La economía del manejo de los recursos naturales. La tragedia de los comunes y el teorema de Coase

  1. A manera de presentación y resumen ejecutivo

 Cuando decidí iniciar la “elaboración” de las “Fichas Técnicas” de la “Escuela de Planificación Orgánica Evolutiva” (EPOE), considere dos objetivos específicos:

  1. Servir como herramientas de aprendizaje interactivo a personal profesional, técnico y operativo, con interrelación con la gestión, planificación y manejo de recursos naturales, biodiversidad y en especial áreas protegidas;
  2. Presentar a gestores, planificadores y manejadores, propuestas técnicas que permitan mejorar, potencializar y maximizar los recursos naturales, biodiversidad y en especial áreas protegidas. (Fichas Técnicas No. 4, 5 y 6)

La mayoría de las “Fichas Técnica” producidas, se han enmarcado dentro de un programa que previamente desarrolle, algunas como la Ficha Técnica No. 2 y No. 8, han surgido en forma espontánea, en el caso de la presente “Ficha Técnica” (No. 9), tiene como origen la lista “planificada” de temas a tratar dentro de la Fichas Técnicas de EPOE, pero originalmente la tenía prevista para su inclusión entre la serie de la 15 a la 20, debido al marco de análisis y reflexión que conlleva.

 

Dos variables incidieron en mí para adelantar la publicación esta primera ficha técnica, de una serie de tres que tengo prevista publicar (en forma digital):

 

Primero: Una recomendación emanada de mi querido colega “Dr. Lothar Mairich”, el cual a revisar uno de mis estudios técnicos (Propuesta de Compensación Ambiental para el Parque Nacional Juan Bautista Pérez Rancier), en sus sugerencias para readecuar el documento formula algunas preguntas esenciales ¿Quien es Coase?, ¿Qué es la Teoría de Coase?, aunque a mi parecer para el marco teórico-conceptual de dicho documento responde claramente a una de las dos interrogantes (Que es la Teoría de Coase), evalué la posibilidad de anticipar su publicación, debido a que me hizo reflexionar sobre la necesidad de seguir fundamentado las protestas de Pago de Servicios Ambientales (PSA) y Enfoque de Compensación Ambiental  (CAM).

 

Segundo: La presente ficha es producto de una serie de readecuaciones, que he venido desarrollando desde hace dos meses, que ha tenido como producto el desarrollo de tres diferentes fichas técnicas, que han surgido espontáneamente y logrando un orden que permitirá fortalecer los conocimiento sobre “economía ambiental” y en especial posibles aplicaciones para el Pago de Servicios Ambientales (PSA) y Enfoque de Compensación Ambiental (CAM) dirigido a Áreas protegidas.

 

Como indique en el párrafo anterior la presente Ficha Técnica, formara parte de una serie de tres fichas, que aparecerán en forma continua (No. 9, 10 y 11), en el caso del presente caso, brindara al lector el marco teórico-conceptual para comprender los fundamentes económicos y ambientales que pueden sustentar las propuesta de Pago de Servicios Ambiental (PSA) y Enfoque de Compensación Ambiental (CAM), la Ficha Técnica No 10 presentara los conceptos prácticos de la implementación económica-ambiental de “Uso y Sobreuso de Recurso Suelo” (como enfoque territorial) y la Ficha No. 11 “Pago de Servicios Ambientales y Enfoque de Compensación Ambiental” (fundamentado en Teoría de Coase).

 

La Ficha Técnica No. 9, nace producto de colecta, análisis, compilación y redacción de una serie de documentos técnicos que me han permitido fundamentar las propuestas técnicas dirigida a la implementación del “Enfoque de Compensación Ambiental” (CAM), inicia con la presentación de la tesis del Biólogo “Garret Hardin” sobre “La Tragedia de los Comunes” que se fundamento en la propuesta del Dr. Ronald Coase fundador de la “Nueva Economía Institucional y Ambiental”, para valorar la interacción hombre-sociedad versus recursos naturales, basado en la externalidades económicas que en muchas ocasiones no son consideradas al momento de valorar “financieramente” los bienes, servicios y funciones que los recursos naturales y biodiversidad presentes en los ecosistemas.

 

¿Por qué? inicie con “La Tragedia de los Comunes” ya que esta se fundamenta en las teorías del economista “Ronald Coase”, como especialista en áreas protegidas y amante de la biología, desee que el lector tuviera primero una óptica 100 % biológica sobre la interacción económica al momento de evaluar los impactos socio ambientales sobre los recursos naturales, esto es lo que nos presenta el Biólogo “Garret Hardin”, para posteriormente presentar aspectos más técnicos (en el ámbito económico), al revisar las teorías, teoremas y postulados del Dr. Coase.

 

En forma intencional no presento análisis “personales profundos” (los cuales si hago en la ficha técnica 10 y 11), con el fin de que los profesionales y técnicos, puedan en formarse un criterio a partir de parámetros claros, tanto en la redacción, como compilación trate de omitir las engorrosas discusiones conceptuales basada en funciones aritméticas y ecuaciones, tratando en muchos de los casos en adecuarla de manera teórico-conceptual, pudiendo haber cometido algún tipo de error considerando que aunque no soy “neófito” en económica-ambiental, tampoco me puedo considerar especialista.

 

Pero si considero que cualquier “técnico o profesional” que labora en la gestión, planificación y manejo de recursos naturales, biodiversidad y áreas protegidas, debe tener nociones básicas del marco ideológico (la tragedia de los comunes) y teórico-conceptual (Teorema de Coase), que sustentan las tendencias (¿nuevas?) de sostenibilidad económica-social de lo que deseamos preservar, conservar, manejar y administrar.

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Esperando que este documento sea de su agrado y esperando su retroalimentación, queda abierto el correo electrónico de la “Escuela de Planificación Orgánico Evolutiva” [email protected].

 

  1. Objetivos de la ficha técnica
  • Dar a conocer el marco ideológico (La Tragedia de los Comunes) y teórico-conceptual (Teorema de Coase) que sustentan los nuevos paradigmas de la “económica ambiental” con el fin de sustentar las propuestas de Pago de Servicios Ambientales (PSA) y Enfoque de Compensación Ambiental (CAM), dirigido prioritariamente al gestión, planificación, manejo y administración de Sistemas Nacionales de Áreas Protegidas y en forma individuales en Áreas Protegidas;
  • Generar un intercambio técnico fluido que permita afianzar el criterio técnico del personal operativo, técnico y profesional que conservan, manejan y administran los recursos naturales y biodiversidad que contienen las áreas protegidas;
  • Facilitar a personal que interactúa con la conservación, manejo y administración de recursos naturales información que sustente estrategias que impulsen la sostenibilidad económica a mediano y largo plazo; y
  • Establecer el marco teórico-conceptual para la presentación de la Fichas Técnicas No. 10 y 11 de la Escuela de Planificación Orgánica Evolutiva (EPOE), que promoverán la ingerencia de la “economía ambiental” en la gestión, planificación, manejo y administración de las Áreas Protegidas.

 

  1. Marco conceptual de la tragedia de los comunes

3.1 Generalidades

En 1968, un biólogo llamado “Garret Hardin” publicó en la revista Science un  artículo llamado «The Tragedy of the Commons». Los artículos como ése suelen recibir el nombre de «seminales» porque actúan como una pequeña semilla que se convierte en frondoso árbol de múltiples ramas. Hoy día se pueden contar por miles los artículos científicos y libros de economía en los que se trata de analizar «La tragedia de los comunes».

Podemos empezar describiendo el mismo escenario que presentó Hardin: una aldea en la que cada familia es propietaria de su ganado, pero comparten en común los pastos. Todas las familias llevan sus animales a pastar a los terrenos comunes. Ninguna está estimulada a cuidar los pastos, a procurar que no se agoten o se estropeen, a controlar o reducir el uso que hace su ganado de esos bienes comunales.

El problema es el mismo de los «bienes públicos» o «los recursos naturales de propiedad común» y formalmente puede ser descrito con el modelo del «dilema del prisionero». Hay dos estrategias posibles, cuidar los comunes o no cuidarlos.

El orden de preferencias para cada uno de los jugadores es: 

Primero: (Lo más preferido) Que los demás sean cuidadosos con las propiedades comunes y yo no;

Segundo: Que todos seamos cuidadosos;

Tercero: Que ninguno cuidemos de las propiedades comunes; y

Cuarto: (Lo menos preferido) Que yo sea cuidadoso y los demás no.

De nuevo aquí falla el mercado; «la mano invisible» de Adam Smith nos dirige por al camino; la mejor estrategia para cada familia, hagan lo que hagan los demás, es no ser cuidadosa. El resultado de ello será para todas ellas peor que si todas fuesen cuidadosas. La expresión «la tragedia de los comunes» alude al destino inexorable al que parece estar condenado cualquier recurso de propiedad compartida.

El éxito de la expresión «la tragedia de los comunes» es posible que sea debido a que propone de forma muy clara y casi intuitiva las dos posibles soluciones para ordenar el acceso de los ganados a los prados:

 

PROPIEDAD PRIVADA: el prado se divide en parcelas. A cada familia se asigna el DERECHO al uso exclusivo de una parcela. Cada familia estará entonces estimulada a cuidar de su parcela, a explotar los recursos de la forma más eficaz.

PROPIEDAD PÚBLICA: Las autoridades de la aldea establecen leyes que regulan el uso y cuidado de la parcela común, organizan un sistema de vigilancia y policía para imponer su cumplimiento y castigar las infracciones.

En cualquier caso, la solución a «la tragedia de los comunes» parece ser un claro origen del derecho privado y público que incluso podemos fechar como el momento del inicio de la economía neolítica. Ciertamente el problema no era perceptible en el sistema de economía paleolítica, de las pequeñas bandas de cazadores – recolectores. El problema, y sus diversas soluciones, aparecen solo cuando se inicia la convivencia estable en el mismo territorio de distintos grupos familiares.

Podemos fechar el comienzo, pero no el final. Los actuales problemas de la contaminación ambiental o de las especies animales en peligro de extinción son manifestaciones modernas de la vieja tragedia. Podemos llegar a pensar que el desarrollo de la economía y la sociedad consisten precisamente en la organización de la explotación de recursos comunales. Sea cual sea la solución, derecho privado o público, la sociedad se dota cada vez de normas más complejas que permiten una explotación más eficiente de los recursos. El grado de desarrollo de una sociedad puede medirse por la complejidad de sus normas y derechos o por la eficacia que ha conseguido en la explotación de sus recursos.

La polémica eterna de la ciencia económica, estado o mercado, queda aquí desnuda de otras connotaciones para mostrarse solo como soluciones alternativas para la explotación racional de los recursos. Y esa desnudez no permite ninguna respuesta o receta universal. La solución más eficaz será en unos casos la propiedad pública y en otros la propiedad privada. Y ante el mismo tipo de recurso es posible que en un país sea más eficaz una solución y en otro país lo sea la otra. E incluso es posible que el mismo recurso en el mismo país sea explotado con más eficacia en un momento de la historia de una forma y en otro momento de otra forma diferente.

 

3.2 La propuesta de Garret Hardin “Tragedia de los Comunes”

En nuestros días (aunque no en tiempos anteriores) las soluciones técnicas son siempre bienvenidas. A causa del fracaso de las profecías, se necesita valor para afirmar que una solución técnica deseada no es factible. Wiesner y York tuvieron esta valentía publicándolo en una revista científica, e insistieron en que la solución al problema no se iba a hallar en las ciencias naturales.

Cautelosamente calificaron su afirmación con la frase «De acuerdo con nuestro ponderado juicio profesional…». Si estaban en lo correcto o no, no es de relevancia para el presente artículo. Más bien, la preocupación aquí se refiere al importante conjunto de problemas humanos que pueden ser denominados «problemas sin solución técnica», y de manera más específica, con la  identificación y la discusión de uno de ellos.

 

Es fácil demostrar que el conjunto no está vacío. Recuerden el juego del «gato». Considérese el problema ¿Cómo puedo ganar el juego del gato? Es bien sabido que no puedo si asumo (manteniéndome dentro de las convenciones de la teoría de juegos) que mi oponente entiende el juego a la perfección. Puesto de otra manera, no existe una «solución técnica» al problema. Puedo ganar solamente dándole un sentido radical a la palabra «ganar». También puedo golpear a mi oponente en la cabeza o bien puedo falsificar los resultados. Cualquier forma en la que yo «gano» involucra, en algún sentido, un abandono del juego de la manera en que, también lo concebimos intuitivamente. (Puedo, desde luego, abandonar abiertamente el juego, negarme a jugarlo. Eso es lo que hacen la mayoría de los adultos).

 

El conjunto de los «problemas sin solución técnica» tiene miembros. La tesis es  que el «problema poblacional», tal como se concibe tradicionalmente, es un miembro de esta clase. Y dicha concepción tradicional requiere cierta reflexión. Es válido decir que la mayor parte de la gente que se angustia con el problema demográfico busca una manera de evitar los demonios de la sobrepoblación sin abandonar ninguno de los privilegios de los que hoy goza.

 

Piensan que las granjas marinas o el desarrollo de nuevas  variedades de trigo resolverán el problema «tecnológicamente». Yo intento mostrar aquí que la solución que ellos buscan no puede ser encontrada. El problema poblacional no puede solucionarse de una manera técnica, de la misma forma que no puede ganarse el juego del gato.

 

3.2.1 ¿Qué debemos maximizar?

La población, como lo dijo Malthus, tiende de manera natural a crecer «geométricamente», o como decimos hoy, exponencialmente. En un mundo finito esto significa que la repartición per cápita de los bienes del mundo debe disminuir. ¿Es acaso el nuestro un mundo finito? Se puede defender con justeza la idea de que el mundo es infinito; o de que no sabemos si lo sea. Pero en términos de los problemas prácticos que hemos de enfrentar en las próximas generaciones con la tecnología previsible, es claro que aumentaremos grandemente la miseria humana si en el futuro inmediato, no asumimos que el mundo disponible para la población humana  terrestre es finito. El «espacio» no es una salida.

 

Un mundo finito puede sostener solamente a una población finita; por lo tanto, el crecimiento poblacional debe eventualmente igualar  a cero. (El caso de perpetuas y amplias fluctuaciones por encima y por debajo del cero es una variante trivial que no necesita ser actualizada). Cuando esta condición se alcance, ¿cuál será la situación de la humanidad? Específicamente ¿puede ser alcanzada la meta de Bentham de «el mayor bienestar para la  mayor cantidad de individuos?» No, por dos razones, cada una  suficiente por sí mismo. La primera es de orden teórico. No es matemáticamente posible maximizar dos variables (o más) al  mismo tiempo. Esto fue claramente posible demostrado por von Neumann y Morgenstern, pero el principio queda implícito en la  teoría de las ecuaciones diferenciales parciales, siendo tan viejo al menos como D’Alambert (1717-1783).

 

La siguiente razón surge directamente de los hechos biológicos. Para vivir, cualquier organismo debe disponer de una fuente de energía (comida, por ejemplo). Esta energía se utiliza para dos fines: conservación y trabajo. Un hombre requiere de aproximadamente 1600 kilocalorías por día («calorías de manutención») para mantenerse vivo. Cualquier cosa que haga aparte de eso se definirá como trabajo, y se apoya en las «calorías  trabajo» que ingiera. Estas son utilizadas no solamente para  realizar trabajo en el sentido en que comúnmente entendemos la palabra; son requeridas también para todas las formas de diversión, desde la natación y las carreras de autos, hasta tocar  música o escribir poesía. Si nuestra meta es maximizar la población, es obvio lo que debemos hacer: lograr que las «calorías trabajo» por persona se acerquen a cero tanto como sea posible.

Nada de comidas de gourmet, nada de vacaciones, nada de  deportes, nada de música, nada de arte… Creo que cualquiera   coincidirá, sin argumento o prueba, que maximizar la población no maximiza los bienes. La meta de Bentham es imposible. Para  alcanzar esta conclusión he asumido el supuesto común de que el  problema es la obtención de energía. La aparición de la energía   atómica ha iniciado el cuestionamiento de esta suposición. Sin  embargo, dada una fuente infinita de energía, el crecimiento poblacional sigue siendo una cuestión ineludible. El problema de la  adquisición de energía es reemplazado por el de su disipación,  como agudamente lo ha demostrado J H. Fremlin. Los signos aritméticos del análisis están, como lo estuvieron, invertidos; pero la meta de Bentham sigue inalcanzable.

 

La población óptima es, por tanto, menor que el máximo. La  dificultad para definir lo óptimo es enorme; hasta donde sé, nadie  ha abordado este problema seriamente. Alcanzar una solución  estable y aceptable seguramente requerirá de más de una  generación de arduo trabajo analítico, y mucha persuasión.

 

Deseamos los máximos bienes por persona; ¿pero qué es un  bien? Para una persona puede ser la naturaleza preservada, para otros centros de ski por mayor. Para una pueden ser estuarios donde se alimenten patos para caza, mientras que para otra  pueden ser terrenos para fábricas. Comparar un bien con otro es, solemos decir, imposible, porque estos bienes son  inconmensurables, y los inconmensurables no pueden compararse.

 

Teóricamente esto puede ser cierto, pero en la vida real los inconmensurables se miden. Solamente se necesita un criterio de  juicio y un sistema de medición. En la naturaleza, dicho criterio es  la supervivencia. ¿Es acaso mejor para una especie ser pequeña y  fácil de esconder, o bien ser grande y poderosa? La selección  natural mide lo inconmensurable. El compromiso alcanzado dependerá del sopesado natural de los valores de las variables.

 

El hombre debe imitar ese proceso. No hay duda del hecho de que  ya lo hace, pero de manera inconsciente. Cuando las decisiones  ocultas se hacen explícitas se inicia la discusión. El problema para  los años venideros es lograr una aceptable teoría de medición. Los efectos sinergéticos, las variaciones no lineales, y las dificultades al dar por hecho el futuro vuelen difícil este problema intelectual, pero no lo tornan (en principio), insoluble. ¿Ha solucionado este problema práctico algún grupo cultural en nuestros tiempos, aunque sea en un nivel intuitivo? Un hecho simple prueba que ninguno lo ha logrado: no existe ninguna población próspera en el mundo de hoy que tenga, o haya tenido por algún tiempo, una tasa de crecimiento igual a cero. Cualquier pueblo que haya intuitivamente identificado su punto óptimo muy pronto lo  alcanzará, después de lo cual su tasa de crecimiento alcanzará y permanecerá en cero.

 

Por supuesto, una tasa de crecimiento positiva puede tomarse como evidencia de que la población se encuentra por debajo de su óptimo. Sin embargo, bajo cualquier parámetro razonable, las poblaciones de más rápido crecimiento en el mundo actual son (en general) las más pobres. Esta asociación (que no es necesariamente invariable) siembra dudas sobre el supuesto  optimista de que una tasa de crecimiento positiva indica que una  población está en camino de encontrar su óptimo.

 

Poco progreso lograremos en la búsqueda de un tamaño óptimo  de población mientras no exorcicemos de manera explícita al  espíritu de Adam Smith en el campo de la demografía práctica. En asuntos económicos La riqueza de las naciones (1776) popularizó  la «mano invisible», la idea de un individuo que «buscando solamente su propio beneficio», logra «dejarse llevar por una mano  invisible a promover… el interés público». Adam Smith no afirmó  que esto fuera invariablemente cierto, y quizás no lo hizo ninguno  de sus seguidores. Pero contribuyó con una tendencia dominante  de pensamiento que desde entonces interfiere con las acciones  positivas basadas en análisis racionales, a saber la tendencia a asumir que las decisiones tomadas en lo individual serán, de   hecho, las mejores decisiones para la sociedad en su conjunto. Si  esta suposición es correcta justifica la continuidad de nuestra actual política de laissez faire en cuestiones reproductivas. Si es  correcta podemos asumir que los hombres controlarán su  fecundidad de tal manera que lograrán una población óptima. Si la suposición es incorrecta, necesitamos examinar las libertades  individuales para ver cuáles son defendibles.

 

La tragedia de la libertad sobre los recursos comunes. La refutación de la mano invisible en el control poblacional se encuentra en un escenario descrito inicialmente en un panfleto poco conocido de 1833 por un matemático amateur llamado William   Forster Lloyd (1794-1852). Podemos llamarlo «la tragedia de los recursos comunes», utilizando la palabra tragedia como la usó el   filósofo Whitehead: «La esencia de la tragedia no es la tristeza. Reside en la solemnidad despiadada del desarrollo de las cosas». Y continúa diciendo: «Esta inevitabilidad del destino solamente puede ser ilustrada en términos de la vida humana por los incidentes que, de hecho, involucran infelicidad, pues es solamente a través de ellos que la futilidad de la huida puede hacerse evidente en el drama».

La tragedia de los recursos comunes se desarrolla de la siguiente manera. Imagine un pastizal abierto para todos. Es de esperarse que cada pastor intentará mantener en los recursos comunes tantas cabezas de ganado como le sea posible. Este arreglo puede  funcionar razonablemente bien por siglos gracias a que las guerras  tribales, la caza furtiva y las enfermedades mantendrán los números  tanto de hombres como de animales por debajo de la capacidad de carga de las tierras. Finalmente, sin embargo, llega el día de  ajustar cuentas, es decir, el día en que se vuelve realidad la  largamente soñada meta de estabilidad social. En este punto, la  lógica inherente a los recursos comunes inmisericordemente genera una tragedia.

 

Como un ser racional, cada pastor busca maximizar su ganancia. Explícita o implícitamente, consciente o inconscientemente, se pregunta, ¿cuál es el beneficio para mí de aumentar un animal más a mi rebaño? Esta utilidad tiene un componente negativo y otro positivo.

 

  1. El componente positivo es una función del incremento de un Como el pastor recibe todos los beneficios de la venta, la utilidad positiva es cercana a +1.

 

  1. El componente negativo es una función del sobrepastoreo adicional generado por un animal más. Sin embargo, puesto que los efectos del sobrepastoreo son compartidos por todos los pastores, la utilidad negativa de cualquier decisión particular tomada por un pastor es solamente una fracción de -1.

 

Al sumar todas las utilidades parciales, el pastor racional concluye que la única decisión sensata para él es añadir otro animal a su rebaño, y otro más… Pero esta es la conclusión a la que llegan cada uno y todos los pastores sensatos que comparten recursos comunes. Y ahí está la tragedia. Cada hombre está encerrado en un sistema que lo impulsa a incrementar su ganado ilimitadamente,  en un mundo limitado. La ruina es el destino hacia el cual corren  todos los hombres, cada uno buscando su mejor provecho en un  mundo que cree en la libertad de los recursos comunes. La libertad de los recursos comunes resulta la ruina para todos.

 

Para algunos esto puede ser un lugar común. ¡Ojalá y lo fuera! En  cierto sentido esto fue aprendido hace miles de años, pero la selección natural favorece a las fuerzas de la negación  psicológica. El individuo se beneficia como tal a partir de habilidad para negar la verdad incluso cuando la sociedad en su conjunto, de la que forma parte, sufre. La educación puede contrarrestar la tendencia natural de hacer lo incorrecto, pero la inexorable sucesión de generaciones requiere que las bases de este conocimiento sean refrescadas constantemente.

 

Un simple incidente que sucedió hace años en Leominster, Masssachusetts, muestra cuán perecedero es este conocimiento. Durante la época de compras navideñas, los parquímetros de las zonas comerciales fueron cubiertos con bolsas de plástico con la leyenda: «No abrir hasta Navidad. Estacionamiento gratuito por parte del Alcalde y del Consejo Municipal». En otras palabras, ante la perspectiva de un aumento en la demanda del espacio, ya de por  sí escaso, los padres de la ciudad reinstituyeron el sistema de los  recursos comunes. (Cínicamente sospechamos que ganaron más  votos de los que perdieron con tan retrógrado acto).

 

De manera similar la lógica de los recursos comunes ha sido  entendida por largo tiempo, quizás desde la invención de la agricultura o de la propiedad privada en bienes raíces. Pero ha sido comprendida principalmente en casos específicos que no son suficientemente generalizables. Incluso en nuestros días, ganaderos que rentan tierras nacionales en el Oeste demuestran   apenas una comprensión ambivalente al presionar constantemente a las autoridades federales para que incrementen el número de  cabezas autorizadas por área hasta un punto en el cual la  sobreexplotación produce erosión y dominio de malezas. De manera similar, los océanos del mundo continúan sufriendo por la supervivencia de la filosofía de los recursos comunes. Las naciones marítimas todavía responden automáticamente a la contraseña de  «la libertad de los mares». Al profesar la creencia en los  «inagotables recursos de los océanos», colocan cerca de la extinción, una tras otra, a especies de peces y ballenas.

 

Los parques nacionales son otra instancia donde se muestra la  forma en que trabaja la tragedia de los recursos comunes. En el  presente se encuentran abiertos para todos, sin ningún límite. Los  parques en sí mismos tienen una extensión limitada —sólo existe  un Valle de Yosemite— mientras que la población parece crecer  sin ningún límite. Los valores que los visitantes buscan en los  parques son continuamente erosionados. Es muy sencillo, debemos dejar de tratar a los parques como recursos comunes… o muy pronto no tendrán ningún valor para nadie.

 

¿Qué debemos hacer? Tenemos varias opciones. Podemos  venderlos como propiedad privada. Podemos mantenerlos como  propiedad pública, pero asignando adecuadamente quien ha de entrar. Esto debe ser con base en la riqueza, a través del uso de un  sistema de adjudicación. También podría hacerse con base en méritos, definidos por estándares acordados. O podría ser por sorteo. O bien ser con base en el sistema de que el primero que llega entra, administrado a partir de filas. Estos, creo, son todos procedimientos objetables. Pero entonces debemos escoger, o consentir la destrucción de nuestros recursos comunes llamados  parques nacionales.

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Melgar Ceballos Marvin. (2006, marzo 13). La economía del manejo de los recursos naturales. La tragedia de los comunes y el teorema de Coase. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/economia-manejo-recursos-naturales-tragedia-comunes-teorema-coase/
Melgar Ceballos Marvin. "La economía del manejo de los recursos naturales. La tragedia de los comunes y el teorema de Coase". gestiopolis. 13 marzo 2006. Web. <https://www.gestiopolis.com/economia-manejo-recursos-naturales-tragedia-comunes-teorema-coase/>.
Melgar Ceballos Marvin. "La economía del manejo de los recursos naturales. La tragedia de los comunes y el teorema de Coase". gestiopolis. marzo 13, 2006. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/economia-manejo-recursos-naturales-tragedia-comunes-teorema-coase/.
Melgar Ceballos Marvin. La economía del manejo de los recursos naturales. La tragedia de los comunes y el teorema de Coase [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/economia-manejo-recursos-naturales-tragedia-comunes-teorema-coase/> [Citado el ].
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