Resumen
En toda discusión ambas partes asumen que tienen la razón. El ego, la soberbia nos hace creer que el otro está equivocado y que sólo nosotros somos dueños de la verdad. En este mundo hay tan mala comunicación, se manejan tantas palabras cuyo significado se entiende de distinta manera, hasta los silencios se interpretan de forma errónea y sobre esa base se llega a conclusiones que muchas veces lastiman a los seres más queridos.
Al ego también le encanta el rol de víctima. Siempre es el otro el que nos ofendió, siempre es el otro el que nos gritó, siempre es el otro el que nos faltó el respeto, en consecuencia creemos que tenemos el derecho de ofender, gritar, faltar el respeto como un mecanismo de defensa.
La soberbia causada por el ego nos impide aceptar el hecho de que la otra parte podría tener la razón. En lugar de esforzarnos por comprender el punto de vista de la otra parte, buscamos en nuestro intelecto más razones que sustenten y apoyen nuestro planteamiento.
Aquel que tiene más ego, más afán de dominio, que desea ser el protagonista de cada reunión, aquel que desea tener la última palabra de cualquier debate es el que finalmente más sufre ya que no puede desapegarse de su ego. Es tan difícil desprenderse del ego, ya que este produce goce. El ego, para que el espíritu no se imponga, lo invade y le crea una especie de dependencia. Dependencia de los elogios, del reconocimiento, de los aplausos, quiere saberse necesitado.
En el caso del ego la dependencia es muy fuerte. La persona se pone un disfraz de autoridad y este disfraz de jefe es precisamente el que hace que sea muy difícil integrar el amor en sus palabras y por lo tanto muy difícil ser siempre el amo de sí mismo. Las personas se dejan llevar muy fácilmente por el rol de víctima, de susceptibilidad, de irascibilidad, etc., creyendo que son el amo cuando en realidad son esclavos de su ego.
Entonces, mucha gente se confunde, confunde el ego con su verdadero yo, con la propia persona. Es decir que no lo toman como un rol sino como que son ellos mismos. Confunden al personaje con el actor.
¿Cómo vencer al ego y evitar las discusiones? Gozando con el Servicio. Al gozar con el Servicio no se precisa ningún otro tipo de goce, porque ya se goza pensando en el otro. Uno no se pone como actor principal, ni siquiera como figura de reparto, directamente no figura. Goza dando. Gozar dando no significa que se prive de su propio goce. Un espíritu de Luz goza sirviendo.
Sabemos que toda discusión a nivel familiar trae sufrimiento, porque aun ganando la discusión se resquebraja la unidad de espíritu que debe reinar en la familia. Tendría que ser al revés. Tendría que haber apoyo, altruismo y una gran vocación de Servicio.
El ego es el yo inferior, el susceptible, el que busca sobresalir, el que se ofende, el que duda de todo, el que quiere tener la razón “aun a costa de…”
Aquel que no ve más allá de sí mismo, aquel que no ve más allá de sus propias ideas y sentimientos, no está capacitado para dar nada a nadie, no está capacitado para entregar su amor a la familia.
Las emociones negativas como la ira, la envidia, el odio y otros tantos sentimientos equivocados, sólo hacen crecer el ego. El ego hace retroceder a alguien muy elevado espiritualmente.
Al alimentar el ego las personas se cuestionan todo. Se cuestionan por qué viven, se cuestionan por qué trabajan, por qué tienen determinada enfermedad, por qué tienen determinada familia. Todos los «por qué» vienen por el ego. Asumen que merecen algo mejor.
El ego es nuestra debilidad, el ego es el que nos hace discutir. ¿Por qué no pedimos perdón? Porque nuestro ego no lo permite. ¿Por qué no agachamos la cabeza? Porque nuestro ego no lo permite. ¿Por qué nos ofendemos? Porque nuestro ego se encuentra muy ofendido.
El Líder Real vino a servir, vino a dar, es el que vino, mediante el amor, para vencer todo el odio acumulado.
El evangelio nos pide perdonar setenta y siete veces siete a nuestro ofensor y, en el padrenuestro, Jesús nos habla del perdón de Dios con relación a nuestra capacidad de perdonar a los que nos ofenden.
Perdonar es una acción directamente emparentada con el mandato del amor. Sin embargo reconozco que perdonar de corazón no me es fácil.
Es un camino muy duro que parte desde el sentimiento de creerse ofendido hasta la alegría de la reconciliación. Alguna vez le dije a mi esposa que mi amor por ella es más grande que mi ego. Esa es mi gran tarea para este año, reducir mi ego y aumentar el amor hacia mi esposa y mis hijos.
Espero que estas breves líneas te den la fuerza para amarrar a nuestro ego, bajarlo de su pedestal y que tanto tu como yo podamos perdonar de corazón a todos los que nos hayan ofendido y a cuantos tengamos relegados en nuestro corazón. El Líder Real no guarda rencores.