Internacionalización, regionalismo y apertura económica

Modernizar y globalizar parecen ser los objetivos centrales de las políticas que han asumido los gobiernos de los países Centroamericanos.  Ambos son concebidos como parte de un mismo proceso:  rechazar las intervenciones, calificadas como «ilegítimas», del Estado en la economía y eliminar los obstáculos a lo que se llama la acción de libre mercado, que se supone es posible lograr.

Privatizar, desregular, abrirse a la competencia externa, son vistas y presentadas por la mayoría de gobiernos y gremiales de las grandes bancos como «medidas técnicas», desprovistas de contenido político, capaces de poner a nuestras economías en ruta del desarrollo y la equidad, después de lo que se califica como fracaso de las políticas «estatistas» vigentes entre el fin de la segunda guerra y el decenio recién pasado.

Algo pertinente,  es recordar que el único enfoque posible para la comprensión de los procesos de desarrollo es el enfoque histórico.  Tal enfoque nos obliga a matizar el análisis de estos, partiendo de la necesidad de diferenciar aquello que ha fracasado, y lo que habiendo sido adecuado en un momento dado, se ha vuelto obsoleto, inadecuado frente a nuevas condiciones que muchas veces su mismo éxito ha ayudado a crear.

Hay una verdad que frecuentemente se olvida incluirla en el análisis, lo que origina que algunos actúen con sorpresa frente a la globalización y es que  el capitalismo surge, como proceso histórico, con una vocación de internacionalización; no se puede concebir el capital sin esa vocación, dejando de lado su innata tendencia globalizadora.

Desde la contemporaneidad de su surgimiento con los grandes «descubrimientos» (que no es casual), hasta nuestros días, el capital ha venido internacionalizándose progresivamente, creando en ese proceso las condiciones que permiten, después de la revolución tecnológica acontecida en el siglo pasado,  lo que hoy llamamos globalización.

  1. El Regionalismo y la globalización: causas y diferencias

La «globalización» económica es un proceso histórico, el resultado de la innovación humana y el progreso tecnológico. Se refiere a la creciente integración de las economías de todo el mundo, especialmente a través del comercio y los flujos financieros

En su aspecto más básico la globalización no encierra ningún misterio. El uso de este término se utiliza comúnmente desde los años ochenta, es decir, desde que los adelantos tecnológicos han facilitado y acelerado las transacciones internacionales comerciales y financieras. Se refiere a la prolongación más allá de las fronteras nacionales de las mismas fuerzas del mercado que durante siglos han operado a todos los niveles de la actividad económica humana: en los mercados rurales, las industrias urbanas o los centros financieros.” [1]

La globalización es uno de esos vocablos que se ponen de moda y  se les responsabiliza ya sea de todos los males o de todos los beneficios.  Entre los beneficios se cita la más eficiente asignación de los recursos  mundiales como resultado del libre comercio y de la libre movilidad del  capital. Los consumidores se benefician de una mayor oferta de bienes y de  servicios de menor costo y los inversionistas, por su parte, tienen  mayores oportunidades de inversión y de diversificación del riesgo. Los  países en desarrollo tienen así acceso a volúmenes más elevados de  inversión y tecnología. Por lo tanto, la globalización daría como  resultado un aumento generalizado de la productividad y del bienestar a  consecuencia de una división internacional más eficiente del  trabajo.

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Las posiciones pesimistas, por su parte, ponen el énfasis en los  riesgos de una mayor competencia global. Los países ricos verían sus  niveles de empleo y de ingreso amenazados por los países en desarrollo y  éstos, a su vez, correrían el riesgo de marginarse del proceso de  globalización si no logran atraer suficientes volúmenes de capital que  permitan un aumento continuo de su productividad, lo cual depende de un  conjunto de factores, entre los que cuentan la estabilidad macroeconómica,  la capacidad de predecirse el comportamiento del tipo de cambio, la  apertura externa, la productividad y costo de la mano de obra, la calidad  y transparencia del sistema regulativo y la localización de los mercados  financieros. Su capacidad de imponer disciplina a los países con  desequilibrios macroeconómicos presenta rezagos y cuando los mercados  reaccionan, el efecto tiende a ser sobredimensionado y puede contagiar a  otros mercados.

En este artículo se intenta analizar las fuerzas que explican la  globalización, el regionalismo y el aperturismo y algunas de sus  consecuencias sobre la división internacional del trabajo y la  gobernabilidad. En primer lugar, la globalización debe verse como  tendencia y, como tal, está lejos de ser omnipotente y, por lo tanto, las  posiciones cataclísmicas y aquellas que anticipan la resolución de todos  los males, resultan exageradas. La mayoría de la actividad económica y  cultural sigue teniendo lugar dentro de los estados-nación o incluso en  unidades mucho menores y aún aquellas actividades globalizadas, tienen  dimensiones o aspectos nacionales. No obstante, en la medida en que  maduren las tendencias hacia la globalización sus efectos potenciales  positivos y negativos también tenderán a manifestarse en mayor  medida.

En segundo lugar, la tendencia hacia la globalización no es  nueva. Desde finales del siglo pasado hasta la Gran Depresión de la década  de los treinta se vivió un proceso acelerado de apertura y globalización.  La tendencia se revirtió con retorno al proteccionismo. No es sino hasta  la posguerra que retorna la liberalización del comercio. La liberalización  de los flujos de capitales es más tardía, no ocurre sino hasta la década  de los setentas luego del abandono de la convertibilidad del dólar por el  oro al inicio de la década, seguido de la abolición de los tipos de cambio  fijos. No obstante, se observa un aceleramiento importante de la  globalización en las dos últimas décadas y, a partir de sus factores  explicativos, se puede afirmar que las posibilidades de una reversión de  la tendencia actualmente son mucho menores.

En tercer lugar, globalización, apertura y regionalismo pueden  interpretarse como aspectos de un mismo proceso, aunque no ausentes de  posibles tensiones entre sí.

Los datos que muestran la tendencia hacia la globalización son  sorprendentes por su magnitud (The Economist, 18 de octubre de 1997). En  la década anterior, el comercio internacional creció al doble de la tasa  de crecimiento de la producción mundial. A su vez, la tendencia hacia la  globalización de los flujos de capital es mayor. La inversión extranjera  directa creció al triple de la velocidad que la producción y las llamadas  transacciones cruzadas entre las bolsas de valores de distintos países lo  hicieron diez veces más rápido. Los flujos hacia los países en desarrollo  también se han modificado sustancialmente. En contraste con lo que ocurría  hace una década, en la actualidad los flujos privados dominan por un  amplio margen a los flujos públicos. En 1996 los flujos de capitales  privados destinados a los países en desarrollo alcanzaron los US$250 mil  millones frente a la décima parte hace tan sólo una década. Es interesante  notar que Latinoamérica ha recibido en el período 1990-1996 el 26% del  componente de inversión extranjera directa de los flujos de capital  dirigidos a los países en desarrollo, mientras que participó en un tercio  de los flujos totales, lo que sugiere una cierta dependencia de flujos más  volátiles de las llamadas inversiones de cartera.

En la creciente globalización del intercambio comercial y los  flujos financieros internacionales concurren al menos tres factores. El  primero es la también creciente liberalización del comercio y de los  mercados de capitales. En estas circunstancias, el crecimiento del  comercio entre naciones obedece cada vez más a una lógica economía de  menor costo en el abastecimiento y menos a distorsiones al comercio  interpuestas por barreras arancelarias y no arancelarias. Es interesante  notar que en el período anterior de globalización del comercio de  principios de siglo, la liberalización comercial también jugó un papel  importante.

El segundo factor es de carácter tecnológico y se vincula con el  abaratamiento de los costos de comunicación y transporte, lo que determina  la posibilidad de la ampliación de los mercados al disminuir las barreras  naturales de tiempo y de espacio. Por ejemplo, el costo de procesamiento  de información (costo de las instrucciones por segundo) ha disminuido en  promedio 30% en términos reales durante las dos últimas décadas (The  Economist, 18 de octubre de 1997). Cabe destacar que un factor tecnológico  relacionado con las comunicaciones y el transporte también estuvo presente  durante la fase anterior de globalización. En esa oportunidad los  ferrocarriles y los vapores fueron los que acortaron las distancias y  posibilitaron nuevos volúmenes de comercio.

El tercer factor también es de índole tecnológica. Se refiere al  acceso generalizado de tecnologías estándares en una gran cantidad de  ramas de la actividad económica. Estas tecnologías estándar se pueden  adquirir en los mercados internacionales, por lo que los monopolios  tecnológicos se reservan hoy en día a menos sectores.

A pesar de una creciente lógica de globalización, las economías  de proximidad explican gran parte de los flujos comerciales. Entre éstas  cabe mencionar: las diferencias en los costos de transporte entre centros  de producción o consumo cercanos y aquellos localizados a una mayor  distancia; la posibilidad de entregar oportunamente los productos o  servicios; y las externalidades en las relaciones cercanas entre  proveedores, productores y consumidores. Como resultado de estos factores  el comercio es más intenso en torno de los grandes centros de consumo, sin  respetar necesariamente las fronteras de los estados-nación. Las economías  de proximidad explican que la tendencia a la globalización del comercio se  acompaña de una creciente regionalización de los flujos  comerciales.

La combinación de los efectos de los tres factores que definen  la tendencia hacia la globalización y las economías de proximidad definen  como corolario la tendencia a la regionalización. La tendencia hacia la  globalización tiende a definir una división del trabajo de carácter  mundial, centrada en torno a los grandes centros de consumo y periferias  concéntricas definidas por las economías de tiempo y movimiento. De  acuerdo con la lógica de las economías de proximidad, resulta más  importante localizar actividades próximas a los centros de consumo para  ahorrar tiempo y movimiento, que intentar desarrollar el comercio  internacional. Desde luego esta lógica es más fuerte para ciertos bienes o  servicios que para otros. Productos de alta tecnología que atienden a  nichos cambiantes de mercado que tienden a localizarse próximos a los  grandes centros de consumo. Productos más estandarizados en los que el  componente de mano de obra o de materias primas es elevado pueden  localizarse en zonas más periféricas.

No obstante, un análisis más detallado de la estructura misma  del cambio tecnológico actual permite determinar más interrelaciones entre  globalización y regionalismo. Esta tiene su base en la revolución de las  tecnologías de procesamiento de la información que permite conectar una  gran cantidad de sistemas sobre una base lógica común. La lógica de la  computación, en su plano más simple, se fundamenta en la reducción de  todos los procesos a la lógica binaria, lo que hace posible, en teoría,  conectar una infinidad de procesos de decisión entre sí. La revolución de  la información a bajo costo y con bajo consumo energético, y los factores  geográficos de impacto por parte de los grandes centros de consumo, es  mayor en el tanto, los productos y los procesos estén más estandarizados y  que por lo tanto las decisiones de localización de la producción dependen,  en mayor medida, de los costos relativos de los factores.

No obstante, el salto cualitativo importante en términos  tecnológicos ocurrió cuando empezó a generarse una articulación entre los  procesos de diseño, de producción y de administración, los cuales  anteriormente eran relativamente independientes. Esta lógica común permite  una vinculación más allá de la empresa, una vinculación inmediata con los  mercados en cuanto al suministro de la información y articulación con los  proveedores de servicios. De tal manera, que empiezan a definirse redes de  producción que alteran de nuevo la ley de los costos del tiempo y  movimiento.

En la medida en que todos estos procesos se articulan, desde el  mercado hasta los suplidores de la empresa, se genera la posibilidad de  que la producción responda con mayor cercanía a los mercados y esté mucho  menos determinada por las características de la oferta como ocurría  anteriormente. Esto significa que las economías de escala pasan a pesar  menos y, por el contrario, a contar mucho más la flexibilidad con la cual  se pueda responder a los cambios en los nichos de mercado. Esto ha  generado enormes posibilidades de especialización en la industria moderna,  ha ocurrido una reducción en los ciclos de vida de los productos, así como  en los tiempos de entrega. En fin la competencia se hizo mucho más  acentuada y está mucho más basada en la demanda.

Un elemento adicional, señalado por los analistas del proceso,  es la presencia de externalidades en la proximidad, es decir, en la  relación entre mercado y firma y en la relación entre mercadeo, producción  y administración. En la relación entre proveedores y firma suele existir  una cantidad de externalidades que se pueden aprovechar o internalizar  cuando ocurren en vecindades geográficas definidas, de tal manera que el  proceso tecnológico mismo, tiende a redefinir la importancia de las  economías de proximidad y, en consecuencia, el proceso de globalización  tiene una faceta importante de regionalismo. Esto trae como resultado que  se definan redes regionales de producción.

Los datos confirman la importancia del intercambio regional en  contraste con el global. Por ejemplo, el comercio intrarregional de la  Unión Europea en productos manufacturados representa el 24% del producto  interno bruto total, mientras que el comercio extrarregional representa  sólo el 7% en la misma categoría, es decir, la producción manufacturera en  gran parte se destina al mismo mercado de la Unión Europea, ya sea a los  propios mercados internos (la gran mayoría) o a los países  vecinos.

Otro ejemplo es de los países de la misma región y éstas crecen  más rápidamente que las exportaciones a Europa y a los Estados  Unidos.

Estos datos confirman una tendencia hacia la formación de  bloques comerciales. Bloques en el sentido de regiones de comercio natural  con una lógica economía, no por el diseño de barreras proteccionistas,  sino por una lógica del proceso de producción con las tecnologías  actuales.

Otro factor que parece confirmar la hipótesis del regionalismo  de la globalización es el comportamiento de las inversiones. Tres cuartas  partes de la inversión extranjera directa ocurre entre los países más  ricos (OCDE). Esto quiere decir que gran parte de los flujos de inversión  ocurre entre estas grandes regiones. En estos grandes mercados las  empresas transnacionales realizan sus inversiones para colocarse dentro de  los mercados de los otros países. Es decir, las transnacionales japonesas  van a Europa y se establecen en Europa y ahí estructuran sus redes de  suplidores y vendedores para poder ser competitivas. De esta manera, la  inversión extranjera directa no sigue un patrón mundial disperso, sino que  está altamente concentrado: Tres cuartas partes entre los países ricos y  de la cuarta parte restante, un porcentaje muy interesante se concreta en  sólo tres países que son China, México y Chile, aunque en los últimos años  Argentina y Brasil también se ubican entre los doce países en desarrollo  que reciben mayor inversión externa. En suma, el proceso de globalización  de los flujos de inversión asume variantes muy importantes de carácter  regional y de relación entre regiones.

Un ejemplo que ilustra la forma en que ocurre el proceso de  inversión fue el establecimiento de la Nissan en el Reino Unido a  principios de los años ochentas. Inicialmente lo hizo sólo con una planta  de esamblaje de automóviles y todos los componentes venían de Japón. Hoy  en día el 80% de los componentes de la Nissan son producidos en el Reino  Unido o los países europeos. Es decir, para poder mantener la  competitividad de esta empresa fue necesario desarrollar una red regional  que hiciera posible la articulación con sus suplidores y que estuviera  conectada directamente con el mercado de destino. Y no es la Nissan  exportando desde Japón con un criterio de globalización, sino la Nissan  estableciéndose en el Reino Unido y ahí mismo definiendo la red regional  de competitividad que le permite competir en el mercado  europeo. 

  1. La Globalización y la internacionalización

Desde la contemporaneidad de su surgimiento con los grandes «descubrimientos» (que no es casual), hasta nuestros días, el capital ha venido internacionalizándose progresivamente, creando en ese proceso las condiciones que permiten, después de la revolución tecnológica acontecida en el siglo pasado,  lo que hoy llamamos globalización.

Un ejercicio que puede ayudar a reforzar esto, es hacer una re lectura de Marx y Engels en el Manifiesto Comunista escrito en 1848, haciéndole algunos pequeños cambios en el texto:

“Espoleadas por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, las grandes bancos (1) recorren el mundo entero. Necesitan anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes.

Mediante la conquista (2) del mercado mundial, las bancos multinacionales están dando (3) un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de la gente conservadora (4), se  ha quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya no emplean materias primas nacionales (5), sino materias primas venidas de las más lejanas regiones del mundo, y cuyos productos no sólo se consumen en el propio país, sino en todas las partes del globo. En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su satisfacción productos de los países más apartados y de los climas más diversos. En lugar del antiguo aislamiento y la autarquía de las regiones y naciones, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material, como a la intelectual. La producción intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en día más imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal.

Merced al rápido perfeccionamiento de la tecnología (6) y al constante progreso de los medios de comunicación e informática (7), las bancos multinacionales (8) arrastran a la corriente de la civilización a todas las naciones, hasta las más bárbaras. Los bajos precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada que derrumba todas las murallas de China y hace capitular a los bárbaros más fanáticamente hostiles a los extranjeros. Obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a adaptarse a la globalización adoptar la  economía de mercado (9), las constriñe a introducir la llamada civilización, es decir, a gobalizarse (10). En una palabra: se forja un mundo a su imagen y semejanza.

Las grandes bancos (11) están sometiendo el campo a la ciudad. Se han creado urbes inmensas; ha aumentado enormemente la población de las ciudades en comparación con la del campo, substrayendo una gran parte de la población de la tranquila (12) vida rural. Del mismo modo que ha subordinado el campo a la ciudad, se están(13)  subordinado los países atrasados (14) a los países civilizados, los pueblos campesinos a los pueblos citadinos (15), el oriente al occidente.”[2]

En este marco, podríamos esperar una cierta tendencia al  fortalecimiento de esas redes regionales y acuerdos subregionales de  carácter económico y de carácter político en las que el trabajo no  especializado, el tecnológicamente menos complejo, tiende a localizarse en  la periferia de las regiones en torno a los grandes centros de comercio.  Es en estos grandes centros de consumo donde se localiza la producción  tecnológicamente más compleja, donde se concentra la innovación y el  desarrollo de nuevos productos. Por ejemplo, en el caso europeo, Grecia,  Turquía y Portugal hace tan sólo diez años destinaban entre el 5% y el 10%  de sus exportaciones textiles a los países de la Unión Europea, hoy  destinan el 20%. Lo anterior significa una tendencia de las regiones a  transferir, como parte de la división internacional de trabajo, las partes  más estandarizadas de los procesos industriales y de producción de  materias primas y de bienes agrícolas hacia la periferia de esas  subregiones.

En los países de la OCDE ha habido una tendencia en los últimos  diez años a disminuir la cantidad de trabajo no especializado, que se ha  trasladado hacia la periferia de las regiones o ha sido sustituido por el  cambio tecnológico hacia procesos automatizados. En consecuencia, ha  tendido a disminuir el empleo en estos países. Los analistas del tema  discrepan sobre su importancia en la explicación del desempleo crónico que  se ha presentado especialmente en países europeos. Pero para algunos  analistas la explicación puede ser la relocalización de actividades  tecnológicamente más simples en países de la periferia.

Hacia el futuro, si bien se mantendrá esta tendencia hacia la  redefinición y relocalización de productos estandarizados hacia la  periferia, la proporción de los procesos que se transferirían tendería a  disminuir por las mismas características particulares del cambio técnico.  Las trayectorias de cambio tecnológico han llevado en los mercados  centrales a disminuir el componente de los costos directos del trabajo en  los costos totales. Para mencionar un ejemplo, en la industria de  componentes automotrices sólo entre el 10% y el 15% corresponden a costos  directos del trabajo, de tal manera que las necesidades de empleo son cada  vez menores. En productos electrónicos el componente de trabajo se ha  llegado a reducir a un 2 ó 3%, lo mismo ocurre en textiles y en otros  sectores, excepto en la confección de prendas de vestir donde el cambio  técnico ha entrado con menos fuerza. Por lo tanto, si bien continuará la  tendencia hacia la relocalización de actividades hacia la periferia, ésta  es posible que pierda fuerza en relación con la mostrada en décadas  anteriores y, por lo tanto, la competencia por la atracción de inversiones  será mayor. No obstante, también es de esperar que los ciclos concéntricos  de abastecimiento de los grandes centros de consumo se extiendan, también  como resultado del cambio tecnológico.

Los países de la OCDE mantendrían sus ventajas competitivas  derivadas principalmente de la existencia de esos grandes mercados que  originan las economías de proximidad para las redes regionales de  producción. Los ejes de consumo se convierten en los polos y los imanes  para que la producción transnacionalizada ocurra en el área de influencia  de ese espacio geográfico. Los mercados de la OCDE van a tender a  abastecerse de producción que ocurre en su entorno geográfico. Esos  grandes centros de consumo e inversión van a mantener su privilegio por  ese peso gravitacional que les otorga el mercado de altos  ingresos.

En algunos de los países en vías de industrialización, no  miembros de la OCDE, tienden a generarse mercados cada vez más fuertes,  más grandes, por el aumento de ingreso, por el desarrollo de sus grupos  medios de alto consumo, y en donde en vista de la tendencia a la  estandarización de la tecnología, se presentaría una creciente  localización de industria transnacionalizada para atender las necesidades  de sus propios mercados y la exportación en los sectores de ventajas  competitivas.

En cuanto a la capacidad de estas subregiones periféricas de  constituirse en centros importantes dependerá de su capacidad de generar  grandes centros de consumo e inversión. Se puede pensar en subregiones  como el cono sur (particularmente el eje Sao Pablo-Buenos Aires), que  podrían lograr convertirse en ejes importantes de atracción y desarrollo y  que puedan generar su propia periferia de actividad económica a partir del  dinamismo gravitacional de sus grandes mercados.

Como resultado de la revolución tecnológica, las periferias y  los mismos centros van a estar obligados a impulsar la competitividad vía  la capacidad de adaptación (flexibilidad) a nuevos mercados y nuevos  nichos de mercado, como requisitos para participar en estos procesos de  integración subregional de la producción.

Otro par de características de esta nueva redefinición de la  división internacional de trabajo, es la importancia de los servicios que  acompañan el proceso productivo. Los servicios pesan cada día más en la  inversión. Para mencionar nada más un dato que apoya esta proposición, el  70% de la inversión extranjera directa en el año de 1994 en Sur Corea  ocurrió en el sector de servicios. Así, el sector servicios se vuelve  parte de las redes regionales de competencia, en las que los servicios  financieros y de otro tipo, están totalmente articulados con la  producción. En consecuencia. el componente de servicios es ahora central  en la definición de competitividad.

La liberalización del comercio y de los movimientos de capital  se ha acompañado de un incremento de las restricciones a los flujos  migratorios poblacionales. En términos relativos, los países receptores  reciben una proporción menor de migrantes con respecto a sus poblaciones  totales que las cifras correspondientes al período anterior de  globalización (The Economist, 1° de noviembre, 1977).

Incluso se puede afirmar que se estuvo más cerca de constituir  un mercado global de trabajo en el siglo pasado que en el  presente.

El elemento nuevo tendente hacia la globalización de los  mercados de trabajo se presenta en los mercados de trabajadores altamente  calificados. Las corporaciones transnacionales desarrollan sus propios  mercados internos, lo que les permite enfrentar la posible escasez de  personal calificado en un país dado mediante el traslado de ciudadanos de  otro país. Las leyes migratorias, por su parte, tienden a hacer  excepciones para los casos de los trabajadores altamente calificados.  Sería sólo en este caso de trabajadores altamente calificados donde se  podría desarrollar un mercado globalizado.

Además, el tema laboral y de concertación nacional, se plantea  como una de las áreas grises en la división internacional del trabajo. Los  estados-nación se han erosionado en su papel como bases de concertación  entre los grupos de trabajo y de empresas. Incluso algunos analistas  señalan que la actual fase expansiva de la economía mundial y de las  bolsas de valores se fundamentan en el debilitamiento de los trabajadores  frente al capital, debido a la liberalización de los movimientos de  capital y al libre comercio en contraste con las crecientes restricciones  al movimiento de trabajadores y a la existencia de amplio desempleo en una  escala mundial.

En las negociaciones comerciales se plantea en forma creciente  el tema de la armonización laboral como uno de los temas importantes. Lo  que se busca es responder a la interrogación de cómo tratar el tema  laboral, a sabiendas de que es un factor de competencia. Existen los  tratamientos de carácter global, en el marco de la OIT, en donde se trata  de establecer estándares mínimos de trabajo, de tal manera que la  competencia ocurre sobre estándares mínimos. Además, es posible pensar que  el proceso político también se defina sobre estándares mínimos regionales  o mundiales. Por ejemplo, Europa ha tenido una discusión fuerte sobre el  tema social y laboral en donde Inglaterra ha mostrado una preferencia más  separatista. La discusión planteada en Europa de avanzar en dirección de  la armonización hacia arriba de los estándares laborales, no ha ocurrido  por el momento, pero es una de las opciones posibles.

En el caso de la creación del Tratado de Libre Comercio de  Norteamérica en el tema laboral terminó optándose por no tender a la  armonización, sino a establecer mecanismos de vigilancia en donde los  países van a velar porque se cumplan los estándares laborales en los demás  países.

A la par del tema laboral también es posible mencionar el tema  ambiental como otro aspecto que todavía no tiene solución y que combina  elementos globales, regionales y nacionales

  1. LAS GOBERNACIONES Y SU VÍNCULO CON LA GLOBALIZACION

Un desafío inmediato que plantean estas dimensiones de la  globalización es su impacto sobre los esquemas de gobernabilidad. El  incremento en las transacciones internacionales de bienes y de servicios  plantea problemas de regulación para los estados-nación en la medida en  que las personas físicas y jurídicas con domicilio en su territorio tienen  crecientes actividades en el exterior y extranjeros también aumentan su  accionar en el país en cuestión. La necesidad de nuevos mecanismos  regulativos es importante incluso para los agentes económicos  individuales, quienes pueden ver incrementados sus costos de transacción  internacional por la incertidumbre jurídica.

Por su parte, los movimientos de capitales plantean desafíos  quizás de más difícil solución. Las crisis de confianza en una bolsa de  valores en particular o del valor de una moneda tiende a generar efectos  rebaño y de contagio. Crisis nacionales amenazan con volverse crisis del  sistema global, que han obligado a acciones contundentes de parte de los  organismos multilaterales y de gobiernos en casos como en la crisis  mexicana de 1995 y las del Lejano Oriente ocurridas en 1997.

Ante estos nuevos desafíos la Globalización se acompaña de una  redefinición de la gobernabilidad con crecientes elementos de supra  nacionalidad. De tal manera, que la globalización en sí, entendida como  fenómeno económico, ha desencadenado procesos de redefinición política y  jurídica. Desde una perspectiva global, una de las amenazas puede ser la  falta de sincronía entre los avances de la globalización y los desarrollos  institucionales y jurídicos. Desde una perspectiva de los estados-nación,  ante el desafío de la erosión de las capacidades de establecer condiciones  de gobernabilidad en el marco del estado tradicional, se torna urgente  participar en procesos de redefinición política supranacional y en  unidades políticas menores a las del estado-nación.

La redefinición de los esquemas de gobernabilidad en materia  económica

ocurre en tres dimensiones simultáneamente. En su dimensión más  global se define un marco general en el seno de la Organización Mundial  del Comercio, OMC, en forma intermedia en los acuerdos de integración  regional y finalmente, en el marco de los estados-nación. Es la intensidad  en las relaciones económicas la que acarrea la conveniencia de definir las  reglas del juego (disciplinas comerciales y marcos regulativos de la  actividad económica) en los tres ámbitos: global, acuerdos de integración  y dentro de los estados. Conforme más intensas son las relaciones  económicas, mayor es la necesidad de precisión en las reglas del  juego.

Es así como la liberalización global del comercio se negocia y  avanza en el marco de la OMC. Sin embargo, regiones próximas, que  comercian con mucha intensidad, en muchos casos prefieren avanzar más  rápida y profundamente que en el marco de la OMC y establecen sus propios  acuerdos de libre comercio e integración económica.

En materia de mercados de capitales, los instrumentos para  establecer gobernabilidad global son más limitados a pesar de las fallas  mostradas por estos mercados. Los espectaculares rescates a los países en  crisis son costosos y difíciles de organizar. Incluso se puede argumentar  que incurren en un riesgo moral en el sentido que los inversionistas  pueden basar sus decisiones bajo el supuesto de que si la operación sale  mal, habrá un rescate. Entre los avances en el sentido de prevenir  problemas globales se incluyen el mejoramiento de los criterios y normas  para la supervisión bancaria y de los mercados de valores y, en  definitiva, desde el punto de vista de los países, la prudencia  macroeconómica y adecuados sistemas regulativos, que pueden incluso, como  en el caso chileno, desestimular las inversiones extranjeras de corto  plazo.

La lógica de la globalización y el desafío de la gobernabilidad  también incluye, como corolario, la integración regional. Esta permite una  profundización en la armonización de las reglas de juego para los agentes  económicos que actúan crecientemente en espacios mayores a los de los  estados-nación, pero aprovechando las economías de proximidad.

Como resultado del avance de la integración regional se presenta  una creciente interdepencia entre los países, de tal manera, que en  ocasiones es difícil analizar las perspectivas de un país sin tomar en  consideración el futuro de sus países vecinos. Es más, conforme avanza el  proceso de integración regional, se plantean desafíos mayores que  involucran acciones conjuntas de creciente colectividad, tales como la  convergencia macroeconómica y la coordinación de políticas, la unión  monetaria, mecanismos compensatorios de alcance regional y la formación de  instituciones supranacionales, entre otras..

El proceso de creciente integración es un avance desde una  interdependencia cada vez mayor de las decisiones nacionales por medio de  procesos decisorios intergubernamentales hacia la constitución de esferas  de acción comunitaria con sus propios mecanismos de toma de decisiones. El  tránsito de las decisiones aisladas de los países hacia las  intergubernamentales y, eventualmente, las comunitarias, es un proceso de  redefinición de la gobernabilidad que acarrea nuevas definiciones  jurídicas y un desarrollo institucional importante.

  1. La apertura de los mercados y la globalización

Durante buena parte del Siglo XX, la existencia de dos mundos con objetivos de dominio mundial, uno de los cuales proclamaba su rechazo al capitalismo, se constituyó en un obstáculo a la vocación planetaria del capital.  Sin embargo, el derrumbe del socialismo elimina ese obstáculo.  Los avances tecnológicos por su parte, abren posibilidades de aceleración hasta hace poco insospechadas.

Lo que hoy llamamos globalización es mucho más que apertura comercial e inversión externa; es una realidad que no sólo influencia distintos aspectos de la vida económica, sino trasciende a aspectos políticos y sociales con alto grado de complejidad.

Las relaciones dialécticas entre el Estado-nación y un naciente Estado planetario comienza a ser tema central en las ciencias sociales, y son vistas como el inicio de un proceso que va a vivirse por largo tiempo.

Por otra parte, el desarrollo de nuevas tecnologías y el auge cada vez mayor de la llamada «revolución de la información», ha propiciado cambios acelerados en las estructuras organizacionales, al mismo tiempo que condiciona un nuevo perfil global para el gerente, en donde sus principales características personales deben incluir una mayor capacidad de adaptación a nuevas circunstancias, una mentalidad internacional y excelentes condiciones de aprendizaje y comunicación, además de contar con principios elementales como ética, honestidad y justicia, cuya valoración es de carácter universal.

Es así como se aprecia una estrategia simultánea de apertura  externa e integración regional como aspectos de un mismo proceso. Esta  estrategia incluye tres componentes que se refuerzan mutuamente: El primer  elemento de la estrategia ha sido la apertura unilateral que los países de  América Latina y de Centroamérica en particular, han emprendido mediante  una reducción de los aranceles y una drástica disminución de las barreras  no arancelarias. No obstante, el costo político de esta estrategia es  alto, especialmente cuando la reducción de la protección alcanza ciertos  niveles. Además, sus efectos son mayormente internos al mejorar la  competitividad mediante un aumento de la competencia doméstica, no logra,  sin embargo, un mayor acceso a los mercados de exportación.

El segundo aspecto refleja los compromisos de liberalización  global. La apertura es negociada en su marco más general. Su avance es  claro, los compromisos adquiridos en la Ronda Uruguay incluyeron nuevas  disciplinas comerciales aparte de las tradicionales reducciones  arancelarias. Además, los países se han comprometido a participar en  nuevas negociaciones que se iniciarán a fines de siglo. En el marco de la  OMC los países individualmente considerados obtienen los beneficios de un  acceso más libre y garantizado a un mayor número de mercados de destino  pues incluyen elementos de reciprocidad. Su impacto sobre la  competitividad global es potencialmente mayor. No obstante, las rondas  multilaterales de liberalización son lentas y sus resultados pueden ser  modestos al involucrar el acuerdo de múltiples países y terminar, por lo  tanto, como soluciones de «mínimo común denominador».

El tercer componente de la apertura es la nueva integración  regional, que permite una profundización de los compromisos en forma  preferencial de liberalización comercial más allá de lo que es posible  alcanzar en forma unilateral o multilateral. Permite a las regiones  aprovechar mejor las oportunidades brindadas por mercados naturales  definidos por la proximidad geográfica y lenguajes y culturas similares y  desarrollar así las economías de escala y la capacidad de penetración de  terceros mercados. Los acuerdos regionales también son recíprocos y  permiten avanzar en campos y disciplinas no cubiertos por los acuerdos  multilaterales. En la medida en que los acuerdos regionales ocurran en el  marco de una profundización de la liberación entre un grupo de países sin  aumentar la protección ante terceros y, preferiblemente, disminuyéndola  (regionalismo abierto), los riesgos de desviación de comercio se  aminoran.

El sustrato económico de la globalización lo es también del  regionalismo y ambos requieren redefiniciones políticas e institucionales  importantes. A su vez, el creciente regionalismo también tiene asidero en  la necesidad de fortalecer la capacidad de negociación de una región en  particular frente a terceros. En este sentido, la necesidad es más  apremiante para los países pequeños. También desde una perspectiva de la  conformación de múltiples negociaciones comerciales es más práctico  organizar negociaciones entre acuerdos de integración que entre un mayor  número de países considerados individualmente y la administración de los  acuerdos resultantes también puede ser más simple.

Conclusión

En conclusión, la globalización se asienta en factores  tecnológicos y en decisiones de modificación de políticas tendentes a una  mayor liberalización. No obstante, las mismas fuerzas que acortan  distancias y reducen tiempos, reafirman la importancia de la proximidad en  las relaciones económicas. Esta redefinición de proximidad no coincide  necesariamente con las fronteras nacionales. Los acuerdos de integración  regional se asocian con esa mayor intensidad en las relaciones económicas  de acuerdo con la lógica de las economías de proximidad. A su vez, la  apertura es la estrategia de los estados-nación para aprovechar las  ventajas potenciales de la globalización y ésta se conforma de  combinaciones variables de elementos unilaterales, preferenciales y  multilaterales.

[1] Cita: Concepto de Globalización
http://www.globalizzazione2000.it/que-es.htm

[2] Cita: Marx, Carlos y Engels, Federico, “Manifiesto del partido comunista” (1848), México, editorial Fontamara, primera edición, 1988, 61 pp. Además de: http://www.marxists.org/espanol/m-e/index.htm

(1) la burguesía,  (2) explotación, (3) la burguesía han; reaccionarios; (5) indígenas; (6) (los instrumentos de producción); (7) la burguesía; agregado mio; (8) burguesía; (9) modo burgués de producción (10) hacerse burgueses (11) burguesía ha; (12) al idiotismo de la; (13) ha; (14) bárbar\os o semibárbaros ; (15) burgueses.

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Silvina Hiebaum de Bauer Karin. (2004, febrero 7). Internacionalización, regionalismo y apertura económica. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/internacionalizacion-regionalismo-y-apertura-economica/
Silvina Hiebaum de Bauer Karin. "Internacionalización, regionalismo y apertura económica". gestiopolis. 7 febrero 2004. Web. <https://www.gestiopolis.com/internacionalizacion-regionalismo-y-apertura-economica/>.
Silvina Hiebaum de Bauer Karin. "Internacionalización, regionalismo y apertura económica". gestiopolis. febrero 7, 2004. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/internacionalizacion-regionalismo-y-apertura-economica/.
Silvina Hiebaum de Bauer Karin. Internacionalización, regionalismo y apertura económica [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/internacionalizacion-regionalismo-y-apertura-economica/> [Citado el ].
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