La percepción acostumbrada

Qué estamos haciendo en la red? Extrapolamos nuestras inquietudes y nuestras creencias. Forjamos prototipos y estereotipos y queremos que visiten nuestra página sin pensar que los internautas son personas reales que tienen sus propios gustos, sus creencias, sus preferencias y su apetencias.

Don Benjamín Subercaseaux dictaba un curso de Psico Antropología en la Universidad de Concepción (Chile), en el cual condensaba su Teoría de la Desnaturación Resumida y que publicó la Editorial Andrés Bello (1961) bajo el título de «El Hombre Inconcluso». Muchos de sus conceptos son esenciales para la comprensión del mundo en que vivimos.

Uno de ellos y quizás el más importante es la idea de que la inmensa mayoría de los seres humanos viven inmersos en la “percepción acostumbrada” de la naturaleza que les rodea.

Pocas veces es posible dar una «mirada nueva», ver como un niño que ve por primera vez las cosas y los conceptos.

Para explicar que es la «percepción acostumbrada» nos dice Subercaseaux que se trata de «hablar o escribir sobre la naturaleza, separándola del observador, con verdadera objetividad y subjetividad … por consiguiente, (se trata de) verla y descubrirla».

En otras palabras quiere decir que al contrario de una vaca, un árbol o una piedra (que no ve el paisaje por ser parte del mismo) el ser humano puede diferenciarse de lo que le rodea.

Parece que la mayor parte de las veces y la mayor parte de la gente sólo actúa por imitación y jamás se diferencia del paisaje. Los seres humanos que sí llegan a hacerlo de una forma habitual los solemos llamar genios. Creo que en general, los seres humanos somos capaces de separarnos, de vez en cuando, del paisaje, sin necesidad por ello de ser genios.

Según Alvin Toffler en «El Shock del Futuro» los seres humanos responden a los estímulos con una Respuesta de Orientación (RO) que nos dice de qué se trata lo que nos ha estimulado y luego sigue con una Respuesta de Adaptación (RA) que nos prepara para aceptar o rechazar el estímulo. En general se trata del más primario impulso de ataque o de fuga. Nos ocurre lo mismo que a todos los animales.

Se ha comprobado que una rana en libertad, en un charco o laguna, no reacciona ante la caída de una hoja sobre las aguas tranquilas. La hoja no existe (repito: no existe) para la rana porque no es un cazador que pueda devorarla ni tampoco es alimento. En cambio la rana responde con gran rapidez si cae una mosca al agua o si las ondas son producidas por las patas de una cigüeña.

Esto es muy lógico. ¿Qué pasaría con el animal que tuviese que reaccionar ante cada estímulo? Una piedra, una sombra o una nube, por ejemplo. De seguro enloquecería. Por eso la rana no ve caer la hoja y que ésta no existe para ella.

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Si tuviéramos que responder a los millones de estímulos enloqueceríamos. Quiero decir que nuestra conducta no sería adecuada a la motivación. Es muy posible que en ese sentido estemos todos un poco locos.

De hecho todos somos conscientes que hemos desarrollado una especie de ceguera y sordera frente a la publicidad. ¿Quién es consciente de que la radio o la tele está funcionando? ¿Quién lee los anuncios de las vallas publicitarias mientras viaja por la autopista?

Pero más allá de esta eliminación semiconsciente de ciertos estímulos pueden que existir otros que no percibimos (y que quizás nunca captaremos) por estar fuera de nuestra percepción acostumbrada, como lo está la caída de la hoja para la rana.

Hay algo más sobre lo que nos advierte Subercaseaux. Vivimos sumergidos en una «segunda naturaleza» totalmente artificial, que hemos fabricado generación tras generación y que condiciona nuestra percepción.

Para dejar en claro esta idea basta dar una mirada en torno nuestro. ¿Qué hay en estado natural? Dentro de una habitación, es posible que hasta el aire esté acondicionado y que no haya nada tal como lo produce la naturaleza.

Pero no sólo se trata de lo que nos rodea, sino de las ideas y conceptos que hemos forjado para vivir en esta naturaleza de fabricación humana, como el «antropomorfismo del concepto hombre», (en palabras de Subercaseaux) que más o menos quiere decir que hemos fabricado una imagen del ser humano, que tiene muy poco que ver con la realidad de como somos y que damos por buena y ajustamos nuestra conducta o pretendemos ajustarla a ese patrón o imagen.

Con la sociedad y las normas de comportamiento social pasa lo mismo. Hacemos cosas porque “siempre se han hecho así” o porque es lo que “hemos hecho siempre” o “es lo que se espera que yo haga”.

¿Qué estamos haciendo en la red? Extrapolamos nuestras inquietudes y nuestras creencias. Forjamos prototipos y estereotipos y queremos que visiten nuestra página sin pensar que los internautas son personas reales que tienen sus propios gustos, sus creencias, sus preferencias y su apetencias. ¿Qué pasaría si se hiciese una página a gusto del target group? Me pregunto, ¿qué pasaría si por una vez, para hacer algo diferente, nos ponemos a pensar en la percepción acostumbrada?. Quizás algo podría mejorar.

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Kinast Máximo. (2001, octubre 18). La percepción acostumbrada. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/la-percepcion-acostumbrada/
Kinast Máximo. "La percepción acostumbrada". gestiopolis. 18 octubre 2001. Web. <https://www.gestiopolis.com/la-percepcion-acostumbrada/>.
Kinast Máximo. "La percepción acostumbrada". gestiopolis. octubre 18, 2001. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/la-percepcion-acostumbrada/.
Kinast Máximo. La percepción acostumbrada [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/la-percepcion-acostumbrada/> [Citado el ].
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Imagen del encabezado cortesía de ivanwalsh en Flickr