El imperio de los imbéciles en las organizaciones

Te veo acribillado por moscas venenosas. ¡Refúgiate donde sopla un viento frío y fuerte! ¡Refúgiate en tu soledad, amigo mío! Ya has vivido demasiado entre mediocres y miserables. ¡Huye de su venganza invisible!

No piensan más que en vengarse de ti.

No les levantes la mano.

Son legión, y tu destino no es convertirte en matamoscas. Esa gente mediocre y miserable es muy numerosa, y tú sabes que las gotas de lluvia y las malas hierbas han terminado derribando un soberbio edificio…..Sin embargo, procura que tu destino no sea tener que soportar toda su venenosa justicia. (Nietzsche, F., 2000, p. 53).

El presente trabajo pretende describir la naturaleza de las mentes imbéciles, cómo actúan y cómo se las arreglan para tener éxito en la vida. Es de carácter introductorio, de tal manera que sirva de base para futuras investigaciones sobre este tema. En ese sentido, se plantean la importancia de su estudio, los tipos de personas que existen, las leyes fundamentales de la estupidez, las bases generales que la sustentan y, finalmente, algunas conclusiones.

Introducción

El tema de la imbecilidad reviste mucha importancia en el análisis de las organizaciones, por cuanto puede ayudarnos a entender muchos fenómenos que suceden al interior de las empresas y a desentrañar algunas características de los individuos, que han permanecido ocultas hasta este momento. A pesar de su enorme importancia, pocas investigaciones se encuentran sobre la naturaleza de la imbecilidad; quizás, por lo sensible del tema y porque no nos gusta saber que existen muchos imbéciles en la sociedad y que, gran parte de los males que nos aquejan encuentran su explicación en esta característica típicamente humana.

Esta es una de las razones por las que en nuestros países no se desarrollan los genios.

Cuando surge un genio, inmediatamente es detectado por los individuos imbéciles y toda una inmensa masa cae sobre él despiadadamente hasta destruirlo. Para ello, emplean todos los medios a su alcance, aunque sean laberínticos, con tal de lograr su objetivo. Es que los individuos imbéciles atacan con el mismo odio a la ciencia con el que Newton la defendía. Las personas inteligentes constituyen un estorbo para sus fines malébolos; por eso, los atacan sin piedad y con sadismo. Las personas imbéciles pasan la mayor parte de su tiempo pensando cómo hacer daño a las personas no imbéciles, obstaculizando el desarrollo normal de las actividades. Por eso, elevan el costo en las organizaciones. Aquí radica la importancia de estudiar la imbecilidad, en la búsqueda de caminos que permitan identificar a los individuos imbéciles y, a su vez, conocer su verdadera naturaleza para estar en capacidad de enfrentarlos.

Por qué es importante para las organizaciones el estudio de los imbéciles

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El estudio de los individuos imbéciles ha tenido poca discusión al interior de las organizaciones, a pesar de que este tipo de personas existen a montones. Se las encuentra por todas partes, en las universidades, en las iglesias, en las empresas, en los sindicatos; en fin, en cualquier lugar en que uno se encuentre. Poseen la característica de la ubicuidad. Como estas personas son muy dañinas para el desarrollo de las organizaciones y de la humanidad, es necesario reflexionar sobre ellas, a fin de conocerlas y poder combatirlas. Esto es un deber. Si los imbéciles entendieran lo dañino que son para la sociedad, ellos mismos se autoexiliarían y constituirían un mundo paralelo, el mundo de los imbéciles o, al menos, se pusieran un cartel que dijera: “yo soy imbécil, aléjense de mi”, como los hombres – de El Apocalipsis – que tenían la marca de la bestia. Pero, como esto es imposible, los imbéciles no tienen la capacidad de autoconocerse y percibir el mal enorme que provoca su triste existencia y debido, además, que la naturaleza no es sentimental al crear estos seres, estamos condenados a vivir con ellos y peor aún si la teoría del eterno de retorno, que defiende Nietzsche, es cierta; por lo tanto, debemos conocerlos, identificarlos y hacerles frente. Su perversidad y odio son de tal magnitud que derraman cicuta por todos lados, cuando son ellos los que deberían consumirla. Por eso, lo menos que podemos hacer es alejarnos porque son una ofensa a las mentes íntegras y brillantes; aunque es difícil hacerlo porque siempre andan en la búsqueda de las personas inteligentes, puesto que estos últimos constituyen un peligro para ellos. Son como los dictadores criminales. La historia de éstos, como es el caso de Hitler, plantea que muy pocas veces se detienen ellos solos, es necesario que alguien los detenga. Y para hacerlo, habrá que conocerlos.

Los imbéciles son como un barril repleto de estiércol, con muchos agujeros, que viene rodando en una pendiente y salpicando a los individuos que encuentran a su paso. Se parecen al pantano, que encierra podredumbre; por eso, entre más lejos estén, mejor y, como son muchos, constituyen una enorme masa amorfa; recordemos que entre los cuerpos funciona la ley de la Gravedad.

Debemos estar lejos y muy alto de ellos para no escuchar sus voces maldicientes. “Es preciso estar entrenado en vivir en las montañas, – afirmaba Nietzsche – en ver por debajo de uno mismo la mezquina charlatanería actual de la política y el egoísmo de los pueblos (Nietzsche, F. 1999, p. 19).

Los imbéciles y mediocres odian a las personas brillantes y pasan toda su triste vida buscando la forma de hacerles daño. Por eso, es imprescindible identificar sus características y su forma de actuar porque éstos siempre ven como enemigos a las mentes brillantes, a los honestos a quienes atacan sin piedad con intención de destruirlos, aunque para ello tengan que destruirse ellos mismos. Son unos verdaderos kamicazes. Es verdad que los imbéciles y mediocres son dañinos en todo lugar, hasta en su hogar; sin embargo, son más dañinos en instituciones en las que se dedican a la enseñanza, porque allí se están formando nuestros jóvenes, la generación de relevo. Imagínese usted, un profesor con mente imbécil y mediocre frente a jóvenes con mente brillante.

¡Qué terrible paradoja! La importancia de abordar el tema de la imbecilidad es grande. Estos elevan enormemente los costos en las empresas y más aún los costos sociales en las organizaciones y atentan contra la estabilidad emocional de las personas.

Los resultados de un estudio realizado por Proudfoot Consulting a trabajadores de nueve países durante más de 10,000 horas mostraron que la baja productividad europea es resultado de una administración mediocre, Managing for mediocrity (gestionar para la mediocridad). Quizás ayude en algo incluir en los planes de estudio de las Facultades de Administración una asignatura con el nombre de Estupidología.

Habrá, entonces, que conocerlos y conocerlos bien. Los imbéciles y mediocres que hay en este país son los peores que existen. Aunque por lo general, el mediocre y el imbécil de nuestro país se identifica fácilmente por su inmensa soberbia y, además, muchos se empecinan en serlo, existen algunos que no es muy fácil su identificación. Estos son los más peligrosos. El conocimiento de ellos hará más fácil la estrategia a emplear y, por lo tanto, los procesos de desarrollo personal y grupal fluirán con mayor dinamismo.

Acostúmbrate – decía Marco Aurelio – a estar bien atento a lo que dice otro, y en la medida de lo posible penetra en el alma del que habla (Libro VI, 53). Ya lo reconocía, también, Sun Tzu, cuando afirmaba… “Conoce al enemigo y conócete a ti mismo; nunca te encontrarás en peligro en cien batallas” (El Arte de la Guerra, 1963). El pensamiento central de la enseñanza socrática es la máxima de Delfos «conócete a ti mismo» (nosce te ipsum).

De aquí que Sócrates recomendara a Alcibíades que practicara el autoconocimiento, como una forma de desarrollar la razón: «esta parte parece realmente divina y quien la mira y descubre en ella todo ese carácter sobrehumano, un dios y una inteligencia, bien puede decirse que tanto mejor se conoce a sí mismo» (Alcibíades, 133 C). El combate a este tipo de individuos (si es que puede llamárseles así) no sólo es una necesidad sino también un deber; y, como constituyen un inmenso rebaño de imbéciles y soberbios, que transpira odio por sus poros, atropellan a aquellos que encuentra en su camino, habrá que hacer algo para marginarlos al bajo mundo de las cavernas, de las sombras, lugar donde deberían estar confinados para siempre.

Las palabras de Cervantes, en boca de don Quijote, son estímulos para la acción: ….. así , que casi me es forzoso seguir por su camino, y por él tengo de ir a pesar de todo el mundo, y será en balde cansaros en persuadirme a que no quiera yo que los cielos quieren, la fortuna ordena y la razón pide, y, sobre todo, mi voluntad desea;…..(De Cervantes, Miguel, Segunda Parte. Cap. VI, p. 592). Si Dios mismo los combate, cómo no habremos de hacerlo nosotros, simples mortales: …..Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. (Santiago, 4: 6). Es verdad que debe respetarse la diversidad; pero, también debe protegerse la inteligencia de aquellos que quieren eliminarla. Recordemos a Newton en su defensa contra los ignorantes, el odio con que defendía la ciencia.

El odio puede existir, también, en los grandes hombres, cuando defienden con pasión sus ideales y, sin embargo, no pueden sentir envidia; el imbécil odia para ofender y calumniar y, a la vez, siente envidia ante el desarrollo de las personas. La envidia es propia de mentes obtusas. La incapacidad de tener nobles ideales motiva a los imbéciles a envidiar y a calumniar. La calumnia y la envidia son sus recursos favoritos.

Por eso, este trabajo debe considerarse una apología de los menos, aquellas personas humildes y brillantes y un combate tenaz a las mayorías, a los imbéciles y mediocres que constituyen la mayoría. ¿Es éste un comportamiento antidemocrático? ¿Hay que dar protagonismo a la mayoría? No importa si es o no un comportamiento antidemocrático. Dejemos para otra ocasión esta discusión. ¿O acaso permitiremos que este rebaño de imbéciles y mediocres con mentalidad pigmea y embrionaria, amparados en que son mayoría, acaben con el honor de las personas? Habrá que actuar hoy, para no lamentarnos después. Es una lucha desigual cuantitativa y cualitativamente, es un combate de los menos contra los más. Muchos son los andantes – dijo Sancho. Muchos – respondió don Quijote -; pero pocos los que merecen nombres de caballeros (De Cervantes, Miguel, Segunda Parte. Cap. VIII, p. 608).

Es cierto que el gobierno de la mayoría es fundamental para el bien vivir. Sin embargo, no es cierto que siempre la democracia trae beneficios para todos. La democracia funciona cuando la mayoría está constituida por individuos racionales; pero, la simple observación del funcionamiento de las organizaciones muestra que la mayoría de personas son irracionales o actúan con una racionalidad limitada. Cuando la mayoría de la población es imbécil, en un sistema democrático las mayorías arremeten contra los no imbéciles y éstos se encuentran desprotegidos. Aristóteles era un fiel defensor de la racionalidad y de la democracia; sin embargo, advertía que cuando la población estaba conformada, en su mayoría, por individuos infames y malvados, la democracia deviene en una forma de gobierno no muy recomendable. Veamos, a continuación, lo que Aristóteles plantea al respecto:

“De las demás propuestas trataremos en otro lugar. En cuanto a esa de que sea soberana la mayoría antes que los mejores y pocos, puede parecer una solución que tiene cierta dificultad, pero que, por de pronto, ofrece además algo de verdad.

En efecto, se puede admitir que esos muchos, cada uno de los cuales es de por sí un hombre mediocre, sean, sin embargo, al reunirse, mejores, no individualmente, sino tomados en conjunto; la multitud se hace como un solo hombre con múltiples pies y muchas manos y muchos sentidos, y lo mismo ocurre con los caracteres y la inteligencia. Esa es la razón por la que la mayoría juzgan mejor las obras musicales y las poéticas. Unos aprecian una parte, y otros otra, y todas entre todos (…..) a no ser que la masa esté demasiado envilecida” (Aristóteles: Política, Libro III, cap. 11, 1281b y 1282a, la negrita es nuestra).

El mismo teorema de Gödel es una objeción al sistema de gobierno democrático, al plantear la imposibilidad de resolver todos los problemas dentro de sus propios límites.

Pero, ¿qué es un imbécil? El concepto imbécil proviene del griego: im=sin y becil=báculo; es decir, aquellos que no tenían bastón. El imbécil no es que no tenga apoyo; se refiere, más bien, a aquella persona que comete un error, a pesar que se le indique. De lo que carecen los imbéciles son de apoyos inmateriales, como la moral, de ideales nobles y de la razón.

En un sentido más moderno, el imbécil es una desviación seria del comportamiento racional y adaptable. Es decir, el imbécil adopta siempre un comportamiento estúpido. La imbecilidad tiene implicaciones cognitivas y morales. La gente inteligente puede comportarse ocasionalmente como estúpida; es decir, como imbécil; pero, el imbécil está inhabilitado permanentemente para comportarse como una persona inteligente.

Es oportuno distinguir entre la estupidez ciega y la estupidez pura. La estupidez ciega sucede cuando una persona capaz no está consciente de esa capacidad. La estupidez pura resulta cuando el individuo no está, en realidad, ciego. Una persona adopta una estupidez pura cuando insiste en un comportamiento poco sensato, aunque ocasionalmente lo reconozca. Es el caso de la persona imbécil. A la estupidez pura, en este trabajo, la denominaremos simplemente estupidez o imbecilidad.

La estupidez comparte muchas características con la mediocridad, como la difamación, la calumnia, la injuria, la deshonestidad, la vulgaridad, la envidia y la incapacidad de crear y adoptar nobles ideales; algunos hasta consideran sinónimos ambos términos. Sin embargo, el término estúpido encierra las características más bajas de las pasiones humanas.

La mediocridad es el punto central entre la imbecilidad y la genialidad. El individuo mediocre, si lo comparamos con el imbécil, constituye un progreso. Por supuesto que, igual que la mediocridad, la imbecilidad presenta grados. Hay personas más imbéciles que otras, y está el ultraimbécil. Este es el más peligroso de todos.

A cualquier país que uno vaya encuentra imbéciles y mediocres plenos. El mundo está lleno de ellos. La maldad es lo que más existe en este mundo. Pero, los imbéciles y mediocres de nuestro país abusan de su condición. En nuestro país, los imbéciles y mediocres están por todos lados, con sus miradas de criminales, eternos fugitivos de la razón y de la dignidad, con sus formas de caminar y hablar propias de los matones del antiguo oeste, con los mismos trajes, con las mismas sonrisas, los eternos despersonalizados, los carentes de originalidad, los sin historia, los inoculadores de odio y toxina, los sicópatas venenosos, los seres sin luz, versión antípoda del individuo, basura reciclada, mentes obtusas, eunucos y lisiados mentales, con pasado infame e ignominioso, mezcla de bestia y de humano, (aunque más de bestia que de humano), prehomínidos que aún no se han distanciado de la línea de los chimpancés; en fin, los dementes terroristas sin nombre, “los tísicos del alma”, el homo demens demens. Ya lo reconocía Marco Aurelio:

“¿Qué es la maldad? Es lo que has visto tantas veces. Y en ocasión de todo lo que acontece ten presente que es lo que has visto muchas veces. En resumidas cuentas, por arriba y por abajo, encontrarás las mismas cosas, de las que están llenas las fábulas de antaño, las intermedias y las de hoy día, de las que ahora están llenas las ciudades y las casas. Nada es nuevo: todo es habitual y de escasa duración (Libro VII, 1, p. 50)”.

En las organizaciones existe todo tipo de gente, imbéciles y no imbéciles. Si un dirigente pretendiera formar un grupo únicamente con personas inteligentes, no pasaría mucho tiempo para que personas imbéciles aparecieran en el grupo que se han bifurcado de su grupo. A este fenómeno se le conoce como oscilación crítica y hace posible la autorregulación en los sistemas abiertos para que puedan lograr la homeostasis. La existencia de imbéciles es necesaria para los inteligentes, siempre y cuando la cantidad no vaya más allá de cierto rango crítico para mantener el equilibrio. En el país, el número de individuos imbéciles sobrepasa en mucho al de los inteligentes, por lo que el sistema social se encuentra en situación de caos y de desequilibrio permanentes. La estupidez individual ya alcanzó otra dimensión: la estupidez social. La crisis social existente en el país es una crisis de imbecilidad.

La imbecilidad es una fuerza muy poderosa porque todos los imbéciles son unidos y nunca descansan en su lucha contra los inteligentes. Poco a poco están invadiendo todas las esferas de la sociedad, sustituyendo a los no imbéciles y ocupando puestos importantes.

Esto ha llevado a algunas personas a defender la imbecilidad, aunque sea de manera irónica, como el famoso poeta chino Sus, que decía: Toda familia, cuando nace un niño, lo quiere inteligente. Yo, con toda mi inteligencia, he sufrido y he arruinado toda mi vida. Sólo espero que mi hijo sea estúpido e ignorante: llegará a ministro, coronando así una vida plácida.

(Citado por Ponte di Pino, Oliviero, 2000). ¿Y usted también espera que su hijo sea estúpido e ignorante para que pueda triunfar en la vida? ¿Acaso no es posible para las mentes brillantes alcanzar la felicidad en esta vida? No me responda; respóndase a usted mismo y actúe de acuerdo a su respuesta.

A veces, también, las personas brillantes actúan como imbéciles; pero, es más la excepción que la norma. Sin embargo, esto no lo hace imbécil; le recuerda que es humano y nada de lo que es humano es ajeno a los inteligentes.

Ya lo reconocía uno de los más grandes científicos de la antigüedad, Plinio: Ningún mortal es sabio a todas horas. Cuando la persona inteligente adopta un comportamiento imbécil, se percata de ello y trata de autocontrolarse. El imbécil no está consciente de su imbecilidad y menos aún los ultraimbéciles. Estos constituyen el verdadero problema. Actuar, de vez en cuando, como imbécil no constituye un problema serio. Séneca pensaba que, en ocasiones comportarse como tal era agradable: De cuando en cuando es agradable ser estúpido. Y Pitágoras, el filósofo de Samos, aconsejaba a sus jóvenes estudiantes: Disculpen las debilidades humanas. Dice Homero que a veces los dioses mismos se descuidan. La historia nos señala cómo muchas personas brillantes se comportaron como imbéciles; pero, supieron sacar provecho de la estupidez. No es el caso de la estupidez pura, que se desarrolla conforme avanza la edad.

Hay casos, también, de personas que adoptan un comportamiento estúpido por razones de estrategia; sin embargo, no pueden considerarse estúpidos. Es una táctica simulada de estupidez que se emplea, muchas veces, para engañar a las personas y sacar provecho de esa situación. Esta táctica es muy peligrosa. Por ejemplo, una muestra de estupidez para hacer sentir importante a una persona que le gusta ostentar poder y luego aprovecharse, atacarla o burlarse de ella. Hay un proverbio etíope que evidencia esa situación:

Cuando pasa el gran señor, el sabio campesino se inclina profundamente ante él, y en silencio se tira un pedo. Pero, ésta no es un tipo de estupidez pura. La estupidez como táctica es una acción consciente. El acto de un estúpido es inconsciente, debido a la falta de control de la neocorteza que rige el sistema límbico. Las personas estúpidas tienen problemas en la neocorteza y, por lo tanto, carecen de autocontrol y, por eso mismo, su amor hacia los demás es muy débil o no existe. Las personas estúpidas son incapaces de amar; en ellas sólo existen intereses, igual que la mayoría de gobernantes, de los países pobres y de los grandes imperios. Todos son iguales, la diferencia es de grado.

Como la existencia de las mentes brillantes es un peligro para la permanencia de los imbéciles en este mundo, están siempre al acecho de aquellas, como perros rabiosos intentarán muchas veces despedazar a las personas honestas y no descansarán hasta ver saciada su sed de sangre. Ponen todo su empeño y necedad en provocar daño en las personas íntegras y se inventarán mil razones para hacerlo.

El rey Salomón ofrece una buena descripción de ellos: Como perro que vuelve a su vómito, así es el necio que repite su necedad. (Proverbios, 26: 11). También, el salmista dice: Volverán a la tarde, ladrarán como perros, y rodearán la ciudad. (Salmos, 4: 6). Por eso, no se debe tener compasión con estos fracasados y decadentes; la compasión es debilidad y es preciso que seamos fuertes y valientes frente a estos hemipléjicos del alma; la compasión es una muestra de sadismo y crueldad contra la vida misma, es un atentado contra la selección natural, es una ofensa a la humanidad misma.

La abundancia de tanta putrefacción ya apesta y asfixia y habrá que actuar tenazmente y pronto. Ellos son más, es cierto; pero, cada alma noble vale por miles de ellos. Poner el pie sobre estos gusanos, provocaría asco.

Luchemos contra estos imbéciles en el campo de los valores, de la ciencia, del arte, de la luz y ya verán que son unos cobardes. Es que sienten un profundo desprecio por las ideas, por la ciencia, por los valores, por lo verdaderamente humano: No es la miel para la boca del asno…(De Cervantes, Miguel, Primera Parte. Cap. LII, p. 528). Es necesario superarlos, la sociedad ya está harta de ellos. Como la inteligencia no es una característica fundamental para la vida (las bacterias no poseen inteligencia y, sin embargo, viven) y los genios están desapareciendo, parece que hay un largo camino por recorrer junto a esta horda de imbéciles. Este constituye un sinsentido de los que habla el Eclesiastés. Aprendamos a conocernos, aprendamos a ser hombres, ya no discutamos cómo debe ser el hombre bueno, ya no busquemos al hombre bueno (como decía Diógenes), seamos nosotros mismos el hombre superado y tengamos fe en nosotros mismos. Aprendamos del mar su proceso de regeneración. Hay que ser un mar- decía Nietzsche, (2000, p. 14) – para poder recibir un río sucio sin ensuciarse al mismo tiempo.

Categorías de personas

Para desarrollar esta parte me apoyaré en el libro de Oliviero Ponte di Pino (2000). Hace muchos años, la humanidad podía agruparse en dos grandes categorías. Así, en el libro chino de las transformaciones, el I Ching, se clasifica a los hombres en superior (el que practica los preceptos y las reglas del libro) y después a los demás, los que, por destino, están condenados a la ruina.

En la Biblia (Proverbios y Salmos), se mencionan dos grandes categorías humanas, el sabio y el necio.

Con el desarrollo de la sociedad, dos categorías no fueron suficientes para clasificar a la humanidad. Maquiavelo, en su muy famoso libro El Príncipe, clasifica a los hombres en tres categorías:

“Porque hay tres clases de cerebros, uno que comprende por sí mismo, otro que discierne por lo que se le dice y un tercero que no entiende ni por sí ni con la ayuda ajena, siendo el primero superior en todo, el segundo excelente y el tercero inútil (Maquiavelo, Nicolás, cap. 22)”.

Confucio hablaba de cuatro categorías: los que nacen dotados de una gran inteligencia; aquellos que han adquirido muchos conocimientos con esfuerzo y estudio; luego están los que, a pesar de haber dedicado mucho esfuerzo al estudio, poseen poco conocimiento y, finalmente, se encuentran aquellos que, careciendo de inteligencia y sin haberse esforzado por estudiar, permanecen toda su vida en la más absoluta ignorancia.

El historiador y crítico francés, Hyppolite-Adolphe Taine (citado por ponte di Pino, 2000, p. 74), en su ensayo De l’intelligence (1870), también establecía una clasificación de cuatro grupos. Cuatro especies de personas hay en el mundo: los enamorados, los ambiciosos, los observadores y los imbéciles; y los más felices son estos últimos.

Más recientemente, el italiano Carlo María Cipolla, historiador de la economía y escritor, en su Allegro ma non troppo, afirma que la humanidad se clasifica en cuatro clases (en Ponte di Pino, 2000):

1. Los desgraciados que sólo buscan el propio provecho y al final, en cambio, sus acciones acaban aprovechando a otros;
2. Los inteligentes, que obtienen ventajas para sí y para los otros;
3. Los bandidos, que sólo buscan su propio provecho;
4. Los estúpidos, que perjudican a todos, de forma imprevisible y a ciegas.

Otros aseguran, entre los cuales se encuentra Oliviero Ponte di Pino (2000), que no bastan esas cuatro categorías para comprender a la humanidad, y en el esfuerzo de clasificar a las personas en base a los grados de estupidez, hubo necesidad de crear los partidos políticos. Pareciera que éste, el de los partidos políticos, es el lugar preferido en el que se refugia la mayoría de individuos estúpidos. Desde entonces, los partidos políticos han crecido significativamente. Es que como dicen por todas partes: No hay ningún necio que no encuentre su compañero.

Las leyes fundamentales de la estupidez

Gran parte de este apartado es un destilado de un artículo publicado en Internet (E:\leyes de la estupidez Carlo M_ Cipolla (1922-2000).htm), el cual se basó en Carlo María Cipolla, Allegro ma non troppo, 1988.

Primera Ley Fundamental: Siempre e inevitablemente todos subestiman el número de individuos estúpidos en circulación .

Tratar de cuantificar el número de estúpidos en una población, además de costosa, sería una tarea inútil. Sería tan grande el número, que casi coincidiría con la población misma. Por eso, no estaría mal la idea de crear un impuesto gradual y progresivo sobre la estupidez, que pudiera denominarse Impuesto al Daño por la Estupidez (IDE) aplicado en forma diferenciada, dependiendo del grado de estupidez y del cargo que ostentan los individuos. Así, a mayor grado de estupidez, mayor carga impositiva y los estúpidos que ocupen cargos muy delicados deben pagar una suma mayor que aquellos con cargos menores. Con este impuesto muy bien se puede pagar la deuda externa del país, en poco tiempo. Por supuesto, para medir el nivel de estupidez, es necesario crear una escala de medición y su instrumento. Una especie de cretinibarómetro. Ustedes pueden hacerse una idea de cuáles serían los estratos que tendrían que pagar más por el IDE.

Segunda Ley Fundamental: La probabilidad de que cierta persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona.

El comportamiento estúpido tiene una causa última de carácter genético. En todas las personas existe un gen “estúpido”´, así como existe un gen egoísta y un gen de la agresión. Los factores que desencadenan la estupidez se encuentran en el entorno cultural.

El desarrollo humano es una interacción compleja entre datos genéticos y moldeamiento cultural, como insisten los genetistas modernos. Sin embargo, parece que no es muy agradable para muchos escuchar que nuestro comportamiento tiene una causa última completamente genética.

El profesor Cipolla realizó muchos y amplias investigaciones demográficas con varios sectores poblacionales: trabajadores “de cuello azul”, “de cuello blanco”, estudiantes y profesores universitarios. Observó que la fracción de estúpidos era mayor que la esperada y que, independientemente de su nivel profesional, se mantenía la misma proporción. Quedó muy sorprendido con los resultados obtenidos entre los profesores universitarios. En realidad, en las universidades trabajan muchas personas que no son profesores; más bien, son trabajadores que imparten clases; pero, no son profesores, en el sentido verdadero del término. En muchos casos, son profesionales que han fracasado en trabajos fuera de la universidad y han hecho de la universidad su guarida. Y lo que es peor, varios hasta han obtenido éxito.

Aquí no se cumple el principio de Dilbert: Los trabajadores menos eficaces son trasladados sistemáticamente a puestos donde puedan hacer menos daño: se convierten en directivos. Porque los profesores estúpidos sí hacen mucho daño en las universidades.

Tercera Ley Fundamental (o de Oro): una persona estúpida es aquella que causa pérdidas a otra persona o grupo de personas sin obtener ninguna ganancia para sí misma e incluso incurriendo en pérdidas.

Como hemos mencionado, en su Allegro ma non troppo (1988), Carlo María Cipolla realiza un análisis de costes y beneficios y clasifica a los seres humanos en cuatro tipos:

  • Desgraciado (D): aquel que se causa un perjuicio a sí mismo, beneficiando a los demás.
  • Inteligente (I): aquel que se beneficia a sí mismo, beneficiando a los demás.
  • Bandido (B): aquel que obtiene beneficios para sí mismo, perjudicando a los demás.
  • Estúpido (E): aquel que causa pérdidas a otros, perjudicándose a la vez a sí mismo.

Puede ubicarse a cada uno de ellos en un cuadrante en un sistema de coordenadas, como en el gráfico 1. Al representar sobre el eje de las X el beneficio (+) o coste (-) que obtiene una persona y en el eje de las Y el beneficio (+) o coste (-) que produce a los otros con los que se relaciona, es posible definir y estimar las coordenadas de los tipos de personas mencionados:

Las posibilidades son cuatro, correspondientes a los tipos de personas descritos: tanto la persona como con los que se relaciona son inteligentes; por lo tanto, todos salen ganando (su transacción está ubicada arriba y a la derecha con respecto al cero. Tanto la persona como con los que se relaciona son estúpidos; por lo que, todos pierden (transacción abajo y a la izquierda con respecto al cero).

La persona es un bandido y, por consiguiente, resulta ganancioso; sin embargo, los individuos con los que se relaciona pierden (abajo y a la derecha del cero). La persona es un desgraciado, por lo que sale perdiendo, mientras que las personas con las que se relaciona se benefician (arriba y a la izquierda del cero).

En el gráfico de Cipolla funciona un juego de “suma cero”; es decir, lo que pierde uno, lo gana otro. Existe un equilibrio. En este punto, puede hacerse la siguiente extrapolación, de acuerdo a Cipolla (comentado por Ponte di Pino): en las sociedades en las que existen juegos de suma positiva están destinadas al progreso; mientras aquellas en las que predominan juegos de suma negativa, su destino es la decadencia.

Aunque, por lo general, las personas tienden a mostrar un solo comportamiento, no siempre lo hacen. Así, observamos a personas inteligentes actuar como estúpidos o como desgraciados. Sin embargo, los estúpidos normalmente mostrarán un comportamiento estúpido en cualquier situación. Es posible representar la posición del resto de tipos de personas en términos de una media de los resultados de sus acciones en función de costes y beneficios, provocados sobre sí mismos y sobre los demás en el eje de coordenadas del gráfico1. Esto nos permite hablar de lo siguiente:

Un «bandido perfecto» es aquel que actúa para lograr un beneficio para sí mismo igual al coste que produce en los demás. El ladrón que roba a otro cincuenta dólares sin causarle ningún coste adicional, es un ejemplo. Este caso es un «juego de suma cero», en el que lo que gana un jugador es exactamente lo que pierde el otro; es decir, el conjunto de la sociedad ni gana ni pierde. El «bandido perfecto» está representado en el eje de coordenadas del gráfico 2, sobre la línea OM que bisecta el cuadrante B.

Pero, los «bandidos perfectos» son tipos muy raros. Es más fácil encontrar «bandidos inteligentes» (Bi), los cuales obtienen más beneficios que los daños que causan, o «bandidos estúpidos» (Be) que, para lograr algún beneficio, provocan un alto coste a los otros. Entonces, los bandidos que permanecen por encima de la línea OM son relativamente poco numerosos. Es mucho más frecuente el individuo Be. Por ejemplo, un trabajador que denigra a otro sólo por satisfacer su egoísmo.

Lo mismo puede suceder con el desgraciado. Un “desgraciado perfecto” es aquel que con su comportamiento produce un daño para sí mismo igual al beneficio que causa para los demás. Una madre gestante que prefiere morir a cambio de que su hijo viva, es un ejemplo. También, en este caso, es un “juego de suma cero”, en el que lo que pierde uno lo gana el otro.

El “desgraciado perfecto” está representado en el eje de coordenadas del gráfico 3 sobre la línea ON que bisecta el cuadrantre D. Este tipo de personas es poco frecuente; se observan más “desgraciados inteligentes” (Di), que con poco daño logran mayores beneficios para los otros, o los “desgraciados estúpidos” (De), quienes logran algún beneficio con altos costos para él. Los “desgraciados estúpidos” son más frecuentes que los “desgraciados inteligentes”. Ejemplo de individuos De se observan mucho en el trabajo. Existen individuos que, para hacer sentir bien a sus jefes, adoptan una conducta muy sumisa, hasta humillante. También, es muy frecuente observar a los “desgraciados estúpidos” en los partidos políticos.

El peligro de la estupidez

Para hacer frente a un comportamiento estúpido habrá que conocerlo; sin embargo, no es muy fácil entender este tipo de comportamiento. Es más fácil seguir la pista a la lógica del comportamiento de un bandido. Veamos por qué. Al observar el comportamiento de un bandido, vemos que sigue un modelo de racionalidad.

Este siempre busca obtener beneficios, y como no es capaz de lograrlos, procurando también beneficios para los demás, lo hace dañando a los otros. Y, aunque esto no es justo, es racional (la racionalidad no siempre va acompañada de la verdad y de la justicia) y, siendo racional, es posible prever tal conducta y, por consiguiente, preparar la defensa. En cambio, con una persona estúpida, la defensa resulta muy difícil. Es que los individuos estúpidos, tal como lo hemos mencionado y como lo predice la Tercera Ley Fundamental, son muy insistentes para perseguir a los inteligentes, sin ningún plan, en todos los lugares posibles. Tienen un olfato muy agudo para detectar a las personas inteligentes y hasta sueñan con hacerles daño.

Son unos verdaderos psicópatas. Realmente, es muy difícil para una mente inteligente entender un tipo de personalidad así, y más difícil aún defenderse, porque estas gentes emplean los métodos más vulgares y deshonestos, que no se atreven a emplear las personas inteligentes. Son completamente irracionales.

Y es que, tanto la persona inteligente como el bandido y el desgraciado incauto, están conscientes de su comportamiento; sin embargo, el estúpido no sabe que es estúpido y esto contribuye en gran medida a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su poder devastador.

Cuarta Ley Fundamental: Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento, lugar y circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error.

Las personas desgraciadas e incautas, es decir, las que en los gráficos 1 y 2 se sitúan en el cuadrante D, no reconocen la peligroso que son las personas estúpidas, debido a su corta visión; por lo que este hecho no extraña. Pero, lo que sí extraña es que las personas inteligentes y los bandidos no logran reconocer y entender, casi siempre, la inmensa capacidad dañina de la estupidez.

Resulta muy difícil explicar este hecho. Quizás, esto se deba a que tanto los inteligentes como los bandidos, ante un ataque de los estúpidos, prefieren despreciarlos o ignorarlos en vez de defenderse y creer, falsamente, que aquellos desistirán de su empeño, y no se imaginan que los estúpidos estarán siempre al acecho de los inteligentes.

A las personas inteligentes, por su misma estructura cerebral y por sus valores, les resulta extremadamente difícil reconocer que un individuo estúpido sea capaz de cometer tantas maldades contra los demás y creen que un estúpido sólo puede hacerse daño a sí mismo.

Gran error que acarrea graves consecuencias para la supervivencia del más inteligente. Con alguna frecuencia, se observan, en las organizaciones, a personas que se unen con un individuo estúpido para lograr determinados objetivos. Esto es otro error que muestra una gran ignorancia de la característica esencial de la estupidez y, en muchas ocasiones, resulta contraproducente y perjudicial, puesto que el estúpido muestra un comportamiento errático que imposibilita prever sus acciones.

Quinta Ley Fundamental: La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe.

De esta ley se deriva el siguiente corolario:

El estúpido es más peligroso que el bandido

La quinta ley y su corolario tienen implicaciones globales. Imaginemos una sociedad integrada sólo por bandidos perfectos.

En una situación así, aunque la sociedad estaría estancada, no entraría en una situación desastrosa; más bien, en la sociedad funcionaría una fluida transferencia masiva de bienes y riqueza. Hasta aquí, todo funciona bien. El problema surge cuando aparecen los estúpidos, puesto que éstos producen pérdidas a otras personas, sin ningún beneficio para ellos mismos y, por lo tanto, la sociedad en su conjunto se empobrece.

El gráfico 3 muestra lo que hemos dicho anteriormente. Las acciones ubicadas a la derecha de la línea NOM representan un beneficio social neto; en cambio, las acciones que se encuentran a la izquierda o debajo de dicha línea plantean un esquema de pérdidas sociales netas.

El profesor Carlo M. Cipolla afirma que el coeficiente σ es una constante histórica. Surge, entonces la pregunta: ¿Por qué unas sociedades se desarrollan y otras, no sólo se estancan sino que, lo que es peor, entran en franco deterioro? Depende exclusivamente del alto grado de envilecimiento de la población, debido a la existencia masiva de los imbéciles y de la capacidad estratégica de los individuos inteligentes para hacer frente a los estúpidos.

Cipolla observa que en las sociedades en decadencia, el porcentaje de individuos estúpidos se mantiene igual a σ; mientras que, en el resto de la población, principalmente entre los individuos que se encuentran en el poder, abundan los bandidos con un alto porcentaje de estupidez.

Por otro lado, existe un alarmante aumento del número de los desgraciados incautos, entre los individuos que no están en el poder. Tal cambio en la composición de la población de los no estúpidos es el que refuerza inevitablemente el poder destructivo de la fracción σ y conduce al país a la ruina.

El periodista y escritor Pino Aprile, en su libro Elogio del imbécil, hace un análisis del ascenso de la estupidez frente a la inteligencia la cual, al final, se extinguirá. El libro responde a preguntas, como: ¿por qué hay tantos estúpidos en el mundo?, o a ¿qué se debe que el primero en ascender sea el más idiota de la oficina?

Aprile, para defender su tesis del desaparecimiento de la inteligencia, señala con ironía, que la inteligencia que salvó al ser humano de su extinción, ya finalizó su función. Los inteligentes han construido el mundo, pero, quienes lo disfrutan y quienes triunfan en él son los imbéciles. El autor se basa en una serie de leyes:

  • Primera ley: “El imbécil sobrevive. El genio se extingue”
  • Corolario de la primera ley: “Antes tontos que muertos”
  • Un principio: “La evolución prefiere a un tonto vivo, que a un genio muerto. A cambio de darnos la vida, la evolución nos pide el cerebro”
  • Segunda ley sobre el fin de la inteligencia: “El hombre moderno vive para volverse tonto”
  • Tercera ley: “La inteligencia actúa en beneficio de la estupidez y contribuye a su expansión”
  • Cuarta ley: “La imbecilidad sólo puede aumentar”
  • Quinta ley: “La unión no hace la fuerza, sino la imbecilidad”

Una característica de la estupidez es la violencia; por eso, el crecimiento de la estupidez conduce a la violencia. “El estúpido cuando no tiene argumentos grita, a veces levanta las manos y si tiene poder destruye a los que hacen preguntas, el poder tiene miedo a la inteligencia”, agrega Aprile.

Bases de la imbecilidad

El análisis de la mediocridad y de la imbecilidad requiere de un enfoque multidisciplinario, en el que participan la etiología, la neurobiología, la psicología, e incluso, la física cuántica y la lógica, puesto que el individuo es producto de un proceso bío-psico-social.

La conducta humana está, en parte, determinada por leyes físicas, las mismas leyes que rigen totalmente la conducta del átomo De estos elementos, el biológico es, quizás, el más desconocido y es el objeto de la neurociencia con el estudio del cerebro. Es en el cerebro donde debemos buscar las causas fundamentales de este tipo de conductas y de todas las conductas; por eso, el cerebro debería ser objeto de estudio obligado de cualquier disciplina; de él depende, en última instancia, toda nuestra conducta, toda nuestra visión del mundo y toda actitud hacia la vida.

Quizás el mundo fuera distinto si conociéramos el funcionamiento del cerebro en interacción con el cuerpo. Existe una relación directamente proporcional entre el conocimiento del cerebro y el conocimiento de las posibilidades de desarrollo como individuos. En la medida que conozcamos más la organización y funcionamiento de nuestro cerebro y de nuestro sistema nervioso, estaremos más capacitados para conocer todas nuestras inmensas capacidades para desarrollarnos como especie humana. En él se encuentran las bases de nuestra agresividad, del odio, del amor, de la envidia, de la mediocridad, de la imbecilidad, en fin, de todas las pasiones humanas. No es cierto que, cuando nacemos, nuestro cerebro es como una tabla rasa (tanquam tabula rasa).

Los individuos, hombres y mujeres, poseemos distintas habilidades y esto nos hace diferentes unos a otros; no se trata de que unos sean superiores a otros, simplemente somos distintos. Cada persona hereda unas capacidades más desarrolladas que otras, y, por lo tanto, los resultados tendrán que ser distintos. Pensar que para tener éxito en la vida depende de la voluntad de las personas y de las oportunidades que se le presenten, es una forma de pensar poco seria.

En resumen, la conducta imbécil y mediocre es producto de la interacción de factores ambientales y genéticos; sin embargo, el entorno por sí mismo no actúa mecánicamente, sino que depende de cómo el individuo interiorice ese entorno; es decir, de cómo la persona interprete una experiencia determinada y esta interpretación dependerá del significado que el mismo sujeto le asigne, de forma consciente o inconsciente.

Algunas conclusiones

Dice Crick que nuestros cerebros altamente complejos y desarrollados no evolucionaron para descubrir las verdades científicas, sino simplemente para hacernos más inteligentes y cooperativos a fin de poder sobrevivir, reproducirnos y perpetuar la especie.

El mensaje que habrá que rescatar de todo esto es: no perdamos la esperanza, quizás vengan los tiempos en que en este mundo repleto de imbéciles y mediocres, de gente tan superficial y estúpida, la diversidad permita el surgimiento de hombres y mujeres excepcionales. Recordemos que: “Kepler nació de la copulación de un militar borracho y de una bruja. En su época, los psicóticos eran por lo general acusados de brujos. (…) La diversidad es un factor esencial de la evolución puesto que es la que permite las «mezclas» más variadas.(…) El progreso puede nacer de la diversidad de conceptos, de la diversidad de las soluciones originales ante un problema planteado. (Laborit, Henri, 1975)”.

Uno de los muchos consejos que el filósofo de Samos, ofrecía a sus alumnos era que no desesperaran ni desanimaran de la especie humana. Con el tiempo, el barro se convierte en mármol.

Por lo tanto, aún en este mundo tan vacío y estúpido, existe la esperanza que los individuos algún día cambiarán para desarrollar una vida distinta a la actual, en la que seamos más racionales, en la que existan menos imbéciles, en que la razón triunfe sobre la sin razón y seamos más responsables con nosotros mismos, como condición para ser responsables con los demás.

Y así como las estrellas alcanzan su final brillante al colapsar bajo la acción de su propia gravedad para crear nuevas estrellas y los elementos básicos (carbono y oxígeno) que dieron origen a la vida, así el ser humano alcanza su verdadera apoteosis cuando asume con responsabilidad sus acciones en todos los momentos de su vida, consciente de sus limitaciones y de la finitud de su existencia; pero, también consciente de que forma parte de una comunidad planetaria.

Ojalá, en un futuro no muy lejano, podamos repetir todos las palabras de Rabindranath Tagore:

No puedo elegir lo mejor.
Lo mejor me elige a mí.
Lo mejor no viene solo.
Viene con la compañía del Todo.

Bibliografía

Castellanos Moya, Horacio (1997). El asco. El Salvador: Editorial Arcoiris

Crick, Francis (1995). La búsqueda científica del alma. Barcelona: Ed. Debate

De Cervantes, Miguel (2004). Don Quijote de La Mancha. México: Editorial Impresora Apolo. Edición del IV Centenario

Di Pino, Oliviero Ponte (2000). El que no lea este libro es un imbécil. Madrid: Grupo Santillana de Ediciones, S. A.

Gómez P., Marco Antonio (2004). Pitágoras. México: Grupo Editorial Tomo, S. A. de C.V.

Ingenieros, José (2005). El hombre mediocre. El Salvador: Editorial Jurídica Salvadoreña

Laborit, Henri (1975). La agresividad desviada. Barcelona: Ed. Península

Marco Aurelio (1996). Meditaciones (selección). Madrid: Alianza Editorial, S.A.

Mérö, Lázlo (2001). Los azares de la razón. Barcelona: Editorial Paidós

Nietzsche, Friedrich (1999). El Anticristo. Madrid: Editorial ALBA

Nietzsche, Friedrich (2000). Así habló Zaratustra. Madrid: Melsa, S.A.

Sternberg, Robert J. (ed.) (2003). Por qué las personas inteligentes pueden ser tan estúpidas. Barcelona: Ares y Mares .

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Guerrero Fernando. (2006, octubre 14). El imperio de los imbéciles en las organizaciones. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/el-imperio-de-los-imbeciles-en-las-organizaciones/
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