El arquero que flechó la luna. Historia para la reflexión personal

“Da tu primer paso con fe, no es necesario que veas la escalera completa, sólo da tu primer paso con fe” Martin Luther King.

Había una vez un niño de siete años cuyo nombre era Arquímedes, quien vivía en un pequeño y olvidado reino montañoso ubicado entre la vieja Europa y el Medio Oriente llamado Anguristán. Era un lugar que por su lejanía de los pueblos conquistadores, pudo mantenerse como un lugar pacífico, lejos de los sobresaltos de las invasiones a las que se veían expuestos la mayoría de los pueblos.

Arquímedes era hijo de Arcadio, quien era el único fabricante de arcos y flechas del reino. Arcadio era muy querido por sus vecinos por su don de gentes su lealtad y por su honestidad y responsabilidad absolutas. Arcadio tenía todos los elementos requeridos para crear un excelente negocio de fabricación y venta de arcos y flechas, pero necesitaba más estímulo competitivo y su mercado era pequeño, ya que solo algunos de los que se dedicaban frecuentemente a la cacería requerían de sus productos, pues el reino de Anguristán no poseía un ejército. La venta de armas apenas le brindaba recursos a Arcadio para subsistir decentemente; El no tener un ejército en el Reino era un aspecto que mermaba el mercado de los arcos y flechas, ya que nunca había sido necesario tener un ejército que defendiera a la población.

Arquímedes era un joven curioso insaciable preguntón, capaz de sacar de quicio a cualquiera que estuviera frente a él; Sin embargo, su padre valoraba mucho esa inquietud y curiosidad de Arquímedes y lo estimulaba a seguir haciéndolo. Desde pequeño respetó siempre la individualidad y el talento de su hijo y lo invitó a soñar con las cosas más grandes e infinitas; Estimuló con mucho amor y pasión los valores y la capacidad soñadora de su hijo, pues no quería que este se quedara estancado como le sucedió a él. Arquímedes era un excelente hijo, ya que Arcadio siempre lo estimuló para que lograra grandes cosas en la vida. Arcadio estaba seguro de que su hijo estaba llamado a tener un papel relevante en el Reino, y que más temprano que tarde su nombre estaría ligado a las grandes decisiones y momentos de la región donde vivían.

Anguristán era un hermoso valle, rodeado de empinadas montañas, parte de un gran sistema montañoso de la región, por las que surcaban bellos y ruidosos riachuelos con numerosos saltos y cascadas que hacían del sitio un verdadero lugar de ensueño; Sin embargo, estas montañas, a su vez se convertían en guardianes del valle, ya que el acceso hacia este era sumamente hosco y difícil dado el carácter boscoso y empinado del lugar. Los pobladores de Anguristán eran gente noble, honesta y leal y amaban a su Rey Angus III, quien perdió siendo muy joven, a su esposa Amanda de quien le quedó una hija, Almadiana que en ese momento de la historia rondaba los 7 años de edad. Angus III enfermó poco después de la muerte de su esposa y a pesar de que intentaba mantenerse firme, su enfermedad daba muestras de ser irreversible y que daría al traste tarde o temprano con la vida del Rey de nuestra historia.

Muy lejos de Anguristán existían pueblos bárbaros, de estirpe colonizadora, que vivían su vida sometiendo a otros pueblos sobre la base del saqueo, el pillaje y la piratería; Estos conquistadores no daban descanso a sus pretensiones hegemónicas y solo estaban fuera de su alcance los pueblos muy lejanos, cuya geografía, plagada de bosques y montañas dificultaba el acceso hacia ellos. Mientras existiesen pueblos más accesibles y con riquezas apetecibles, carecía de sentido ir hasta esos lugares remotos donde no se sabía qué se podría conseguir.

Arquímedes pasaba mucho tiempo soñando. Una noche en la cual había una hermosa luna llena, cuando recién cumplía los 7 años, comenzó a preguntarse cómo sería la luna por dentro, ¿qué habría en ella?, ¿cómo sería su superficie?, ¿cuánto tardaría para llegar a ella?, ¿quiénes vivirían allí?. Estaba Arquímedes sumido en sus pensamientos, cuando de pronto se le vino a la mente una idea, ¿qué tal si pudiera mandar una flecha desde la tierra hasta la luna y amarrarla con una cuerda para que dicha cuerda le sirviera para llegar hasta ella?. De esa manera podría saciar su curiosidad.

Desde ya se veía paseando y caminando por la luna, disfrutando de la hermosa vista de la tierra; Sin embargo, la realidad se interponía entre él y su sueño loco. Tendré que aprender a manejar el arco y las flechas, tendré que desarrollar una gran musculatura, que me permita tener la fuerza suficiente para enviar la flecha hasta allá, tendré que pasar mucho tiempo practicando con mis flechas, para poder llegar al momento de enviar una flecha que cruce el cielo y se encaje en la luna, pensaba Arquímedes.

Pronto se vio Arquímedes invadido de un cúmulo de tareas que resultaban necesarias para poder cumplir con su sueño, sin embargo, en ningún momento las vio como una dificultad insalvable, sino como etapas lógicas que lo llevarían por el camino del logro de su objetivo, total, estaba bastante joven para ello. Era tal su determinación, que comenzó a desarrollar un cuidadoso plan mental que le permitiera cubrir poco a poco, cada etapa de su alocado proyecto.

Desde ya se veía regresando victorioso de la luna y siendo esperado por una multitud que lo aclamaba por el logro de esa maravillosa hazaña. Muy lejos estaba Arquímedes de pensar en las dificultades como una traba y de sentirse agobiado por la magnitud del reto. Su determinación le permitiría vencer cualquier obstáculo y eso era lo que más le importaba.

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Cuando Arquímedes le planteó a Arcadio lo que se proponía, este estalló en una sonora carcajada, sin embargo, cuando su hijo le preguntó por qué reía, le dijo con mucha seriedad, que se reía de sí mismo, pues nunca tuvo el valor de soñar de esa forma, apenas a los 7 años de edad. Por poco meto la pata pensó, pero gracias a Dios su respuesta no se constituyó en un obstáculo de imposibilidad para Arquímedes, que lo desencantara de su objetivo.

Decidió seguirle la corriente y dejar que el destino siguiera su curso, sin siquiera saber a través de cuáles extraños caminos su hijo encontraría el éxito y la prosperidad. Esta estrategia del padre dio sus resultados. Al saberse apoyado por él, Arquímedes cobró la seguridad necesaria para llevar a cabo las difíciles tareas y para soportar con estoicismo las burlas de sus compañeros, quienes se reían a carcajadas cuando Arquímedes les contaba que pensaba llegar a la luna montado en una cuerda amarrada a una flecha.

Para Arquímedes no fue fácil soportar las burlas de sus compañeros, quienes no desperdiciaban ninguna oportunidad para hacer mofa de sus pretensiones. Algunas veces lo perseguían y lo acosaban con chanzas. Le recortaban lunas de cartón y las llenaban con flechas de juguete, le componían canciones en son de burla y gritaban cosas que lo hicieran sentir como un tonto. Sin embargo, mientras más se burlaban de él, más crecía su determinación de lograr su objetivo. Si bien esa situación resultaba sumamente difícil de llevar y soportar para cualquier niño de su época, hay que reconocer que Arquímedes no era un niño cualquiera.

Su voluntad y determinación lo hacían casi inmune a las bromas y chistes de sus compañeros de escuela, pero además tenía la capacidad de hacer que quienes se burlaban de él terminaran admirándolo, pues cada vez se hacía más exigente y meticuloso en las tareas que realizaba para poder lograr esa visión tan lejana y aparentemente inalcanzable. Muchos de ellos comenzaron a dudar de la imposibilidad de llegar a la luna, producto de la convicción que mostraba Arquímedes. Quienes lo escuchaban hablando de su idea, terminaban apoyándolo y haciéndose partícipes de su proyecto. De esta manera, quienes antes se burlaban, comenzaron a admirarlo y seguirlo.

Arquímedes con el paso del tiempo, desarrolló una serie de fortalezas y habilidades que jamás imaginó llegar a poseer. Con el transcurrir del tiempo, se hizo cada vez más fuerte emocionalmente, además de mejor persona, mejor líder y un gran atleta. Arquímedes, se fue convirtiendo en un hombre extraordinario, tanto física, como mental y emocionalmente, capaz de actuar sin importarle las burlas y críticas de los demás y con una absoluta convicción de lo que deseaba lograr. A medida que Arquímedes crecía y se desarrollaba, la gente se quedaba absolutamente sorprendida con él; muy pronto cobró fama de ser el joven mejor dotado mental y físicamente que tenía, no solo el Reino de Anguristán, sino toda la comarca donde este se encontraba.

Cuando Arquímedes inició su camino con el apoyo de su padre, lo primero que hizo fue pedirle que le regalara un arco y unas flechas y que le enseñara a manejarlos con destreza. Siguiendo con sus deseos, su padre se dedicó a enseñar a su hijo, a esa corta edad, los secretos del manejo del arco y las flechas. Muy emocionado con esto, Arquímedes dedicaba sus horas libres durante el día, a practicar el tiro al blanco y por las noches apuntaba sus flechas hacia la luna e intentaba llegar cada vez más lejos con ellas.

A medida que progresaba y aprendía con exactitud las técnicas más avanzadas, comenzó a notar algunos pequeños defectos en los arcos y las flechas que utilizaba, por lo que le pidió a su padre que le regalara el mejor arco que pudiera construir; Sabía que practicando con mejores armas podría avanzar mucho más y desarrollar cada vez mejores habilidades, acercándose cada vez más, de esa forma, a su visión como arquero.

Noche tras noche, Arquímedes exigía al máximo los arcos que recibía de su padre, y muy pronto comenzó a detallar problemas en las flechas y defectos en las cuerdas, vibraciones indeseadas, etc. A medida que crecía y practicaba, Arquímedes iba desarrollando una gran fortaleza muscular, así como también una gran sensibilidad y una gran exigencia en el manejo del arma.

Cada vez le pedía a su padre que corrigiera nuevos problemas, que mejorara la madera de sus arcos, la calidad de las cuerdas, la forma del arma o que afinara la técnica en la fabricación de las flechas y así sucesivamente; Esto hizo que su padre se comprometiera cada día más con la calidad de la fabricación, la calidad del material, la del diseño, etc. Se inició así una carrera entre padre e hijo que hizo que mejorara significativamente el producto final cada día.

Al cumplir los catorce años, su padre ya había alcanzado la fama de ser el mejor fabricante de arcos y flechas de toda la región y sus alrededores; Muy pronto comenzaron a llegar clientes de diferentes lugares, atraídos por la calidad de los arcos de Arcadio, calidad que se debía fundamentalmente al nivel de exigencia de Arquímedes y a la dedicación que como padre había tenido para ayudar a su hijo a lograr su visión.

A la edad de quince años, Arquímedes tenía ya todo un ejército de jóvenes admiradores que siguiendo sus pasos, decidieron comenzar a compartir su visión de enviar una flecha a la luna y acompañarlo en su paseo por la misma. Ya no era solo un loco soñador, sino que poco a poco se fue convirtiendo en un gran líder capaz de hacer que otros compartieran con él su visión, sin sentirse ridículos por hacerlo. Era increíble la cantidad de jóvenes que le seguían y la admiración que sentían por Arquímedes. Pronto toda la generación de Arquímedes en el Reino de Anguristán, estaba bajo su poderosa influencia y alineados con su loca visión de llegar a la luna.

Arquímedes ponía mucha atención a las ideas y sugerencias que le hacían sus compañeros de aventura. Cada aspecto clave que era señalado por estos, era inmediatamente incorporado dentro de las necesidades del grupo. Arquímedes aprendió a escuchar porque estaba seguro de que era imposible para él solo completar la difícil tarea. Cuando Arquímedes cumplió los dieciséis años, ya Arcadio se había convertido en el hombre más rico de la comarca y el fabricante de arcos más famoso y solicitado en más de cien kilómetros a la redonda.

El negocio había crecido de una manera brutal, promovido por la exigencia del arquero que quería flechar la luna. El mismo Arquímedes debió entonces aprender aún más acerca del oficio de su padre y contribuir de manera directa en el desarrollo del negocio familiar. Detrás de él llegaron a la fábrica toda una pléyade de jóvenes seguidores que querían aprender de la experiencia directa de manejar y fabricar las armas.

Arquímedes por su parte había desarrollado una fuerza descomunal y era un arquero legendario a tan corta edad. Su fama recorría los pueblos y todos hablaban de él. Se podría decir que todo el mundo esperaba que pronto llegara el momento de enviar una flecha a la luna. Sus compañeros también desarrollaron una ejemplar musculatura y una fuerza enorme para llevar las flechas lo más lejos posible.

En el momento en que Arquímedes cumplió los dieciocho años, el viejo Rey Angus III se encontraba ya muy enfermo y los rumores de posibles ataques de los pueblos bárbaros se hacían cada vez más fuertes, estas noticias generaban una gran angustia y mucha turbulencia en el Reino. La preocupación de la población de Anguristán y de todos los reinos vecinos iba creciendo cada vez más, lo que comenzó a producir algo de caos en la vida diaria de la población.

Si los bárbaros atacaban, se iban a encontrar con una población indefensa que parecía incapaz de reaccionar frente a sus ataques; pero el Rey Angus Tercero forjó una idea en su mente y no iba a dejar así tan fácil, que los bárbaros tomaran el control de su pueblo. Es por ello que un día Arquímedes recibió un mensaje del Rey, quería reunirse con él lo más pronto posible. Sin pensarlo dos veces, Arquímedes fue a visitarlo y lo encontró postrado en su lecho de enfermo.

El Rey le preguntó cómo estaban sus planes en cuanto a su viaje a la luna y casi inmediatamente estaba planteándole lo que ocurriría si los invasores bárbaros llegaran a tomar los pacíficos pueblos de la región. Arquímedes se mostró preocupado por tal perspectiva y preguntó a su Rey de qué manera podría él ayudar. Al fin y al cabo, la suerte de su pueblo era a la vez su propia suerte.

Con mucha calma, incorporándose un poco en la cama, el Rey Angus III, llamó a su hija Almadiana, Cuando Arquímedes la vio entrar quedó inmediatamente prendado de ella. Era la joven más hermosa que había conocido en su vida. El la había visto fugazmente en varias oportunidades y le había parecido extremadamente hermosa, pero ahora que la tenía frente a sí, se quedó materialmente sin palabras.

El Rey, viendo el desconcierto de Arquímedes, le preguntó qué opinaba de su hija, a lo que este con toda sinceridad le expresó su admiración por la joven. Esta retribuyó el comentario de Arquímedes diciendo que ella también lo admiraba muchísimo por haber llegado a ser lo que era y por el gran esfuerzo que había hecho durante toda su vida para ello. En ese momento, el Rey le dijo a Arquímedes, que dado que el único ejército que existía en la región era el que conformaba él con sus seguidores, que se hiciera cargo del ejército del Reino.

Arquímedes estuvo de acuerdo, pero aprovechó la oportunidad para preguntarle al Rey si estaba de acuerdo en que él pudiera frecuentar a Almadiana, con miras a casarse si resultaban compatibles. Almadiana emocionada miró a su padre y este con un gesto de asentimiento, le dio la pauta para aceptar la propuesta de Arquímedes.

En esta situación, el Rey le pidió a Arquímedes que en caso de que se casara con su hija, entonces debía también hacerse cargo del estado y prepararse para sucederlo en el trono, (ya que el Rey no tenía hijos varones ni hermanos) y de esa manera defendiera al Reino de las invasiones que se veían venir en el horizonte, por parte de los bárbaros.

Por supuesto que Arquímedes se quedó mudo ante tal propuesta, pero viendo la hermosa sonrisa cómplice de Almadiana, inmediatamente aceptó y, muy pronto estaba ya casándose con ella y dirigiendo los destinos de su nación, siendo protagonista de la más espectacular historia de éxito jamás contada en la región.

Valga decir que, gracias al sueño de Arquímedes, su padre se convirtió en el hombre más rico y próspero de la región, él se convirtió en el hombre más hábil y fuerte de su región y en un gran líder que llegó posteriormente a ser Rey, se casó con la joven más bella y se convirtió además en el gran General de su propio ejército.

Quizá Arquímedes no flechó la luna y no llegó hasta ella, pero su visión fue el gran motor que impulsó su vida por el sendero a través del cual logró su éxito y por el que arrastró literalmente a los suyos (su padre, sus seguidores y posteriormente su reino). No creemos que el hecho de no llegar con su flecha a la luna, haya incomodado o frustrado a nuestro héroe de ninguna manera.

Si Arquímedes hubiera visto su visión como una simple meta, habría sentido que todo habría sido un estruendoso fracaso, pero vista como faro guía inspirador de su vida, esta visión le permitió disfrutar de unos maravillosos resultados.

Como cierre de esta historia, podemos decir que cuando los bárbaros se enteraron que tendrían que enfrentar al ejército mejor preparado de la región y que además utilizaba los mejores arcos que jamás se fabricaron, desistieron de la idea de invadirlos por el momento y Anguristán pudo seguir viviendo en paz por algunos años más. Sin embargo todavía Arquímedes sigue lanzándole flechas a la luna y sus seguidores siguen acompañándolo en esa interminable tarea.

Lo invitamos ahora a leer la segunda parte de este libro y a conocer las catorce moralejas o aprendizajes profundos que se desprenden de esta magnífica historia, que pueden ayudarlo a usted, sus relacionados y su organización, a obtener el éxito deseado en todos los niveles, partiendo de sus deseos más profundos, que nacen de esos maravillosos sueños que buscan proyectarnos hacia el futuro, comprendiendo que sin sueños no hay visión, sin visión no hay objetivos y sin objetivos jamás habrá éxito.

«El buen Arquero tiene un punto de semejanza con el Sabio: cuando su flecha no alcanza el medio del blanco, busca la causa en sí mismo, sin acusar a nadie…» Confucio.

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Betancourt José R.. (2015, mayo 5). El arquero que flechó la luna. Historia para la reflexión personal. Recuperado de https://www.gestiopolis.com/el-arquero-que-flecho-la-luna-historia-para-la-reflexion-personal/
Betancourt José R.. "El arquero que flechó la luna. Historia para la reflexión personal". gestiopolis. 5 mayo 2015. Web. <https://www.gestiopolis.com/el-arquero-que-flecho-la-luna-historia-para-la-reflexion-personal/>.
Betancourt José R.. "El arquero que flechó la luna. Historia para la reflexión personal". gestiopolis. mayo 5, 2015. Consultado el . https://www.gestiopolis.com/el-arquero-que-flecho-la-luna-historia-para-la-reflexion-personal/.
Betancourt José R.. El arquero que flechó la luna. Historia para la reflexión personal [en línea]. <https://www.gestiopolis.com/el-arquero-que-flecho-la-luna-historia-para-la-reflexion-personal/> [Citado el ].
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