Neuroeconomía y el experimento de uso de la oxitocina

La confianza (trust) entre las personas es indispensable para afianzar las sociedades humanas. La confianza es necesaria tanto para hacer amistades, formar parejas, familias y organizaciones y por supuesto juega un rol esencial en los intercambios económicos y en política. En ausencia de confianza entre personas y empresas, las transacciones de mercado se cortan, y en ausencia de confianza en las instituciones y líderes de un país, la legitimidad política se pierde.

La mayor parte de la evidencia reciente indica que la confianza entre conciudadanos contribuye al éxito económico, político y social de los países. Sin embargo, poco es conocido acerca de las bases biológicas de la confianza entre seres humanos. En mamíferos no humanos, la oxitocina tiene un rol muy importante en lo que respecta a fomentar interacciones sociales positivas. Los receptores de oxitocina están distribuidos en varias regiones cerebrales asociadas con la conducta, incluyendo el apareamiento, cuidado materno, conducta sexual, etc. De esta forma, la oxitocina parece permitir a ciertos animales superar su natural tendencia a evitar los lazos de proximidad, facilitando de esta forma conductas animales pro-sociales.

Partiendo de esta evidencia en mamíferos no humanos, Zak y sus colaboradores hipotetizaron que la oxitocina podía llegar a promover conductas pro-sociales, tales como la confianza (trust), en seres humanos. De esta forma, se realizó un experimento con dos grupos de personas, uno que recibió un dosis simple de oxitocina de forma intranasal y otro al cual se le administró una dosis de placebo, para fines de control.

El experimento en sí se instrumentó a través un juego con pagos monetarios reales (del tipo teoría de juegos) para comprobar si la ingesta de oxitocina aumentaba la confianza o no en los participantes. El juego consistía en dos grupos de sujetos interactuando, uno como inversor y el otro como depositario (trustee). En primer lugar, los que actuaban como inversores tenían la opción de elegir si transferían dinero (como máximo 12 UM -unidades monetarias-) a los trustees o no.

Si el inversor transfería, el trustee no recibía dicho monto, sino el triple. Y cuando el trustee era informado acerca de la decisión del inversor de transferir o no, podía decidir honrar la confianza del inversor transfiriéndole dinero, pero si transfería, el inversor no triplicaba, sino que recibía sólo el monto transferido por el trustee. Pero también el trustee tenía la opción de violar la confianza del inversor, siendo de esta forma un trustee egoísta.

El inversor en este juego enfrenta entonces un dilema: si confía y transfiere una parte o todo su dinero, y luego el trustee decide transferir también una parte, el inversor incrementa su monto final disponible; pero también existe el riesgo de que el trustee abuse de su confianza y transfiera muy poco o nada. Es decir, el inversor encara el riesgo de confiar y no ser correspondido, como sucede en cientos de intercambios económicos en la realidad.

El experimento, de esta forma, trata de averiguar si los inversores del grupo oxitocina (los que reciben la ingesta previa de oxitocina vía nasal) incrementan sus transferencias por encima de lo que hacen los del grupo placebo (aquellos que sólo reciben una ingesta previa de placebo vía nasal), superando de esta forma, gracias a la oxitocina administrada, la natural aversión al riesgo humana.

Y el resultado confirma la hipótesis -de Zak y sus colaboradores- previa al experimento: el grupo oxitocina de inversores termina realizando transferencias promedio mayores, notoriamente por encima de los inversores del grupo placebo.

Pero la cuestión de la influencia de la oxitocina en la confianza entre humanos tiene una arista más fina: ¿ayuda la oxitocina a superar la aversión humana al riesgo en general y en todo tipo de situaciones, o sólo ayuda a superarla cuando se debe decidir en un ambiente de interacciones sociales? Para testear este último efecto, Zak y sus colaboradores variaron levemente el experimento, y en vez de permitir la interacción entre inversores y trustees humanos, ahora la decisión de los trustees fue tomada a través de un mecanismo estadístico aleatorio, totalmente impersonal. Y en esta variante del experimento, los inversores del grupo oxitocina no difirieron de los del grupo placebo, sugiriendo que la oxitocina específicamente afecta la confianza sólo en interacciones personales.

Hasta ahora se han comentado los resultados hallados para con la conducta de los inversores. Pero cuando se analizó el caso de la conducta de los trustees, se vio algo interesante: al contrario de lo que se hubiera esperado, no se observaron mayores transferencias de los trustees del grupo oxitocina con respecto a los del grupo placebo, confirmando que la oxitocina no incrementa en forma general la inclinación a conducirse pro-socialmente. Es decir, la oxitocina pareciera que afecta el grado de confianza (del inversor hacia el trustee en este juego), pero no el grado de reciprocidad (del trustee hacia el inversor), lo que también está de acuerdo con la evidencia disponible para mamíferos no humanos.

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Laza Sebastián. (2007, septiembre 4). Neuroeconomía y el experimento de uso de la oxitocina. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/neuroeconomia-y-el-experimento-de-uso-de-la-oxitocina/
Laza Sebastián. "Neuroeconomía y el experimento de uso de la oxitocina". gestiopolis. 4 septiembre 2007. Web. <https://www.gestiopolis.com/neuroeconomia-y-el-experimento-de-uso-de-la-oxitocina/>.
Laza Sebastián. "Neuroeconomía y el experimento de uso de la oxitocina". gestiopolis. septiembre 4, 2007. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/neuroeconomia-y-el-experimento-de-uso-de-la-oxitocina/.
Laza Sebastián. Neuroeconomía y el experimento de uso de la oxitocina [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/neuroeconomia-y-el-experimento-de-uso-de-la-oxitocina/> [Citado el ].
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