Hábitos que nos mantienen atados a la mediocridad

Hola quiero relatar una experiencia vivida hace poco y trata sobre cómo deshacernos de aquellos hábitos y creencias que nos mantienen atados a la mediocridad.

Todo inició cuando yo le narro a mi ahora socio, de que ya no me siento tan a gusto en mi trabajo, que me siento agotada, que emprendiendo el postgrado gerencial que estoy realizando me di cuenta las muchas fallas que tiene la organización en donde estoy.

Yo le explicaba que una de las fallas para mí, es que mi trabajo es una organización de estructura vertical la cual tiene por concepto de que la autoridad proviene de uno a quienes muchos obedecen. Estas estructuras son jerárquicas, con niveles de graduación de responsabilidad y poder en una dirección y disminución de niveles de autonomía y autoridad en el orden, existe poca colaboración entre los trabajadores y mis decisiones cuestan para que se tomen en cuenta.

También mencioné que en la organización carece de inteligencia emocional que se vive un ambiente de soledad, de frustración, de desesperación, nos sentimos desconectados, incomprendidos y enojados.

Resaltaba que Las evaluaciones de competencias y metas cumplidas eran expresamente a conveniencia del jefe mayor y no evalúa constructivamente al empleado.

Lo interesante de esto, es que mi socio escuchando atentamente mi desahogo el me propone un proyecto donde tendría tiempo, calidad de vida, prosperidad monetaria y muchos otros beneficios, obviamente eso me creo miedos, dudas, del solo pensar dejar mi trabajo que me ofrece cierta comodidad pero no la calidad de vida que deseo para mi futuro, entonces entré en un estado de pánico y le respondí con una frase muy común, “No me gusta mucho mi ambiente de trabajo, pero hay que dar gracias que por lo menos lo tengo”.

El no queriéndose rendir conmigo me dice te voy a dar tiempo para que lo evalúes, lo pienses, medites y además te recomiendo que busques la historia de la vaca, quizás te ayude.

Pensativa y curiosa busqué la historia de la vaca por camilo cruz, que creo es sobre aquellos hábitos y creencias que nos mantienen atados a la mediocridad.

La historia de la vaca

La historia cuenta que un viejo maestro deseaba enseñar a uno de sus discípulos por qué muchas personas viven atadas a una vida de mediocridad y no logran superar los obstáculos que les impiden triunfar. No obstante, para el maestro, la lección más importante que el joven discípulo podía aprender era observar lo que sucede cuando finalmente nos liberamos de aquellas ataduras y comenzamos a utilizar nuestro verdadero potencial.

Para impartir su lección al joven aprendiz, aquella tarde el maestro había decidido visitar con él algunos de los lugares más pobres y desolados de aquella provincia. Después de caminar un largo rato encontraron la que consideraron la más humilde de todas las viviendas.

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Aquella casucha a medio derrumbarse, que se encontraba en la parte más distante de aquel caserío, debía ser -sin duda- alguna la más pobre de todas. Sus paredes milagrosamente se sostenían en pie, aunque amenazaban con derribarse en cualquier momento; el improvisado techo dejaba filtrar el agua, y la basura y los desperdicios que se acumulaban a su alrededor daban un aspecto decrépito a la vivienda. Sin embargo, lo más sorprendente de todo era que en aquella casucha de 10 metros cuadrados pudiesen vivir ocho personas. El padre, la madre, cuatro hijos y dos abuelos se las arreglaban para acomodarse en aquel lugar.

Sus viejas vestiduras y sus cuerpos sucios y malolientes eran prueba del estado de profunda miseria reinante.

Curiosamente, en medio de este estado de escasez y pobreza total, esta familia contaba con una posesión poco común en tales circunstancias: una vaca. Una flacuchenta vaca que con la escasa leche que producía, proveía a aquella familia con el poco alimento de algún valor nutricional. Pero más importante aún, esta vaca era la única posesión material de algún valor con que contaba aquella familia. Era lo único que los separaba de la miseria total.

Y allí, en medio de la basura y el desorden, pasaron la noche el maestro y su novato discípulo. Al día siguiente, muy temprano y sin despertar a nadie, los dos viajeros se dispusieron a continuar su camino. Salieron de la morada y antes de emprender la marcha, el anciano maestro le dijo a su discípulo: “Es hora de que aprendas la lección que has venido a aprender”.

Sin que el joven pudiese hacer nada para evitarlo, el anciano sacó una daga que llevaba en su bolsa y degolló la pobre vaca que se encontraba atada a la puerta de la vivienda, ante los incrédulos ojos del joven. Maestro, dijo el joven: “¿Qué has hecho? ¿Qué lección es ésta, que amerita dejar a esta familia en la ruina total? ¿Cómo has podido matar esta pobre vaca, que representaba lo único que poseía esta familia?”.

Haciendo caso omiso a los interrogantes del joven, el anciano se dispuso a continuar la marcha, y maestro y discípulo partieron sin poder saber qué suerte correría aquella familia ante la pérdida de su única posesión.

Durante los siguientes días, una y otra vez, el joven era confrontado por la nefasta idea de que, sin la vaca, aquella familia seguramente moriría de hambre.

Un año más tarde, los dos hombres decidieron regresar nuevamente por aquellos senderos a ver qué suerte había corrido aquella familia. Buscaron la humilde posada nuevamente, pero en su lugar encontraron una casa grande. Era obvio que la muerte de la vaca había sido un golpe demasiado fuerte para aquella familia, quienes seguramente habían tenido que abandonar aquel lugar y ahora, una nueva familia, con mayores posesiones, se había adueñado de aquel lugar y había construido una mejor vivienda.

¿Adónde habrían ido a parar aquel hombre y sus hijos? ¿Qué habría sucedido con ellos? Todo esto pasaba por la mente del joven discípulo mientras que, vacilante, se debatía entre tocar a la puerta y averiguar por la suerte de los antiguos moradores o continuar el viaje y evitar confirmar sus peores sospechas. Cuál sería su sorpresa cuando del interior de aquella casa salió el hombre que un año atrás le diera morada en su vivienda. ¿Cómo es posible? preguntó el joven. Hace un año en nuestro breve paso por aquí, fuimos testigos de la profunda pobreza en que ustedes se encontraban. ¿Qué ocurrió durante este año para que todo esto cambiara?

Ignorante del hecho de que el discípulo y su maestro habían sido los causantes de la muerte de su vaca, el hombre relató cómo, coincidencialmente, el mismo día de su partida, algún maleante, envidioso de su vaca, había degollado salvajemente al animal.

El hombre continuó relatándole a los dos viajeros cómo su primera reacción ante la muerte de la vaca había sido de desesperación y angustia. Por mucho tiempo, la vaca había sido su única fuente de sustento. El poseer esta vaca le había ganado el respeto de sus menos afortunados vecinos, quienes envidiaban no contar con tan preciado bien.

Sin embargo, continuó el hombre, poco después de aquel trágico día, decidimos que a menos que hiciéramos algo, muy probablemente, nuestra propia supervivencia estaría en peligro. Así que decidimos limpiar algo del terreno de la parte de atrás de la casucha, conseguimos algunas semillas y decidimos sembrar vegetales y legumbres con los que pudiésemos alimentarnos.

Después de algún tiempo comenzamos a vender algunos de los vegetales que sobraban y con este dinero compramos más semilla y comenzamos a vender nuestros vegetales en el puesto del mercado. Así pudimos tener dinero suficiente para comprar mejores vestimentas y arreglar nuestra casa. De esta manera, poco a poco, este año nos ha traído una vida nueva. El maestro, quien había permanecido en silencio, prestando atención al fascinante relato del hombre, llamó al joven a un lado y en voz baja le preguntó:

¿Tú crees que si esta familia aún tuviese su vaca, estaría hoy donde ahora se encuentra? Seguramente no, respondió el joven.

¿Si ves? Su vaca, fuera de ser su única posesión, era también la cadena que los mantenía atados a una vida de mediocridad y miseria.

Al no contar más con la falsa seguridad que les proveía el sentirse poseedores de algo, así no fuese más que una flacuchenta vaca, debieron tomar la decisión de buscar algo más.

En otras palabras, la misma vaca que para sus vecinos era una bendición, les había dado la sensación de poseer algo de valor y no estar en la miseria total, cuando en realidad estaban viviendo en medio de la miseria.

Reflexionando así es cuando tienes poco. Lo poco que tienes se convierte en un castigo, ya que no te permite buscar más. No eres feliz con ello, pero no eres totalmente miserable. Estás frustrado con la vida que llevas, más no lo suficiente como para querer cambiarla. ¿Ves lo fatal de esta situación?

Cuando tienes un trabajo que odias, que no suple tus necesidades económicas mínimas y no te trae absolutamente ninguna satisfacción, es fácil tomar la decisión de dejarlo y buscar uno mejor. No obstante, cuando tienes un trabajo del cual no gustas, que supla tus necesidades básicas pero no te ofrece la oportunidad de progresar; que te ofrece cierta comodidad pero no la calidad de vida que verdaderamente deseas, es fácil conformarte con lo poco que tienes.

Entonces así abrí los ojos y descubrí cual era mi vaca, aun no me he desprendido totalmente de mi trabajo, porque no soy tan radical y no poseo un buen colchón económico que me permita vivir sin estrés, pero di un paso emprendiendo un nuevo negocio, donde es una organización que aprende.

Quizás fue el destino, pero a título personal nada es casualidad, quise salir del estancamiento y frustración personal donde estaba, gracias al capacitarme realizando el postgrado que es una experiencia que me ha cambiado personalmente para bien y encontrarme con personas indicadas me ayudó mucho y abrió mi mente ahora tengo infinitas oportunidades por descubrir y el límite de mi éxito sólo me lo pongo yo.

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Maldonado Osnaily. (2015, marzo 13). Hábitos que nos mantienen atados a la mediocridad. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/habitos-que-nos-mantienen-atados-a-la-mediocridad/
Maldonado Osnaily. "Hábitos que nos mantienen atados a la mediocridad". gestiopolis. 13 marzo 2015. Web. <https://www.gestiopolis.com/habitos-que-nos-mantienen-atados-a-la-mediocridad/>.
Maldonado Osnaily. "Hábitos que nos mantienen atados a la mediocridad". gestiopolis. marzo 13, 2015. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/habitos-que-nos-mantienen-atados-a-la-mediocridad/.
Maldonado Osnaily. Hábitos que nos mantienen atados a la mediocridad [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/habitos-que-nos-mantienen-atados-a-la-mediocridad/> [Citado el ].
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