“La especie superior y más fuerte devorará a la pequeña e indefensa en el curso de la evolución.” Y ocurre que la especie más fuerte en el mercado de hoy, suele ser la que tiene un certificado ISO, pero por encima de esto, la que produce para llenar las necesidades de los clientes, teniendo en cuenta todas los requerimientos que estos tengan.
La calidad es cuestión de supervivencia, alcanzarla se convierte en una estrategia de vitalidad a largo plazo. Se trata de calidad de vida, de trabajo, de las personas, de la institución, de sus objetivos, de sus procesos y en general de todos los componentes de la empresa. La calidad se aprecia desde la atención que los celadores prestan a la entrada del establecimiento, hasta la efectividad de las señales preventivas. Nada debe escapar al proceso, con miras al logro de la excelencia. La calidad es rentabilidad, productividad, participación en el mercado; es una serie de elementos que se conjugan de manera coordinada y que en conjunto significan el éxito empresarial.
Alcanzar la calidad total ya no es una meta, es un requerimiento mínimo de la existencia, una empresa que no encamine sus objetivos a la búsqueda y consecución de ella, es una empresa que irremediablemente se rezagará y saldrá del mercado, ya que, actualmente no hay cabida para los productores “dinosaurios”. Sólo con operaciones eficientes, conocimiento y posicionamiento de mercados, llegando a la médula de las necesidades del cliente y con absoluta coordinación, se podrá continuar coexistiendo en igualdad de oportunidades en el mercado.
Temas como la apertura de mercados, competencia mundial, alta tecnología, eficiencia en procesos, sólo pueden ser abordados por organizaciones que tengan sentido de lo que significa la calidad, ya que las normas de competencia del mercado y las exigencias de los consumidores, obligan a los productores a que su producto sea de alta calidad certificada.
La calidad se debe entender como una responsabilidad de todos los que intervienen en el proceso, pero en especial de la gerencia. La tarea de esta consiste entonces en liderar el proceso, teniendo en cuenta que la calidad no es simplemente eliminar los posibles defectos del producto, es más que eso, es entrar al sistema de la organización, no limitarse al simple proceso de producción, sino adentrarse a todo el esquema corporativo de la empresa, teniendo como base que quien mejor conoce las posibles deficiencias es quien participa directamente en cada proceso, y detectar si hay cosas que se están haciendo de manera equivocada (si existe falta de coordinación entre departamentos, si los empleados se encuentran a gusto desempeñando su labor, si se está llegando al cliente que conocemos o no, etc.) y no quedarse ahí, en la supervisión, para luego corregir; sino, emprender acciones que conlleven a la prevención de este tipo de errores.
Hacia este punto se debe mover la gerencia, hacia el mejoramiento del sistema en conjunto, no sólo a la optimización de aspectos aislados, que pueden contribuir en parte a mejoras, pero que no constituyen la solución adecuada a los problemas generales.
Para alcanzar realmente la calidad, es necesario, sumamente necesario, escuchar al cliente, tener en cuenta sus quejas, sus reclamos, las devoluciones, las sugerencias, etc., que tenga en cuanto al producto y su calidad se refiere, entendida ésta como lo que él buscaba al consumir y usar el producto, si no se tiene en cuenta este aspecto, no se va para ningún lado, la frase trillada y repasada por todo el mundo “el cliente siempre tiene la razón”, cobra más importancia que nunca si se quiere realmente consolidar la excelencia en la organización.
Por esta razón es que vemos en la actualidad que la mayoría de empresas cuentan con buzones de sugerencias, con líneas de atención al cliente, con departamentos exclusivos para atender las quejas y reclamos, así como las devoluciones. Porqué? porque se dieron cuenta de la importancia que tiene lo que el cliente piensa del producto, al fin y al cabo se produce para él, para su satisfacción, y si no se cumple con llenar sus necesidades, entonces qué es lo que se está haciendo, producir por que sí, porque mi empresa es la “primera” y el cliente tiene que comprar mis productos porque YO se los ofrezco, porque YO se lo que ÉL necesita, porque yo tengo lo que ÉL busca; sin saber a ciencia cierta si en realidad esto es verdad, sin consultarle nunca si está satisfecho con el producto, haciendo caso omiso de todo lo que ocurre a mi alrededor, desconociendo la creciente amenaza de la competencia internacional (que con la apertura se ha hecho más y más peligrosa para este tipo de empresas). Esto le ha ocurrido a muchas empresas nacionales que han corrido con diferente suerte, algunas han sucumbido ante la competencia, pero otras se dieron cuenta a tiempo (para no zozobrar) de lo equivocados que estaban al dejar al cliente de lado. Un ejemplo que vale traer a colación, tocando este tema, es el de las instituciones financieras; éstas se encontraban en un mercado en el que todas se “hacían pasito”, todas se movían por inercia con la corriente, sin preocuparse mayormente del cliente, hasta que llegó la competencia, con el Banco Bilbao Vizcaya (comprando la mayoría del Banco Ganadero) y con el Banco Santander (que se hizo a Bancoquia), ambos españoles, y otros como el City Bank, los cuales entraron irrumpiendo en el mercado con nuevos servicios, sorteos, rifas, motivando a los clientes, teniéndolos en cuenta. Esto obligó a las instituciones a moverse rápidamente para poder seguir el ritmo de estos bancos multinacionales, qué han tenido que hacer? han tenido que fusionarse, aliarse estratégicamente, adaptarse y ofrecer similares servicios y beneficios a los de los nuevos entrantes; si no se hubieran movido de esta manera y se hubieran quedado sentados en sus laureles confiando en que ellos conocían las necesidades y expectativas de los ahorradores, ya estarían condenados a desaparecer o serían apenas un recuerdo. Este ejemplo ilustra un poco lo sucedido a otras industrias nacionales, aunque por ser este un sector fuerte, no se presentaron mayores decesos, de haber sido en otro sector más débil, las pérdidas habrían sido muchas.
El problema de la calidad no es de corto plazo ni de soluciones inmediatas, es decir, no podemos decir que obteniendo un sello de calidad o una certificación ISO ya se está exento del problema. Alcanzar el éxito en cuanto a la calidad se refiere, es un compromiso que se desarrolla todos los días, la excelencia sólo se logra mediante el compromiso, valga la redundancia, que implica darle cada vez más de lo mejor al cliente.
La calidad es más que certificados y cumplimiento de requisitos, es una filosofía que se vive día a día y que envuelve a todos los elementos de la organización, enrutándolos a la consecución de un mismo objetivo o ideal que no es más que la satisfacción plena del cliente con el producto. Cuando esto sucede y lo podemos identificar plenamente podemos decir que la reconoceremos cuando ellos (los clientes) la vean.