¿Qué es lo que arrastra a algunas personas a realizar actos espectaculares, a llenar sus aspiraciones por encima de las expectativas de cualquiera y a dejar una huella duradera sobre todos aquellos que le rodean? La mayoría de nosotros tenemos sueños de grandeza desde muy temprana edad. Nos vemos creciendo y convirtiéndonos en nuestros modelos de vida, ya sean nuestros padres, profesores, o ídolos del deporte. Nos inspiramos a medida que leemos en nuestros libros de escuela acerca de héroes nacionales y grandes inventores. Todas estas experiencias desarrollan en nosotros el sentido de la ambición.
Los individuos ambiciosos tienden a emerger cuando una nueva tecnología o forma de pensamiento invade al mundo. Durante esos tiempos aparecen figuras arquetípicas. James Champy (co-autor del libro “Reengineering the Corporation”) y Nitin Nohria (profesor de la Escuela de Administración de Harvard) afirman que la ambición es el ingrediente esencial que transforma una idea simple en un negocio global, destrona un imperio, o transforma a una familia de inmigrantes en una dinastía financiera. Para que esto suceda, la ambición tiene que tener una característica: ser práctica.
Del anhelo a la realización
Lo que caracteriza a la ambición práctica es que dota -a quien la posee- de una cierta capacidad para ver el mundo con mayor claridad; ver los obstáculos sin la «neblina del miedo». Por medio de la acción, lleva a los sueños más allá y encuentra formas de actuar, ya sea resolviendo los problemas o tomando medidas para superarlos.
Un buen ejemplo de ambición práctica es el de los innovadores, quienes se lanzan como pioneros en las nuevas tecnologías hasta el punto de hacer que un campo tradicional se vuelva obsoleto. Ernest Hemingway, cuyo estilo conciso rompió con los parámetros victorianos que se mantenían en la escritura de novelas, es un ejemplo en el campo de la literatura. En las ciencias, Albert Einstein y Jonas Salk también fueron innovadores.
Consideremos el caso de los hermanos Wright. Lograron aquello que los demás simplemente soñaban: el vuelo del hombre. Juntos revolucionaron el transporte y la industria bélica para siempre.
Los Wright nunca terminaron sus estudios universitarios, pero tenían una habilidad admirable para la mecánica. En 1894 leyeron acerca de los primeros intentos exitosos de planeadores humanos y decidieron que ellos iban a intentar algo similar. En los años siguientes experimentaron con diferentes configuraciones, hasta que finalmente lograron hacer que un planeador se elevara del suelo.
Pero no se detuvieron allí. En vez de eso, se enfocaron en lograr el vuelo auto-propulsado. El 17 de diciembre de 1903, lograron el primer vuelo con motor y en 1908 tenían un contrato con el Departamento de Guerra para producir aviones que lograron volar a 40 millas por hora.
Otro modelo, más cercano al mundo de las empresas, es el de los emprendedores. Son los que mercadean las nuevas tecnologías con tanta energía, que ocasionan cambios radicales en las estructuras económicas del momento. Por ejemplo, la tecnología de las comunicaciones utilizada a nivel mundial, ha sido reconstruida tres veces en los últimos 70 años: del telégrafo al teléfono, desde el cable al satélite y ahora… Internet!
Un lugar que sirve café no tiene nada particularmente nuevo. Pero construir 2000 cafeterías que -consistentemente- sirven un café de calidad en un ambiente atractivo es nuevo. Howard Schultz convirtió esa idea en el sistema internacional de franquicias «Starbucks», creando un imperio que se extiende desde New York a Pekín, pasando por Viena…
Ted Turner no inventó las noticias, pero creó un canal que las ofrece las 24 horas del día…
Schultz y Turner vieron algo que los demás nunca vieron y lo convirtieron en un negocio completamente nuevo.
Oportunidad, Realismo e Inspiración
Los sueños y la determinación, se combinan para producir la ambición práctica. Consideremos la travesía de Nelson Mandela. El sueño de Mandela de transformar la sociedad racista de Sudáfrica en una democracia multirracial le llevó más de 50 años. Su determinación para lograr ese sueño, lo llevó a seguir luchando a pesar de los intensos tormentos que sufrió su pueblo -y él mismo-, hasta que en mayo de 1994 se convirtió en presidente de Sudáfrica.
Se requiere de un carácter fuerte y de fuerza de voluntad para mantenerse aferrado a un sueño bajo circunstancias adversas. El éxito no viene fácilmente: la perseverancia es esencial. Sin la habilidad para persistir no es posible hablar de ambición práctica.
Las personas ambiciosas ignoran los límites de lo viejo y tienen el coraje de explorar lo nuevo. Ven algo en donde los demás no ven nada. A veces ese «algo» es una revolución intelectual, como la teoría de la relatividad de Albert Einstein. Otras, es algo tan simple como tomar un objeto familiar y convertirlo en algo nuevo y original. Sea como fuere, la ambición práctica resulta siempre de la combinación de oportunidad, inspiración y realismo.
Oportunidad: No se reconocen las oportunidades a menos que se tengan los conocimientos adecuados. El conocimiento puede transformar en una aceptable oportunidad, algo que -de otra manera- podría ser considerado como un riesgo absurdo. Con el conocimiento, aquello que parece una locura para algunos puede realmente ser un riesgo medido y calculado para quien está preparado.
Inspiración: La gente que alcanza alturas excepcionales usualmente posee el sentido de una meta clara y de un propósito fuerte, que les sirve de «norte verdadero». El más satisfactorio de estos propósitos va más allá de hacer dinero y se enfoca hacia bienes más altos. Esto da -a todos sus actos- un mayor significado.
La necesidad de sentido arrastra a cada ser humano a crear, construir o perseguir el logro. Una causa valiosa es enormemente atractiva. Muchos de los grandes realizadores han visto sus metas como un llamado y las han perseguido con un sentido de misión. Sin embargo, un propósito no tiene que ser extravagante o inmenso para ser significativo. Un propósito ambicioso puede ser un honesto negocio de venta de vehículos, o un confiable almacén.
Realismo: La habilidad de caminar en la cuerda floja arriesgándolo todo -sin caerse- es una rara habilidad en los negocios. Se deben reconocer sus propias limitaciones, aprendiendo a no asustarse ni verse seducido por cualquier oportunidad. No hay que caer en la trampa de pensar que se es invencible pues se terminará pagando un precio muy alto en desilusiones.
Un negocio nuevo puede ser disparado por la ambición del fundador, su imaginación y la fuerza de su ego. Pero no podrá sobrevivir a menos que se ponga atención a las tuercas y tornillos de la operación diaria. Los negocios, tienen sus cimientos en la realidad. Se necesita realismo y disciplina en los momentos de vertiginoso crecimiento. Todos lo deseamos todo: más dinero, más poder, más placer. Pero el crecimiento tiene sus límites reales.
Ambición e Integridad
Transigir es malo para la ambición. Inevitablemente llegará el momento en que hay que enfrentar decisiones entre lo correcto y lo incorrecto. La decisión correcta puede ser costosa mientras que la incorrecta a veces es la más fácil. Pero la integridad es algo demasiado valioso para «despilfarrarla» en ganancias a corto plazo.
Someterse a los valores éticos no es un ejercicio abstracto. La integridad irreprochable nunca está en riña con la ambición, ni con el éxito. Más bien -a medida que una persona fortalece su carácter- mejora su reputación, se hace más conocida y así, otros se unen a su causa desde lugares inesperados.