Emprender en medio de la desesperanza

Hoy en día es muy común encontrar personas desesperanzadas en nuestro trabajo, en nuestra familia y en nuestro entorno social. Incluso, para muchos es muy duro y muy fácil encontrar la desesperanza el sitio más temido: El espejo.

Perder la certeza de que “todo saldrá bien” en términos muy generales, es como perder la brújula que nos guía en el rumbo de la tranquilidad y la paz. Esto implica alteraciones negativas y perturbaciones severas en el estado de ánimo de la persona.

Muchas veces la desesperanza se combina con frustración y se origina la desmotivación absoluta. Contrario a ello, emprender es una apasionante tarea que requiere algo más profundo que la imaginación, acción, voluntad, constancia, perseverancia y determinación: Requiere esperanzas.

Algunas personas consideran con base cierta que es difícil pensar en emprender cuando se está en medio de crisis y situaciones sociales, políticas y humanas que desmotivan hasta al más motivado de los emprendedores. De hecho, no es fácil proyectarse emprendiendo cuando casi todas las variables que motivan el emprendimiento se te ponen cuesta arriba, cuando una economía distorsionada te aplasta, cuando el nivel de conflictividad es elevado y cuando no tienes la certeza de que tu emprendimiento pueda sobrevivir y prosperar, por más bueno que éste sea, ni por más aplicado, eficiente e inteligente que logre ser el emprendedor.

Para entender un poco las motivaciones del emprendedor y comprender la base racional de sus esperanzas, debemos conjugar sus verdaderas necesidades, analizar lo que él considera justo y apropiado de la recompensa o satisfacción a recibir, evaluar sus expectativas, objetivos y metas, además de considerar las experiencias previas del emprendedor como persona, en su aspecto más humano.

Por ejemplo, si eres víctima de un naufragio, las esperanzas son esa especie de motivación que te permite seguir nadando sin que aún veas la orilla, que te permite descansar a medias porque tienes que mantenerte a flote para luego seguir nadando, sabiendo que tendrás que hacer un gran esfuerzo durante lapsos de tiempo prolongados, sin recompensas a corto plazo, sin ayudas probables, sin tierra a la vista, con hambre y expuesto a los desconocidos peligros que asechan en el mar. Perder la esperanza equivale a perder la motivación o a eliminar el combustible de la acción. Sin dudas, la desesperanza es la muerte de la acción y sin esperanzas nada se hará posible.

Lo lógico y conveniente es que al igual que el náufrago, nosotros mantengamos la esperanza, aún estando en condiciones adversas y en ambientes hostiles, ya que la esperanza, a través de sus impulsos conscientes e inconscientes que se desencadenan en la mente y en el cuerpo, es el origen de las principales bases motivacionales del ser humano y del emprendedor.

Claro está, la esperanza infundada debe ser erradicada de la mente del emprendedor. Esperanzarse sin argumentos equivale a auto engañarse y a sentenciar cualquier proyecto a un aborto repentino o en el mejor de los casos o a una muerte temprana con efectos colaterales impredecibles. Por otro lado, la desesperanza es una nefasta sensación que corroe el potencial del emprendedor, mina el camino y golpea el espíritu del emprendimiento.

La motivación del emprendedor surge de la convicción propia y se perpetúa en el individuo con la consolidación de este hábito. Por esta razón, un emprendedor debe contar con suficiente autoestima, además de una dosis racional de optimismo y de abundantes conocimientos, habilidades y competencias, para confeccionarse un traje blindado hecho a su medida contra la desesperanza.

Creo que todo pensamiento genera una acción y que toda acción se transforma en hechos. En ese sentido, no tengo la menor duda de que pensar en el aprovechamiento de las situaciones de crisis como verdaderas oportunidades debe ser la clave para mitigar la desesperanza. En cortas palabras, a toda costa debemos tratar de ver el lado bonito de lo feo, mientras la situación se torne fea, pero con el firme objetivo transformador de emprender y de convertir el carbón en diamantes.

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En términos beisbolísticos, al emprender en condiciones adversas debemos recordar la famosa frase de Yogui Berra, donde señaló que “el juego no se acaba hasta que no se haga el último out”.

Debemos entender la desesperanza como una pausa para replantearnos las ideas, los objetivos e incluso nuestro futuro. La desesperanza no es el fin de la historia, sino la incubadora de un nuevo inicio que se va gestando en nuestra mente y que nos animará a un nuevo proyecto de negocios o de vida. En tal sentido, el emprendedor nato y genuino puede atravesar momentos de desesperanza con variados niveles de inquietud, puede vivir instantes de mucha tensión, puede probar el desconcierto y la desubicación momentánea, pero jamás se da por vencido, porque la naturaleza del emprendedor es la de imponerse ante los obstáculos, de minimizar las dificultades, de renacer de sus propias cenizas y de superarse siempre a él mismo.

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Milá de la Roca Giménez Simón Alberto. (2015, febrero 4). Emprender en medio de la desesperanza. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/emprender-en-medio-de-la-desesperanza/
Milá de la Roca Giménez Simón Alberto. "Emprender en medio de la desesperanza". gestiopolis. 4 febrero 2015. Web. <https://www.gestiopolis.com/emprender-en-medio-de-la-desesperanza/>.
Milá de la Roca Giménez Simón Alberto. "Emprender en medio de la desesperanza". gestiopolis. febrero 4, 2015. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/emprender-en-medio-de-la-desesperanza/.
Milá de la Roca Giménez Simón Alberto. Emprender en medio de la desesperanza [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/emprender-en-medio-de-la-desesperanza/> [Citado el ].
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Imagen del encabezado cortesía de theenmoy en Flickr