Debates de los economistas desde la neuroeconomía

Si bien para economistas, políticos y gente común es algo difícil de aceptar (de ahí sus acalorados debates), para los neurocientistas es algo hiper demostrado: la realidad es una construcción cerebral individual, no solo en el plano de las ideas, sino también en el plano de las percepciones sensoriales (olfato, gusto, vista, tacto y oído), en la que difícilmente alguna vez nos pongamos todos de acuerdo. Y dado que estos procesos neuropsicológicos son absolutamente individuales, los significados que otorgamos a objetos y hechos de la realidad están teñidos no solo por nuestra percepción (los cinco sentidos), sino también por los mapas mentales que construimos y reconstruimos permanentemente en nuestro cerebro como resultado del aprendizaje y la experiencia.

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Por ejemplo, solía repetir el general Perón «la única verdad es la realidad» (frase originalmente atribuida a Platón-Aristóteles), para justificar el aumento del precio de los productos exportables en la Argentina durante la posguerra mundial; obviamente dicha frase pasó a la posteridad -al menos en Argentina-, pero es absolutamente incorrecta. Resulta que, desde el notable filósofo de la ciencia Karl Popper en adelante, sabemos no hay verdades desde el punto de vista científico, sino tan solo conjeturas que predominan durante un cierto tiempo, pero que son intrínsecamente falsables, y también sabemos, desde la neuropsicología, que no hay una sola realidad, sino infinitas, ya que cada ser humano percibe a su manera. O sea, desde todo punto de vista, una frase inapropiada la del general y los clásicos griegos.

De hecho «la realidad es algo relativo e ilusorio», nos dicen Capra y Steindl-Rast en su libro «Pertenecer al Universo» (1993). Está comprobado, con bases anatómicas, que actuamos de manera ingenua cuando creemos que aquello que vemos, oímos, tocamos, olemos o gustamos es la realidad absoluta. Lo que percibimos como realidad es, simplemente, una interpretación personal de una parte de la realidad, y ésto se debe principalmente a la presencia de filtros cerebrales que actúan a distintos niveles. Recordemos que el cerebro solo permite el paso del 1% de los estímulos sensoriales que nos llegan del entorno, o sea, el mismo cerebro actúa como un poderoso filtro (sin contar que buena parte de ese 1% se procesa en forma no consciente). Pero, por sobre todas las cosas, percibimos la realidad a partir de nuestros deseos, y fundamentalmente, de nuestras creencias, haciendo que los datos encajen con lo que queremos percibir (esto último si que lo conocemos bien los economistas -siempre tenemos a mano alguna estadística que se adapta justo a lo que queremos poner en el power point que estamos preparando para alguna charla-).

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La Antropología nos enseña, desde siempre, que lo cultural es tremendamente condicionante de lo que percibimos con nuestros sentidos. Por ejemplo, muchos de los aromas y colores que los chinos encuentran agradables, no lo son para los occidentales. De hecho, para nosotros los occidentales son inconcebibles determinadas comidas asiáticas (recordemos el programa de Marley y la cantidad de «bichos raros» que el animador comía en sus viajes), cuando genéticamente no somos tan distintos occidentales y asiáticos. Por ejemplo, en determinadas tribus de Nigeria (los hausas), no existe (como concepto) los cinco sentidos, sino tan solo dos (percepción visual y no visual). Sin dudas, la manera en que se percibe el mundo varía según las pautas culturales.

Adicionalmente, el cerebro tampoco distingue entre lo que ocurre en la realidad y lo que, por propia voluntad, los seres humanos construimos en la mente. Si por ejemplo, nos proponemos «sentir calor», seguramente lo lograremos si pensamos con constancia en una habitación cerrada con 40 grados.

Los acalorados debates en política-económica

Si bien está probado que la realidad es una construcción individual, afortunadamente, en la mayoría de las culturas (intra e inter) hay un montón de cuestiones conceptuales y de significados donde hay bastante coincidencia. Sin embargo, en cuestiones políticas y de política económica, las coincidencias suelen ser más difíciles, y los apasionamientos suelen ser demasiado calientes,y en algunos casos hasta violentos (Argentina ha sido, desde Perón en adelante, un gran ejemplo de este problema, y la Venezuela de hoy también, por poner solo dos ejemplos cercanos).

Resulta que en el campo de los economistas (mucho más que en otras ciencias sociales), la polémica es realmente grande: están los que defienden ideas pro-mercado, los que son más intervencionistas y los que son de ideas más moderadas (economías mixtas). De esta forma, encontramos en Argentina a los seguidores de la Escuela Austríaca, o del Monetarismo de Chicago, que llegan a calificar hasta de «imbéciles e infradotados» a los seguidores de Keynes y o de la izquierda marxista, y viceversa, todos unidos con modelos teóricos y estadísticas que pretenden fundamentar los «presuntos errores» de análisis de su oponente.

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Y ni hablar del debate a nivel político-partidario, en Argentina los anti-peronistas por ejemplo culpan a los peronistas de «embrutecer de ex-profeso» a la población con subsidios estatales y educación pública de baja calidad, para que las grandes masas los sigan votando, mientras los peronistas justifican su accionar en la necesidad de «corregir de manera directa» la inequidad en la distribución del ingreso que, según ellos, las políticas pro-mercado generan.

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Y lo mismo con las causas de la inflación y demás debates calientes en la agenda política-económica argentina (y de cualquier país): imposible llegar a grandes acuerdos, cada bando percibe la realidad y los efectos de la política económica a su manera, justificando con creces lo mencionado al principio de este post: los significados que otorgamos a objetos y hechos de la realidad están teñidos no solo por nuestra percepción (los cinco sentidos), sino también por los mapas mentales que construimos y reconstruimos permanentemente en nuestro cerebro como resultado del aprendizaje y la experiencia. Es por ello, sin lugar a dudas, que los que apuntan a «manejar e influenciar» voluntades populares, apuntan a influir sobre esos «mapas mentales» de la gente, donde radican la principales claves de la percepción humana.

Popper: todo es suceptible de ser falsado

Sin embargo, si cada uno de nosotros percibe la realidad en forma diferente (las neurociencias hoy lo muestran con claridad), por qué no nos calmamos un poco, y nos volvemos un poco más seguidores de Karl Popper, el notable filósofo austríaco, cuando nos decía:

Debates de los economistas desde la neuroeconomía

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«El conocimiento científico no avanza confirmando nuevas leyes, sino descartando leyes que contradicen la experiencia, a eso le llamamos falsación. La labor del científico consiste principalmente en criticar leyes y principios de la naturaleza, para reducir así el número de las teorías compatibles con las observaciones experimentales de las que se dispone. El criterio de demarcación puede definirse entonces como la capacidad de una proposición de ser refutada o falsada. Sólo se admitirán como proposiciones científicas aquellas para las que sea conceptualmente posible un experimento o una observación que las contradiga. Así, dentro de la ciencia quedarían por ejemplo la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica, y fuera de ella, el marxismo o el psicoanálisis».

«Todo el tiempo estamos elaborando teorías e hipótesis de acuerdo a nuestras expectativas y la mayor parte del tiempo las estamos experimentando, a las cuales llamamos conjeturas. Al momento de que una teoría puede ser contrastable, aunque no se pueda verificar, es falsable. Cuando se generaliza algo y puede haber una excepción, una refutación, se convierte en teoría científica. Así, no se trata de verificar infinitamente una teoría, sino de encontrar algo que la convierta en falsa; haciéndolo lógico y no metodológico. Con esta idea el crecimiento del conocimiento científico se encarga de eliminar teorías y crear una división entre la ciencia y la metafísica, por medio de conjeturas, que se ponen a prueba y refutan principalmente por científicos».

O sea, si no hay verdades desde el punto de vista epistemológico, tan solo conjeturas falsables, y si además cada uno percibe la realidad (esa que creemos inmutable y clara para todos) de manera diferente, para qué violentarnos tanto en los debates entre economistas, hasta llegar casi a las piñas, como por ejemplo fue el último encontronazo Datellis-Espert-Bercovich en el programa del Gato Silvestre en C5N. Tan solo fijemos las reglas (en el sentido de Popper) de lo que científicamente es aceptable o no para debatir, y listo, el que no lo cumple se lo aleja del debate por metafísico y «econochanta», pero sin violencia.

Concluyendo

Los economistas debemos fijar ciertas reglas básicas de debate y falsación «a lo Popper», y respetar un poco más las ideas y mapas mentales de los demás, que condicionan sus maneras de actuar y de percibir (separando con mucho cuidado a los «econochantas» por supuesto, que no hacen ciencia, sino metafísica). Y además, los economistas debemos aceptar, desde un principio, que siempre vamos a tener críticos a nuestro pensar y proceder, tan solo porque lo que percibe uno como verdadero y correcto, para el otro no lo es, y ojo que ésto ya no es mera especulación filosófica o sociológica, lo confirma la neuropsicología.

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Laza Sebastián. (2015, marzo 24). Debates de los economistas desde la neuroeconomía. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/debates-de-los-economistas-desde-la-neuroeconomia/
Laza Sebastián. "Debates de los economistas desde la neuroeconomía". gestiopolis. 24 marzo 2015. Web. <https://www.gestiopolis.com/debates-de-los-economistas-desde-la-neuroeconomia/>.
Laza Sebastián. "Debates de los economistas desde la neuroeconomía". gestiopolis. marzo 24, 2015. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/debates-de-los-economistas-desde-la-neuroeconomia/.
Laza Sebastián. Debates de los economistas desde la neuroeconomía [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/debates-de-los-economistas-desde-la-neuroeconomia/> [Citado el ].
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