejar atrás este pernicioso esquema, es necesario dejar de decirles a los demás lo que «hacen mal»(especialmente si no han solicitado nuestra opinión). Centrémonos en mejorarnos a nosotros mismos y a predicar con el ejemplo. Y si vamos a referirnos a algo, que sea preferiblemente lo positivo, lo meritorio, pues tal como enseña la psicología conductista: “toda conducta premiada tiende a repetirse” Vive y deja vivir. No disfracemos nuestro afán de controlar a los demás con la «careta» de ayudador sincero, ni la ocultemos con la frase de «lo hago por tu bien».

No significa que no se pueda hablar de los errores o defectos, o que nos neguemos la oportunidad de una crítica moderada y bien intencionada. Se trata, eso sí, de no convertirlo en hábito ni en coartad para lastimar a los que o nos agradan.

Y si se ha preguntado usted qué debe hacer frente a los buscadores de defectos, la respuesta es: Reconózcales sus cualidades, sugiérales amablemente que vean también su lado positivo, reclámeles asertivamente que modifiquen esa tendencia, o simplemente aléjese de ellos si eso fuera posible. Gracias por leerme. www.laexcelencia.com.

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Yagosesky Renny. (2009, abril 30). Las personas buscadoras de defectos. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/las-personas-buscadoras-de-defectos/
Yagosesky Renny. "Las personas buscadoras de defectos". gestiopolis. 30 abril 2009. Web. <https://www.gestiopolis.com/las-personas-buscadoras-de-defectos/>.
Yagosesky Renny. "Las personas buscadoras de defectos". gestiopolis. abril 30, 2009. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/las-personas-buscadoras-de-defectos/.
Yagosesky Renny. Las personas buscadoras de defectos [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/las-personas-buscadoras-de-defectos/> [Citado el ].
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