Hasta las nubes más grandes siguen al viento, porque el viento sabe hacia donde va. El viento se conoce a si mismo, sabe que es volátil y que tiene un poder increíble y un propósito. El hombre no es muy distinto del viento, pues en su estado más auténtico deja entrever el valor propio que los hace tales, que los hace líderes. El hombre tiene la capacidad de autogobernarse y autoliderarse, y aunque suenen similares, son tan distintos como el hecho de ser líder y ser jefe, y con la misma virtud de radicar en la misma persona. En base a esta observación se evidencia que el hombre puede actuar de la misma forma – para hacerlo más práctico – dentro de una organización. Las jerarquías facultan a ciertas personas ser jefes de otras personas, sin embargo no facultan formalmente el que sean líderes, pues ser líder es una facultad propia y no una característica del cargo. El Jefe puede ser un gestor o un líder. La diferencia de ambos roles la explica Javier Fernández Aguado en forma muy sencilla: “el gestor es el que consigue que la gente haga lo que tiene que hacer mientras que el líder es el que consigue que la gente quiera hacer lo que tiene que hacer” 1. Lo que vemos aquí son un par de conceptos que hay que entrar a definir, los cuales son autogobierno, autoliderazgo o liderazgo personal, ambos conceptos ligados al ejercicio del liderazgo hacia un equipo.
Para desarrollar esta idea, dejemos brevemente en claro que es autogobierno y que es autoliderazgo. Autogobierno es el ejercicio del equilibrio del comportamiento a través del conocimiento de uno mismo y la autodisciplina, es decir, el control sobre nuestra propia vida. Lograr querer hacer lo que tengo que hacer es autoliderazgo. Para liderarse a uno mismo, primero hay que estar convencido de que lo que uno se propone en la vida es lo que uno realmente quiere, y no solamente lo que le conviene. Eso es muy importante, porque a la hora de la introspección, generalmente uno evalúa lo que le conviene hacer. Al momento de reflexionar debemos enfocarnos en quienes somos (conocer nuestras virtudes y defectos), que tenemos (capacidades y destrezas) y que queremos potenciar, todo esto enfocado hacia un crecimiento personal como incentivo potencial de nuestros actos diarios, sólo así tendremos claro que dirección debemos seguir para tener el éxito que deseamos en la vida. La gran diferencia entre un autogestor y un autolíder es que el primero vive en los “ojalás”, espera que las cosas pasen y se limita en el tiempo a tan sólo vivir el día a día , en cambio el autolider sale a buscar las oportunidades y trabaja día a día para que las cosas pasen. Está lleno de pasión y motivación personal, y con un autocontrol eficaz puede realizar certeramente todo lo que va planeando en su vida.
¿Por qué ser líderes de nosotros mismos y no sólo gestores? En la vida personal existe ‘lo que queremos hacer’ y ‘lo que debemos hacer’, y es por eso que al llevar esta idea a lo macro es tan difícil convencer a todo un equipo que cumplir los objetivos organizacionales es ‘lo que queremos hacer’ y no sólo “lo que debemos hacer”. Y es ahí donde en tu vida personal entra el mecanismo de incentivo de crecimiento personal – en el aspecto macro existe una infinidad de incentivos, desde reconocimiento hasta incentivos monetarios. Ofertarte a ti mismo una vida guiada por valores y desarrollo personal es lo mejor que puedes hacer en la vida contemporánea, ya que el autogobierno propio permite trabajar en el autogobierno de todo el equipo que lideras. Si eres líder, te darás cuenta que el predicar con el ejemplo es una forma mucho más precisa de generar confianza grupal que el simple hecho de utilizar tu poder formal para dar órdenes. Un perfecto equilibrio del liderazgo y el poder hará que te sigan y que se convenzan de que lo que estás persiguiendo es un reto noble y que es el destino deseado. Si no impregnas convencimiento al grupo, jamás tendrán autogobierno y fallarán cada vez que te alejes. No puedes pretender liberar a un ave con las alas rotas, debes antes sanarla y luego motivarla a volar.
Liderazgo y gobierno no son lo mismo, hablamos de dirección y control de grupos de trabajo de los cuales no estamos muy seguros de su madurez (nivel de compromiso, habilidades, conocimientos y … promedio) y eso nos dificultará mucho en los quehaceres de la organización si no nos damos el tiempo de evaluarlo. Si el grupo de trabajo es muy inmaduro, será mejor que ejerzas gobierno y liderazgo constante, siempre con un feedback que repare cada vez más las debilidades del equipo y potencie las fortalezas, para así poder ir con el tiempo incrementando la madurez del equipo. ¿Cómo se logra de manera efectiva una labor así? Primero debes gobernarte tu mismo, disciplinarte y liderar tu vida, sólo así podrás adaptarte al tipo de grupo que sea y llevarlos hacia una deseada Dirección por Hábitos y escapar de la obsoleta práctica de la Dirección por Objetivos.
Si uno estudia la Dirección por Hábitos y la Dirección por Valores, se topará de frente con un inequívoco ejemplo de que el liderazgo personal impactará calcadamente en el liderazgo grupal. El modelo considera cuatro dimensiones en las que el líder debe operar: “perspectiva (dimensión estratégica); equidad (dimensión ‘grupal’); fortaleza (dimensión operativa) y equilibrio (dimensión personal)”2. En lo que nos concierne, el equilibrio y el conocimiento propio es parte del autogobierno; yo no puedo inculcar valor alguno al trabajo de mi equipo si yo no me empodero de aquellos valores, ni puedo guiar el actuar de forma certera si no sé con que criterios estoy manejando el trabajo grupal. Conocerse a si mismo es la mejor forma de gobernar, porque asumes que tu equipo no está compuesto por personas iguales a ti, identificarás las fallas que tengas y las repararás a tiempo, siendo capaz de reparar las del grupo también y retroalimentar. Debes ser generoso y desplegar las capacidades de tu equipo.
Como líder, bajo este modelo, tienes que dedicarte en acaparar los valores organizacionales y transformarlos en «modos de actuar» (hábitos) y en una forma de comprender la realidad. La finalidad de este modelo es que se convierta en la estrategia del autogobierno y el crecimiento personal. Los hábitos son el “conjunto de comportamientos positivos repetitivos y naturales, alineados a la visión y los valores de la organización, que impactan en los resultados del negocio”3 y un buen líder debe tomar estos hábitos e impregnarlos en el quehacer diario del equipo de trabajo. Ahora, se podría confundir este concepto de hábito con el de rutina, sin embargo los separa una cualidad especial: el compromiso como factor del desarrollo personal. La DpH persigue tanto el trabajo objetivo (producto final de una acción: el automóvil terminado o el televisor reparado) como el trabajo subjetivo, es decir que la persona “conquiste la verdad de sí misma en sus acciones, y, paralelamente, el bien pleno para sí misma con su conducta” 4, o sea, que se autoperfeccione y autorealice con el trabajo, con una causa.
Estudios de la Dirección por Habitos hay varios, pero divergentes. Su creador y máximo exponente es Javier Fernández Aguado, un Español que hoy toma relevancia como uno de los mayores pensadores del Management a nivel internacional. Quisiera no enfocarme en este estilo de dirección – por lo demás uno de los mejores estilos del mundo, además del más integral hasta el momento – y tan sólo hacer mención de el para poder exponer el tema del autogobierno y autoliderazgo en algo que hoy en día se está haciendo en el mundo de la Alta Dirección.
Podríamos hacer mención del Autogobierno y el Autoliderazgo desde un plano individual y no tanto en dirección de grupos. En la película “Shawshank Redemption” (Sueños de Fuga o Sueños de Libertad) vemos a un banquero condenado a cadena perpetua por un crimen que no cometió, ser alguien dentro de la cárcel ¿Cómo? Haciendo uso de sus habilidades y conocimientos, elaborando una estrategia a largo plazo con pequeñas metas personales y, sobre todo, autogobernándose. Pasó de ser ‘nadie’ dentro de la cárcel a convertirse en uno de los presidiarios más influyentes, porque no optó al poder que oprime a los demás hombres, sino al que los hace libres. La historia relata el cómo luego de 16 años de prisión, logra escapar y acumular una fortuna de más de 300.000 dólares, no sólo con sus conocimientos, sino que también con autodisciplina y con la convicción de que su tedioso trabajo daría frutos y la oportunidad de comenzar su vida desde cero. Si bien no buscó ser un líder en el grupo, lo fue de todas formas en si mismo, así funciona una persona que consigue lo que quiere.
¿Por qué es importante gobernar sobre uno mismo antes que gobernar sobre los demás? Porque el líder es un formador por excelencia, sin embargo debe primero formarse a sí mismo. La mejor forma de transmitir valores a un equipo es siendo corresponsal de esos valores, es vivirlos día a día, siendo un sujeto de referencia en el equipo y ayudando así a la formación de las capacidades personales del grupo. En cuanto a la formación de valores, el líder -tiene una doble tarea: por un lado buscar esas personas que son virtuosas para seguir su ejemplo y, por otro, desarrollar las virtudes en él mismo para ser sujeto de referencia-5. Si un líder no se forma a sí mismo, no tiene autogobierno ni autoliderazgo, lo más probable es que no logre hacer efectivo el empoderamiento del trabajo en su equipo, por lo que no inculcará los valores organizacionales, no fomentará el desarrollo personal y no formará las virtudes de su equipo, generando así una entropía en el liderazgo. No basta sólo con ser un experto en las labores que se tengan que dirigir, también hay que ser humano y ser un referente valórico frente al resto, y eso requiere de humildad y cierta pasión por la vida.
Notas al pie
- Fernández Aguado, Javier. En pos de micromundos mejores. Entrevista realizada por Victor Cruzado para la sección «Encuentros» de la Revista Royal Club, Abril 2008.
- Díaz, Sandra y García, Marián. Forjando Líderes: Desarrollo de Hábitos Directivos. Consultora Élogos. Abril 2008. p. 73.
- Ibídem.
- Alcalá, Miguel Ángel. De la Dirección por Valores-DPV a la Dirección por Hábitos-DPH. Madrid: Deloitte y Touche. Julio 2002. p. 29.
- Duarte, Lorena. Dirección por Hábitos: Una Propuesta de Valoración. Madrid: ASIEMA. 2004. p. 36.