El sufrimiento voluntario

Se ha dicho desde tiempos remotos que sufrir es inherente a la condición de ser humano. Hace más de 2.500 años, Buda dijo que el sufrimiento era universal, y afirmó que venía con la vida misma, la cual traía aparejada la enfermedad, la vejez y la muerte. También, señaló Buda como causa, el deseo obsesivo o apego a las cosas, y propuso para su superación o cura, eliminar el anhelo de poseer, y comprender la impermanencia o transitoriedad de todas las cosas. Desde ese ángulo, si todo se va, apegarse a objetos, personas o situaciones, resultaría, sin más, una verdadera y absoluta tontería.

Si todos sabemos que moriremos, que envejeceremos, que todo cambiará, que nada permanecerá, casi podría decirse que es una forma de conducta neurótica e insana no aceptarlo, no asumirlo y empecinarnos en mantener todo bajo un control imaginario o ficticio no realista. Ya que, según sabemos, nadie puede evadir la muerte o la vejez, sino retardarlas o reducir su impacto co la ayuda de la ciencia, aferrarse es una invitación a sufrir.

Hay teorías como la del karma, que afirma que sufrimos como resultado de acciones negativas anteriores, como producto de una “justicia divina implacable”. Para Sai Baba, el karma es inexorable. También está la teoría conductista del Castigo, que justifica infligir una porción de sufrimiento, como medida para evitar malas conductas.

Hay religiones nos instan a aceptar el sufrimiento como algo normal que no debe evitarse. Y lo ven como un elemento purificador, sanador, que nos enseña la verdad de la vida. Nietzche lo veía como un elemento curativo importante para superar la debilidad humana.

Además del sufrimiento involuntario ya referido, existe también un tipo de sufrimiento que es autoinducido, un sufrimiento voluntario, generado por el abuso del cuerpo o de la mente, es decir, por falta de descanso, mala alimentación, trabajo excesivo, trasnochos, relaciones tóxicas, preocupación incesante o culpa rumiadora, y conflictos interpersonales de trabajo, familia y pareja, entre otros métodos autodestructivos.

Pareciera, y así lo afirmaba el investigador de la conducta, Dr. Albert Ellis, que algo dentro de cada persona pareciera hacerse daño. También Eckhart Tolle se refiere a esto, y en su libro: “El Poder del Ahora, afirma que nuestro ego tiene u lado enfermizo que desea que algo salga mal. Aaron Beck, descubrió que todo deprimido, pensaba mal de sí mismo, de su situación presente y de su futuro. Esto se conoció como “la triada cognitiva de Beck”.

En un plano más personal, mis observaciones e interpretaciones como Orientador Profesional, me indican que la mayoría de quienes piden ayuda psicológica, lo hace cuando el problema está muy avanzado, y la tendencia es a que se nieguen a enfrentar las evidencias que muestran su responsabilidad en la situación que viven. Además, se resisten a seguir las indicaciones de solución, si estas implican hacer un cierto esfuerzo. Puede decirse que existe una ganancia en el los problemas que permanecen, en el sufrimiento prolongado, tolerado, aceptado, muchas veces pasivamente. Se produce, puede decirse, una cierta adicción psicológica.

Pero también esa adicción puede llegar a ser química. En la película-documental: “Qué rayos sabemos”, se postula la idea de que las personas son adictas a ciertas emociones que experimentan frecuentemente. El organismo produce una serie de sustancias específicas cada vez que experimentamos emociones, sentimientos y sensaciones. Hay sustancias químicas propias para la rabia, la tristeza, la alegría, la compasión, la euforia, etc.

Si, por ejemplo, nuestra visión de las situaciones nos lleva a frecuentes despliegues de rabia, el organismo producirá en cada caso su respectivo “cocktail” químico para la rabia. Así, nos habituamos a experimentar la sensación de fuerza de la rabia, la cual requerirá activarse cada cierto tiempo, como requiere la nicotina el fumador o la cafeína el tomador de café. Algunos necesitan la sensación que viene con la testosterona, la adrenalina, la dopamina, las endorfinas, etc. Nos hacemos adictos a una emoción debido a su química “agradable”, y creamos las condiciones para poder sentirla, una y otra vez, incluso, sin razón lógica aparente.

Un elemento agravante en este proceso de creación voluntaria de sufrimiento, es la justificación permanente, la creación de excusas para avalar conductas claramente dañinas, que atentan contra nuestros valores y objetivos. Y cada error justificado tiende a repetirse. Decía Gurdjieff, que quien para poder superarnos debemos abandonar la costumbre de tenernos exceso de consideración.

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Aunque hay situaciones difíciles de aceptar, sabemos que aceptar disipa el sufrir. Decía Charlotte Joko: “Mientras más huyas del dolor, más rápido te alcanzará. Lo que no se puede cambiar, dijo un sabio, debemos aceptarlo. Muchas veces sufrir es una elección, un acto voluntario.

Así que si desea dejar de hacerse daño, hay decisiones por tomar:

  •  Tome verdadero interés en su superación. Ensériese.
  •  Acepte que todo, sin excepción cambia y muere. Desapéguese.
  •  Evite el abuso corporal y el agotamiento mental. Modérese.
  •  Obsérvese y detecte las formas como se hace daño. Conózcase.
  •  Deshágase de las excusas y justificaciones. Sincérese.
  •  Acepte que el cambio será temporalmente tenso pero lo logrará. Esfuércese.

Piense en esto y haga por usted lo mejor que pueda. Gracias por leerme.

Cita esta página

Yagosesky Renny. (2008, junio 11). El sufrimiento voluntario. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/el-sufrimiento-voluntario/
Yagosesky Renny. "El sufrimiento voluntario". gestiopolis. 11 junio 2008. Web. <https://www.gestiopolis.com/el-sufrimiento-voluntario/>.
Yagosesky Renny. "El sufrimiento voluntario". gestiopolis. junio 11, 2008. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/el-sufrimiento-voluntario/.
Yagosesky Renny. El sufrimiento voluntario [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/el-sufrimiento-voluntario/> [Citado el ].
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Imagen del encabezado cortesía de sugar_anni en Flickr