Historia del final del corralito financiero en Argentina

Cualquier moneda nacional que esté sujeta a decisiones políticas es tan confiable como confiables son los políticos de turno.» Carlos Ball, periodista venezolano.

El modelo de mercado impulsado en Argentina en la década de los 90s, encabezado por la ya abandonada caja de conversión o ley de convertibilidad, ha sido el chivo expiatorio perfecto de los “neoliberalifóbicos” al cual achacarle todos los dolores y consecuencias de la crisis gaucha.

En esta ocasión intentaremos explicarle en qué consiste esa caja de conversión, cuáles son sus ventajas y desventajas y qué factores se juntaron para provocar que la desdichada cajita terminara por tronar.

Para hacer este análisis recurrí a un estudio titulado “Opciones de Regímenes Cambiarios para México” publicado por el Centro de Análisis y Difusión Económica (CADE) en mayo de 1999.

Resulta increíble creer que a principios del siglo XX Argentina era prácticamente una potencia económica mundial.

Tenía uno de los ingresos por habitante más altos del mundo (durante varios años superior al de EUA), el nivel de vida más alto de toda Iberoamérica (los mismos europeos emigraban a Argentina en busca de mejores oportunidades), el país presumía de nutrir a medio mundo con sus exportaciones de cereales, carne y otros productos agrícolas.

Sin embargo, la historia de errores de política económica amplificada con sobredosis de demagogia, populismo, corrupción e ineptitud de la clase política, llevaron al país en menos de 100 años al otro extremo.

Hoy Argentina sigue siendo potencia mundial… pero nomás de fútbol.

Década tras década Argentina se fue pauperizando como consecuencia del populismo cerebral de sus políticos en turno.

El despilfarro de los recursos públicos con fines electoreros, las políticas estatistas, el crecimiento de una burocracia ineficiente, el proteccionismo, la corrupción política, el financiamiento del déficit público emitiendo billetitos patrocinados por un Banco Central carente de independencia, el fantasma de la inflación galopante, las devaluaciones y el bajo crecimiento, eran notas cotidianas en aquella nación.

En pocas palabras, indisciplina fiscal y monetaria fue la receta por muchos años.

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De 1975 a 1991 el país tuvo que lidiar con inflaciones anuales que nunca fueron menores al 90% y todo por no hacer nada para evitar caer en la mala costumbre gubernamental de gastar más allá de lo que se ingresa.

Para que se de una idea, Argentina registró tan sólo en 1989 una tasa récord de hiperinflación del 4,929%; así que si consideraba al ex presidente Miguel de la Madrid como el campeón de la inflación en México (con un crecimiento acumulado de los precios durante su sexenio 82-88 de 4,030.75%), pues la verdad es que se quedó cortito.

La urgente necesidad de frenar la caída crónica del poder adquisitivo de los argentinos y la evidente incapacidad histórica del gobierno por detenerla, llevó a Carlos Ménem y a Domingo Cavallo a implementar a principios de los 90s un plan de liberalización económica que devolviera el crecimiento a la nación.

Fue así como apareció la famosa ley de convertibilidad en medio de este modelo neoliberal que incluía una oleada de privatizaciones, reforma y desregulación económica, apertura comercial y fomento a la inversión, entre otros elementos.

El programa resultó ser un éxito, permitió que Argentina matara la inflación en cuestión de unos años y el crecimiento económico volvió al cono sur a una tasa promedio anual superior al 6% para el periodo de 1991 a 1997.

Sin embargo, en la etapa posterior al 97 regresaron los problemas económicos con más fuerza y finalmente la situación desembocó en la crisis política, social, económica e institucional que hoy vemos en la Argentina.

Ahora bien, ¿En qué consistía esta ley de convertibilidad y qué factores la orillaron al fracaso? Pues esta ley, creada en abril de 1991, fue la aplicación al estilo ché de un régimen cambiario conocido como consejo monetario, currency board o caja de conversión.

La principal bondad de este sistema cambiario (si se siguen las instrucciones de manera correcta) es que permite alcanzar rápidamente la estabilidad financiera (logra abatir la inflación, permite el descenso paralelo de las tasas de interés y elimina el riesgo cambiario).

Esto se consigue a través de la fijación o vinculación de la paridad entre la moneda local y una divisa de referencia o ancla, como fue el dólar de EUA en este caso.

La ley de convertibilidad fijó inicialmente el valor del dólar en 10,000 australes. Ya en enero del 92 el peso argentino sustituyó al austral a un tipo de cambio de 10,000 australes por peso.

De esta manera se estableció el famoso uno a uno con el dólar y como esta reglita era ley, pues ese valor solamente podría ser modificado por el Congreso como finalmente terminó ocurriendo.

En este esquema la autoridad monetaria se compromete a mantener fijo el tipo de cambio de conversión y se limita a emitir y poner en circulación sólo la cantidad de pesos que esté totalmente respaldada con reservas de la divisa de referencia (dólares)

Así cada peso está respaldado por un dólar en reservas y si se van capitales de Argentina, pues hay menos dólares y por tanto menos pesos.

La base monetaria se ajusta a estos movimientos del mercado y la consecuencia de esto es que, con las salidas de capitales, el país se queda con menos dinero para la misma cantidad de habitantes provocando una recesión.

Además en el consejo monetario el Banco Central pierde el control de la política monetaria y por lo tanto la influencia que puede ejercer a través de ésta para suavizar los sube y bajas del ciclo económico.

Es por esto que resulta vital en este sistema ganarse la confianza de los propios habitantes y de los inversores extranjeros en el país y en sus expectativas futuras, para que así mantengan las entradas de capitales y permitan que se dé el crecimiento económico vía mayores inversiones, fuentes de trabajo y mayor productividad.

Este régimen cambiario es un buen atajo a la estabilidad monetaria para países con eternos historiales de indisciplina fiscal y monetaria que no han sido capaces de conseguir esa estabilidad por sus propias manos.

Es decir, si el país no puede fabricar la estabilidad en casa, el consejo monetario permite traerla como artículo de importación. Hay que recalcar que abatir la inflación no es sinónimo de poner fin a todos los problemas económicos de un país, ese es sólo uno de tantos pasos.

Aquí lo importante para que las cosas funcionen en el largo plazo (como en cualquier otro régimen cambiario ya sea libre flotación, dolarización, tipo de cambio fijo, flotación con bandas o lo que usted quiera) es que el sistema esté arropado con políticas económicas y reformas estructurales que estén en línea y sean congruentes con la estabilidad económica.

Así que de nada sirve traer un carrazo con el mejor motor del mundo si va a poner a que lo maneje un borracho que anda hasta atrás, que no sabe manejar y además es ciego. El resultado es totalmente previsible…

Insisto en que este esquema de convertibilidad tenía su toque argentino porque no es en esencia un consejo monetario puro o, como dirían los economistas, ortodoxo.

Según dice la teoría económica las características idóneas que debe tener un país para adoptar un consejo monetario son, entre otras: ser una economía pequeña y abierta, tener una estrecha relación comercial con el país ancla (EUA), estar sincronizado con el ciclo económico del país ancla, ser un país con una alta movilidad o flexibilidad del mercado laboral,

Ser preferentemente vecino del país ancla o estar ubicado geográficamente muy cerca de él para facilitar la movilidad de la mano de obra al país ancla cuando algún choque externo se traduzca en recesión y desempleo en el país anclado (Argentina), etc.

En fin como podrá ver la economía argentina no cumple muy bien con los requisitos: es la tercer economía más importante de América Latina por su tamaño, el comercio con EUA apenas representa el 10% de sus exportaciones totales, Argentina es un país que depende más del ciclo comercial de sus socios del MERCOSUR

(En especial de Brasil) que de la economía estadounidense, la flexibilidad de la mano de obra es un requisito que hasta la fecha no se ha conseguido y el desplazamiento de trabajadores al mercado de EUA parece una broma ante la enorme distancia que existe entre ambos países y la barrera invisible de seguridad que ha reforzado EUA luego del 11 de septiembre y que definitivamente hace ver muy complicado en estos momentos el concretar un acuerdo laboral de esa naturaleza.

A pesar de todos estos puntos en contra, la urgencia de Argentina por tocar con sus manos la estabilidad monetaria desaparecida durante décadas, pesó lo suficiente para aventarse a implantar una caja de convertibilidad, pero eso sí, con reglas muy gauchas.

La ley de convertibilidad le otorgaba cierto margen de acción en la aplicación de la política monetaria al Banco Central de Argentina, lo cual no es posible en un consejo monetario ortodoxo donde el Banco Central de la nación anclada se vuelve prácticamente una casa de cambio.

En este caso el Banco Central no estaba obligado a mantener una relación de 1 a 1 entre la base monetaria de pesos y las reservas líquidas de dólares (contantes y sonantes).

El Banco Central podía manejar hasta un tercio de esas reservas como deuda gubernamental denominada en dólares que le permitía en cierta forma financiar al Estado argentino.

Posiblemente esta peculiaridad «no ortodoxa» del consejo monetario argentino, sumado al pésimo historial en el manejo de la política monetaria, fue lo que levantó las sospechas de los inversores respecto a la capacidad y al compromiso de las autoridades gauchas por mantener la convertibilidad ante golpes provenientes del exterior.

Quizá esa fue la llave de entrada a otros problemas enormes que estaban por hacerse explícitos con el repentino derrame del efecto tequila en 1995.

Hasta aquí llegamos en esta ocasión. Continuamos en el siguiente artículo con la segunda parte de esta historia.

«Si la devaluación por sí sola pudiera hacer competitiva a una nación, Argentina hubiera sido uno de los países más competitivos en los años 80.» Steve Hanke, economista.

En esta ocasión continuamos el tema revisando los pros y contras de la caja de conversión Argentina: un juguete monetario que echaron a andar las autoridades argentinas a lo bruto, sin poner atención ni cuidado al leer las instrucciones y las advertencias del manual de uso.

Vamos a enumerar las principales características de este esquema, dejándole a su elección la separación de los beneficios y los costos, ya que esta decisión es muy relativa y dependerá del enfoque con que usted vea cada una de esas características.

Algunos elementos que usted considere beneficios podrán parecer costos para otras personas.

  • El consejo monetario permite alcanzar la estabilidad financiera por la vía rápida. Esto es una realidad comprobada y por lo mismo resulta absurdo echarle la culpa a este modelo de la debacle Argentina.

Este régimen cambiario devolvió al país la estabilidad monetaria que había perdido por décadas.

Argentina logró en cuestión de unos años abatir la hiperinflación (que pasó de niveles superiores al 2000% anual en 1990 a inflación de un dígito a partir de 1994 e incluso deflación en los últimos años) y las tasas de interés cayeron a la par de manera sensible (con tasas impresionantes del 17,000% en 1989 al 8% en 1994). Tasas más bajas se traducían en ahorros considerables en el pago de intereses de la deuda externa e interna y en cualquier crédito que decidiera tomar un consumidor argentino.

La estabilidad de precios protegía el poder de compra de los ciudadanos y evitaba la distorsión en los precios a la que ya estaban acostumbrados los argentinos a causa de la hiperinflación (lo que hoy costaba un pastel era el precio al que quizá mañana estaría un gansito).

Además el riesgo cambiario se apagó instantáneamente al garantizar la total convertibilidad de los pesos por dólares a un tipo de cambio fijo (1 a 1), lo cual fomentó la llegada de inversión extranjera y el crecimiento económico.

  • La convertibilidad prohíbe la emisión de dinero del Banco Central para financiar el desequilibrio fiscal del gobierno (práctica conocida como señoreaje).

De este modo, las autoridades están obligadas a mantener finanzas públicas disciplinadas.

Se acaba así el concepto del Banco Central que funciona como banco oficial del gobierno.

Ante una caída de ingresos tiene que darse también una caída en los gastos o bien conseguir fuentes de ingresos en el exterior. Sin embargo en este punto radicó el talón de Aquiles del gobierno argentino.

Al verse imposibilitados a recurrir a la maquinita de billetes del Banco Central para financiar más gasto, las autoridades se acabaron los ingresos provenientes de las privatizaciones en más gasto, e incluso eso no bastó, siguieron adelante acumulando déficits fiscales a través de endeudamiento interno y externo hasta que la situación fue insostenible.

Sin duda este era un vicio muy arraigado en la clase política que no fue posible erradicar. De verdad que cómo extrañó Argentina una verdadera reforma fiscal generadora de los recursos que el país tanto necesitaba, que hiciera sencilla la recaudación y que fomentara la inversión y la disminución gradual de la evasión.

  • El Banco Central ya no puede ser prestamista de última instancia en momentos de crisis financiera.

Lo que quiere decir que abandona la función de ser el banco de bancos cuando la banca comercial entra en problemas de liquidez. Por un lado esta situación fomenta la modernización del sistema financiero y una supervisión más estrecha de los intermediarios financieros.

Sin embargo existe el riesgo de que el sistema financiero colapse ante un ataque de confianza, sobre todo cuando no está bien capitalizado o carece del respaldo de un marco legal que asegure ante todo el respeto a los derechos de propiedad.

A fin de cuentas, como ya vimos, la ley de convertibilidad le daba al Banco Central de Argentina un pequeño margen para intervenir como prestamista de última instancia, situación que no agradó mucho a los mercados.

El corralito financiero es sin duda una medida desesperada del gobierno para evitar que el sistema financiero se venga abajo ante un retiro masivo de depósitos.

A los políticos argentinos no les importó invadir los derechos de propiedad de los ahorristas ni el fallo de la Suprema Corte declarando la inconstitucionalidad de tal medida. El desenlace del congelamiento de los ahorros aún está por verse.

  • Con el consejo monetario el Banco Central pierde el manejo autónomo de la política monetaria. Es decir, le amarran las manitas al Banco Central y así no puede alterar la oferta monetaria; lo limitan a la función pasiva de cambiar pesos por dólares y supervisar el buen funcionamiento del sistema financiero.

Se abandona la alternativa de controlar la cantidad de dinero echando a andar la maquinita; ahora es la confianza de los inversionistas y los ahorradores la que determina la cantidad de recursos monetarios. Las variaciones en la oferta monetaria dependen totalmente de la llegada o salida de flujos de capitales al país.

Por este motivo Argentina se vio tan afectada con la escasez de flujos de capitales a las economías emergentes desde la crisis asiática de 1997 y también por el continuo incremento de las tasas en EUA (desde verano del 99 hasta finales del 2000) que propició el retorno de capitales a casa (EUA).

  • Con una paridad anclada al dólar, el tipo de cambio carece de flexibilidad para absorber el impacto de los choques externos a través de depreciación e inflación (como sucede en un esquema de flotación donde una fuerte depreciación ocasionaría el empobrecimiento implícito de la gente a través de salarios nominales que no bajan, pero que compran menos bienes que antes por culpa de la inflación).

En el consejo monetario el efecto de un shock externo termina siendo el mismo (el empobrecimiento de la gente), pero la vía de transmisión es distinta: el golpe recae sobre variables reales como el empleo y la producción ante la imposibilidad de hacer un ajuste a la baja en los salarios (debido a la misma rigidez del mercado laboral).

Aquí a la gente no le bajan su salario «a escondidas» como sucedería con una abrupta depreciación en un esquema flexible (el salario nominal sigue siendo el mismo pero el real se desploma); aquí a la gente la corren de su chamba y se cierran empresas.

No por nada la elevada tasa de desempleo y la recesión económica han sido el pan de cada día en Argentina en los últimos 4 años.

Por eso era urgente avanzar en una reforma laboral que hubiera permitido suavizar ese tipo de golpes vía mayor flexibilidad.

Un choque externo que fue muy duro de asimilar para la economía argentina fue la devaluación del real brasileño en enero de 1999. Incluso a lo largo del año pasado la historia del real se resume en una depreciación del orden del 19%.

La misma caída del euro desde 1999 también ha golpeado a los exportadores argentinos.

Esto se debe a que al estar pegado el peso argentino al dólar de EUA, los movimientos de otras monedas frente a la divisa verde se resienten de igual manera en Argentina.

Los exportadores gauchos se ven en desventaja competitiva al ver que sus precios resultan más caros para sus clientes extranjeros, que los precios de los mismos productos en los mercados locales de esos clientes (los precios se abaratan por efecto de la devaluación de sus monedas locales).

De igual manera en el mercado doméstico argentino, los comerciantes empiezan a importar productos que ahora son más baratos y el golpe lo reciben los productores locales.

De esta forma se empiezan a detener los pedidos de exportación, la producción nacional también se atora y viene en castigo la recesión.

A esta situación es a la que se refieren los economistas como un deterioro en los términos de intercambio.

Duhalde presume su decisión de haber abandonado la convertibilidad argumentando que con la libre flotación del peso la economía argentina ya contará con el margen de flexibilidad que necesitaba para volver sus exportaciones más competitivas.

Sin embargo se le olvida que devaluar es sinónimo de empobrecer más a su gente.

La devaluación beneficiará en el corto plazo a los exportadores argentinos pero hasta ahí, es solamente una salida rápida; en el largo plazo la competitividad de la economía argentina dependerá de una política económica sostenible que sea creíble y compatible con la estabilidad y los cambios estructurales que le urgen al país.

  • El éxito del consejo monetario en el largo plazo está depositado en la credibilidad que inspiren las autoridades, en el sostenimiento de medidas económicas, cambios estructurales y sistemas legales congruentes con la estabilidad.

Si bien el consejo monetario garantiza por un momento la estabilidad financiera, el crecimiento económico no está asegurado con este esquema.

Esta meta va más allá de tal o cual régimen cambiario, es una meta que está casada con la transparencia y la inteligencia en el manejo de la política económica de un país.

Implica concretar las reformas necesarias que permitan al país crecer sano y terminar con un pasado negro de desórdenes económicos y de instituciones corruptas y débiles.

¿Por qué vimos en los últimos meses que el riesgo país en Argentina se disparaba a niveles nunca antes vistos a pesar de tener inflación cero? ¿Por qué las tasas en Argentina eran de dos dígitos cuando la inflación era mínima? ¿Por qué las tasas pagadas a depósitos en pesos eran más altas a las que se ofrecían a los depósitos en dólares? ¿Por qué nadie le prestaba a Argentina a pesar de ofrecer rendimientos tan altos? Pues simplemente porque nadie creía ya en el manejo económico de Argentina. Los mercados estaban esperando ya lo peor.

Argentina era puro riesgo y sigue siéndolo quién sabe hasta cuándo gracias a sus políticos incompetentes.

Fue lamentable ver como Rodríguez Saá, uno de los fugaces presidentes argentinos que desfilaron hace unas cuantas semanas en aquel país, prometía la creación de 1 millón de puestos de trabajo a los argentinos a la vez que anunciaba al mundo el default de la deuda externa más grande de todos los tiempos.

Peor tantito fue la indiscutible ola de aplausos que le brindó su partido al anunciar la medida. Tal parece que mientras Argentina siga siendo gobernada por esta clase de gente, el país seguirá condenado a la quiebra.

En fin, queda claro que la culpa de la crisis Argentina no la tiene el neoliberalismo, ni la caja de conversión, ni la globalización como muchos quieren hacer creer. Los problemas de Argentina tienen nombres, apellidos y altos cargos públicos.

Si aún no adivina le daré más pistas, pues le diré que además les encanta pisotear los derechos de propiedad de los habitantes, les gusta romper reglas y contratos, despilfarrar los impuestos, hacer justicia y negocitos sucios nomás con sus cuates, hacer a un lado los compromisos con sus acreedores y con el resto del mundo, hacer caso omiso a la ley y, sobre todas las cosas, son expertos en empobrecer a su gente, hundirla más de lo que ya está.

Les fascina fabricar nuevos pobres para tener una causa infinita que defender y por la cual «chambear». ¿Ya adivinó?

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Blanco Renato. (2005, marzo 3). Historia del final del corralito financiero en Argentina. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/historia-final-corralito-financiero-argentina/
Blanco Renato. "Historia del final del corralito financiero en Argentina". gestiopolis. 3 marzo 2005. Web. <https://www.gestiopolis.com/historia-final-corralito-financiero-argentina/>.
Blanco Renato. "Historia del final del corralito financiero en Argentina". gestiopolis. marzo 3, 2005. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/historia-final-corralito-financiero-argentina/.
Blanco Renato. Historia del final del corralito financiero en Argentina [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/historia-final-corralito-financiero-argentina/> [Citado el ].
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