La responsabilidad social empresarial empieza por casa

Una gran cantidad de empresas que se involucran en programas de responsabilidad social crece día a día.

La idea de que el éxito del negocio depende tanto de contar con un buen producto o servicio, como de preocuparse por la comunidad a la que se dirigen, hoy sustenta cientos de iniciativas de apoyo pero No está bien que una responsabilidad más próxima sea desplazada por una más lejana, entendiendo que esta proximidad o lejanía no se mide sólo en términos geográficos El término responsabilidad social casi no existía hace diez años.

El tema de la responsabilidad social en el ámbito empresarial es hoy un lugar común y de moda. Verdaderos recursos y caudales de tinta se han consumido para destacar su importancia y promover sus ventajas. Nos topamos con él prácticamente a diario: revistas, libros, boletines y periódicos, congresos internacionales, foros, conversatorios, encuentros sectoriales, avisos publicitarios de todos los colores y sabores, periodistas, empresarios, consultores y académicos se encargan de recordarnos con insistencia sus bondades.

Nadie puede estar ausente de esa cita. Quien de una manera u otra no tenga conexión con un proyecto de esa naturaleza, “no está en nada” o simplemente está desfasado.

De hecho, creo que es, en parte, la razón por la que estoy escribiendo estas líneas. Mi ser se resiste a quedar relegado a la triste condición de “excluido”.

Aprovechando el caos que se ha generado por cuenta de la reparación de las pistas de Lima y la consiguiente demora en el tránsito, conllevando a que haya cancelado la reunión a la que iba, he encontrado un espacio para la reflexión y para estampar unas pocas ideas en este artículo.

No vamos a cuestionar lo que se entiende o no por responsabilidad social corporativa. Hay mil maneras de definirla, todas seguramente muy válidas y respetables. En principio, todo proyecto de responsabilidad social es digno de aplauso pues, aunque en algunos casos nos parezca que la intención que lo inspira está viciada por un interés económico, el servicio que presta, en últimas, beneficia a alguien, esa es la pregunta que muchos rehuyen.

Se hacen críticas al ‘marketing social’ en cuanta utilización de los proyectos de responsabilidad social para generar marca o para favorecer la imagen corporativa. “Deja un cierto aroma de egoísmo que resta méritos a la acción”, se dice. Sin embargo, si preguntáramos a los niños que se toman el vaso de leche diario (como el programa del vaso de leche), o a quienes disfrutan de un rato de esparcimiento en el parque de la comunidad, o a quienes padecen cualquier tipo de discapacidad y reciben el apoyo económico de una empresa, con seguridad encontraremos caras felices, personas radiantes y agradecidas por tan noble gesto y expresión de solidaridad.

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No obstante, creemos que la responsabilidad social debe empezar por casa. Ciertamente, no estamos frente a una simple opción sino que es un deber moral de no poca importancia. Quienes más tienen, están llamados a compartir con los menos favorecidos ello no solo es sentido humano sino una obligación y deber cristiano.

Sin ánimo de entrar al tema de Fe, es cuestión de simple humanidad, por no decir, de sentido común. Sin embargo, no somos igualmente responsables ante todas las personas, sin embargo, por el principio de proximidad somos más responsables de aquello que más próximamente nos concierne.

La responsabilidad adopta así la forma de círculos concéntricos. Es sencillo de entender: cuando lanzamos una piedra en un lago, las ondas se van esparciendo en forma de círculo desde el centro hacia fuera, ampliando su diámetro hasta desvanecerse. Pues bien, siguiendo este símil, somos más responsables ante aquellas personas que están más próximas a nosotros; son nuestro prójimo, propiamente dicho.

En este orden de ideas, podemos afirmar que somos responsables, en primer lugar, de nosotros mismos. Tenemos que hacernos cargo de nuestra propia humanidad en el sentido de formarnos en los principios morales, en desarrollar virtudes y valores para enriquecernos interiormente y, de esa manera, tener algo para dar a los demás, debemos valorarnos primero para poder valorar a los demás.

Somos responsables, en segundo lugar, de nuestra familia, no solo en los aspectos materiales y económicos, sino también en los afectivos, en el cariño y atención que ofrecemos a la esposa(o), a los hijos y a nuestros progenitores; en tercer lugar, hemos de ser responsables con nuestra empresa y quienes allí trabajan; luego atenderemos a las empresas asociadas y enseguida a las empresas del sector; posteriormente, nos haremos cargo de la economía del país y, finalmente, prestaremos atención a la economía mundial.

De acuerdo con este criterio, no está bien que una responsabilidad más próxima sea desplazada por una más lejana, entendiendo que esta proximidad o lejanía no se mide en términos exclusivamente geográficos. Si mi empresa tiene una planta de producción en Tumbes, soy más responsable por lo que ocurre en esa planta que el gerente de una fábrica que se encuentra ubicada al lado, en dicha ciudad.

Seamos claros: con sentido práctico, sería un desorden atender a los niños hambrientos de África, cuando tenemos la pobreza rodando por nuestras calles sin siquiera detenernos ante ella. Para un empresario sería un desorden dedicar todo su empeño y energía para sacar adelante los proyectos de su organización gremial por muy importantes que ellos sean, descuidando necesidades apremiantes de su propia empresa.

Es un desorden para la persona del directivo privilegiar la atención de sus colaboradores, aunque es una responsabilidad que le compete de manera grave, mientras su familia se desmorona por su falta de atención y de apoyo.

Sería una contradicción que una empresa tenga programas de responsabilidad social, a la vez que se desentiende de las necesidades más inmediatas de sus colaboradores: pagar un salario justo, proporcionar una capacitación adecuada y efectiva, brindar posibilidades ciertas de desarrollo, facilitar las condiciones para que dispongan de tiempo para estar con sus familias, etc.

Sería inimaginable enarbolar la bandera de la RS y E hacia afuera, proyectando la visibilidad de lo hecho hacia la comunidad externa, sin comenzar por la RS y E interna, la que hace a la vigencia de dicho concepto dentro de la propia organización. Los recursos humanos, la gente, Son el sistema sanguíneo linfático de la organización.

Con mayor o menor grado de tecnología, con mayor o menor grado de mecanización, con mayor o menor grado de participación de la persona, reiteramos que detrás de la gestión, del control, de los valores, de la calidad, en la empresa, está simplemente la gente… nada más y nada menos.

Es obvio que el supremo bien jurídico a mantener es el ente empresario, dado que sin él no hay posibilidad de interactuación productiva alguna. Pero es también obvio que el matiz, la intensidad del color, la calidad del clima de trabajo, son reflejo de las actitudes, aptitudes, valores y conductas de quienes trabajan en la empresa.

Tanto desde la gestión, la dirección, como desde la administración y la operatoria, un ente termina siendo el resultado de la sumatoria algebraica de las calidades de la gente que lo integran. El buen clima de trabajo es una construcción de todos. Es el producto de un acuerdo entre quienes participan de la organización de relacionarse de una manera saludable.

El buen ejercicio de la autoridad (sin autoritarismos), el diálogo, la exigencia razonable y equilibrada, el mantener canales de comunicación francos y abiertos, la transparencia en el conocimiento de la marcha del ente, la responsabilidad sin el ingrediente del temor, y la capacidad para repartir equitativamente el premio del esfuerzo, son los pilares básicos de una «meteorología laboral» donde la concordia y la armonía, existen, sin que por ello dejen de complementarse con el esfuerzo imprescindible para cumplir los objetivos de la empresa.

Cuando todos sienten que una porción de la marcha del ente, está involucrada en su propia actitud, tenemos un tejido social sólido que prolonga la vida de la empresa. Todo lo anterior no es posible sin políticas concretas de remuneraciones y lugares de trabajo dignos, de programas de capacitación permanente, de duración razonable de la jornada laboral, de reconocimientos periódicos de méritos y deméritos lo que da lugar a una importante sensación de justicia y equidad. La actitud colectiva de cumplimiento de la ley, así como la inserción de valores que preserven este clima (algo así como que el oxígeno es de todos y nadie debiera contaminarlo) incorporado a los que integran el proyecto empresarial, son lubricantes fundamentales para que el clima sea positivo.

Desde el servicio médico, comedor, gimnasio, economatos, seguros de vida, becas y uniformes, transportes, actividades deportivas y culturales, juguetes, canastas y fiestas navideñas, premios, auxilios ante situaciones de emergencia, y en los mejores casos, preparación y pensión para la jubilación.

Si lo pensamos bien, son ideas sencillas, de sentido común. A nadie se le ocurre ir a apagar el fuego en la casa del vecino mientras su propia casa arde en llamas. No se trata de complicarle la vida a nadie. Basta con poner un poco de orden, es cuestión de establecer reales prioridades.

Parafraseando a Covey, es tener claro que ‘primero es lo primero’. Lo interesante del principio de proximidad – es que “no sólo sirve para actuar bien sino que además ayuda a direccionar los esfuerzos de nuestro trabajo”. Si queremos impactar positivamente la sociedad, es necesario guardar un orden, empezar la tarea por el principio. Es que es muy difícil que podamos influir seriamente en nuestro país, si no asumimos primero la responsabilidad de nuestra familia y de nuestra empresa.

Sean bienvenidos todos los proyectos de responsabilidad social. Tenemos que ser solidarios y con altas dosis de generosidad. La sociedad lo necesita. Así conseguiremos un mundo mejor, más justo, más humano. Pero antes de traspasar las puertas de la empresa, conviene echar un vistazo a la casa por dentro. No lo olvide, la responsabilidad social empieza por casa.

“Es importante que un objetivo nunca se defina en términos de actividad o de métodos. Debe estar siempre directamente relacionado con el modo en que la vida sea mejor para todos. El objetivo del sistema debe estar claro para todo aquél que pertenezca al sistema. El objetivo debe incluir planes de futuro. El objetivo es un Juicio de Valor”

Dr. W Edwards Deming.

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Meneses Romero Luis Adolfo. (2009, octubre 21). La responsabilidad social empresarial empieza por casa. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/la-responsabilidad-social-empresarial-empieza-por-casa/
Meneses Romero Luis Adolfo. "La responsabilidad social empresarial empieza por casa". gestiopolis. 21 octubre 2009. Web. <https://www.gestiopolis.com/la-responsabilidad-social-empresarial-empieza-por-casa/>.
Meneses Romero Luis Adolfo. "La responsabilidad social empresarial empieza por casa". gestiopolis. octubre 21, 2009. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/la-responsabilidad-social-empresarial-empieza-por-casa/.
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