Los malos vecinos

Es parte de nuestra programación humana la necesidad de vivir en grupo, en sociedad. Requerimos compartir espacios e intereses con otros, conocidos o no, queridos o no. Por desgracia, pocos saben, o desean, convivir de manera decente y respetuosa y muchos tienden a expresar indiferencia, egoísmo e irrespeto. A esos, los llamamos, con sobrada razón: los malos vecinos.

Los seres humanos, sin excepción, somos dependientes desde el momento mismo de nuestro nacimiento. Requerimos apoyo, manutención y entrenamiento para desarrollarnos y encajar en la sociedad. Tal proceso de inserción en la convivencia colectiva, puede hacerse conscientemente, participando de manera responsable, adaptada, sensible y solidaria en la colectividad; o de forma inconsciente, dejando ver actitudes vinculares irrespetuosas, rapaces, insensibles y desadaptadas.

Nuestras sociedades suelen estar marcadas por un rastro perverso de modernidad decadente, que se manifiesta por el consumismo, la competitividad, el egoísmo, la desintegración familiar, la ineficacia política, la educación desactualizada, y unos medios masivos enfermizos y deformadores. Todo este panorama sociocultural de poco corazón y baja moral, limita nuestra humanidad y nos diluye el amor a los demás.

Este es el caldo psicosocial en el que surgen los «malos vecinos», miembros, casi siempre, de familias disfuncionales sin valores claros ni normas definidas, que suelen chocar con los preceptos del mundo civilizado. En términos generales, son buenas personas de gran potencial, que por crianza o decisión personal, aprendieron conductas limitantes que derivan en conflictos cotidianos.

Uno de los rasgos típicos de los malos vecinos, es que se niegan a aceptar y cumplir acuerdos. No asimilan fácilmente la idea de comunidad, se centran en su propio placer y desconocen el valor de las expectativas y necesidades de quienes les rodean.

Los malos vecinos responden más a la presión que a la razón. Les cuesta pensar de manera clara y actuar de forma amigable. Consideran debilidades la decencia, la fraternidad o la cortesía y ante cualquier reclamo, se molestan, retan y atacan.

Los malos vecinos transgreden los espacios privados. Amparados en excusas, estacionan sus vehículos en los puestos asignados a otros, juegan, beben, gritan y cantan en espacios ajenos o colocan basura en áreas no asignadas para eso. No se percatan, o ignoran deliberadamente, del malestar que sus acciones causan a otras personas.

Algunos malos vecinos tienden a ser ruidosos y a violentar la paz ajena. Oyen música a un alto volumen a cualquier hora, escandalizan y se imponen como niños rebeldes, que claman por autoridad. Festejan de modo tal que los demás no duermen y no imaginan que su distracción se hace un calvario para sus vecinos.

Hay malos vecinos que se comportan como si fueran superiores al resto. Evitan cumplir las normas y creen que el pago de condominio y otras cuotas especiales de mejoramiento de las áreas comunes, es algo tonto e innecesario. Sin embargo, son duros para quejarse, cuando los servicios colapsan y dejan de funcionar.

Los malos vecinos muestran un bajo sentido de la colaboración grupal. He conocido a uno que otro personaje que no participa, critica a quienes trabajan en beneficio común y se muestra desconsiderado frente al esfuerzo ajeno.

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Algunos malos vecinos son irrespetuosos. Una tendencia de este tipo de mal vecino consiste en molestar a mujeres, niños, ancianos y todo aquel que parezca débil. Esta conducta claramente antisocial, debe ser combatida de inmediato por la comunidad, antes de que se instale como normal, cuando es, en realidad, enfermiza y mediocre. La vulgaridad y la ofensa fácil, la calumnia y el chisme, son los recursos preferidos de este tipo peculiar de vecino que nadie en su sano juicio desearía conocer.

El lado más oscuro de cierta vecindad, se presenta cuando surgen delincuentes que se lanzan a la depredación de robar, violar, consumir y vender drogas, ante lo cual se impone presencia policial, muchas veces cómplice por omisión de las perversidades que acontecen en numerosas comunidades.

Parafraseando a Skinner:

“Conducta premiada es conducta continuada”.

Los malos vecinos aparecen, se imponen y se perpetúan en aquellas comunidades resignadas que no ofrecen una resistencia positiva, creando una cultura de convivencia pacífica y productiva entre sus miembros.

Existen maneras de lidiar con los malos vecinos:

  • Comprender que son producto de familias y sociedades disfuncionales.
  • Ofrecerles oportunidades de cambio.
  • Reconocerles los cambios positivos por pequeños que estos sean.
  • Ayudarles a comprender el efecto nocivo que causan en la comunidad.
  • Incorporarlos a las actividades de transformación y cambio en las comunidades.
  • Si estos mecanismos no funcionan, acudir al apoyo y amparo que brinda la ley.

En concreto, si le toca vivir junto a malos vecinos, tiene usted tres opciones:

  1. Adaptarse
  2. Presionar cambios
  3. Irse a una comunidad más adecuada a sus valores y objetivos.

Entretanto, cada padre, madre, maestro, jefe o líder, tiene la oportunidad de enseñar con palabras y actos los parámetros de la sana convivencia vecinal, respetar los espacios, apreciar a los vecinos, disculparnos si cometemos errores y promover la armonía. Así, colaboramos con la creación de una familia mejor, una comunidad mejor, una ciudad mejor, un país mejor, un continente mejor y un mundo mejor.

Una buena semilla genera un buen fruto.

Gracias por leerme.

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Yagosesky Renny. (2009, octubre 22). Los malos vecinos. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/los-malos-vecinos/
Yagosesky Renny. "Los malos vecinos". gestiopolis. 22 octubre 2009. Web. <https://www.gestiopolis.com/los-malos-vecinos/>.
Yagosesky Renny. "Los malos vecinos". gestiopolis. octubre 22, 2009. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/los-malos-vecinos/.
Yagosesky Renny. Los malos vecinos [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/los-malos-vecinos/> [Citado el ].
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Imagen del encabezado cortesía de rufeilong en Flickr