Cuando publican alguno de mis artículos en esta Web o en otras, suele suceder un proceso similar; al término del mismo se ofrece al lector una tabla de puntuaciones para que califiquen el mismo acorde a lo que ellos “piensen” que les ha parecido.
En modo alguno critico esto. Es más, nos sirve para valorar el interés despertado y cuantas personas lo han leído. Ello nos ayuda a ser más exigentes a la hora de exponer el qué, el cómo y el por qué de los temas que enviamos.
A veces las puntuaciones no es la que se espera. Otras, pensamos que un artículo tendría mayor acogida. Eso me pasó en uno de ellos. La puntuación estaba por debajo de la media de las obtenidas antes. Entonces, medité. Quizá esto… quizá lo otro… y al final salió lo que estás leyendo.
Insisto y persisto, en modo alguno, esto, es una crítica; simplemente el sistema de puntuación me trasportó a referir este tema.
Normalmente, hagas lo que hagas, o como lo hagas, o el porqué lo hagas, encontrarás algún juicio manifiesto o no, pero es lo habitual. Todos piensan. No todos emiten juicios, pero sí la mayoría. Pocos saben recibir los mimos, y muchos responden con vehemencia a ellos.
¿Cuantas veces has oído eso de “qué van a pensar de ti o de nosotros? Si la respuesta es actuar de acuerdo a lo que puedan pensar lo demás, nos limitamos, perdemos libertad, perdemos capacidad, perdemos voluntad, perdemos dominio, perdemos control… poco a poco nos vamos perdiendo para transformarnos en los que los demás, al parecer, quieren que seamos. Es decir, llanamente: dejamos de ser, para no ser. Nos convertimos en actores perdiendo la autenticidad de nuestras vidas, de nuestros instantes, y lo que es peor, de nuestros pensamientos. De alguna manera somos marionetas manejadas por los hilos invisibles de los pensamientos de otros.
Por tanto, se ha de comportarse y ser, no de actuar, en base a lo que cada uno es. De lo contrario uno deja de vivir como piensa y termina pensando como vive.
¿Por qué importa tanto lo que piensen los demás? Sí, piénsalo unos instantes. ¿Por qué? ¿Tanta influencia tienen en nuestra voluntad, en nuestra libertad, en nuestra vida? ¿Quien manda en tu vida, tú o lo que piensen los demás?
Lo único que has de tener en cuenta, es, en que piensas de ti mismo/a. Evalúas tus pensamientos.
¿Te enjuicias? ¿Te criticas? ¿Tus pensamientos son para lo mejor para ti? Lo realmente importante es lo que piensa de ti. Eso es lo importante y urgente en este caso.
Además, ¿Qué pasa si piensan y si piensan qué pasa? (Cambia el verbo pasar por otro como: ocurrir, suceder o similares si ese no tiene sentido para ti)
Shakespeare aseguraba que “nada es bueno ni malo, es el pensamiento el que lo hace así” Y pienso que tiene mucha razón. Lo que es más beneficioso para ti, quizá para otro no lo sea. Lo que más te agrada y satisface, quizá no ofrezca el mismo resultado para otro.
Ahora sólo queda decir que independientemente de lo pienses de este artículo, si lo puntúas con más o menos nota, o si no lo puntúas, lo importante es lo que piensas de ti, sin dejarte influir por lo que los demás piensen de ti, pues lo primero, sí lo puedes controlar, lo segundo es algo personal de cada cual que está fuera de tu dominio. No te dejes controlar por lo que piensen los demás, simplemente domina tus pensamientos, si consigues esto, has logrado la mejor puntuación; y no es un diez, es Cum Laudem.