Diógenes vivía de limosnas. Antes de adoptar a un contenedor de transporte abandonado como residencia principal, debió de haber estudiado, porque cuando se sentía en forma, declamaba poesías clásicas, citaba a los Griegos y no desdeñaba estropear a Shakespeare en un sucedáneo de Inglés.
Que haga calor o frío, se le podía ver varias mañanas hacer sus abluciones en la fuente municipal, detrás del parque de bomberos.
Eso sí, jamás se le había visto borracho, ni con una botella de vino, ya que lo mencionáis. Para ganarse una moneda, ayudaba a echar las basuras, recogía las hojas del jardín de algún vecino, o echaba una mano al cervecero para entrar los barriles al bar.
No carecía de humor, porque cuando algún adolescente le preguntaba: «qué haces con tantas horas en el día», solía contestar:
* Diógenes tenía una linterna y buscaba un hombre, yo soy un hombre que aun busca su linterna. Y se retorcía de la risa.
Supongo que su mote de Diógenes le venía de aquí. Insinuaba que el trabajo es una esclavitud y que el había nacido para ser libre.
* pero no ganarás dinero así.
* No sabes cuanto me alegro de no tener dinero, sentenciaba.
* ¿Y porqué eso Diógenes?
* Porque con los tiempos que vivimos, si tuviera dinero, ¡necesitaría muchísimo!.
Durante el verano, la mayoría de los habitantes del pueblo emigran para vacaciones, pero Diógenes no tiene residencia secundaria. Ocurrió que uno de los chaleteros le ofreció cortarle el césped de su jardín.
* Mi jardín es pequeño, así que no te pagaré, pero te daré una buena comida.
* Trato hecho Capitán (llamaba a la gente Capitán o Doctor como trato de calidad, no porque lo fuesen).
Y así fue que en un par de horas, Diógenes se ganó una buena comida que le dejaron disfrutar en la mesa de cemento del jardín. Eso sí, después se encargó de limpiarlo todo.
El hecho llamó la atención de otro vecino que le ofreció cortarle la leña y guardarla en el cobertizo a cambio de una cena.
* Pues, de acuerdo, mañana iré.
* Mañana no habrá nadie en casa, tendría que ser hoy.
* Ejem. ¿Y no podría darme dinero?
* No, que te lo gastarás en vino.
* Yo no bebo vino, da dolores de estómago. Lo gastaré para comer.
* Pero si comida es lo que te propongo.
* Doctor, Usted me propone una cena, y hoy ya he comido como un general. Mas comida no me compensa el trabajo.
* Muy bien, trato hecho, te daré el dinero de una cena.
La viuda Alcaraz le vio pasar:
* Otra vez por aquí, vago, no se porqué no te echan del pueblo. Hablaré con el Alcalde, te lo aviso. Aquí no queremos a vagabundos.
* No soy un vagabundo, tengo un techo.
* ¡Y encima respondón! Eres una vergüenza para este lugar.
Pero cuando la viuda se torció el tobillo y tuvieron que escayolar, no dudo en llamar a Diógenes, desde el primer piso.
* Hey vago, ven p’aca, que con mi pierna no puedo con las escaleras. Quiero que vengas a bajarme la basura.
* Eso no, bruja, eso no.
* Oye, ojo como me llamas. No debiera pero te daré un vaso de vino.
* No bebo vino.
* Pues, un pedazo de pan, con una cortada de jamón. Del bueno, serrano.
* No, no tengo hambre, ya me han dado de comer, y de cenar.
* Pues te daré una moneda de diez. Anda, tengo el cubo a rebosar y mi hija hoy no puede venir. Sube de inmediato.
* Hasta luego bruja.
* Ven aquí, vago. Eres un aprovechado, te daré una moneda de 25. Vale, vale, de 50, pero no lo vale, claro que no. ¡Vuelve!
* Adiós bruja, hace tiempo que me vienes pagando, cada vez que me ves. Guarda tu dinero que mi alma no está en venta ni en alquiler.
Así vivía Diógenes, al día, sin compromisos ni obligaciones. A cambio de trabajos ocasionales, cuando le apetecía. Cuando le ofrecía algo que le faltaba o le hacía ilusión: comida, un libro, o una pastilla de jabón.
Sin haberlo estudiado, había comprendido que necesidad y motivación son complementarias. En efecto, ofrecer a alguien algo que no necesita no le impulsa al esfuerzo. Ni algo que ya tiene de sobra. Y cuando una persona necesita afecto, o reconocimiento, (que es totalmente gratuito; una sonrisa, un abrazo, un tranquilo saldremos hacia delante) no le ofrezcas dinero porque aun que lo acepte, no le motivará. Hasta puede sentirse frustrado consigo mismo y enojado contra quién se le ha dado.
Todos somos un poco Diógenes, tanto a nivel personal como profesional, nos movemos por lo que necesitamos, o pensamos que necesitamos.