¿Has soñado con tener un negocio, alguna vez? Pues, el negocio que soñamos no está a fuera ni siquiera es vendible; sin embargo, se puede vender solo, sin grandes esfuerzos, pero debe ser alimentado con gran esfuerzo y perseverancia. No tiene ni espacio ni estructura física; aun así, puede ser visitado cuantas veces uno quiera y puede ser compartido cuantas veces, los otros quieran.
Cuando soñamos un negocio, lo fundamentamos recordando el pasado, comprendiendo la forma de cómo fuimos capaces de construir lo soñado. Además, se va afianzando en el presente, proyectándolo en ideas que se van plasmando en un programa de trabajo, a través de los objetivos y las metas a lograr. Mientras que el futuro, nos permite proyectar nuestro negocio. El futuro, genera la convicción de su realidad y compartir, sus anhelados frutos. Lo central de un sueño, es la esperanza de llevar en acción, lo que pretendemos crear. Generar la fe y confianza de sus logros. El futuro se convierte así, en la proyección misma del camino que se tiene que recorrer. El presente, en la acción y ejecución de los sueños, surgido en el pasado.
En el proceso de construcción de un sueño, se debe reconocer que el dolor y el placer, irán siempre a nuestro lado. El dolor y el placer, son un mismo sentimiento; por lo tanto, nos estarán acompañando en el transcurso del camino; pero nuestra capacidad de soñar y materializar esos sueños (en el tiempo), permitirá que el placer, se vaya manifestando cada vez más y el dolor, disminuyendo cada día.
La creencia sostenida del sueño, se concretiza en el negocio de nuestros sueños, en la proyección de lo que soy como persona y ser humano. Su visualización es la energía que se materializa en las imágenes de la mente y reflejada en el lenguaje, compromiso y actitud que modificarán, sostenidamente mi conducta.
Por lo tanto, soñar un negocio es consustancial a mi forma de ser y pensar. El negocio existirá mientras yo exista. Y mientras exista, el sueño de mi negocio, tendrá la posibilidad de ser. En ese sentido, el negocio está en mi interior; aún más, yo soy al mismo tiempo, el sueño y el negocio. La esperanza y la realidad.
El negocio, es plasmado a través de los sueños e ideas que surgen de mi mente y no hay mayor compromiso y credibilidad, que los deseos de que mis sueños se conviertan en realidad. Eso no es vendible; sin embargo, se pueden vender por sí solo, cuando los sueños se convierten en ideas y las ideas en proyectos.
Sueño y negocio, son parte del mismo tronco Ambos, son la génesis que surge, de las posibilidades creativas e innovadores de la forma de cómo actuamos y sentimos en la sociedad. Allí, donde otros ven problemas, surgen posibilidades; donde ven errores, surgen aprendizajes.
En reencantamiento constante de los sueños, se vitaliza en la relación con nuestro entorno. El negocio es el producto real de que todo es posible, sólo debemos atrevernos y desafiar los miedos internos, que a su vez, es la llave del éxito. Soñar un negocio, es la posibilidad cierta de conquistar todos los miedos. Soñar un negocio, es la posibilidad real de que podemos, soñar sin miedo y llevarlo a la realidad.
Entonces, ¿quién se atreve a soñar?